martes, septiembre 21, 2010
Los libros no muerden, pero se sueltan
21 de septiembre de 2010
Día de la Bibliodiversidad
Entre las 16 y las 18, se juntarán editores, escritores y lectores en Plaza San Martín en una suerte de picnic de lectura, pero la iniciativa va más allá: se invita a dejar libros en cualquier lugar público para facilitar la circulación de las ideas.
Por Silvina Friera para Página 12
El pensamiento toma su forma en las palabras como el agua en la vasija. Pero el destino de la palabra es la constante profanación. Tal vez la primavera inocule, además de un batallón de alergias, cierta desconfianza por el sentido expreso de conceptos apropiados y reciclados. Quizás el clima sea el mejor abono para la contingencia o para un “microacto político”. Por azar –muchas veces, casi siempre– se descubren libros que están destinados para uno. Pues bien, hoy la Alianza de Editores Independientes de la Argentina por la Bibliodiversidad inaugura una celebración atípica, un picnic de lectura y suelta de libros, que tendrá como punto principal de reunión la plaza San Martín. Entre las 16 y las 18, escritores, editores y lectores invitarán a traficar libros gratuitamente. Alguien soltará un libro querido en cualquier espacio público –si no puede arrimarse hasta Retiro– para encontrarse con otro libro querido, pero soltado por otro. Este trueque sucesivo en tiempo y espacio expande la multiplicidad de las lecturas y la viralidad de la misma acción de desprendimiento. La movida, que se celebrará simultáneamente en diez países de América latina, se llama el DíaB, por el Día de la Bibliodiversidad, palabra embrollada que, traducida al “lenguaje de a pie”, sería la diversidad cultural aplicada al mundo del libro. Esto es, la defensa de un variado repertorio de voces y el acceso universal a la información y al conocimiento.
Constanza Brunet, de la editorial Marea, desmenuza ante Página/12 por qué se decidió “soltar” libros y festejar por primera vez el DíaB justo en el arranque de la primavera en el Hemisferio Sur. “Esta estación evoca la variedad, el contraste de colores, el reverdecimiento, la transición, el anuncio de lo nuevo. Si bien la idea es que este día sea internacional, el Sur connota la posición de periferia del sentido de circulación de las ideas en un mundo globalizado”, subraya la editora. “Invitamos a soltar los libros en cualquier lugar público: el banco de una plaza, en un medio de transporte público, en un local de comidas rápidas, en un mostrador de un negocio, donde sea. La idea es hacer una pequeña intervención urbana, generar una escena disruptiva en medio de la cotidianidad de una ciudad; que encontrarte el libro, además de ser un regalo inesperado y la posibilidad de leerlo, se convierta en un disparador para imitar el acto de la suelta y reflexionar sobre el libro como un objeto portador de cultura y no una simple mercancía.”
Además de soltar libros de Marea, Brunet confiesa que también se animará a desprenderse de libros de su biblioteca personal, “leídos y marcados por mí”, aclara con la devoción del lector que deja la “huella dactilar” en las páginas. “Prefiero soltar los libros que leí recientemente, que me gustaron y que puedo volver a comprar. Lo admito: no me resigno a perderlos para siempre.” La editora de Marea anticipa para los sabuesos que circulen por las calles de Buenos Aires que dejará en algún lugar –cuyas señas no se puede ni debe precisar para no aguar la sorpresa del encuentro–, libros de editoriales independientes: Recorre los campos azules (Eterna Cadencia), de Claire Keegan; En otro orden de cosas (Interzona), de Fogwill, y Varadero y Habana maravillosa (Tamarisco), de Hernán Vanoli.
La propuesta de convertir el 21 de septiembre en el Día Internacional de la Bibliodiversidad es una iniciativa de la Alianza Internacional de Editores Independientes que será elevada a la Unesco. “El establecimiento de un día especial es un proceso complejo que encarará la Alianza. Muchas de las acciones que estamos haciendo en los distintos países de habla hispana formarán parte de la presentación del proyecto”, explica Brunet. En este primer festejo la red hispanohablante de la Alianza Internacional de Editores Independientes –asociación sin fines de lucro que se ocupa de una red compuesta por 80 editoriales y colectivos de editores de 45 países– será la pionera en realizar actividades promocionales en varios países: Perú, Chile, Colombia, México y Bolivia. En otros países, en los que no existen colectivos de editores independientes pero sí editoriales miembros de la Alianza –Uruguay, Ecuador, Guatemala y España–, también habrá sueltas de libros en apoyo al Día de la Bibliodiversidad.
En el “manifiesto” que puede encontrarse en Internet, los editores independientes cuestionan las formas de circulación tradicional de los libros como mercancías. “No nos oponemos al mercado, pero no funcionamos en términos de adaptación sin que nuestros proyectos pierdan vitalidad”, plantean. ¿Cómo consiguen ganar vitalidad o mayor visibilidad dentro del mercado del libro en el que participan? “En términos de mercado, proponemos editar libros concentrándonos en la oferta y no en la demanda”, responde Brunet. “Las grandes editoriales editan respondiendo a la demanda, muchas veces identificada con estudios de mercado o con olfato editor. Así, publicar simplemente es ofrecer productos de rápida venta que respondan a una moda existente. A la inversa, el editor independiente aspira a participar en lo más rico que tiene una cultura, que es lo emergente; de ahí que su catálogo sea también una creación. La existencia de la edición independiente es la garantía de bibliodiversidad, de búsqueda, de experimentación, de oposición a la cultura dominante como única opción cultural. Prueba de ello es la práctica habitual en las grandes editoriales de ‘robar’ autores a las editoriales independientes una vez que éstos han alcanzado notoriedad, es decir una vez que empiezan a incorporarse a la cultura dominante. En ese sentido, funcionamos como una suerte de ‘laboratorio de experimentación’ para el mundo de la edición. Esa es nuestra debilidad y nuestra fortaleza”, admite.
La suelta de libros como símbolo es la punta de un recordatorio. “Aunque habitualmente encontremos los libros en una librería a determinado precio, no se trata de mercancías como cualquier otra; es un objeto portador de cultura donde circulan las ideas, la literatura, el conocimiento. Y ésa es la esencia de la bibliodiversidad”, sintetiza Brunet. “Si el libro fuera sólo una mercancía, como editores sólo deberíamos optimizar la ganancia y apostar por aquellos autores y libros ya consagrados o temas comerciales que nos garanticen una venta alta. En un mundo así, el panorama cultural se vería empobrecido casi hasta la miseria. Por eso apoyamos la circulación alternativa del libro. La suelta de libros es una actividad cultural pero también lúdica, que ya viene haciéndose en muchos países, que puede hacer cada uno en su lugar, que implica participación colectiva. Un microacto político”, define la editora.
“El concepto de bibliodiversidad va mucho más allá de la suelta a la que tomamos como una herramienta más de concientización”, advierte Brunet. “La instalación de un día de la bibliodiversidad apunta a darle visibilidad a este concepto, dar visibilidad al trabajo de las editoriales independientes, que habitualmente está en un segundo o tercer plano. Transmitir fundamentalmente a los lectores, pero también a los autores, los periodistas, los libreros, los funcionarios vinculados con políticas culturales, los bibliotecarios, la importancia de entender el funcionamiento del mercado editorial y actuar contra la concentración y la mercantilización del libro.”
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