Por Pablo Alabarces y José Garriga Zucal
CUERPOS E IDENTIDADES.
En este trabajo reconstruimos los usos y representaciones corporales de los integrantes de una "hinchada"1 del fútbol con el fin de analizar el rol del cuerpo en la construcción de identidades. Además, abordar las concepciones corporales de los hinchas nos permitirá un salto inductivo: examinar la corporalidad popular. Reflexionaremos cómo las prácticas y representaciones corporales de los hinchas se definen como populares al representar corporalidades distintas a las legítimas y legales. Con este objetivo, analizaremos la articulación que los hinchas realizan entre ideales de cuerpo, modelos masculinos y prácticas de enfrentamiento corporal; articulación que tiene como resultado la conformación de un particular sentido de comunidad constituido en y a través de la experiencia corporal.
Los usos, las prácticas y las representaciones del cuerpo delimitan la pertenencia social, identificando y distinguiendo a los iguales y a "los otros" (ver, entre otros, Connerton 1989) asignando ubicaciones en un espacio determinado del mapa social. Bourdieu (1994) sostiene que los grupos sociales practican usos y consumos diferenciados y diferenciadores del cuerpo, y que cada sector social posee una concepción corporal. Los integrantes de la "hinchada" poseen, respecto del cuerpo, usos, representaciones y consumos que se distinguen de otros grupos sociales. Los cuerpos socialmente diferenciados permiten la identificación con un sector -no podemos decir con una clase, en el sentido fuerte de la categoría- y la distinción respecto de otros cuerpos sociales.
La articulación entre identidad y cuerpo, ensamble creativo e ingenioso, nos permite pensar cómo se concibe la pertenencia social y las identidades en este grupo. En este recorrido hemos analizado los datos producidos en los trabajos de investigación etnográfica que realizó Garriga Zucal entre los miembros de la "hinchada" de Huracán2 y el análisis de Alabarces sobre el relato de los medios de comunicación para comprender la constitución de las identidades de los sectores populares.3
LA "HINCHADA" DE HURACÁN
La "hinchada" de Huracán está compuesta por cuatro grupos: Pagola, Barracas (El Pueblito), Pompeya y "los pibes" de la Plaza. Cada uno de esos grupos tiene un líder, un jefe, un "capo" en términos nativos.4 Cada uno de los grupos tiene un lugar de reunión. Una plaza, un quiosco, una esquina o una plazoleta son los puntos de congregación. En estos lugares se reúnen diariamente por la tarde, cuando terminan sus actividades cotidianas; allí comparten noticias, cervezas y planes.
Los integrantes de la "hinchada" son en su mayor parte jóvenes de sexo masculino que no superan los treinta años. Este grupo de personas es muy heterogéneo respecto a lo laboral; algunos individuos se dedican a actos delictivos, los capos "viven de lo que deja la hinchada", otros trabajan en empleos formales y otros están desempleados en busca de changas. En la "hinchada" conviven sujetos con inserción laboral diversa: empleados y desempleados, changarines y taxistas, mensajeros en moto (motoqueros) y vendedores callejeros (puesteros), ladrones y algunos que viven de planes sociales.
La pertenencia social de los miembros de la "hinchada" es variada. En el mismo grupo conviven sujetos que pertenecen a la clase media y a los sectores más bajos. Por ejemplo, Coco es una persona que de joven pasó muchas privaciones materiales, vivía en uno de los sectores más relegados del barrio y recuerda haber pasado malos momentos en cuanto lo económico. En la adultez tuvo períodos de prosperidad, llegando a tener comercio propio (una verdulería) y automóvil; en la actualidad nuevamente su situación económica es inestable. Coco no terminó el secundario y sus empleos siempre estuvieron ligados a los trabajos manuales; hoy trabaja de fletero en una moto vieja que siempre tiene algún problema mecánico. Por el contrario, Jorge, quien dice ya no pertenecer a la "hinchada", terminó el secundario y empezó la facultad para estudiar una carrera de ciencias exactas que luego abandonó cuando pasó a la clandestinidad por su militancia en la dictadura. Cuenta que de joven nunca le faltó nada, que sus viejos lo tenían de "punta en blanco". Sus empleos siempre estuvieron relacionados con tareas administrativas; ahora, a sus 53 años, trabaja para el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ambos resaltan por su contraste; sin embargo, ambos participan o participaron de la "hinchada". Tanto Ramón como Tito tienen empleos estables, ambos pertenecen a la misma generación, tienen ahora alrededor de 30 años y son miembros de la "hinchada" hace más de una década. Ramón vive en concubinato y tiene un hijo de 10 años,Tito también vive en pareja y espera su primer hijo. Sin embargo, la trayectoria de vida de Tito muestra más holgura en su vida material. Éste terminó el secundario y hace muchos años que trabaja en un empleo público. Ramón, por su parte, nunca terminó el secundario y recuerda que de joven pasó tiempos difíciles. Ahora trabaja en una empresa de las que fueron privatizadas en la década de los '90. Los dos alquilan pero en zonas muy diferentes. La procedencia social se percibe como contraste en sus formas de hablar; si bien ambos emplean el sociodialecto típico de los hinchas, Tito en otros contextos puede relacionarse usando otro vocabulario. Para finalizar podemos mencionar el caso de Nacho, un joven de 15 años. Él es el ejemplo de aquellos jóvenes que provienen de los sectores más populares. Vive en un barrio sumamente carenciado, que no posee los servicios básicos, en el sur del conurbano bonaerense. Allí convive con sus hermanos, la madre y el padrastro. Él abandonó el colegio en la primaria (en octavo), lo retomó en varias oportunidades y hace algunas changas para ayudar en su casa. Todos estos sujetos pertenecen a la asociación de personas denominada "hinchada", "banda" o "los pibes" de Huracán.
EL "AGUANTE"
"Tener aguante" es una propiedad de los que hacen del verbo aguantar una característica distintiva. Para acceder a ésta hay que "pararse", "no correr", "ir al frente". El que huye, el que "corre", no tiene "aguante". Tito, comentaba que "aguantar es pararse siempre, en desventaja, quedarse y poner el pecho". Es decir que para tener "aguante", según los parámetros de los miembros de las "hinchadas": hay que pelearse. Coco en una entrevista afirmó: "la diferencia entre la gente y nosotros, es que nosotros nos peleamos". Es el cuerpo, luchando contra rivales y compañeros, la herramienta que asegura la identificación con el grupo de pares; es la acción, la práctica, el elemento que delimita el afuera y el adentro, que marca un antes y un después.
La "hinchada" conforma una "comunidad" de pertenencia, que se define por ser los poseedores del "aguante", los que pelean (Alabarces 2004; Garriga Zucal 2005; Garriga Zucal y Moreira 2003). Este bien simbólico los congrega y los diferencia. El verbo aguantar se vuelve sustantivo construyendo, así, comunidades definidas por la práctica; los que "tienen aguante" y los que no lo tienen. Se establece así una diferencia entre los que disputan el "aguante" y los que no comparten esas formas de distinción. Pero la situación es más compleja, ya que en el ámbito del fútbol conviven distintos significados del término "aguante".
