lunes, agosto 27, 2007

Centro Murga Buenos Aires en Parque Chacabuco
Por Pupita La Mocuda


“…Con los ojos cerrados me ves mejor…”
Serú Girán

Cursamos las antípodas de febrero. Sin embargo se respira estío bajo el vuelo rasante de la autopista que parte al medio el Parque Chacabuco para perderse en el horizonte urbano. Justo debajo, cercano a un diminuto rosedal, vestigio de una ciudad que ya no es, se alza el Centro Cultural Adán Buenosayres.[1] La órbita no puede sino ser exacta. Es justamente aquí donde se presenta Centro Murga Buenos Aires, espectáculo ideado, escrito y dirigido por Enrique Molina que, adentrándose en vericuetos profundísimos de nuestro ser - con - otros cultural e histórico, recorre gran parte de la genealogía murguera porteña – diezmada, como la ciudad, como la argentinidad toda, pero resistente en su herencia herética – y la transpone al teatro. En él participan tres agrupaciones de murga porteñas de características estilísticas distintivas: el Centro Murga Los Cometas de Boedo, el Centro Murga Los Reyes del Movimiento de Saavedra y el Centro Murga Los Viciosos de Almagro.[2]
Aun así, la obra no comienza cuando sube el telón sino mucho antes del crepúsculo, en los corrillos, en las ruedas y en las confluencias de fervorosos intercambios que la preceden y han de continuarla cuando finalicen los aplausos y calle el último de los bombos sobre el escenario. Porque es su carácter de multitud, de muchos, lo que la define. Alguna vez Rodolfo Kusch hubo de referirse a la imperiosa necesidad de enraizamiento que permitiera reasumir todo lo afectivo y lo comunitario subyacente en nosotros como parte de la América oscura pero que rechazamos con nuestra “pulcritud”, que no es más que el rechazo hacia lo propio. Reparar el tejido social íntimamente desgarrado requiere regenerar lo colectivo desde lo íntimo y lo particular. Es esta, precisamente, la energía que puede respirarse en la delicada filigrana de Centro Murga Buenos Aires que – haciendo de la periferia el centro – intenta romper ese “espanto original de no saber quienes somos”
[3] y abre camino hacia la identidad, que es siempre una búsqueda y un reencuentro con cosas entrañables que nos son desconocidas.
Ya a principios de la década del sesenta habrá de ser Arturo Jauretche quien se queje de la incapacidad de incorporar a los hábitos del pensamiento argentino la habilidad de ver el mundo desde nosotros, por nosotros y para nosotros y propondrá llevar al plano de la inteligencia política el modo común de ver las cosas por los hombres del pueblo. Centro Murga Buenos Aires va delineando una mito-poética de lo barrial buceando en aquello que denominamos cultura del pueblo, en tanto complejo entramado de símbolos identitarios que el pueblo preserva y crea y que es la cultura de los de abajo forjada en conjunto. La tríada murguera que lo conforma, “nombrando los sitios donde se desparrama la ternura”,
[4] encuentra en el devenir incesante un pasado común y lo honra, lo abraza, lo resitúa, le propone presente y porvenir. Lo común, lo de todos es también el más profundo de los sueños. Hacía allí vamos. Cerrando los ojos sabemos que estamos volviendo a casa.

[1] Las transformaciones en la conformación arquitectónica de Buenos Aires son parte de una configuración más amplia que conjuga con el advenimiento de la última de las dictaduras militares en todos sus niveles terror, desaparición y muerte seguida de la desidia y el repliegue solipsista que caracterizan la década del noventa. En 1978 comienza la construcción de la autopista 25 de Mayo que modifica sustancialmente el paisaje del lugar. Se divide el parque, destruyéndose uno de los espacios verdes más hermosos con los que contaba la ciudad. Desaparece el Rosedal, admirado por el famoso paisajista Forester; se talan más de 400 árboles, se levantan fuentes y estatuas. El Parque Chacabuco ha sufrido un proceso incontenible de concesiones de las tierras del dominio público y una ocupación despiadada por abajo, con la llegada del subte; por arriba la autopista; por dentro, los supermercados, escuelas públicas, polideportivos, centros culturales, entre otros. Así, en principio los vecinos abandonan su habitualidad de frecuentar el espacio público generándose procesos de deterioro urbano, difíciles de revertir. No obstante, durante muchos años, los vecinos con clara conciencia de participación y de realismo, y sobre todo con mucha imaginación, han trabajado con los sectores institucionales para fortalecer el rol de identidad barrial con los nuevos marcos urbanos existentes, en la convicción de mejorar la calidad de vida de todos los habitantes, transformando el barrio en un buen lugar para vivir. Fuente: La Gran Ciudad (www)
[2] Una cuarta agrupación, el Centro Murga Los Fantoches de Villa Urquiza, también forma parte de esta constelación murguera, aunque de manera más lateral a la trama. El espectáculo continuó en el Teatro Empire de esta ciudad durante el mes de agosto.
[3] Rulli, Jorge E.: “Hacer de la periferia el centro”.
[4] Borges, José Luis: “Cercanías” en Fervor de Buenos Aires.

Imagen tomada de www.centromurgabuenosaires.blogspot.com

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