sábado, marzo 13, 2010

Profundas mutaciones del espacio público
Por Leonor Arfuch para Revista Ñ

En el convulsionado mundo contemporáneo el espacio de lo público ha sufrido una profunda mutación. Por un lado, el despliegue sin pausa de las tecnologías de la comunicación, de la televisión satelital a la Internet, la telefonía celular, y un largo etcétera, ha ampliado el horizonte de la visibilidad del acontecer a límites insospechados. Por el otro, ha dado impulso a la tendencia, ya vislumbrada décadas atrás, de intrusión de lo privado –y lo íntimo– en lo público, difuminando aún más los umbrales, nunca nítidos, entre esos dos espacios clásicos de la modernidad.



Sin embargo, cuando en la era de la imagen un ojo orbital parece ser capaz de seguirnos a cualquier rincón del planeta, hay vastas regiones de lo público, en lo que hace a lo social y lo político, que quedan en la sombra, cobijadas por el secreto o el enigma, resistentes a lo que Jacques Derrida proponía llamar el "derecho de mirada", que nos permitiría exigir, en tanto ciudadanos, ver "detrás de la cámara" lo que no muestran/dicen las pantallas.


Así, no es ocioso preguntarse qué entendemos hoy por el espacio público: ¿las calles, parques, edificios públicos? ¿El accionar del Estado, la "cosa pública"? ¿El espacio del ágora, de la protesta, de la opinión? ¿El espacio mediático? ¿El del consumo? ¿El de las redes sociales de Internet, con su ilusión de participación en defensa de alguna "buena causa"...?

Acordemos o no con esta enumeración, lo que parece evidente es que ya no podemos anclarnos en el singular: hay varios espacios públicos, cada uno con sus usos, modalidades y regulaciones..., claro que algunos son más públicos que otros.


En esa gradación de lo "más público" campea sin duda el espacio mediático, que conjuga diestramente todos los registros: lo social, lo político, lo privado, lo íntimo. Una conjunción heterogénea de géneros y estilos donde se construye el espacio de lo público en su más amplia acepción. Un espacio eminentemente político, esta vez, en todas sus acepciones.

Llegamos aquí al meollo del asunto, al corazón de lo público, si pudiera decirse: la política en tanto administración –según autores– y lo político como pugna entre adversarios, articulación de demandas, lucha por la hegemonía. Sabemos que a ambos registros, aunque sucedan en ese incierto lugar del mundo que llamamos "realidad", sólo accedemos a través de los medios, que aúnan forma y sentido.


En esa obligada relación entre medios y política también se han producido mutaciones. Por un lado, el creciente involucramiento de los medios en la política, por el otro, el corrimiento de la escena política a la calle, la plaza, la ruta, el campo, el puente, la explanada... cronotopos móviles, cambiantes –¿una modalidad road movie de la política?– que devienen sitios emblemáticos de la protesta, donde diversas voces, encarnando idealmente la pluralidad democrática, se hacen oír. Instancias convocadas a menudo expresamente para la televisión, donde la cámara se perfecciona en la captura de los gestos y de los afectos, componente esencial de la política.

Sin embargo, la relación entre política y afecto no se agota en esos "efectos de pantalla".

Se juega también en las creencias, las sensibilidades, las tradiciones, las conversaciones, las verdades acendradas del sentido común. Un devenir fluctuante, que lleva, aún insensiblemente, de la política a la relación con el Estado, o más bien, con el imaginario del Estado, tal como aparece en las distintas voces del discurso social. Un Estado cuya presencia lejana y abstracta se plasma sin embargo en la materialidad cotidiana: lo que funciona, lo que no funciona, lo que afecta virtualmente nuestra vida pública y privada. Ese imaginario es extraordinariamente cambiante según las épocas, las coyunturas, las orientaciones del mercado, de la política y de la opinión.


Su noción misma puede estar ligada tanto al buen vivir –por ejemplo, el "Estado de Bienestar" cuyo ocaso se decretó en las últimas décadas– como al agravio rotundo a la vida y a la condición humana –el Terrorismo de Estado, del cual hemos tenido una trágica experiencia.


