sábado, septiembre 30, 2006


(reportaje - historia de vida murguera)
EDUARDO PEREZ NARIZ




Hay pocas cosas peores que un lunes. Una de ellas es un lunes lluvioso. Sin embargo, el ambiente del Circulo de Salvavidas era acogedor. Eduardo Pérez jugaba de local. Es habitué del salón de Cabello al 3900. La voz de Nariz, grave y potente, llena todo el aire alrededor.
"En principio yo puedo estar equivocado en algunas expresiones, mi forma de hablar es bastante escasa, pero de cualquier manera el que me quiere entender me entiende ¿no?."
• Historia de un Murguero
¿Cómo llegué yo a la murga? Y, por la murga del barrio, en Juan María Gutiérrez al 3900, ¿viste la verja del zoológico? Bueno, ahí era la murga. Ni me acuerdo el nombre, Los Poligrillos, Los Cara Sucia. Pero lo interesante de todo esto no es mi persona, sino el hecho en sí de cómo fue la década del '30, la época de la murga del "tachin tachin", como le llamo yo, por su compás. Eran 7 los integrantes, director mascota, director más grande, bombo y 6, 7 murguistas que iban atrás. La ropa era de arpillera, el bombo, era todo muy improvisado. En el '43 es cuando me integro en una murga en calidad de murguista, no de director, sino de murguista, en una murga de acá, de la zona de Palermo: Los Averiados de Palermo. Ellos venían arrastrando, si mal no recuerdo del año '18, una historia que contaba la gente mayor en aquel tiempo, que eran de Uriarte y Soler. Esta ya no era la murguita del barrio, sino el Centro Murga Los Averiados de Palermo, en la cual los integrantes oscilaban entre las 40 y 50 personas. La levita era de género y el pantalón de frac. Cada murga tenía sus colores, en este caso eran blanco y negro. Como base, después se combinaban a lunares, a cuadritos, negro combinado con el blanco, blanco combinado con el negro y era una tradición, como los colores de una camiseta de fútbol, no se cambiaban. Igual era todo muy, muy improvisado, no tenia un amasijo de ensayo, puliendo errores, cada uno salía a hacer lo que tenia que hacer cuando lo tenia que hacer, cantar se cantaba en coro, y la música de aquel tiempo era mas bien pasodoble, se estilaba la parodia, se tomaba la música y se hacía la parodia de la letra original. En esta murga yo salí hasta el año '49. En el '48 yo me asciendo a director de murga, porque en el mismo Palermo pero en distinta zona, al costado del zoológico, en Cerviño y Malabia (hoy Rep. Arabe Siria) sacamos la murga del barrio, que se llamo Los Desdichados de Palermo, y yo empecé a ser una especie de caudillo. Toda murga necesita un caudillo, no un guapo para pegar trompadas, sino un tipo que, supuestamente tenga jinetas en el brazo o soles en el hombro para hacerse respetar. En el '49 vuelvo a Los Averiados de Palermo y ahí me respetan la categoría así que no salí como murguista sino como director. En ese tiempo los patrimonios que tenían los directores eran, primero ir adelante del bombo y segundo cuando se hacía el semicírculo o el círculo en la calle, los directores siempre iban al medio mientras que los murguistas iban entre bambalinas, como quien dice, y en la palestra, lógicamente estaban los bombos y los cantores. En el '50 vuelvo a Los Desdichados de Palermo y ahí se produce un episodio fortuito, lo cual me da un cierto cartel, entre comillas. Tengo que cantar en la murga, ¿cuál es el motivo de esto? Que el martes de carnaval el cantor nuestro, Ramón Cevallos, estaba afónico. Y me dijo que yo tenía que cantar porque él estaba afónico. En ese tiempo se cantaba sin micrófono, en la calle y con la voz al aire. Yo tenía la voz un poco potente, sobresalía en el coro y me gustaba cantar, así mismo en el colegio, las canciones patrias, siempre me gustaba cantar. No es que fuera cantor ni que me sintiera cantor. El asunto es que tengo que cantar en la murga la noche de carnaval, día martes. Termino de cantar, una canción improvisada, que no era de esta murga, yo la conocía de una murga del Bajo Belgrano. Y cuando termine de cantar, vino Ramón y me dijo: - "¡Sos un fenómeno!" - "¡Todavía, encima me cargas!". Yo lo quería matar, tenia unos nervios, estaba enloquecido. Para ocultarme del público empecé a gesticular, y no a cantar parado como se estilaba en aquel tiempo. No digo que yo lo implanté, pero soy uno de los pioneros de que el cantor cantara haciendo mímica. Yo viví la murga, no viví de la murga. Cuando fui a vivir de la murga, que fue en el año 1956, me contrató una murga y me pagaban 100 pesos por noche. Ese fue uno de los momentos más amargos de mi vida, porque yo fui a laburar, no fui a salir en una murga, fui a laburar y a mi el laburo nunca me gusto, las obligaciones nunca me gustaron, por eso nunca me gusto el trabajo. ¡Ojo, tuve que laburar toda mi vida, eh!. Me alejo de la murga en el '57, a pesar de que hasta el '60 estuve pegado. En el '61 me caso y ahí se me terminaron los carnavales. Como yo trabajaba en un club, en el club Municipalidad, en la boletería, no podía ver murga pero de cualquier manera dejaba a la una, dos de la mañana y por ahí enganchaba un algo, en el barrio de Palermo, en la Rural había un corso, en la calle Santa Fe, algo veía. Pasaron los años, hasta que en el año 1986 yo me entero que hay una persona, Coco Romero que empieza a “mover” el movimiento, a darle una vuelta de rosca. Ahí empezaron a florecer los centros culturales.

Fuente: www.solomurgas.com

1 comentario:

anais dijo...

Esa sonrisa de Nariz será inolvidable...
Si es tan contagiosa ahí, en la foto, imaginen lo que era en su boca y en vivo y en directo...
Cuánto lo extraño...