Existen grupos de espectadores5 que conciben al "aguante" vinculado con lafidelidad y el fervor; estableciendo, así, una significación del término que los diferencia de los miembros de la "hinchada" (Garriga Zucal y Moreira 2006). Estos espectadores definen al "aguante" en la participación activa en lo concerniente al aspecto estético de la tribuna, el despliegue de las banderas, la compra y el uso de pirotecnia, la creación y la entonación de los cantos. El sacrificio del viaje hacia los estadios, del gasto, del tiempo entregado, es la inversión que da cuenta del vínculo afectivo que los une al club. La fidelidad es actuada periódicamente a través de los sacrificios que estos realizan recorriendo extensas distancias, superando las dificultades económicas, soportando las condiciones climáticas desfavorables, tolerando los resultados adversos y abandonando los compromisos particulares. Elfervor es el otro atributo que define para ellos su "aguante" y tiene que ver con cantar y mostrarse apasionados por los colores de su club. Ahora bien, estos espectadores no ubican a la práctica de enfrentamiento dentro de los parámetros válidos del "aguante"; la violencia es para ellos una acabada muestra de irracionalidad que empaña la fiesta del fútbol, un elemento anómalo.
Gastón Gil (2004) analizó en su trabajo con espectadores del club Aldosivi de Mar del Plata distintas facetas identitarias, definiendo una concepción de "aguante" que no hacía hincapié en la violencia. Esta definición surge del ensamble de distintas perspectivas: tanto la de los miembros de las "hinchadas", como la de los dirigentes, los periodistas y la de otros espectadores. Por ello, para Gil (2004) el "aguante" no está ligado a la violencia. Por el contrario nuestro trabajo, al centrarse en la interpretación de los miembros de la "hinchada", exhibe en la violencia, en el enfrentamiento, la marca distintiva.
Para "los pibes" el "aguante" es el concepto nativo que relaciona prácticas violentas y masculinidad. El cuerpo es la herramienta de lucha en los enfrentamientos violentos. Los hinchas conciben que "ponen el cuerpo" en juego en los enfrentamientos; las luchas cuerpo a cuerpo son denominadas "mano a mano", al rival vencido se lo "corre" sacándolo del campo de batalla y se "pone el pecho" ante la embestida rival. El cuerpo se transforma en el elemento que permite valorar las habilidades de los participantesluchadores. Los integrantes de "la banda" afirman que en un "combate" se conoce cuál de los contrincantes posee más "aguante", y por ende cuál es "macho". A través del cuerpo se disputa el "aguante".
Dos comunidades quedan definidas en el mismo contexto y a partir de la disputa por la significación del término "aguante" (Garriga Zucal y Moreira 2006). Una comunidad excluye a las prácticas de enfrentamiento corporal del universo de validez; la otra, la constituye como herramienta constitutiva y mecanismos de definición. Entonces, es en las luchas, ya sea contra parcialidades rivales, contra la policía, entre las facciones que conforman la "hinchada" y entre los mismos integrantes de una facción, donde se dirime la posesión del "aguante", según los términos de las "hinchadas" (Alabarces 2004; Garriga Zucal 2005).
Una tarde en la que viajábamos con la "hinchada" hacia el barrio de La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires, donde está ubicado el estadio de Argentinos Juniors, se produjeron peleas. Los simpatizantes de Huracán, asomados a las ventanillas y colgados de las puertas de los micros, cantaban moviendo rítmicamente los brazos. Descendieron unas cuadras antes de llegar al estadio. Cantando y saltando recorrían las cuadras que los separaban del ingreso, cuando se produjeron unos desmanes. Corridas, piedrazos, nerviosismo, gritos desesperados. Unos veinte simpatizantes de Argentinos Juniors se acercaron por una calle transversal. Gritaban "aguante el bicho", "aguante La Paternal" mientras tiraban piedras y botellas. Los Quemeros, que eran muchos más que los locales, reaccionaron también con piedras y yendo al encuentro, "a buscar" a los rivales. Un hincha de Argentinos con la camiseta del club cayó al piso con la nariz sangrante, un compañero intentaba socorrerlo cuando los Quemeros corrían hacia ellos. La policía, disparando balas de goma con sus escopetas, dispersó a los hinchas "del bicho" que se fueron corriendo por la misma calle transversal por la que habían aparecido. Dos de ellos habían quedado en el piso. Algunos hinchas de Huracán querían perseguir a los simpatizantes de Argentinos y otros querían robarle la camiseta al caído. Pero la policía, disparando nuevamente, los obligó a ir hacia el estadio. Durante el partido los Quemeros satirizaban a su rival cantando: "Ooo, no tenés aguante/ Oooo, ooooo/oooo No tenés aguante/ Bicho puto,/ vigilante". Luego, cuando regresábamos hacia los micros, temíamos un nuevo ataque de los locales. Musqui decía que había que estar atentos porque los rivales podían aparecer en cualquier momento. Pero, al mismo tiempo que instaba a ser cauteloso, subestimaba al rival diciendo que si aparecían había que correrlos de nuevo. Haciendo referencia al encontronazo antes del partido explicaba "que los putos de La Paternal no se habían plantado", que sólo "habían tirado unas piedras". Terminó la frase buscando nuestra aprobación: "que querés si son todos putos".
El "puto" es definido por su falta de "aguante". En las representaciones de la "hinchada" se constituye un modelo binario: "macho" es el que afronta "el combate" yendo 'al frente", el que se "la aguanta", y "puto" es el que no tiene "aguante", que huye, que teme al encuentro cuerpo a cuerpo, al "mano a mano". De esta forma, "los pibes" se distinguen de aquellos hombres que no poseen los atributos que hacen al "macho" y, al mismo tiempo, de lo femenino. Cada grupo social designa cuáles son las virtudes masculinas para acceder al podio de la hombría: para la "hinchada" es el "aguante". Los hombres "no machos" se caracterizan por su carencia. El otro, que según la percepción de la "hinchada" es el que huye del enfrentamiento, es considerado como "puto" al no poder probar su "aguante".
La corporalidad masculina es sólo posible de legitimar a través del enfrentamiento corporal, ya que los miembros de la "hinchada" consideran a esta práctica como único instrumento de definición de la hombría. En las luchas corporales, "los pibes" "ponen en juego el cuerpo", demostrando su "aguante", por ende su pertenencia a un mundo masculino de pares. Pero existen una cierta cantidad de atributos que, anclados en el cuerpo, le permiten exhibir el "aguante".
LOS GORDOS Y GROSOS
Existe entre los hinchas un modelo ideal de cuerpo que está vinculado al "aguante". El cuerpo ideal es el del gordo y el del groso. Los miembros de "la banda" poseen un modelo anatómico de cuerpo relacionado con lo grande (Alabarces 2004; Alabarces y Garriga Zucal 2006; Garriga Zucal 2005). Las barrigas descomunales, los vientres rollizos y caídos, cuellos voluptuosos, brazos y piernas rechonchos y musculosos, el pecho ancho y voluminoso, son características que responden al ideal de los hinchas.
De la misma forma, los "grosos", aquellos sujetos cuya anatomía es grande, a los que comúnmente se les dice que tienen "buen lomo", ingresan dentro de los parámetros deseados de cuerpo.
En una de las visitas a Coco, después de los saludos de rigor, le preguntamos cómo estaba. Respondió entre sonrisas alzando su remera y palmeándose la barriga. Dijo que estaba bien, que estaba más gordo. Mostrar el cuerpo rollizo, no estilizado, y relacionar su estado anímico con la suba de peso es un dato que puede ilustrar los valores corporales grupales.
Desde la óptica de "los pibes", los participantes de anatomía grande poseen más "aguante" que los sujetos que poseen un cuerpo pequeño. A los "gordos" y "grosos" su cuerpo los favorece en los enfrentamientos físicos. Los cuerpos grandes tienen más posibilidades de triunfar en un "combate"; todos estos argumentos - como ya lo mostraremos- son comúnmente relativizados al mismo tiempo que son expresados.
