jueves, mayo 31, 2007


BOTELLAS

Por Pupita La Mocuda

La colonización pedagógica – circunstancia muy distinta a la espontánea incorporación de valores universales a una cultura nacional – es el concepto que utiliza Arturo Jauretche para referirse a la conformación de una mentalidad y un comportamiento que constituye un aparato cultural que evita la creación de un pensamiento propio. De ahí que la crítica a una “cultura” establecida sobre dichas bases, consiste en el primer paso para restituir los valores sumergidos de la cultura colonizada, preexistente o con posibilidades de nacer. Es una beligerancia imprescindible ante la pretensión de seguir imponiendo una cultura marginada de toda elaboración propia. Esto implica una revisión respecto del pasado nacida de la búsqueda de las propias raíces que obliga a restaurar el prestigio de quienes fueron sumergidos por no ingresar a las jerarquías oficializadas y constituye una especie de fe en la genuinidad de lo nacional. La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho “anti-cultural” ha ayudado a que este fuera privado de todos los medios de expresión. Sólo la tradición oral y los hábitos cuya perdurabilidad es lentamente afectada por el cambio de condiciones parecen haber subsistido como factores yacentes de la cultura derogada y con preferencia en aquellos lugares no útiles a los fines concretos perseguidos por la “civilización” en remotos rincones.
¿En qué momento oscuro de la Patria comienza a desdibujarse aquella deliciosa conjunción artística llamada murga, nacida y criada en el seno mismo de las barriadas porteñas? ¿En qué momento deciden los murgueros no dedicarse nunca más a componer sus festejadas críticas o a inventarle nuevos ritmos a los bombos? ¿En qué momento guardan por última vez sus levitas brillosas, sus galeras y sus estandartes en los roperos o los baúles de cartón? ¿En qué momento comienzan a fundirse los platillos de bronce porque ya no serán necesarios el próximo carnaval? ¿En qué momento ya todo recuerdo remite a una foto en blanco y negro en el fondo de un cajón? No lo sabemos con precisión pero seguramente es una de sus horas más tristes y más amargas.
Aunque no todo está perdido. En Buenos Aires tres o cuatro cabezaduras todavía sacan sus murgas un par de décadas después de la debacle, ensayan en sótanos o en terrenos baldíos que se esparcen a lo largo de trazas – dentaduras incompletas – de autopistas nunca construidas. Y el milagro se produce. El subsuelo no ha muerto. Vuelve – sigue volviendo – sublevado e indómito a retomar con orgullo su herencia plebeya y herética, a cautivar las muchedumbres que pareciera que sí, pero que no, nunca han olvidado, que buscan y rebuscan en su memoria conjunta, colectiva, un pasado en común y lo encuentran y lo acunan y lo honran mirando hacia el futuro con la alegría y la esperanza de haber recuperado la murga para ellos y para las generaciones que vendrán. Para siempre.



“-Habría que resucitar al héroe –refunfuñó.
-Si, pero ¿cómo?
-Y, en tu lugar, buscaría en el pueblo la vieja sustancia del héroe. Muchacho, el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria.”
LEOPOLDO MARECHAL: MEGAFON, O LA GUERRA.



“…Murga, cuando mi voz calle con la muerte, con el corazón te seguiré cantando…”


Reportaje epistolar a Osvaldo “Pugliese” Battipaglia de Los Dandys de Boedo.
Por Pupita La Mocuda.


- “Murga, cuando mi voz calle con la muerte…” Estas palabras las usaste para despedir a Calusti hace unos días…
- Sí, efectivamente. Es una frase de Rabindranath Tagore y dice así: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando…” Yo la adapté a la murga, al sentir murguero.
- ¿Cómo nace el mítico Centro Murga Los Dandys de Boedo, Osvaldo?
-Te paso a contar. Salimos por primera vez en los corsos en el año 1956, pero antes durante el año salíamos en el barrio, por los bares, pizzerías y casas del barrio para juntar algo de plata porque al principio no teníamos ropa ni bombos. Al lado de mi casa había una fábrica de palmeritas y coquitos. El dueño se llamaba Don Nicolás. El nos dio las latas de galletitas que usábamos como percusión hasta que pudimos comprar un bombo y algo de ropa.