Lo cualitativo puede incluso traducirse en lo cuantitativo: "menos Estado" o "más Estado", una expresión que se hizo corriente con las privatizaciones de los 90 y su más allá, aunque resulte difícil dirimir los términos –paradójicos– de esa ecuación: sólo una fuerte injerencia del Estado pudo hacer posible su "reducción". ¿Qué imaginarios del Estado se delinean hoy entre nosotros, transcurrida casi una década del nuevo siglo que comenzó con la consigna antipolítica del "Que se vayan todos"?


¿Qué cambios en la subjetividad?


Un primer acercamiento a las expresiones más corrientes del discurso social mostraría un escenario de neta confrontación: por un lado, un reclamo sostenido por la ausencia –o ineficiencia– del Estado en cuestiones tales como la (in)seguridad, la pobreza, la desocupación, la salud pública, la educación, la vivienda, el resguardo de los bienes, la seguridad jurídica, el desarrollo productivo, la expansión del comercio, la suba de los precios, el contralor de los espacios públicos, los efectos del cambio climático y hasta el sentimiento de bienestar de los ciudadanos, la felicidad de los niños o el precario futuro de los jóvenes atacados por la "inacción".

Por el otro, el rechazo de su excesiva "presencia": la voracidad fiscal del Estado que se inmiscuye en los negocios privados, su carácter rapaz, que lo lleva a "meter la mano en el bolsillo" de diversas maneras, su pretensión reguladora de las lógicas del libre mercado y de la competencia, el uso abusivo de sus potestades, su desmesura en el gasto público...

Curiosamente, esta confrontación, que pone en escena la típica identificación entre Estado y gobierno –tal vez un genuino rasgo autóctono– no se da entre dos "bandos" diferenciados sino a menudo en una misma posición: al tiempo que se reclama por la ausencia se reniega también de la "presencia".

Una tensión irresoluble donde convive la figura de un "Otro" protector, responsable de todo lo que ocurre, a escala doméstica o global –y entonces siempre en falta– y un Otro demandante (de recursos) a quien se cuestiona permanentemente su intervención. Así, mientras se le pide al Estado que garantice el bienestar de todos (en cualquiera de sus formas), se omite el costo que tiene el brindar nuevos y mayores servicios. Lo cual trae al ruedo la cuestión de las prioridades, que obviamente no son las mismas para todos.

¿Cuál sería entonces el Estado ideal, que sepa conciliar tantos deseos utópicos?

Entre las múltiples respuestas posibles elegimos algunas: un Estado que se oriente siempre a garantizar la equidad (contributiva y distributiva) en la asignación de obligaciones y beneficios; que considere la pobreza no como un "escándalo moral" sino como un problema económico y político prioritario; que tenga un grado de legitimidad y reconocimiento social mucho mayor, más allá de las decisiones coyunturales; que tenga una fuerte representatividad y participación de los distintos sectores sociales en la toma de decisiones; que sea capaz de garantizar la continuidad de procesos y de experiencias transformadoras para la comunidad sin empezar cada vez de cero; que respete las libertades individuales; que se acerque un poco más al Estado de Bienestar; que enfrente la corrupción; que no combata la inseguridad con represión y autoritarismo sino atendiendo a sus causas; que no aliente el miedo, el odio o la delación como relación social; que no sea un fin en sí mismo sino uno de los medios para poder imaginar horizontes comunes y al mismo tiempo capaz de potenciar singularidades.

Ahora, ¿qué sociedad podrá estar a la altura de tales desafíos? Porque no hay un "Estado ideal" sin una sociedad que lo haga posible. Imaginemos una donde pueda alojarse el desacuerdo en la política, que acepte el conflicto como constitutivo de la democracia –sin demonizarlo– y donde una ética del discurso presida las instancias de la comunicación.
La murga es alegría y una forma de lucha
Por Yanina Passero para sosperiodista
julio de 2008


La murga es una expresión que no para de crecer en Córdoba. A diario, vemos a jóvenes practicar este ritual en plazas y eventos públicos. A raíz de su importancia, nuestra periodista ciudadana entrevistó a los integrantes de la murga Patas para arriba, que hablan de la actividad murguera como una "forma divertida de manifestarnos, de espacio reivindicativo del derecho a la alegría".