Los "gordos" son luchadores lentos que no se valen de movimientos diestros para vencer al rival. Desde esta óptica, los "gordos" están mejor preparados para la lucha callejera porque la gran contextura física les impide huir con eficacia del campo de batalla, ya que deben jugarse a "todo o nada" en la pelea. Imposibilitados de huir ponen el "lomo" (el pecho) para resistir la embestida del rival. Conversando con Tito se refirió a un rival de San Lorenzo en estos términos: "un gordo que da miedo". Mientras decía eso extendió los brazos exagerando las dimensiones físicas. El miedo estaba en sus palabras asociado a la voluptuosidad del rival.
El modelo ideal de cuerpo se vincula al mundo masculino, ya que "los gordos" son "machos" porque pueden probar su "aguante" y así poseen en la "hinchada" una ventaja sobre "los pibes delgados". Boltanski (1975), en su análisis de las concepciones corporales según las clases sociales, menciona que la "delgadez" es un atributo considerado positivo por los estratos más altos y que los sectores populares no la conciben tan positivamente porque suponen que disminuye la fuerza física.
Una noche que Huracán jugaba contra Ferrocarril Oeste en su estadio, Billy recorría los paravalanchas haciendo bajar a los más jóvenes. Lo hacía de forma brusca, empujándolos o tirándoles de las banderas que sujetaban. El criterio para tirar por la fuerza a los jóvenes no tenía que ver con la edad sino con el tamaño físico, ya que tiraba a aquellos cuya anatomía era pequeña. Gritaba que arriba de "los fierros" debían ir sólo "los pibes grandes", en referencia al físico. Dijo, entre risas, que si no en las fotos de la "hinchada" aparecerían "todos pibitos" y parecería que es "una banda de guachines". El argumento del líder vinculaba la edad y los cuerpos con la visibilidad y la consideración que otras hinchadas hacían de "la banda" de Huracán. Si en una foto de la "hinchada" se veía a muchos jóvenes en sus paravalanchas se dudaría del "aguante" del grupo. Pero la definición no tenía que ver con la edad sino con la envergadura física.
El modelo ideal de cuerpo está asociado a ciertas experiencias sociales. Los hinchas suponen que los "gordos" y "grosos" tienen experiencias particulares; estas suposiciones no pasan de la idealización, pero marcan un ideal que vincula el "aguante" a ciertas formas corporales y a ciertas prácticas sociales, como el trabajo rudo o la rutina de peleas.
El trabajo pesado, la resistencia al abuso de drogas y alcohol, la experiencia en peleas anteriores son prácticas que "endurecen" el cuerpo de los hombres. La contrapartida del "blando" es el hombre "duro", el que tiene resistencia. Los trabajos manuales, en los que el cuerpo levanta peso, hace fuerza, soporta las inclemencias del tiempo, forjan tipos "duros". El mismo sentido tiene la experiencia de la lucha corporal en contextos sociales donde las disputas se dirimen a golpes de puño. Las rutinas de peleas van conformando cuerpos tenaces y temerarios en el enfrentamiento corporal.
Es necesario afirmar que aquí juega un papel fundamental la idealización, ya que estas tres marcas distintivas que representan a los "duros" podrían estar perfectamente vinculadas a los cuerpos delgados. Sin embargo, "los pibes" conciben al gordo como "duro". Para ellos, las piernas y los brazos gruesos y musculosos fueron moldeados en la experiencia del trabajo pesado; las barrigas rollizas y caídas exhiben el consumo de grandes cantidades del alcohol (tanto que es común discutir si las panzas son "de cerveza" o "de vino"); asimismo, conciben que los cuerpos grandes expresan experiencias de luchas anteriores.
De esta forma, la arbitrariedad de la relación entre el "gordo" y el "duro" supone que los hombres con tales características han vivido estas experiencias, cuestión que necesariamente no tiene un correlato en la práctica. Los cuerpos "duros", resistentes y con "aguante", se forman a partir de las prácticas cotidianas,sean éstas laborales o de consumos habituales. Míguez (2002) menciona que entre los jóvenes delincuentes "el endurecimiento", o sea representarse como "duros", es el resultado de ciertas experiencias corporales vinculadas a la pertenencia social. Estas experiencias que son concebidas como constitutivas del "ser" son condiciones que le permiten desarrollar mejor su tarea (básicamente, robar).
Las anatomías concebidas como auténticas, "grosos" y "gordos", "corporización de lo pesado y a la vez supuestamente natural" (Elbaum 1998: 55), como mejor preparados para la lucha, tienen su contracara en otros ideales de actores sociales que privilegian los cuerpos estilizados. Por ejemplo: "los patovicas",6 forma en que se denomina a los "grosos" del gimnasio, son interpretados como cuerpos que alcanzan dimensiones aceptadas y deseadas pero por los medios erróneos. Brohm (1994) dice que la musculatura es valorada por el culto a la virilidad; sin embargo, este grupo social no valora la musculatura sino el "aguante". La virilidad y el "aguante" no tiene que ver con la apariencia sino con la práctica, argumento que remite el modelo ideal de cuerpo a la experiencia corporal. Entonces, ser "groso" sudando en un gimnasio es un artilugio no aceptado completamente por "los pibes".
La grandeza, la fuerza y la dureza adquiridas mediante otro medio que no sean las experiencias cotidianas que moldean tipos "duros" y resistentes son concebidas como simuladas. Según estas concepciones, "los patovicas" pueden ser "grosos" pero no "aguantan" como los gordos de la "hinchada", que forjaron sus cuerpos a partir de las experiencias cotidianas del trabajo, del consumo/abuso de alcohol y drogas y de las luchas corporales. De esta forma, los miembros de "la banda" se distinguen de otros sectores sociales que privilegian ideales de cuerpos estilizados, resultantes de un entrenamiento físico. Los sujetos anatómicamente mejor preparados para la lucha no son, entonces, aquellos que tienen grandes cuerpos preparados por ejercicios regulares de entrenamiento.
Los hinchas poseen un modelo que los distingue y los identifica y que los relaciona con ideales corporales populares. Aquí vemos la distinción con otros modelos corporales, del "cheto" o del "patovica", y, por lo tanto, con otros grupos sociales. Estos no tienen "aguante", no poseen los cuerpos resistentes, ni saben, según los hinchas, las técnicas de lucha; desconocen estos saberes porque tienen experiencias sociales distintas.
Boltanski (1975) dice que las condiciones objetivas, modeladas por el orden cultural, establecen modelos corporales distintos y que en los habitus físicos encontramos dimensiones de habitus de clase. La construcción corporal de los miembros de la "hinchada" es parte de una forma de ser y de estar en el mundo, que define y distingue a los participantes de la "hinchada". Pero esta distinción remite a otras dimensiones sociales; los cuerpos populares se presentan por su contraste.
Corresponde aclarar que no todos "los pibes" tienen estas características corporales. Ser "groso" o "gordo", tener buen "lomo" como dicen muchos hinchas, no funciona como límite de inclusión en la "hinchada", ya que hay muchos participantes delgados. Además, en la "hinchada" encontraremos algunos -en Huracán sólo dos- hinchas que tienen cuerpos grandes producto del trabajo físico. Uno de ellos, Musqui, es respetado por sus pares y admirado por su "aguante".
A pesar de no marcar directamente la inclusiónexclusión en el grupo, estos estilos regulan como legítimas a las representaciones sobre el cuerpo. Representaciones que deben exhibirse, mostrarse, hacerse ostensibles.
