Fotografía de Delia Balido
"...Además de tus sonrisas
Además de tus dolores
Vas a copiar del Templo de Momo
Un amor salvaje y el pulso del trip..." *
El Golpe al Plexo.
Impresiones sobre el Homenaje al Conventillo de la
calle Guardia Vieja, Cuna de Nacimiento del Centro
Murga Los Viciosos de Almagro.
Por Pupita La Mocuda
El rito sigue intacto aún cuando el siglo – el milenio mismo – ya sea otro. Hemos sido convocados a develar la alquimia del misterio, a verificar el legado. Y es allí hacia donde nos hemos dirigido. Ya la murga se ha formado por Guardia Vieja. Uno de los oficiantes saca del camión las últimas y flamantes sombrillas azules que le han sido conferidas en guarda y las reparte. Dentro de instantes comenzarán a espiralar el aire. Sube el estandarte mientras resuena el platilleo de los bombistas que abrirá el desfile. El barrio todo se aquieta y guarda un silencio expectante. Se mueven quedamente en rezo profano los labios de las vecinas al borde del cordón. En la compleja vitalidad de su semiosis, de su gozosa multiplicidad semántica, la Misa Viciosa - la expresión es de Guillermo Grappi - ha comenzado. Se escuchará al Glosista recitar a pura garganta:
"...Herencia de un conventillo
Donde nació este murgón;
Con el ruido del platillo
Se enciende su corazón
(...)
Emoción de la enseñanza
Que supimos heredar;
Que los hijos y los nietos
Tratarán de cosechar..." (1)
¿Acaso en las voces a las que prestamos oídos no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar? (2) Si es así, un secreto compromiso de encuentro se halla entonces vigente entre las generaciones del pasado y la nuestra. El conventillo del número 3836 de la calle Guardia Vieja casi en la esquina con Bulnes que vio nacer al Centro Murga Los Viciosos de Almagro en 1950 - dicen - ya no existe. Sin embargo, su transmutación se palpa en el recuerdo reactualizado año tras año por el Homenaje de cada febrero.
Lo que allí está en juego es ciertamente aquello vinculado con la identidad, pensada como un concepto ni fijo ni estático y que puede anclarse con frecuencia a un territorio determinado. Lo identitario de un pueblo - asociado a una región, a un pedazo de suelo, a un barrio - recreándose individual y colectivamente, viene definido históricamente a través de múltiples aspectos en los que se plasma su cultura, su lengua en tanto instrumento de comunicación entre los miembros de la misma comunidad, sus relaciones sociales, ritualidades y ceremonias propias, o los comportamientos colectivos. Como productos del quehacer conjunto, un rasgo propio de estos elementos es su carácter inmaterial y anónimo. A su vez, la identidad se encuentra ligada a la historia y al patrimonio cultural y no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado, sin elementos simbólicos o referentes que le son propios y que ayudan a desear y a configurar el porvenir.
Es en esa historia y en esos recuerdos comunes donde se encuadra el conventillo que va a replicar en pequeño la mixtura porteña. La significación del fenómeno inmigratorio en los orígenes mismos de la sociedad argentina contemporánea es incontestable. Y esa afluencia incesante entre fines del siglo diecinueve y principios del veinte, sumada al proceso de concentración de la población generada por el régimen de tenencia de la tierra, da lugar a la aparición de las casas de inquilinato. El espacio de la gran ciudad moderna - modelo al cual Buenos Aires se aproxima en las primeras décadas del siglo veinte - propone su escenario para los cruces culturales, donde, en hipótesis todos los encuentros y los préstamos son posibles. Se trata de una cultura marcada por el principio de la heterogeneidad, el cual vuelve lo diferente extremadamente visible.