-Había que usar lo que se tenía a mano…
- Y sí... Fijate que cuando salíamos con las latas también tocábamos con tapas de cacerolas y con las chapitas de Coca Cola hacíamos una especie de sonajero o maraca. No sé cómo llamarlo. Con un clavo agujereábamos las tapitas, le pasábamos un alambre de cajón de frutas por el agujero. Después se ataba el alambre en las puntas para que no se suelten, se agitaba y esto sonaba. Las galeras, en esos tiempos, se las comprábamos a los lacayos de velatorios cuando estaban algo viejas, para arreglarlas y decorarlas.
-Este último es un dato que realmente me impresiona por su alto valor testimonial - hasta antropológico te diría – de tiempos que han pasado y de los que se necesita registro.
-Aclaro que creo que el material de las galeras no hace a la esencia muguera en sí misma si no en realidad al lenguaje murguero en cuanto a su conexión con los orígenes. O sea una burla de los esclavos hacia sus amos. Lo que llevado al tiempo actual – se me antoja, una burla de las clases bajas a las clases dominantes – un acto de rebeldía en una noche en que el orden es un perfecto desorden. Y me parece que explicado así tiene otro sentido y no es sólo una galera decorada, que me temo que es lo que ve la gente común hoy en día en los corsos.
-Concuerdo con vos en esto. Es probable que la gente, el público, que hoy va a los corsos o a ver las murgas no tenga claro del todo qué es lo que está viendo. El quiebre ha sido profundo. No sé si estás de acuerdo…
-Toda esta confusión es el resultado del cambio generacional sin la debida continuidad y todos sabemos el por qué. Pero el error es nuestro, del movimiento murguero, por no tratar de difundir lo que yo llamo el lenguaje murguero. Yo creo que los murgueros somos los responsables de difundir el género, su historia, el significado de su vestimenta y sobre todos sus valores culturales. Por ejemplo, se había puesto de moda en la década del cincuenta o sesenta “pedirle prestada” la antena de la radio a los autos estacionados. Se le ponía cinta en la punta y se usaba como sustituto del bastón. Travesuras de pibes de barrio con pantalones sin bolsillos… Esto duró hasta que la yuta casó la onda y te esperaban en los corsos y atroden con antena prestada y todo. Otro más: En el barrio de Boedo se usaba corcho quemado. Se lo quemaba en el fuego hasta ponerlo negro y con eso se pintaban la cara.
-¿Te acordás cómo se eligieron los colores?
-Los colores se eligieron porque en esos tiempos estaban de moda los vaqueros Lee importados de Estados Unidos que se compraban en la Galería Internacional del Once que eran muy caros para nosotros. Pero en Boedo y Cochabamba – en la barranquita – había una fábrica de vaqueros de imitación, los Far West. En el barrio, el que podía tenía uno. En esos tiempos eran todos azules. La idea era que el que no podía comprar la tela para que su mamá le haga la levita y el pantalón, se pusiera los vaqueros hasta que pudiera comprarlos. Entonces, el color celeste era el color que tomaban los vaqueros con los lavados. El color negro lo elegimos porque es el color que más se usa. Cualquiera tenía algo negro y que usaban hasta que pudieran comprar la tela.
-¿Los bombistas vestían igual?
-Los bombistas llevaban los mismos colores. La diferencia estaba dada en que algunos llevaban chaleco o capas y no faltaba el que salía con pantalón y camisa solo. En la cabeza – no todos – pero sí algunos llevaban birretes.
-¿En esa época ya se usaban lo que ahora se llaman apliques en los trajes? Quiero decir ¿Las lentejuelas formaban figuras o simplemente se pegaban sin formar un dibujo determinado?
-Sí, se usaban los apliques pero eran de otros motivos. Los más usados en esos tiempos eran los dragones y las calaveras con dos tibias cruzadas; de equipos de fútbol, los cuales en su mayoría eran de felpa o algo parecido. También flores… Lo que no había era tanta gente que los crearan como ahora. Eran comprados. Las zapatillas que se usaban eran blancas y en las fotografías se alcanzan a ver los pompones que llevaban los murgueros.