MOSTRANDO "EL LOMO"
El cuerpo aguantador, resistente, debe encontrar visibilidad. En otros ámbitos, se ejerce presión sobre aquellos sujetos que exceden las medidas consideradas normales conduciendo a una clara acción de ocultar, de disimular la gordura. Por el contrario, en el espacio del fútbol los integrantes de la "hinchada" han concebido un espacio legítimo donde mostrar sus cuerpos aguantadores. Hemos afirmado (Alabarces 2004) que el "aguante" tiene una dimensión estética que se manifiesta en una corporalidad específica, rechoncha y resistente, que se distingue de la corporalidad hegemónica. Pero, y aquí está el punto que queremos remarcar, esta dimensión estética debe hacerse pública con el objeto de testimoniar el "aguante".
Le Bretón (2002: 123) afirma que cada sociedad elige colocar a la sombra o a la luz el cuerpo, que en tanto producto de la sociabilidad se puede elegir entre "la inclusión o la exclusión relativas de las modalidades sensoriales y cinéticas de la condición humana".7 Los "gordos", con el torso desnudo, presentan su marca distintiva mostrando su voluptuosidad; las enormes barrigas no son ocultadas ni disimuladas; por el contrario, son exhibidas. Al mismo tiempo, es común ver a los hinchas con el torso desnudo en las tribunas, subidos a los paravalanchas, en los días de frío e incluso bajo lluvias torrenciales.
En una oportunidad, varios hinchas desafiaban con sus cuerpos desnudos una lluvia brutal y un viento gélido. Unos espectadores los miraban azorados, diciendo entre risas "estos negros están re locos, se van a morir". Estos espectadores abrigados y protegidos del frío, pero igualmente mojados, se distinguían de los hinchas en términos de la anormalidad de sus acciones. Por el contrario, los hinchas que resistían el frío y la lluvia lo hacían en referencia a su "aguante"; "aguante" que debe exhibirse ante estas inclemencias. Por eso una canción, especialmente entonada los días de lluvia,dice:
Toda mi vida saltando en la tribuna el Globo es mi locura el Globo es mi pasión y muchas veces nos bancamos la lluvia los palos de la yuta y todo eso por vos Por eso yo te quiero dar algo de corazón yo te sigo adonde vayas yo te quiero ver campeón
"Bancamos" es sinónimo de aguantar, de resistencia. La asociación que hacen los hinchas de la lluvia con la represión policial ("los palos de la yuta") -otra dimensión de la resistencia que luego retomaremos- articula "aguante" con corporalidad. Es el cuerpo el que resiste; el cuerpo aguantador el que se queda soportando la lluvia. Además la canción funciona como mecanismo eficaz de distinción, entre los que aguantan y los que no aguantan. Aún más clara es la distinción cuando algunos espectadores abandonan la tribuna ante la tormenta desencadenada, yéndose para guarecerse del agua y el frío. Por el contrario, los miembros de la "hinchada" se quedan soportando, resistiendo y mostrando su tenacidad ante la adversidad climática.
Por otro lado, la forma de caminar de los hinchas indica el "aguante" de esos cuerpos. Los hinchas caminan con el pecho hinchado, la frente en alto, el cuerpo erguido y moviendo sus extremidades superiores. El bamboleo de sus extremidades, la mirada fija y atenta, y el uso de las manos informa sobre el cuerpo aguantador. El balanceo de brazos y piernas exhibe una atención pronta al puntapié o al puñetazo cuando la situación lo amerite. La forma de mirar, sigilosa y en permanente vigilancia, debe ser ágil para reconocer cualquier situación de conflicto. Esta forma de caminar que los caracteriza advierte al observador sobre el "aguante" del caminante. Simoni Lahud Guedes (1997) llama lenguaje corporal a la exhibición masculina de fuerza, dureza y valentía. Este lenguaje corporal está inscripto en las posturas corporales, que entre hombres iguales (porque no incluye a todos los hombres) genera identidades.
El vínculo entre cuerpo y "aguante" se exterioriza, sin llegar a la práctica de enfrentamiento, en el momento de hacer gala de la potencialidad del cuerpo como aguantador. En un partido en el que Huracán jugaba con Chacarita en el estadio de este último, se produjeron escaramuzas entre la policía y la "hinchada" visitante. Cuando estos últimos ingresaron al estadio, dispusieron de un espacio para colgar sus banderas en el alambrado olímpico; para ello, varios particulares debieron descolgar sus "trapos". Cuando estaban por colgar una de las banderas más representativas, aquella que dice "Barracas", la policía impidió la acción. Inmediatamente, Sala descendió unos escalones de la tribuna queriendo participar de la conversación con la policía; uno de estos tuvo un gesto que irritó al líder, quien muy enojado empezó a amenazar al oficial. La mayor parte de los integrantes de la "hinchada" le cuidaban la espalda, un cerco de policías lo separaban de aquel que lo había ofendido. Estos policías parecían querer mediar para que el hincha entrara en razón y olvidase el motivo de su enojo. Los policías, con gestos amistosos tales como palmadas en la espalda le pedían que abandone su actitud provocativa, alegando que sólo había sido un malentendido. Sala, furioso y visiblemente desencajado, invitaba al policía a pelear "mano a mano", le señalaba la calle y le proponía encontrarse ahí a dirimir el altercado.
El policía, detrás de sus compañeros, estaba mudo, no acobardado pero callado, sabiendo que una reacción suya podía generar un incidente mayor. El grueso de la "hinchada" detrás del Sala, mientras saltaban, cantaban: "yo sabía, yo sabía, los de Chaca son todos policías". Sala parecía sumamente excitado. Se desvestía, movía los brazos, gritaba, insultaba y gesticulaba con la cabeza invitando al policía a salir afuera.
El cuerpo del líder había quedado con su torso desnudo, ostentando sus grandes brazos que se movían desafiando a su rival y augurando un desenlace violento. El cuerpo desnudo implicaba una exhibición de sus potencialidades, anunciaba que estaba listo parala lucha, como un boxeador libre de prendas. Al mismo tiempo que mostraba un cuerpo robusto, que sus movimientos expresaban sapiencia en la lucha y falta de temor. Un policía que parecía el encargado del operativo se acercó a Sala. El policía, en tono confidencial, le pidió calma y el hincha lentamente pareció tranquilizarse. Los policías volvieron a su sitio, cercano al alambrado, y los hinchas colgaron la bandera que motivó la confusión y alboroto. Este pequeño incidente aquí expuesto muestra cómo los hinchas, en distintas circunstancias y ante distintos interlocutores, muestran sus cuerpos y así, en ese mínimo gesto, ostentan su "aguante" por desplazamiento metonímico. Los observadores conocen así la potencialidad del otro, advierten cuáles son sus límites y como "pueden" actuar ante ciertas circunstancias.
Patricia Diez (2005), en su trabajo etnográfico con un grupo de jóvenes de un barrio marginal de la ciudad de Buenos Aires, analiza cómo la corporalidad es parte de un hábil juego en la relación con "la otredad". Las formas corporales, gestos, movimientos y usos determinados, son mostrados u ocultados según con quién se interactúe. Estos hacen visibles maneras kinésicas características en busca de la distinción y de la identificación. Es así que ciertos usos corporales sirven para construir un "nosotros", que puede ser tanto el de los jóvenes "del bajo" estudiados por Diez (2005) o "los pibes" de la "hinchada". Pero esa construcción de un nosotros y de varias alteridades, con las que delimitan las lábiles marcas de pertenencia, deben hacerse visibles para funcionar. Es mostrando "el lomo", o una particular forma de caminar u otras señales especificas -como veremos en el próximo apartado- que los integrantes de la "hinchada" muestran su corporalidad distintiva.