“Nuestra murga es muy divertida, nos matamos mucho también. Somos cada persona un mundo, cada uno de nosotros hace una cosa distinta. Cada uno trabaja en un lugar distinto, estudia algo diferente y si bien somos amigos y nos conocemos mucho, nos movemos en mundos muy distintos por momentos”, así definieron los integrantes de la murga Patas para arriba su forma de expresión.

En una soleada tarde de viernes, en el marco de una pelea de perros -tan característica de la Ciudad Universitaria-, los chicos de la murga, después de su ensayo semanal, relataron sus comienzos y hablaron acerca de los problemas que deben enfrentar las agrupaciones murgueras en la actualidad.

Los ingredientes infaltables de la charla fueron el buen humor y un paquete de galletitas que pasaba de mano en mano dibujando un círculo, copiando la forma en la que estábamos sentados.

En sus comienzos, el grupo murguero tuvo que sortear diferentes dificultades. “Empezamos como un taller de murga organizado por el centro de estudiantes de Ciencias de la Información. En nuestras primeras clases hubo una convocatoria muy grande”, relata Rebeca, integrante de las Patas, dando pie al comienzo de la entrevista.

- Toda agrupación artística se destaca por algo. ¿Cuál es su marca distintiva como grupo?

Rebeca: - Creo que somos muy autónomos con respecto a otras murgas. Ninguno de nosotros tenía una tradición murguera. Ninguno tenía idea de lo que estaba por hacer. Fuimos creciendo muy autónomamente, sin basarnos en ideas previas. Empezamos como taller, entonces nos enseñaron las cosas básicas. Para diferenciarnos de otras murgas tenemos como distintivo particular el hecho de que no nos fijamos en lo que otros hicieron. En nuestra murga hay mucha alegría, es muy divertida.

- Cuando ensayan, desfilan o asisten a una marcha ¿qué creen que expresan? ¿cuál son sus objetivos?

Pancho: - Es que no tiene (risas)
Lucho: - ¡No! Es una forma de salir de lo convencional, de lo que se piensa que es una lucha, una marcha, donde un montón de gente va con sus cortinas y pancartas; te terminas acostumbrando a eso. Entonces, la murga y la percusión atraen a la gente.
Antonella: - En una marcha, por ejemplo, tratamos de caracterizarnos nosotros también.
Lucho: - Claro. Tratamos de tener alguna consigna en las remeras u otras cosas que hacemos para atraer la atención de la gente y expresar un mensaje que de otra manera no se podría.
Laura: - También se trata de aprovechar ese espacio público.
Rebeca: - Sí, porque la murga de alguna manera es una expresión cultural aceptada en todas partes. Entonces, se puede llevar lo que hacemos a todos lados porque es una manifestación popular.

¿Cómo experimentan, en lo personal, su participación en una murga?

Pancho: - Creo que muchas veces nos divertimos más que la gente.
Lucho: - Si nosotros no disfrutamos lo que hacemos es muy difícil transmitirles alegría a las personas.

- En un encuentro de murgas en Santa Fe, en el 2001, se habló de la actividad murguera como un “espacio reivindicativo del derecho a la alegría” ¿Qué piensan acerca de eso

Pancho: - La murga es una expresión que la puede hacer cualquiera, que nace y se hace en la calle. Se trata de un canal de comunicación que está muy bueno para poder expresar las broncas pero siempre con alegría.
Rebeca: - La alegría es una forma de lucha, de reivindicación. La murga es una forma divertida de manifestarnos, es una forma cultural.