-¿Siempre se decoraron las galeras con marabú, piedras, espejitos y esas cosas?
- La mayoría de los que usaban galeras la llevaban decoradas, como bien decís vos, con marabú, piedras y espejitos. Y casi todos las forraban por afuera. En la copa con algodón. Tampoco faltaban los que le ponían alambres cruzados y elevados formando un arco en la parte de arriba y que envolvían con marabú.
-¿Quiénes se dedicaban a hacer la ropa y los otros elementos?
-La ropa la hacían las madres. Las banderas y los estandartes, nosotros. Las fantasías eran banderas, estandarte, dados…

-¿Y los bombos? ¿Dónde se conseguían los bombos?
No me acuerdo donde compraban los bombos. Pienso que en una casa de música. Y los platillos eran comunes, de baterías, de los chicos y finitos y había que golpear con cuidado porque se rompían fácil. Este era el motivo por el que no todos los bombos llevaban los platillos.
-¿Con cuántos bombos salían?
-La cantidad de bombos variaba según las murgas, como ahora. Nosotros llegamos a tener siete u ocho más o menos.
-¿Eran de cuero, no es cierto?
-Al principio eran de cuero, sí. Y cuando no los usábamos se aflojaba el parche y se le ponía leche con ajo. Cuando había que usarlos se apretaban y algunos le daban calor para estirar el cuero.
-Entonces se usaba ajo y leche para proteger el parche. No es cuento…
-Lo del ajo y la leche sé que algunos lo niegan pero es verdad. La explicación es que según el cuidado que tenía cada uno con los parches lo usaba o no y otros no lo conocían.
-Contanos un poco acerca de la diferencia entre ritmo y corte en cuanto a lo instrumental. ¿Todos los años sacaban uno o tenían alguno que los distinguía de otros barrios?
-Para mí el ritmo es una cosa y los cortes son otra. El ritmo era siempre el mismo, pero esto no quiere decir que año a año se le agregara algún corte nuevo. Cada barrio tenía un estilo y sobre ese estilo las murgas creaban el suyo propio, que no tenía que ser igual al de otras murgas porque esto creaba disputas y peleas.
-¿Es verdad que si se encontraban con otra murga trataban de "taparle" los bombos para hacerles perder el paso a los bailarines o esto también es un mito?
-Todavía hoy en día cuando una murga está desfilando, la que está esperando su turno no puede tocar los bombos suyos. Es verdad que se mezclan los sonidos y no sólo eso. Es una falta de respeto hacia la otra murga y puede generar disputas. Esto no es un mito y hoy en día pasa lo mismo.
-¿Te acordás cuál fue el primer corso de Los Dandys?
-Nuestro primer corso fue el de Danel y Pavón; después Garro y Asamblea.
-¿Qué recuerdos te trae pensar en esos tiempos?
-Mi familia fue la que fundó la murga y salía de mi casa en el Ford 31 de mi viejo, que hacía fletes. Yo tenía seis o siete años pero hacía de todo. Lo que más me gustaba en ese tiempo era llevar la bandera y por supuesto también fui mascota. También salí como director de redoblante de Los Cometas de Boedo y después bombo con algunos de mis hermanos.
-¿Viajaban todos en el Ford 31? ¿Las mascotas también?
-Sí. Las mascotas iban con las madres o también solas. ¡El viaje era un descontrol! Mi viejo cuando se le movía mucho el camión, frenaba fuerte y nos caíamos todos. O si no se bajaba y empezaba a las puteadas con todos. Nos juntábamos en San Juan y Boedo, justo en la Pizzería Sol Di Nápoli.
-¿Hacían la famosa pasada por el barrio?
-Antes de subir al camión se cantaba y se bailaba para la gente del barrio, por supuesto.
-¿Qué cantidad de corsos sabían recorrer?
-Los corsos que se podían hacer por noche eran cuatro o cinco, según los que se podía conseguir con los corseros.
-Y había premios…
-Sí, claro. En los corsos se daban copas a la mejor murga, a la segunda, a la tercera, etcétera. Esto era lo que generaba más problemas y peleas. Igual que el robo de canciones y ritmos.