LAS MARCAS EN EL CUERPO: CICATRICES
Existen otras formas de usar el cuerpo como evidencia del "aguante". Las cicatrices y marcas que posee el cuerpo como resultado de enfrentamientos sucedidos con anterioridad testimonian la participación en combates y, por ende, el "aguante" de los luchadores. Denise Fagundes Jardim (1993: 203) analiza la importancia de las cicatrices como prueba material de la masculinidad, ya que avalan las historias heroicas de los sujetos.
Y al igual que el "lomo", las cicatrices deben exponerse. Míguez (2002) menciona que la desinhibida exhibición de tatuajes y cicatrices es un rasgo característico de los jóvenes delincuentes. Entre los integrantes de la "hinchada" funciona de la misma manera. "Los pibes" muestran sus cicatrices, o hablan de ellas, cuando recuerdan las peleas en las que han participado. En su trabajo etnográfico ya citado, Diez (2005) señala que las cicatrices no son ocultadas ni son motivo de vergüenza; por el contrario, indica que son parte fundamental de la estética de estos jóvenes.
Una noche en un café de Pompeya, Tito nos contó una brutal pelea con hinchas de Central en un bar de la costa atlántica. Se habían encontrado en un pub con un puñado de hinchas de Central, reconocidos amigos de los hinchas de San Lorenzo, y se desató una lucha cruel y sanguinaria. Luego de narrar los pormenores de un enfrentamiento con botellas voladoras, sillazos, "piñas" y cabezazos, nos pidió que lo miráramos a la cara preguntando si notábamos algo extraño. Inmediatamente señaló su pómulo derecho y afirmó que lo tenía más hundido que el izquierdo, que ése era su "souvenir" de la pelea. Nos contó que durante varios días tuvo que ir a un hospital y que no pudo disfrutar de la playa y de las vacaciones por la pelea, que lo tuvo convaleciente por un largo tiempo. Las sonrisas brotaban en el relato y en ese gesto notamos que el joven tenía una asimetría notoria en la cara producto del golpe que le había hundido uno de los pómulos.
Las marcas en el cuerpo posibilitan probar la parterdan el lugar que ocupan los sujetos dentro de un orden social. Aquellos hinchas que detentan las marcas en el cuerpo no sólo prueban su participación, sino que, por intermedio de estos signos, se identifican como aguantadores.
Con el mismo objetivo son mostradas las marcas de los enfrentamientos cuando estos acaban de suceder. Luego de enfrentarse con la policía y con hinchas de Defensores de Belgraicipación en gestas heroicas, a manera de un registro del pasado; pero también, como decía Bourdieu (1993), son signos que recuno, unos hinchas parecían extenuados. Sudados, agitados, frenéticos y visiblemente golpeados relataban cada uno desde su óptica su participación en la lucha. Uno de ellos, mientras señalaba el lugar donde lo habían lesionado, se limpiaba la sangre que brotaba de una herida. Le había disparado la policía cuando estaba al frente del grupo, "haciendo punta" -decía indicando la tribuna visitante. La herida de bala de goma en un costado, por debajo de las costillas, era la prueba categórica de que él había estado en las primeras líneas del enfrentamiento: era el testimonio de su "aguante".
Asimismo, días después de una pelea con hinchas de San Lorenzo, Rugo mostraba una herida en la cara de un cascotazo. Se reía y decía que la cicatriz le quedaba linda. Rugo estaba en la entrada de la popular, rodeado de cuatro jóvenes; contaba la pelea, gesticulando y moviendo los brazos. Nos acercamos junto con Tito, que había estado con él en la pelea y que había sido detenido por la policía. Ambos se saludaron y Rugo continuó con su relato ante nosotros. Decía que "los Cuervos habían corrido" y que en uno de los vaivenes de la lucha recibió un piedrazo. Excepto Tito, los que escuchábamos el relato no participábamos de la "hinchada", ni habíamos estado en la pelea, pero sabíamos lo que había sucedido. La herida otorgaba veracidad a lo relatado, ubicaba al luchador en el campo de batalla y hacía creíble su participación heroica.
Para los hinchas, las marcas en el cuerpo testimonian la participación en antiguos "combates". Las cicatrices y otras heridas que demuestren participación en la pelea son consideradas pruebas del "aguante" del que las ostenta, ya que las marcas delcombate demuestran la participación de los simpatizantes en riñas honorables según los valores grupales (ver Alabarces 2004: 69; Garriga Zucal 2005).
RESISTIRÉ, PRIMERA VERSIÓN: "SIEMPRE VOY DE LA CABEZA"
El cuerpo de "los pibes" debe soportar, resistir, en dos dimensiones diferentes: por un lado, debe tolerar la desmesura de consumos prohibidos o socialmente estigmatizados y, por otro lado, debe ser resistente al dolor. Estas dos características demuestran cómo el cuerpo de los hinchas se define según preferencias, usos y representaciones corporales que posibilitan demostrar resistencia. En este apartado analizaremos el primero de estos puntos.
El cuerpo aguantador (y, también, masculino) se relaciona con el consumo y abuso de drogas y alcohol. Es común ver en las gradas hinchas que fuman marihuana u otros alcoholizados al punto de no poder mantenerse en pie, entonando canciones que refieren al "normal" estado de alteración de conciencia. Loshinchas, a través de numerosas canciones, buscan demostrar su inconsciencia. Una de estas decía:
Allá en La Quema hay una banda que es la mas loca de todas lo sigue siempre al Globo con el vino y con la droga Para ser de la Quema hay que seguirlo Para ser de la Quema hay que alentarlo Para ser de la Quema hay que quererlo Vamos vamos los Quemeros vamos vamos los Quemeros
Estar "de la cabeza", "dado vuelta", "re loco", son términos que refieren al estado en que los hinchas concurren a los estadios. La referencia al consumo de drogas y alcohol no se limita a los cánticos. También las banderas que los hinchas llevan a los estadios hacen referencia a estos estados alterados, con frases como "loco por vos", con caricaturas de duendes fumando marihuana o dibujos de la planta de cannabis.
El cuerpo, a través de sus acciones, permite demostrar el uso de estas sustancias y con él el estado de alteración de la normalidad; un cuerpo drogado o alcoholizado tiene formas de moverse, de pararse, de hablar, que evidencian la anormalidad de su conciencia. Las adicciones y los estados que éstas generan funcionan como signo de prestigio, los estados de inconsciencia son concebidos como normales y deseados. Esta anormalidad no es para los hinchas un estigma ni una marca negativa; por el contrario es un signo de prestigio, ya que se constituye en una herramienta identitaria. Por ello, los efectos de los abusos no son ocultados; por el contrario, muchas veces son visibilizados y narrados.
La resistencia se relaciona con la masculinidad. Aquellos hinchas que se emborrachan bebiendo unos pocos tragos son considerados por sus compañeros como "flojos" o "blanditos". Estos se distinguen de los "hombres verdaderos", los "duros", caracterizados por su capacidad para beber colosales cantidades de bebidas alcohólicas sin emborracharse. Por el contrario, se valora a aquellos sujetos que están "re locos" o "de la cabeza" por haber consumido grandes cantidades de alcohol o drogas. Cualquier cuerpo resistente debería soportar mucho más alcohol antes de emborracharse y descontrolarse.
Coco contaba que en un largo viaje que hicieron hasta Comodoro Rivadavia, un hincha que se había excedido con las drogas y el alcohol se había puesto "cargoso". Este hincha estaba descontrolado y "bardeaba" -molestaba- a varios de sus compañeros.
Acá se produce una división interesante, porque Coco cuenta que todos los hinchas estaban "de la cabeza" pero sólo ése estaba "descontrolado". Llegado un momento del viaje, según palabras de Coco, a este hincha, por "cargoso", "le dieron una paliza" para que se "ubique". Tolerar grandes cantidades de droga y alcohol sin "descontrolarse", es una técnica de resistencia corporal que se aprende a través de la práctica del consumo diario.