Por otro lado, la policía o las denuncias son sólo unos de los problemas que las murgas de Córdoba enfrentan a diario. La Municipalidad de la ciudad es la encargada, hace unos años, de organizar la fiesta del carnaval en el Parque Sarmiento. En consecuencia, los corsos o murgas que deseen participar deben inscribirse con antelación. “Me parece que está muy mal el hecho de que la municipalidad o cualquier gobierno, ya sea municipal, provincial o nacional tengan medidas que sean restrictivas para con la murga o para con cualquier intervención cultural. Aunque está bárbaro que la quieran incentivar", opinó Pancho.

En relación a las distintas trabas impuestas a la expresión murguera dijo que “eso no puede pasar porque la murga es una expresión cultural que viene desde abajo. La percusión y el baile acompañan al hombre desde que es hombre y por eso es que tiene tanto poder de llamar a la gente y entrar en cualquier lugar”.

- Además de los inconvenientes con la Municipalidad ¿existen otros impedimentos que condicionen o no permitan su libre expresión?
Lucho: - Nosotros tuvimos una experiencia. Un día estábamos ensayando de noche y cayó un policía que tenía una denuncia por ruidos molestos. Estábamos en la Plaza de la Intendencia, que está rodeada de edificios que están lejos, bien lejos.
Rebeca: - Eran las ocho de la noche, además.
Lucho: - Y nos corrieron de ahí. Eso pasa un montón de veces y no sólo a nosotros.
Rebeca: - En Córdoba, las organizaciones murgueras tienen como uno de sus ítems básicos, además de pedir por el Feriado del Carnaval, pedir por la recuperación de los espacios públicos para practicar, bailar y hacer el carnaval, que es algo que se prohibió en la época de la dictadura.
Bebu: - Sin embargo, vos ves que el efecto que causa a la gente es el contrario. La gente, yo creo, quiere que estemos ahí. En la Plaza de la Intendencia se te acerca mucha gente, como acá en Ciudad Universitaria. Entonces ves que hay una contradicción, la sociedad quiere ese espacio, le interesa.

El frío comenzaba sentirse. Las galletitas se habían acabado y la pelea de perros jamás cesó. La pregunta final a los murgueros se refirió a la relación entre murga y rebeldía. “Todo puede ser una forma de rebelión, cualquier forma de expresión. Pero sí, de hecho la murga lo es”, constató Rebeca.

Pancho reflexionó: “En realidad, es una forma de rebelión en el sentido de que atrae a la gente y a su vez atrae a la gente a hacer algo. Y eso es para mí un mecanismo que puede accionar otras cosas. Me parece que eso es lo mágico de la murga”.

La foto pertenece a la autora de este artículo. Son los integrantes de la murga en pleno ensayo.




Entrevista a Héctor “el Melli” Cicero, cantor del Centro Murga Los Viciosos de Almagro, el legendario murgón blanco, azul y negro que es uno de los más tradicionales del carnaval porteño.

Por Sebastián Linardi para Fractura Expuesta

“Difícil establecer el orden
murga, familia y amigos
y para evitar ese lío
solo les digo una cosa
que si me cortan las venas
me sale sangre Viciosa”

“Yo nací”, glosa escrita por José da Silva – Los Viciosos de Almagro

La murga porteña es un género con historia. Desconocida por muchos, pero no por eso inexistente, a lo largo del siglo XX el género fue forjando sus tradiciones. Al ritmo del bombo con platillo, sus peculiares canciones y el estilo de baile, se fueron consolidando ciertas características que, con el tiempo, quedaron como fundamentales a la hora de lograr el estilo porteño del carnaval. Y fueron los “Centro Murga” los que se convirtieron en los guardianes más recelosos de este legado. Hubo algunos que se destacaron más que otros. Los Viciosos de Almagro son uno de los que se transformaron en referentes.

Fundado hace 60 años en un conventillo de ese barrio, este murgón legendario es conocido por ser uno de los mayores exponentes del estilo más “tradicional” de la murga porteña. Con una base poderosa conformada únicamente por bombos con platillo, lo de “Los Viciosos…” transita más el lado de lo emotivo que la actitud festiva permanente en que caen otras agrupaciones del carnaval.