Es su condición de ser espacio de instalación efectiva del hombre lo que hace de un lugar un espacio donde vivir, esto es, una vivienda. Ella no es sólo el lugar de residencia sino que configura un espacio de convivencia que crea redes familiares y sociales y que completa la organización de vida – el entorno – acogiendo a las personas y muchas veces condicionando su actuar. Y es también, como no podría serlo de otro modo, uno de los lugares privilegiados donde habría de fermentar la actividad de las distintas agrupaciones de celebración del carnaval en la espacialidad urbana. Irán urdiéndose, entonces, tramas y nudos culturales que en la década del cincuenta harán brillar en todo su esplendor a los Centros Murga.
Cae la tarde y canta La Voz del Carnaval Porteño:
"...Yo sé muy bien que desde el cielo sonreirán;
La abuela, Juan y Don Angel Corvalán
Al ver a su murga por las calles desfilar;
Hijos y nietos todos juntos bailarán
Y allá en el cielo el conventillo vibrará
Como lo hizo en antaño carnaval;
Al son del bombo esta música oirán
Y alguna lágrima en su rostro rodará..." (3)
Con la emoción agrietando las gargantas y el pulso atávico y ancestral intacto la temporalidad que en su ojo ciclópeo une todos los pasados, todos los presentes y todos los futuros deshoja su transcurrir en la esquina de Guardia Vieja y Bulnes para atarnos con los lazos amorosos de la más profunda de las memorias colectivas. Porque aun cuando la sociedad de los lugares se piense como convertida en la sociedad de los flujos, pareciera que los territorios siguieran involucrados en una obra de construcción identitaria, que privilegia la dimensión local o ciudadana por encima de las instancias estatales o las globales.
Todo quehacer artístico aparece moldeado dentro de un contexto de tradición cultural, que siempre se encuentra anclado a un tiempo y un lugar determinado. Pero a la tradición - como bien señala Fabián Casas - hay que salir a buscarla, hay que merecerla. Y esto es precisamente lo que se despliega en ese cruce fabuloso del barrio de Almagro. Aquello que supo fluir subterráneo aflora incólume, milagrosamente ileso. En el revoltijo incesante de napas temporales que permanecen aun cuando los seres que las hubieron de contener ya no estén allí, los cuerpos reactualizan la fiesta primordial, alargándose, torciéndose, ya casi fantasmales en la penumbra que crece, ingrávidos, adviniendo renacimiento inaugural y eterno en el asfalto.
"...De aquellos tiempos de mi niñez
Eres el sitio donde he nacido
Y eres la cuna de este murgón.
Barrio del alma
Fue por tus calles
Donde bailamos con emoción
Qué lindo es recordar
Después de tanto andar..." (4)
Y entonces se produce. El golpe al plexo. El ruido de la sangre. La implosión de las venas en la exactitud infinitesimal de la cadencia. El mazazo al parche que en su multiplicación sonora indica que el viaje ha comenzado. Que la murga inicia su recorrido de carnaval de este año.
(5)
Notas:
(*) "El templo de Momo" en Momo Sampler, Indio Solari y Skay Beilinson, Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, 2000.
(1) "Glosa de Entrada para el año 2000 del Centro Murga Los Viciosos de Almagro" de y por Héctor Fabián “La Glosa” Cicero.
(2) Parafraseando la pregunta que se hace, en otro contexto, Walter Benjamin. (3) "Nuestro Conventillo" de Domingo "Mingo" Romano por Osvaldo Martín “La Voz” Cicero.
(4) "Almagro" de Juan Carlos Muralla.
(5) Esta y todas las demás fotografías que acompañan el texto han sido gentilmente cedidas por Héctor Fabián y Osvaldo Martín Cicero o bien tomadas de fotolog.com/almagro_viciosos, espacio virtual gestionado por Solana Encina. La que abre este posteo es propiedad de Delia Balido. Los videos son creación de y pertenecen a María Laura “Malaucha” Charnik. Fuente: es.youtube.com/user/MALAUcha.
Ver también losviciososdealmagro.blogspot. com para una reseña completa sobre la historia de este Centro Murga porteño.