En relación con el consumo, "ser hombre" refiere a consumir sin "arruinar(se)"; "hombre" es el que resiste los consumos y abusos. El no-hombre no tiene el cuerpo preparado, no tiene "aguante" para resistir; los hinchas se burlan de los compañeros que pierden la conciencia rápidamente o de los que no pueden soportar la bebida. Así, unos hinchas de Huracán satirizaban a un compañero que se negaba a seguir bebiendo, calificándolo de "amariconado".
Esta concepción tan particular de una corporalidad ligada al abuso fue también observada por Armstrong (1999), quien señala que para los jóvenes pertenecientes a grupos de hooligans beber alcohol y consumir marihuana son prácticas definidas como masculinas. Más aún, menciona que la actividad de beber junto a los camaradas en los pubs funciona como rito de paso entre la juventud y la adultez.
Para los hinchas los estados de inconsciencia no demarcan la pertenencia al grupo; numerosos son los integrantes de la "hinchada" que "están caretas".8 Sin embargo, entre los integrantes de una "hinchada" los estados de inconsciencia se conforman como modelos ideales, que otorgan prestigio y honor, regulando algunas prácticas y representaciones de los simpatizantes. Estos estados de inconsciencia son marcas identitarias que vinculan a los actores con el grupo, que los inserta en la comunidad del "aguante".
RESISTIRÉ, SEGUNDA VERSIÓN: "LOS PALOS DE LA YUTA"
Por otro lado, la resistencia se presenta y (re)presenta a través de la exhibición de cuerpos tenaces al dolor. El cuerpo debe soportar el dolor como forma de inscripción en la comunidad del "aguante" (y nuevamente, también en la masculina).
El cuerpo debe soporta fundamentalmente la represión policial. Los golpes policiales, "los palos", son tolerados gracias al "aguante". Varias canciones se refieren a la actitud de soportar el dolor de los golpes propinados por las fuerzas de seguridad. Dos versos de una canción ya reproducida afirman: "Y muchas veces nos bancamos la lluvia/ los palos de la yuta y todo eso por vos". En este caso, el cuerpo resiste el enfrentamiento con la policía; el "aguante" se prueba ante los golpes, los "palos", de la policía.
En los enfrentamientos con la policía los contrincantes se encuentran en disparidad de condiciones. Los policías, provistos de cascos, escudos y uniformes reglamentarios, se enfrentan con hinchas que están con el torso desnudo y sin ningún tipo de protección. Los hinchas "ponen el cuerpo" como herramienta de lucha y soportan los "palazos de la yuta". Los policías están protegidos por aquellos adminículos. Por esta razón, los policías son catalogados como "putos" que temen apostar su cuerpo en un enfrentamiento, que no tienen "aguante".
Igualmente es interesante analizar cómo la represión policial puede ser representada como causante de golpes -palazos- y, por lo tanto, productora de un dolor que debe ser soportado. En cambio, nunca escuchamos que los hinchas presenten en esos términos sus enfrentamientos con grupos rivales. Los hinchas, en sus discursos, obvian mencionar las derrotas y los palazos que debieron soportar en los enfrentamientos donde fueron golpeados. Aceptar esas piñas, esos golpes y sufrimientos probarían la derrota y la falta de "aguante", que siempre debe ser ocultada.
Por el contrario, en los denominados "juegos de manos" no existe exteriorización de los dolores ocasionados por los golpes. Una tarde en que viajábamos en los micros de la "hinchada", varios pasajeros se pegaban, como forma de juego, cachetazos en la nuca. Las caras de dolor eran evidentes pero ninguno lo manifestaba más allá de insultos y carcajadas. Se intercambian puñetazos, puntapiés y cabezazos sin que exista una demostración de padecimiento o dolencia.
De la misma manera, no exteriorizan el dolor cuando ruedan por las tribunas empujados por avalanchas o por saltos rítmicos ("pogo") hacia los costados que los llevan a golpearse y en oportunidades a caerse. Una variada serie de acciones habilitan una experiencia específica corporal; experiencia que permite a los novatos aprender las técnicas del "aguante" y a los experimentados manifestar su dominio.
Tolerar el dolor implica resistir, aguantar. La exhibición del dolor implicaría exhibir un cuerpo no resistente. "Los pibes", al probar su fortaleza y tolerancia al dolor, prueban su "aguante". Su modelo de cuerpo se diferencia de otros cuerpos sociales por esta característica.
MÁS ALLÁ DE LOS MODELOS: PELEARSE
Ahora bien: hasta aquí hemos analizado cómo se constituyen modelos corporales que permiten vincular a sus poseedores con el "aguante". Hemos mostrado cómo representaciones corporales, cicatrices y ciertas formas de exhibición de estas corporalidades posibilitan la asociación de los hinchas con el "aguante". Sin embargo, no podemos disociar estos modelos de la práctica del enfrentamiento físico. El modelo se sustenta en las experiencias corporales de la lucha.
En relación con los modelos ideales de cuerpo los hinchas saben que "anatomía no es destino"; es decir, que "los gordos" no tienen asegurado el triunfo en una pelea sólo por las bondades de su fisiología. La fortaleza física debe ser acompañada por los saberes de la lucha, de la resistencia y una dosis importante de vehemencia. Así mismo, mostrar una cicatriz o un cuerpo ideal no es en última instancia testimonio del "aguante", ya que éste debe demostrarse peleando todas las veces que sea necesario. Ante ciertos rivales y en ciertos contextos puede ser suficiente con una dosis de exhibición del cuerpo o la exposición de una herida. Sin embargo, la prueba definitoria del "aguante", la que muestra la posesión de este bien simbólico es, en última instancia, un enfrentamiento físico.
Y aquí lo físico nos remite nuevamente al cuerpo, pero no ya como modelo o testimonio a modo de título, si no como cuerpo combativo entregado en un enfrentamiento contra los rivales. Una noche estábamos en la Plaza José C. Paz; Huracán jugaba contra El Porvenir en la localidad de Gerli, hasta donde iríamos en tres micros. Cuando dieron la orden de subir a los micros una multitud se disputaba un lugar; todos intentaban subir apretándose y golpeándose; en la puerta de uno de estos estaba Billy, uno de los líderes, colgado del estribo. En una mano tenía las entradas y en otro un gorro donde los pasajeros dejaban dos pesos en concepto de viaje y entrada. El caos de esa cola desordenada se ordenaba ante Billy, quien a manera de portero dejaba pasar sólo a los que"colaboraban". En un momento el caos hizo que un joven empujara al líder, quien le dio una patada para alejarlo; el joven reaccionó y se puso en posición de lucha, llevó las manos a la altura del pecho y moviéndolas invitaba al contrincante a bajar. El cuerpo del joven mostraba en su parada una potencialidad violenta; su forma de pararse y de inclinar el cuerpo exponía sapiencia en técnicas de lucha. Los presentes hicimos un círculo y las voces que pugnaban por subir se callaron abruptamente, el silencio ganó la plaza. Delante nuestro, un muchacho que sostenía un tetrabrick de vino con su olor rancio miraba fascinado el altercado. Entre los jóvenes en pugna había dos metros. Bili bajó decidido a enfrentarse, su honra estaba en juego; le dio una trompada en la boca, mientras gritaba "qué te parás guacho, qué te parás". El puñetazo reordenó las jerarquías de la "hinchada" y señaló quién se la aguantaba. El joven aceptó con bronca la piña y la prepotente reacción de unos de los líderes de la "hinchada"; cambió su postura corporal y se fue a otro costado de la fila. La actitud del joven de reaccionar ante el empujón fue entendida por Bili como falta de "respeto" a su lugar en la estructura de la "hinchada", aunque también fue comprendida como un gesto de valentía de un muchacho ante uno de los líderes más reconocidos por su capacidad violenta. Una certera trompada transforma al cuerpo en el elemento que permite valorar el "aguante" de los participantes-luchadores.