Dueños de una cadencia lenta -si se quiere casi tántrica, a riesgo de parecer monótona para el oído apresurado, incapaz de distinguir los variadísimos toques de los platillos- el ritmo vicioso le marca el pulso a un estilo de baile pícaro, más amigo de la magia del que sabe improvisar que de las coreografías armadas. También son herederos de un estilo de canto tradicional, realizado en emotivas duplas y voces solistas que son acompañadas por poderosos coros de cancha. Y que se encarnan en canciones de eterno homenaje al barrio y algún que otro guiño de sátira en las infaltables “críticas” de su repertorio. Justamente, “Los Viciosos” cuentan con tres de las mejores voces solistas de la murga porteña: Daniel Laham y la dupla conformada por los mellizos Osvaldo y Héctor Cicero.

De alma tanguera -de hecho, ensayan en “La Casa del Tango” del barrio de Almagro- este histórico Centro Murga, que acaba de editar en forma independiente un CD de estudio, no es conocido como debería por el público del 2x4. En un humilde intento por llenar este vacío, Fractura Expuesta entrevistó a Héctor Cicero, cantor y autor de algunas letras del glorioso Centro Murga Los Viciosos de Almagro.


- ¿Cómo y cuándo se formaron Los Viciosos de Almagro?

- Hay muchas versiones de cómo se formaron y cuando. Los más viejos dicen que en 1950 eran Los Viciosos de Palermo y que con el paso del tiempo y la gente que salía en los primeros tiempos, al ser más murgueros de Almagro que de Palermo, le cambiaron el barrio. “Los Viciosos…” se formaron en la esquina de Guardia Vieja y Bulnes, con un grupo de amigos del barrio de Almagro, que la mayoría vivía en un conventillo que se encontraba sobre Guardia Vieja.

- ¿Y vos, hace cuanto que estás y cómo te uniste?

- Se podría decir que arranqué de grande, a los 17 años. Toda la vida, desde que nací, viví en Mario Bravo y Guardia Vieja y pasábamos por el ensayo que entonces quedaba en un galpón de transportes de cargas que se llamaba “Hermar”, que era prestado para que ensaye la murga. Al estar todos nuestros amigos en la murga (y ninguno se iba de vacaciones) la onda era salir en febrero y compartir con ellos las salidas de carnaval. Así empezamos con mi hermano y nunca dejamos hasta la fecha. Primero, en el `89, llevando bandera, después como murguero, luego a hacer coros y al final con mi hermano terminamos como cantantes. Yo de glosas y críticas y Osvaldo como cantante de entrada y retirada. Hoy también estamos en la organización para que la murga salga en carnaval. De hecho, hoy Osvaldo es el director de la murga.

- ¿Queda alguien que haya estado en Los Viciosos de 1950?

- El año pasado estuvo Giannini en los ensayos (uno de los que sacaban a la murga en aquella época) que vino a traer a la hija para que salga en la murga. Pero hoy no hay integrantes de aquel núcleo fundador, aunque sí muchos grandes que estuvieron formando parte en algún momento del pasado. También hay hijos y nietos y hasta algunos bisnietos de los históricos del Conventillo. Los Corvalán, que se nombran en el “Homenaje al Conventillo” de la primera noche de cada año que salimos (N de R: la llamada “Misa Viciosa”, un homenaje al conventillo donde se originó la murga que se hace todos los años al comienzo y final del carnaval en la calle Guardia Vieja, aunque el edificio original ya fue demolido) y la mayoría hoy son directores de la murga.

- Si tuvieras que señalar las mejores épocas de Los Viciosos, ¿cuáles serían?

- Podría estar tocando de oído, por los comentarios que me llegaron, pero hubo una época por 1969 que no había con qué darle. Con “el Mono”, “el Bebe”, Ariel y bombistas de la talla de “Meco”, Ignacio y “Nito” Chadres, con las actuaciones en el Teatro Nilo y en los corsos de Avenida de Mayo. Y también en estos últimos años, que me parece que logramos un equilibrio tanto en el escenario como en el piso que me parece que está muy bueno.

- ¿Y las peores épocas?