-¿Ustedes o las murgas en general llevaban a las actuaciones las copas y trofeos que ganaban en otros corsos o en otros carnavales?
-Los trofeos nosotros lo llevábamos ese carnaval y después nunca más. Pero había murgas que los llevaban. Recuerdo que hacían como un estandarte pero arriba tenía madera. Allí fijaban las copas y algunos otros las fijaban al estandarte directamente.
-Contanos algo más de los integrantes de tu familia y de su relación con la murga.
-Mi hermano Juan Carlos era el Alma Mater de la murga y cantaba. Era uno de los mejores cantores de murgas que escuché… Crítica… Homenaje… Glosa… Ricardo tocaba el bombo. También hermano mío. Después salió en Los Cometas como director. Daniel salía disfrazado. María de murguera, igual que Lili o Susana. Julián en brazos de alguien. Era bebé. Mi tío Enrique, murguero. Mi otro hermano, Jorge, también.
-¿Por qué decís que Juan Carlos era el Alma Mater de la murga?
-Mi hermano, que todavía vive, era la persona que tiraba siempre para adelante. El más importante, el más inteligente y digo era porque no quiere saber mas nada de murga…
-¿El era el Director General de Los Dandys? ¿Qué edad tenía en ese entonces?
-Sí, Juan Carlos era el director general y tendría unos diecinueve años.
-Lo que se dice una familia con vida y alma de murga. ¿Tuvieron algún reconocimiento desde lo institucional?
-Bueno, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires nos dio una medalla y un diploma como reconocimiento a la murga en la persona de mi hermano Juan Carlos por fomentar la cultura popular.
-¿Eran todos de la casa de la calle Cochabamba?
-De la murga, en la casa de Cochabamba vivíamos solamente nosotros más el Queno, Miguel y Alicia que también salían en Los Dandys.
-¿Y de qué edades hablamos?
Sacando a la Lili, Jorge y Julián,eran todos más grandes. Ya eran muchachos de dieciocho o más. Fallecieron dos qué yo sepa: el Coco y Surita, que se mató joven.
-¿Qué otros murgueros te vienen a la memoria, Osvaldo?
-Longaniza, que era el novio de mi hermana Mary y hoy es el esposo, cantaba y componía. Es el autor de “La Cotorra”. También estaba Pichi, un amigo que era murguero. Madera fue el primer director de bombo de los Dandys. ¡Un fenómeno! Coco, también murguero. Y el lechero del barrio, Abrojo, todo un personaje medio chapita que caminaba por toda la cuadra cuando ensayábamos y no quería que nadie lo moleste y de pronto venía apurado y te decía: “¡Anotá! ¡Anotá!” y te cantaba la canción que había creado.
-¿Cómo viven la tradición murguera los Battipaglia?
-Bueno, la familla Battipaglia tiene por costumbre pasar las Fiestas de Fin de Año en la casa de mi hermano Carlos, El Colorado, en el barrio de Barracas. Somos como cincuenta personas entre hermanos, sobrinos, hijos e invitados. Después de las doce brindamos y se arma la Battipagliada, como dice la gente. En la sala de ocho por ocho que da a la calle suenan los bombos y se baila murga. Los que saben y los que no, también. Todos bailan. Al terminar la matanza general nos ponemos a cantar, como si fuera una payada. Mi hijo Gonzalo toca el bombo y el coro lo hacen todos: “… Pero que chupe, chupe, chupe…”. Cada uno canta una estrofa de algo que se acuerda o lo inventa en el momento. Casi siempre picaresco. Del estilo: “…Un pajarito volando se metió dentro un convento / que contenta está la monja con el pajarito adentro…” Al estar las ventanas abiertas, en la vereda su juntan los vecinos para ver y escuchar. Después salimos a la calle y entre todos armamos un carnaval anticipado. Este ritual de familia Battipaglia se celebró hasta 1998, año en que murió mi viejo. En una de esas fiestas estuvo Teté. Lo trajo mi sobrino Roberto (el Colo, como lo conocen dentro del movimiento murguero). Es uno de los fundadores de Los Desconocidos, que venía de ser Director de Bombo de los Herederos de Palermo con el Turco y los Fantoches de San Cristóbal, murga que filmó una película que creo que se llama DNI (Documento Nacional de Identidad). En la película figura el nombre de otra murga pero sí salieron en ella el Colo y Tavi.