"Pero ese aguante tiene un límite, que es el enfrentamiento: allí, los huevos dejan de ser simbólicos, metonimia de la masculinidad, para transformarse en masculinidad lisa y llana" (Alabarces 2004: 67). En este caso, la relación de la corporalidad con la masculinidad refiere al paso de lo simbólico a lo fáctico. El "aguante" en tanto representación debe validarse a través de enfrentamientos físicos. Míguez (2002) reflexiona, a partir de su trabajo de campo con jóvenes delincuentes encarcelados, que la relación cuerpo/identidad es para algunos sectores más que una mera representación. Manifiesta que hay diferentes grados en los que se articulan el cuerpo y la identidad según los grupos sociales, pero afirma que la relación existente en estos grupos sociales (donde podemos incluir a los hinchas y a los jóvenes delincuentes) es metonímica. La relación metonímica, en contraposición con la relación metafórica, expresada por otros grupos sociales [Míguez (2002) aclara que no existen formas puras], hace hincapié en los experiencias y prácticas. El cuerpo y la identidad como aguantadores se solidifican en la experiencia del enfrentamiento.
Las características físicas que vinculan masculinidad, cuerpo y "aguante", ya sean los "huevos", los cuerpos "grosos" o las cicatrices, deben superar el plano simbólico para hacerse prácticas. Para los integrantes de las hinchadas es en los enfrentamientos, en las luchas corporales donde se demuestra la distinción entre los que se la aguantan y los que no. Las pertenencias solidificadas en aspectos discursivos son válidas sólo cuando acompañan a la práctica de enfrentamiento; si no, son concebidas como falsas y simuladas.
Unas frases de Ramón pueden servir para entender que tener o no "aguante" no tiene que ver con el tamaño del cuerpo, al mismo tiempo que demuestra el rol central del cuerpo en el "aguante". Charlábamos con Ramón sobre "combates", recordando una y otra vez su participación en distintas peleas, cuando decidimos preguntarle sobre la importancia de ser "groso" para triunfar en una reyerta. Con la seguridad que lo caracteriza, nos dijo: "Seguro, seguro que alguna vez te vas a agarrar con uno más grande que vos, seguro.ahí te quiero ver.ahí hay que estar. Ahí hay que pararse". Le preguntamos si tenía muchas chances de ser derrotado ante un luchador físicamente más grande. Contestó entre risas que no. Siguió diciendo: "la verdad eso no te ayuda. Está en si sos pillo o no. Si viene un gordo le doy un ladrillazo y listo." Movía sus manos como si le pegara a alguien con un ladrillo imaginario. Continuó diciendo: "Ahí hay que estar. Tenés que pararte.si viene un gordo nada de salir corriendo, te parás y le hacés frente. Te puede cagar a piñas, te puede romper todo pero vos tenés que pararte. Si no, no te respeta nadie". Tener "aguante" tiene que ver con "ir para adelante", "pararse"; no importa la contextura física, ni la cantidad de rivales; importa la bravura, la astucia y la vehemencia a la hora de la lucha. El arrojo y el coraje sólo pueden demostrase por medio del cuerpo.
Incluso podemos afirmar que no es necesario ser un luchador diestro para ser considerado un aguantador. Como afirma Míguez (2005), en otro trabajo, «aguantársela" en las cárceles es no esquivar el desafío, aguantar es más que saber pelear: es no rehusar la pelea. Pelearse es símbolo de pertenencia sin importar el resultado de la misma; distingue los que se pelean de los que no se pelean.
En una oportunidad charlábamos con Coco sobre el "aguante". Le preguntamos si su cuerpo, que no es tan grande (a pesar de tener una barriga prominente), le había jugado una mala pasada en una pelea.
Queríamos saber si para él los "gordos" y "grosos" se la aguantaban más que los delgados y de contextura pequeña. Coco, enojado, nos dijo: "el cuerpo no tiene nada que ver. Fijate Ropi: es chiquito pero es re picante. Yo no soy grande y me la re aguanto".9 Entonces le preguntamos qué pasaba si se encontraba en una pelea con uno más grande: si se peleaba o se escabullía. Con cara de fastidio nos dijo: "Yo te conté mil peleas, y no te conté otras diez mil que me cagaron a piñas. Si se pudre con un groso le tenés que dar, te tenés que parar". Le preguntamos si en ese caso podía perder. Y nos contestó entre risas: "Obvio que podés perder. A mí me cagaron a piñas diez mil veces. Pero vos te tenés que plantar, sino sos un gonca barabaro". Ser considerado como un cobarde -"gonca"- es inaceptable, por eso hay que "pararse" para demostrar el "aguante", aunque sea derrotado. Le preguntamos si "revanchaba", como dicen "los pibes" para referirse al acto de vengarse de una derrota. Me contestó que a veces sí y a veces no, que dependía de cómo había perdido, pero que lo importante era "pararse" en el momento de la pelea, no volver después. Coco decía: "yo en ese momento te doy con lo que tenga: palo, faca, piedra o fierro. Yo tengo que ganar. porque es mi vida contra la tuya. Pero si perdés bien y volvés con un fierro, matame porque yo busco mi fierro y te tiro." A la sazón, le preguntamos si ir con un "fierro" era "aguantársela" o era "de cagón" y nos contestó: "Si es fierro contra fierro está todo bien, si yo saco un fierro y el otro no tiene que se joda, que ponga el pecho. Si yo me estoy peleando con un gil que saca fierro. pongo el pecho y mejor que me mate porque vuelvo y lo lleno de corchazos". "Aguantársela" pasa por pelear, por no temer y afrontar el enfrentamiento, ya sea con "fierro" o "a las piñas". Pelear es "poner el pecho", "plantarse", confrontar contra un rival, apostar el cuerpo en una lucha.
Entre los jóvenes estudiados por Diez (2005) el "aguante" no se vincula a ciertas dimensiones físicas sino a una actitud ante los problemas. El que tiene "aguante" es el que "se para de manos", aquel que sin importar las dimensiones físicas propias ni las del rival afronta la situación de lucha. Simoni Lahud Guedes (1997), en su investigación con trabajadores de un barrio popular de Río de Janeiro, menciona que el ejercicio físico tiene una dimensión simbólica relevante al "fabricar" cuerpos masculinos. Es el trabajo, el entrenamiento físico repetitivo, lo que transforma a los jóvenes en hombres, construyendo cuerpos aceptados según los parámetros grupales. Para los integrantes de"la banda", la práctica de enfrentamiento "fabrica" cuerpos aguantadores; la lucha corporal posee el plus simbólico que no poseen los modelos ideales, las cicatrices, etc.
EL "AGUANTE": UNA COMUNIDAD CORPORAL Y POPULAR
La práctica de enfrentamiento corporal es, entonces, la marca específica que distingue a los integrantes de una "hinchada". Este signo distintivo, que articula corporalidad y masculinidad, está sustentado en las características concretas y distintivas de estos grupos. Las formas típicas que delinean el ideal de los hinchas surgen de la experiencia de lucha corporal: un cuerpo estilizado, como argumentamos, es representado como poco apto para la lucha, ya que es interpretado como débil. A través de sus experiencias modelan ideales de cuerpo, que se distinguen de otros tipos ideales. Esta distinción también remite a otras dimensiones sociales como la que los distingue del "cheto" o del "patovica", con claras marcas de pertenencia de clase. Estos no tienen "aguante", no poseen los cuerpos resistentes, ni conocen, según los hinchas, las técnicas de lucha. Desconocen este sistema de saberes porque tienen experiencias sociales distintas. El cuerpo es concebido simbólicamente como herramienta de distinción: descubriendo en la significación distinciones que van de la histeria corporal al "aguante", según los grupos sociales que le conceden significación (Alabarces 2004).