- Las malas no te las cuenta nadie (risas) y yo no las pasé. Hubo unos años en la que la murga no salió, siempre hablando desde que arranqué yo. Hubo un salto de generación en donde los que tenían 40 años y se tenían que hacer cargo, no querían sacarla y estuvo uno o dos años sin salir. Hasta que después del `96, cinco locos se hicieron cargo de sacarla: Raul Corvalán, Oscar Rodriguez, Walter Heredia y nosotros, Héctor y Osvaldo Cicero, todos pendejos de entre 20 a 25 años que se hicieron cargo y se pusieron la murga al hombro y arrancaron a sacarla otra vez.

- En Los Viciosos la palabra “tradición” suele tener un peso especial, que se continúa en mantener ciertas ceremonias como el “Homenaje al Conventillo”. ¿Qué significa para ustedes mantener a través del tiempo ese tipo de “tradiciones viciosas”?

- Nos gusta ese nombre que nos dan y cuando te encajan en ese rubro más todavía. Porque si hay algo que tratamos de mantener es como la aprendimos nosotros, por eso seguimos con el “Homenaje al Conventillo” en la primera noche de carnaval y con el estilo de ritmo, baile, desfile y hasta canciones. Mantenerlas significa un orgullo y saber que se puede, a pesar de los que están todo el tiempo queriéndote agregar cosas nuevas.

- Justamente, Los Viciosos son conocidos por mantener el estilo más puro del Centro Murga. ¿Cuándo tomaron conciencia de que tenían este estilo tan tradicional?

- Hay una anécdota que creo que es la mejor respuesta a tu pregunta. Hace cinco o seis años atrás estábamos entrando al corso de La Boca y allá estaba el “Pata” Corbani con Juan Carlos Cáceres (N de R: músico, cantante, investigador de la influencia negra en el tango, radicado en Francia, cruza en su obra el 2x4 y la murga porteña; “Pata” Corbani, en ese entonces, tocaba la percusión con él). Nos ve y al terminar la noche se va a la casa y se pone a componer un tema para el disco que estaba grabando acá, en Argentina, el cual llamó “La Retirada” en homenaje a Los Viciosos de Almagro y que después estaría incluyendo Ariel Prat en uno de sus discos, poniéndole letra. El comentario de Cáceres es que al vernos desfilar por el Corso se le vino a la memoria la época suya de carnaval, cuando sus padres lo llevaban a los corsos. Con ese ritmo cansino y lento que hoy muy pocos hacen en el carnaval porteño. Eso nos dio más fuerza de seguir queriendo lo que hacemos y tratar de seguir manteniéndolo en la cabeza de la gente y mostrarles cómo eran los carnavales de antes y las murgas que pasaban por ellos.

- ¿Y qué implica para ustedes el despojamiento sonoro del formato de voces y bombo con platillo?

- Te contesto la pregunta al revés. Viendo a las agrupaciones murgueras que ponen más instrumentos, sumándolos a la percusión, por mi parte lo acepto y hasta hay veces que me gusta. No para lo que hacemos nosotros, pero si está bien hecho, da gusto escucharlo, como es el caso de Atrevidos por Costumbre de Palermo o Los Quitapenas. Pero algunos le meten o agregan tantos instrumentos que termina perdiéndose la magia de las letras ya que a veces quedan tapadas y no se entiende nada de lo que se está cantando. Nosotros, siempre de bombo con platillo, solamente incluimos 2 veces redoblantes. En la versión de “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs, que era un tema de retirada y uno de entrada que hicimos de Los Nocheros.

- ¿Qué lugar ocupa lo emotivo en el repertorio de Los Viciosos de Almagro?

- A mi entender una murga te tiene que dar de todo un poco. En una misma función te tiene que sacar una sonrisa como una lágrima, te tiene que romper la cabeza y es lo que tratamos de hacer. Con el nivel de las letras, tanto de glosas como de canciones, y con la parte cómica que tiramos en las críticas para la época de carnaval que tratamos que sean más picarescas que de protesta porque para pálidas están los diarios y los noticieros.

- Por toda esa emotividad de sus letras y su amor al barrio, ¿qué tanto tienen presente al tango a la hora de componer las canciones?