-Sí, en la ficha de la película la nombran como Centro Murga Los Privilegiados del Plata…
-Aparecían en medio de una batalla, en un bote en el medio del río. Ahí además salía Tavi, el de Los Cometas, que también está en la película. Esa murga salía de Urquiza y Constitución.
-Pavada de linaje murguero, el tuyo, permitime que te diga. ¿Qué recordás de las canciones?
-Bueno, la música de las canciones eran más de estilo murga como “…Pero que chupe, chupe, chupe…Pero que chupe, chupe, pá…”, el homenaje a Gardel y la tradicional crítica de los sucesos del año, La Cafetera de Nicola Paone y también algún otro éxito.
-Hoy en día, muchos dicen que lo más importante de la crítica que se canta en la murga es el papel de queja o denuncia social y lo política. Yo tengo entendido que esto no era del todo así en esos años. Estaba mezclado. ¿A vos que te parece de acuerdo a lo que viviste?
-Sobre la crítica - ¡Qué se yo! - es difícil tomar una posición porque si uno habla de lo social tendría que decir que antes también había cosas, pero en menos cantidad. La gente lo que quería era divertirse. Entonces e cantaban canciones picarescas, como esta que cantaba una mascota ("El Abuelo" que está en la foto): “…María feliz se sentó / arriba de la sepultura / porque dice que Negrete / murió con la chaucha dura…” Mi hermano Carlos cantaba la crítica y la mascota, una estrofa sola. Esto cantado por una mascota con cara de pícaro y no muy buena pronunciación era para la gente motivo de risa. Yo pienso que la denuncia social en la crítica en los tiempos que corren tiene que ver más con algo nuevo incorporado por las murgas de un estilo diferente, más a la uruguaya y si uno mira las murgas que son llamadas a participar en actos o Fiestas Patrias por los políticos, esto está claro para mí.
- ¿Cómo eran los ensayos?
-Ensayábamos en la vereda de un terreno baldío de Loria y Cochabamba dos meses antes de los carnavales a la nochecita y los fines de semana más temprano. La gente no chillaba. Eramos todos pibes del barrio.
-Contanos un poco acerca del desfile, el baile…
-La manera de bailar, tradicional. El desfile con paso borracho y mucho movimiento de hombros. Matanza eran los tres saltos y después cada uno lo que quería dentro del estilo tradicional de bailar. Sin ballet ni coreografía. También sacábamos a las "vedettes", es decir, los travestis que si te fijás bien en la foto del grupo se los puede ver atrás.
-¿Cómo se ubicaban para el desfile? ¿Los bombistas iban últimos?
-La ubicación de los bombistas cambiaba según las murgas. En algunas iban últimos los murgueros y adelante de ellos, los bombos. Y en otras iban últimos. Casi siempre en murgas chicas pasaba esto.
- ¿Cuál era la manera de desfilar o de bailar específica de las mujeres?
-Bueno, las mujeres desfilaban igual que los murgueros pero la forma de bailar era diferente. No saltaban. Más bien bailaban suave. No movían los hombros y el por qué de esto es obvio. En nuestra murga no tocaban el bombo ni cantaban en esos tiempos como lo hacen ahora.
-La visibilidad de lo femenino en el género murguero es algo muy contemporáneo. ¿Qué cambios ves en relación a la participación de las mujeres en la murga?
-Las mujeres, antiguamente – si bien eran menos las mujeres dentro de las murgas – tenían un estilo propio en su forma de bailar y demás, acorde a su manera de actuar dentro de la sociedad. Se me antoja como más femenino. Con el surgimiento murguero luego de la dictadura iniciada por Videla, la mujer copió la forma de hacer murga del hombre en todo sentido: canto, baile, etcétera, acorde a su nuevo modo de actuar dentro de la sociedad.
-¿Cómo ves esta cuestión a futuro?
