domingo, septiembre 30, 2007

Jorge Cedrón: El tigre feroz

Por: Anabella Castro Avelleyra



De chico parecía que iba a ser futbolista. También tenía madera para galán de telenovela. Él, en cambio, se decidió por la dirección. Conocido por haber llevado al cine Operación masacre, el libro de Rodolfo Walsh, Jorge Cedrón era un hombre que se movía con sagacidad entre el mundo del poder y el de la revolución, hasta que un turbio incidente en una comisaría francesa calló su voz para siempre. Su hija Lucía, su hermano el “Tata”, Patricia Walsh, Hugo Álvarez y Martín Coria compartieron con Sudestada sus recuerdos sobre este hombre que hacía cine para la liberación.
Mediaba el año 1971, era de noche, y el hall del teatro Coliseo estaba abarrotado de granaderos, coroneles, generales, fotógrafos y periodistas. El motivo era el estreno de una película sobre San Martín, financiada por el Instituto de Historia Militar Argentina y el Banco Ciudad. Entusiasmado, el presidente Alejandro Agustín Lanusse declaraba a la prensa: “Por los senderos del Libertador es muy positiva, muy satisfactoria. Ésta es una gran película. Una verdadera obra de arte en la cual se ponen en evidencia los valores de quien ha sido su director”. Los fotógrafos disparaban desesperadamente los flashes de sus cámaras. Uno de los fogonazos inmortalizaba la escena: Lanusse posaba al lado de un hombre joven, de civil. Era el director de la “obra de arte”. Se llamaba Jorge Cedrón, pero le decían “El Tigre”. Miraba el reloj de reojo. No quería llegar tarde al rodaje de la película que estaba filmando: Operación masacre.
El film se basaba en el libro homónimo de Rodolfo Walsh, publicado en 1957, que denunciaba el fusilamiento de un grupo de civiles en un basural de José León Suárez tras la fallida contrarrevolución de Valle y Tanco en junio de 1956. Con guión de Walsh y Cedrón, Operación masacre marcaba un hito en la historia del cine militante: era la primera película de ficción filmada en la clandestinidad. Cuenta la leyenda que Cedrón se pasó toda la filmación con el ejemplar de Siete Días que lo mostraba en tapa junto a Lanusse bajo el brazo, como salvaguarda. La misma leyenda cuenta que en una oportunidad se emborrachó con el general Tomás Sánchez de Bustamante con el fin de sacarle uniformes y armas del ejército para usarlas en el rodaje. Yerno de Saturnino Montero Ruíz -presidente del Banco Ciudad e intendente de Buenos Aires durante la dictadura de Lanusse-, Cedrón se movía constantemente en este tipo de dualidades. A través de su suegro consiguió el trabajo de dirección en la película sobre San Martín, y con ese dinero financió la filmación de Operación masacre. Una movida audaz, peligrosa. El Tigre serpenteaba entre dos mundos, casi como un Robin Hood moderno: le sacaba fondos a los militares de turno para hacer un cine que se proponía cambiar ese estado de cosas. Según su hija, Lucía, esto no le generaba ningún tipo de conflicto interno: “¿Cómo vivía tener que hacer comerciales, publicidad, promoción para el Banco Ciudad y en paralelo Por los senderos del Libertador bancada por los milicos, por el Instituto Sanmartiniano, y Operación masacre? Tranquilísimamente. Creo que no debe haber pestañeado ni una vez por eso, no creo que le haya planteado ningún tipo de problema ético o moral. Al contrario, eso permitía financiar las películas que le parecían valer la pena. No tenía ningún tipo de miedo, ni de pudor, ni de nada, era legítimo y no tenía ningún problema al respecto”. Coincide Hugo Álvarez, uno de los protagonistas de Operación masacre, al recordar que “él no lo veía como una contradicción, al contrario, nunca lo vi culposo, para nada. Además él iba para adelante, porque lo criticaras no iba parar, sino para darte una trompada”. Por su parte, a Miguel Pérez, montajista de Cedrón, le parece que “Jorge vivía con mucha culpa esta cosa de estar haciendo algo que lo comprometía con el régimen de Lanusse. Entonces creo que Operación masacre era como una forma de expiar eso”. Patricia Walsh, miembro del equipo de producción de Operación masacre, piensa que “esa complejidad de las cosas que hacía El Tigre Cedrón, que tenían involucradas a personas y a intereses que eran completamente antagónicos, pero que lo ponían a él en un lugar de ser amigo de unos y de otros, familiar de unos y de otros, e incluso lograr por parte del poder militar el dinero para financiar un cine que pertenecía al campo popular, enemigo de ese poder, creo que terminó colocándolo en una encrucijada”. El Tigre jugaba con fuego, y lo sabía, pero había aprendido a saltar a través de esos aros encendidos. Lo que le esperaba del otro lado valía la pena. Aunque en ello se le fuera la vida.
Operación masacre
A poco de terminar la filmación de Por los senderos del Libertador, Cedrón comenzó a rodar Operación masacre. Con actores de la talla de Norma Aleandro, Carlos Carella, Walter Vidarte y Víctor Laplace y con la “financiación indirecta” del poder de turno, El Tigre llevó a cabo la primera experiencia de cine político filmado en la clandestinidad. Pronto seguirían sus pasos Raymundo Gleyzer con Los traidores y Pablo Szir con Los Velásquez (nunca estrenada). La tarea no era fácil: los actores y el equipo se jugaban la vida cada día de rodaje.
“A veces suspendíamos la filmación porque nos parecía que alguien se había dado cuenta”, rememora Patricia Walsh. “Se sintió muy fuertemente que éramos un equipo, filmando en condiciones muy duras. Pero éramos todos muy jóvenes, no teníamos miedo. Lo pasábamos muy bien, vinculaba un montón de cosas nuestras: la militancia, las ideas de cambio, el cine y la juventud.” Martín Coria, uno de los actores de la película, recuerda “de los personajes históricos que había en la época, ahí estaba trabajando Julio Troxler, que había sido uno de los sobrevivientes y que después mató la Triple A. Vino Santucho una noche. Llegaban noticias de lo de Chile, de Allende. Había una efervescencia en toda América. Era una época en que estaba todo convulsionado, entonces era muy difícil mantenerse al margen de todo eso.”
Operación masacre se exhibió clandestinamente en barrios, villas, iglesias y escuelas. “Es un cine que empieza a pasarse en una cantidad de lugares donde lo que se promueve con pasar la película es el compromiso político”, comenta Patricia Walsh. “Así como mi padre había dicho: ‘escribo este libro para que actúe’, se filma Operación masacre para que actúe. Y realmente la película fue un instrumento extraordinario para la incorporación de una gran cantidad de jóvenes a la izquierda peronista. No se pasaba la película sólo como denuncia de los fusilamientos del ‘56, sino como una lectura de lo que era aquel presente del ‘72, ‘73, y se promovía luego un debate acerca de lo que se había visto para ir sumando jóvenes a la militancia política”. Con este fin, la película no se limitaba a narrar la historia relatada por Rodolfo Walsh en el libro, sino que agregaba un epílogo en el que Julio Troxler (uno de los fusilados que habían sobrevivido e interpretaba su propio papel en el film) hacía un recorrido por la evolución de la lucha popular desde el momento de las ejecuciones hasta esos años y su proyección a futuro, mientras se mostraban imágenes ilustrativas (Cordobazo, secuestro y asesinato de Aramburu, Montoneros, etc.).
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº50-Julio 2006)

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