- Los tiempos cambian y las músicas también. Nosotros tratamos de tomar un poco de todo. Hacer temas nuevos o viejos y reflotar tangos y milongas que cantaban los antiguos componentes de esta murga o retomar algún tango nuevo como el caso del “Homenaje al barrio” (y que forma parte del compilado “Carnaval Porteño Volumen 2”) para el que se usó un tango de Javier Calamaro que se llama “Granizo”. Pero no todo es tango. Este año preparamos un tema del Trío San Javier (“15 primaveras”) y otro de La oreja de Van Gogh (“Inmortal”) que, como te darás cuenta, no tienen nada que ver uno con otros y tienen más de 40 años de diferencia entre ellos. (N de R: La murga porteña, como expresión artística esencialmente paródica, desde siempre toma la melodía de canciones conocidas para cambiarles las letras y hacerlas en cadencia murguera).

- Los recortes presupuestarios que viene sufriendo el área de Cultura del Gobierno de la Ciudad y los destinados al Carnaval en particular ¿se hicieron notar en los preparativos para este carnaval?

- Los recortes no nos afectaron para nada, yo también soy el tesorero en estos últimos años de la murga y siempre trato de que el dinero que se cobra del carnaval, lo usemos para el próximo y todos los gastos extras que surjan se tratan de autofinanciar, con la venta de remeras, algunas que otras actuaciones en el invierno u, hoy en día, la venta del cd que hicimos. Con decirte que al cd lo bancamos e hicimos sin tener que utilizar el dinero que se cobro de los carnavales pasados, que fue abonado íntegramente luego de marchas y reclamos varios que les hicieron todos los murgueros a los que manejan la historia desde arriba, a nivel político.

- Contáme un poco del disco “60 años de Murga y Barrio”.

- Arrancamos con la idea hace unos dos años atrás. Los temas son los que hicimos en los últimos cinco a seis años. Elegimos glosas, entradas, retiradas y homenajes pero no pusimos críticas porque terminan quedando muy pegados al tiempo de creación. Se grabó en los Estudios Tónica con la ayuda y dedicación de Daniel Laham, uno de los cantantes de nuestra murga y entendido en el tema, que fue viendo y analizando cada uno de los temas y qué cosas había que retocar o arreglar para que suene como debería sonar.

- En este último tiempo, boom inmobiliario mediante, Almagro cambia rápidamente y se convierte en un lugar más populoso. ¿Los Viciosos, cambian junto a Almagro?

- ¡Es que “El boom” somos nosotros! (risas). Nos tiran las casas y hacen torres con piscinas, nosotros tratamos de no cambiar y para eso educamos a los que vienen a salir con nosotros. Si te contesto como los viejos, te diría que somos la única del barrio, con la misma gente de siempre y con el 90 por ciento de gente que nació en él, que capaz se mudaron por cuestiones de la vida pero siguen viniendo en las épocas de carnaval a representarlo.

- ¿Cómo ves el futuro de la murga porteña como género?

- No lo veo muy diferente a los tiempos actuales. Creo que el género va a seguir creciendo y va a seguir sufriendo transformaciones aunque hay algunos que hacen cambios y no saben qué hacer. Por eso el reglamento del carnaval y los grupos en donde cada uno se tiene que ubicar. Algunos forman Centro Murga porque es lo que les gusta, otros se van de ellos para salir como Agrupación Murguera, para poder agregar esas cositas que no pudieron agregar en el estilo anterior. Lo más importante es poder cuidar el género y que no se pierda la famosa tradición. Hay exponentes muy fuertes y con estilos también muy fuertes que son los que te marcan la pauta. Como el caso de Los Cometas de Boedo, Los Reyes del Movimiento de Saavedra y nosotros.

* Para poder ver a Los Viciosos de Almagro en estos carnavales se puede consultar el cronograma de presentaciones en: http://www.losviciososdealmagro.blogspot.com./ El cd “60 años de Murga y Barrio” se consigue escribiendo a: cdviciososdealmagro@yahoo.com.ar y su valor es de $20.