-En mi opinión, si el hombre evoca en su baile algo del pasado – como se acepta hoy en día – pues entonces tendríamos que seguir la misma lógica con las mujeres y tratar de justificar su lugar en el movimiento murguero evocando algo de la historia para definir un estilo propio de ese sexo. El nuevo modo de actuar de la mujer esta todavía en movimiento, lento pero en movimiento. Esto alienta a que tal vez este cambio se pueda producir. Quizás surja en el futuro una mujer innovadora que sea capaz de crear un estilo propio logrando poder expresar a una parte de la sociedad que hoy estaría ausente.
-¿Cómo es esto de que las murgas tenían uno que le decían el presidente? ¿Era así?
-No me acuerdo bien si fue en el año 1957 o 1958 que pusieron un edicto policial que obligaba a tener una persona mayor de edad que fuera responsable del comportamiento de la murga y sacar permiso para los disfraces y murgueros con caretas o con la cara pintada. El trámite se hacía en la comisaría y nadie quería hacerlo, por supuesto. Con nosotros salía un muchacho que era el acomodador del cine de San Juan y 24 de Noviembre (El Gran San Juan) que aún funciona. Este muchacho que llamábamos “Gran San Juan” y que no tenía muchas luces era muy parecido físicamente a Aramburu. Lo nombramos “Presidente de la Murga”. Era todo un espectáculo verlo vestido de murguero, con una banda que le cruzaba el pecho y decía “Presidente”. Cuando desfilábamos algunos agarraban la ironía y se reían como locos. En ese tiempo las murgas usaban esas bandas para identificar al presidente y los directores.
-Esto último que me contás es impresionante. ¡Dice tanto pero tanto de la época, de las diferencias históricas… sobre todo con la última dictadura.
-Es cierto, eran otros tiempos. En la de Videla ni loco creo que lo hubiéramos hecho. El peligro era mucho más grande.
-¿Había una manera especial de aprender murga o eso no se planteaba en esos términos?
-Los más chicos aprendían en los ensayos. Cantaban los que ya sabían. Por ejemplo, mi hermano Carlos siempre cantó tangos. Era el que nos guiaba. También se enseñaba a bailar en los ensayos. En realidad todos salíamos para divertirnos y cuando digo divertirnos digo nosotros con la gente del público, no en contra o allá lejos como artistas.
-¿Cómo recordás los corsos de aquella época?
-Mucha gente concurría a los corsos porque eran muy familiares y no había la violencia que hay hoy. Con dos o tres vigilantes bastaban y casi siempre estaban comiendo chorizos o chupando de arriba. El único corso que tenía problemas de violencia era el de Avenida de Mayo y más los últimos años.
-¿Te acordás cómo se festejaba el Carnaval? ¿Jugaban al agua?
-Se jugaba al agua por la tarde hasta la hora de salir en la murga y no sólo en mi casa. ¡En todas! Todavía me acuerdo de Carlos Castro, un vecino que vivía en frente de mi casa y que era el padre de Caíto, el de Los Cometas. Estaban todo el día esperando que mi vieja estuviera distraída. Se cruzaba con un balde de agua y la mojaba y mi vieja, igual. Un día mi mamá no lo pudo mojar y lo agarró al otro día cuando salía para el laburo y lo mojó. Tal vez, esto hoy pueda sonar atrevido, pero no. Era un juego familiar del que participaba todo el barrio. A veces también salíamos con el camión cargado de bombitas de agua a mojar gente por las calles…
-No creo que pueda pensarse que fuera atrevido. ¡Cómo se debían divertir! Era evidentemente una tradición muy arraigada y de gran participación de todos los vecinos, mujeres y varones, grandes y chicos. ¿Cómo veía la gente a los murgueros? ¿Cómo los consideraba?
Yo creo que igual que ahora… A Algunos no les gustaban y a otros sí pero a mí me parece que lo que cambió fue el porcentaje. Antes los que no nos quería eran muchos menos y la prueba está en que antes los comerciantes ponían plata para costear el corso y ahora no lo quieren en su cuadra. Y también cambió la gente, el comportamiento de la sociedad. Antes era todo más sano y más respetuoso.
- ¿Cómo era la relación de las murgas entre sí? ¿Había problemas?