Los cuerpos aguantadores son una expresión de las culturas populares. La "cultura del aguante",10 explicada aquí en su dimensión corporal, no es específica de los sectores populares de la sociedad: la heterogénea composición de la "hinchada" así lo demuestra.11 Sin embargo, es una manifestación de la cultura popular en tanto sus sentidos se encuentran en conflicto con los valores dominantes (Hall 1984). Cuerpos con parámetros distintos y masculinidades que hacen de la práctica violenta su carta de acreditación señalan significados y prácticas distintas y distintivas. Señales que estigmatizadas o sobrevaloradas forman "nosotros" y "otros": espejos donde mirarse y evaluarse. La identidad marca la diferencia, la exclusión, la otredad. Aquí la otredad no es exactamente de clase, es una otredad de valores y de representaciones. Señalando, así, un "nosotros" popular.
El espacio del fútbol es una "zona libre" (Archetti 2003), donde la construcción de la identidad no tiene un formato típico. Existen zonas donde tanto el Estado como las "máquinas culturales" hegemónicas pierden su influencia como constructores identitarios; zonas donde las identidades pueden entonces construirse de formas distintas a las convencionales. Los elementos que juntos constituyen la identidad pueden tener aquí otro orden, pueden priorizarse unos elementos sobre otros. El cuerpo y la práctica son lugares secundarios en los órdenes hegemónicos, donde prima la palabra, la escritura y las construcciones argumentativas. Proponemos pensar con Archetti (2003) que es en las "zonas libres" donde, fundamentalmente, construyen identidad los sectores populares. El "nosotros" de los sectores populares parece más fácil de construir a través de posturas, gestos, prácticas, pogos, piñas, cabezazos y guiños. Los miembros de la "hinchada" tienen, y deberíamos investigarlas, otras prácticas y representaciones corporales que los definen. Sin embargo, el "aguante", como experiencia corporal, es aquella que organiza una "identidad"; otras de sus tantas identidades, ya sea como trabajadores, como ladrones, como adictos, como argentinos, como porteños, etc., seguramente tienen otras representaciones corporales definidas. Cabe preguntarse entonces si éstas se articulan en el lenguaje o, como el "aguante", centralmente en el cuerpo.
Agradecimientos
Esta investigación fue financiada por diferentes subsidios otorgados por la Universidad de Buenos Aires (Proyecto S072), el FONCYT (PICT 2004 04- 17678) y el CONICET (PIP 6409).
1 La "hinchada" es uno de los nombres nativos con que se identifica uno de los grupos organizados de espectadores que acompañan a un club de fútbol. Estos son denominados "barras bravas" por el sentido común y los medios de prensa. No utilizaremos este término sino los nombres nativos: "hinchada", "los pibes" o "la banda". Asimismo, nombraremos como "hinchas" a los miembros de dichos grupos, diferenciándolos del resto de los espectadores.
2 El club Huracán es una institución ubicada en el barrio de Parque Patricios en la ciudad de Buenos Aires, fundada en 1908. En ésta se desarrollan un sinnúmero de actividades deportivas, pero la más importante es el fútbol profesional. Huracán es uno de los clubes más reconocidos del fútbol Argentino, habiendo obtenido un título en la máxima categoría. Los simpatizantes de Huracán y la institución reclaman el sexto lugar entre los grandes del fútbol argentino; los cinco grandes son: Independiente, Racing, San Lorenzo, Boca y River. El club Huracán es denominado el Globo; éste es el símbolo que lo representa: un globo aerostático. Cuando fue fundado, las hazañas de Jorge Newbery a bordo del globo aerostático Huracán eran motivo de admiración popular. Esto dio nombre al club y a la elección del signo que lo representará hasta la actualidad. Por otro lado, a Huracán también se lo denomina Quemero, porque cerca del estadio estaban los terrenos destinados a quemar la basura de la ciudad de Buenos Aires.
3 Debemos agradecer el diálogo constante con el equipo de investigación: Christian Dodaro, Mariana Conde, María Verónica Moreira, Daniel Salerno, Malvina Silba, Carolina Spataro, Carlos Juárez Aldazábal, Javier Palma, Valeria Añón, Mariana Galvani, Mauro Vázquez y María Graciela Rodríguez.
4 Los jefes planifican los viajes, el traslado de los trapos, la obtención de las entradas, el alquiler de micros, la compra de pirotecnia o globos, etc. Cada uno de estos líderes tiene un perfil que lo define, pero todos tienen una dosis de carisma que les permite detentar la posición que ostentan. Su liderazgo se ha sustentado en la lucha. Pero además de pelear tienen muchas otras tareas. Son los encargados de conseguir los recursos de que dispone la hinchada y de su distribución. Para esto tienen una segunda línea de colaboradores, que se encargan de algunas facetas del reparto. Este grupo es muy reducido, según los líderes son sus piernas, término que define la lealtad de los colaboradores. Los ajenos los definen como "los soldados", refiriendo a la fidelidad respecto a los jefes. En la estructura jerárquica de la hinchada, luego de los soldados, está la tropa. Aquí se encuentra el resto de los espectadores que conforman "la banda"; muchas veces se los denomina los "pibes", en contraposición jerárquica a los "capos".
5 Eduardo Archetti (1985) los llamó hinchas militantes. Son grupos de espectadores organizados que no pertenecen a la hinchada que forman grupos de autogestión. A través de rifas de camisetas e indumentaria deportiva, generan sus propios recursos para costear entradas y viajes. En algunos casos los hinchas militantes participan de la vida institucional, como la agrupación "Del Hincha", que tiene incidencia en las reuniones de comisión directiva y más importante aún, realiza tareas de suma relevancia para el cuidado del club y la sede.
6 Y es uno de los apodos con que se conoce a los actuales líderes de la "hinchada" del club River Plate.
7 Le Bretón (2002) también propone que las sociedades occidentales han optado por la exclusión y la distancia del cuerpo en la sociabilidad. Con esta postura debatiremos en el último apartado.
8 Sin embargo, como estos estados alterados son símbolos de prestigio y de honor para los hinchas, son buscados y en algunos casos fingidos, para conseguir de esta manera una de las cartas de inclusión en el grupo. Por esta razón, los integrantes de la hinchada en muchas oportunidades exageran los efectos del alcohol y las drogas, para parecer más "destruidos", más "locos", y así sentirse parte del grupo.
9 Unos minutos antes habíamos estado hablando con Ropi, reconocido por su "aguante". Éste líder de la hinchada es delgado, de baja estatura y contextura chica. Su cuerpo es diametralmente opuesto al de Sala, pero ambos son reconocidos luchadores y respetados por su valor.
10 Alabarces (2004, Alabarces et al, 2000) intentó definir una "cultura del aguante", que supera ampliamente los límites de lo futbolístico, caracterizada por la violencia, la masculinidad y la ausencia de valores políticos manifiestos.
11 Lo que hemos denominado la plebeyización de la cultura Argentina (Alabarces 2006) explica este desplazamiento y revela una relación compleja entre las manifestaciones culturales y la clase.
REFERENCIAS CITADAS
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