-Por supuesto que había problemas entre murgas y casi siempre por el robo de canciones, alguna copa ganada en algún corso o por picas viejas. Pero también había murgas amigas. Hoy en día te afanan una canción, un corte y no pasa nada. Algo muy loco… ¿No? ¿Se puede llamar murga a una que no puede hacer una canción o crear un ritmo?
-¿Se solía cambiar de murga seguido?
-No era normal cambiar de murga. Se defendía al barrio. Y la gente en su mayoría era del barrio. Pero, como siempre, no faltaba alguien que lo hacía… Pero eran muy pocos.
-Osvaldo, ¿Qué era la murga para vos y esos murgueros en aquel entonces? ¿Qué significado tenía para ustedes salir o sacar la murga, vivir la murga?
-Para mí, la murga era sobre todo diversión, alegría, amistad. Para los ojos de un niño de seis años, como yo tenía cuando debutó mi murga, todo eso era un mundo mágico. Con el paso de los años me fui llenando de contenido y comprendiendo el verdadero significado de todo el simbolismo murguero. Entonces me sentía orgulloso de ser murguero y quería decirlo al mundo. Recuerdo que a la edad de catorce o quince años vendía diarios en el Correo Central, en la entrada que está por Corrientes y como no podía llegar a las cuatro de la mañana – que era el horario que tenía que llegar – me fui vestido de murguero, con los ojos pintados y en camisa. Al lado de la entrada había unos ventanales grandes y profundos y, como me dolían las patas, me senté… ¡Pero con el cansancio que tenía, me quedé dormido! El dueño estaba a la vuelta en Leandro Alem y al ver que no volvía a buscar más diarios me vino a ver. Yo dormía acostado en la ventana y los diarios, que se me habían caído – estaban desparramados por toda la cuadra por el viento. Creo que llegaban hasta el Luna Park. Ya serían como las siete de la mañana y este buen hombre me despertó, me cobró todos los diarios y me rajó. Pero eso no me dolió tanto como cuando mi vieja se enteró.
-¿Qué diferencias fundamentales ves entre el pasado murguero y este presente? ¿Vive todavía la mística murguera de la primera parte del siglo veinte o ya ha muerto?
-En la última dictadura el carnaval y las murgas fueron prohibidos y esto cambió el desarrollo natural de las murgas. Cuando retornó, el movimiento sufrió un cambio. Se desarrolló una forma de hacer murga diferente. Se amplió el género con otras cosas nuevas. ¿Para bien o para mal? No lo sé… El tiempo dirá la verdad. Pero que cambió, cambió.
-¿De acuerdo a lo que viviste y vivís hoy en día con respecto a la murga, cómo la ves mirando hacia adelante?
-Es muy difícil opinar de ciertos temas cuando el cambio está sucediendo, como yo creo que pasa en estos momentos. El tiempo dirá como será esta criatura nacida en un parto diferente a las etapas anteriores.

“Esta fotografía inédita de Los Dandys de Boedo”, cuenta Osvaldo, “data de los primeros años de la década de 1960, probablemente de 1962. En ella estamos mis hermanos y yo. Aquí somos seis, aunque faltan tres más. Ricardo es el que se encuentra justo delante del bombo. El que está disfrazado de indio es Daniel. El que está bien adelante de todos en la foto es Jorge y la nena que está justo al lado de él mirando a la cámara es Susana, a quien llamamos Lili. El famoso “Colorado” es el que está mirando para atrás como dirigiendo la orquesta. Y yo estoy justo debajo del estandarte con el silbato en la boca.”
“Esta es otra foto de los comienzos”, describe Osvaldo. “De izquierda a derecha: Daniel, ‘Madera’, el primer bombista de Los Dandys. (Estos eran los bombos de los que hablamos. Si mirás bien podés ver los platillos finos y el bombo de cuero.) Le sigue el ‘Tano’, el ‘Zurdo’, Coco, el lechero, el ‘Negro’ Figueroa y Pichi. Mi cuñado ‘Longaniza’ es el que está agachado y las tres mascotas son: el ‘Pibe’, el ‘Abuelo’, que es el que tiene la copa, y el ‘Negro Luna’. No sé la fecha, pero sí que es de los primeros años”.