sábado, marzo 13, 2010

Reportaje a la murga de sobrevivientes Los Que nunca Callarán.
Por lavaca.org en el mes de enero de 2007

¿Cómo entender a una murga?


Revoleando patadas al cielo

La murga Los que nunca callarán -que se presentará en Ituzaingó el 3 y 4 de febrero y luego durante todo el Carnaval en diferentes lugares- está formada principalmente por sobrevivientes de Cromañón, y hereda todo el ADN murguero constituido por una mezcla de espíritu crítico, alegría, compromiso, denuncia y diversión. Charlas para entender cómo rebelarse contra la parálisis; por qué mucha gente no se moviliza; la estrategia del día a día y qué ocure tras haber perdido a una pareja en aquel infierno: algunas confesiones a lavaca sobre el amor y el futuro


Lo que dicen Los que nunca callarán


Diego tiene un bombo murguero (y viéndolo de perfil se entiende por qué se le dice ’bombo’ a la panza de las embarazadas), mira los saltos que pegan Bárbara, Luz y Florencia, y cuenta que los pasos de la murga empiezan por representar a los de los esclavos, con grilletes, sometidos a latigazos: pasos cortos, tambaleantes. "Después viene el triple salto, las piernas se sueltan de las cadenas". Y finalmente llega "la matanza": "Ahí hay que matarse bailando, todo el cuerpo liberado y moviéndose". La murga siempre fue crítica social, burla al poder. En eso se hermanan las de la Argentina y el Uruguay. La murga es recuperar la calle y decir la verdad. Contar las tristezas y armar una fiesta de rebeldía y alegría colectiva.


Mauge toca un timbal, con su remera de los Rolling, las puntas el pelo de la nuca teñidas de violeta. Cuando ve un grabador grita: "Tengo 19 años, soy soltera y sin pareja: ¡¡¡Socorro!!!" . Se ríe. Alguien diría que se muere de risa, aunque sucede lo contrario: vive de esa risa. El timbal de Mauge bombea el sonido hacia abajo, la vibración sacude el asfalto como un terremoto que se le mete a uno desde los pies hasta las entrañas. Bárbara, Luz y Florencia bailan engañosamente desarticuladas, ríen, Diego y Juan beben mate. En un rato comenzará el ensayo de Los Que Nunca Callarán, murga compuesta por sobrevivientes de Cromañón y amigos que se han ido sumando. El 3 y 4 de febrero las primeras presentaciones serán en Ituzaingó. Ya hay unos 30 integrantes fijos, con tendencia creciente. Todo ocurre en un lugar inesperado como una adivinanza: ¿Dónde puede ensayar una murga su mezcla de alegría, liberación, cantos y terremotos sin molestar a los vecinos (por ahora), y sin tener los "permisos correspondientes" (con perdón de las palabras)? Respuesta: el lugar es junto al paredón del cementerio de la Chacarita, en cuya esquina sobre la calle Jorge Newbery se lee escrito en piedra: "Cementerio del Oeste".


"Hablamos con otras murgas, nos explicaron que se necesitan autorizaciones para ensayar porque si no te echan. Pero acá no molestás" dice Florencia, o Florchu, con sus enormes ojos bellos y serios. "A veces ironizamos por estar acá, pero no le damos un significado especial. A lo mejor es muy loco" supone Luciana. Del lado de allá del muro están enterrados muchos chicos muertos aquel 30 de diciembre de 2004, casi 25 meses atrás. Del lado de acá, los chicos de Cromañón, los que nunca callarán, son una tensión pura. A veces, el gesto nublado por una seriedad inquietante: ¿qué vieron esos ojos? Pero al rato saltan, tocan, bailan, cantan, hacen bromas, vivos de la risa.


Pintate bien la cara, no pierdas la ilusión


La reunión es sobre el piso, cerca del muro del cementerio. Hay varios de los integrantes de la murga compartiendo mate con lavaca. Los Que Nunca callarán nació a fines de 2005. Levitas brillantes rojas y negras, letras para la memoria, danzas para el futuro. Ya participó en un encuentro nacional murguero de Santa Fe, viajó a Ledesma a conmemorar la resistencia a la represión en Jujuy, y ahora se irá presentando a lo largo de los carnavales, empezando por Ituzaingó el 3 y 4 de febrero invitados por Los que quedamos. Hay una página web (www.losquenuncacallaran.com.ar) y un fotolog (fotolog.com/murga_quenocalla). ¿Cómo se llega a una murga como esta? Comienzan las presentaciones. Luciana es sobreviviente de Cromañón. "Mi novio, Pablo Fucci, falleció allí". Luego del 30 de diciembre Luciana no participó en ningún grupo de familiares ni sobrevivientes, pero hacía terapia grupal en el Hospital Santojanni junto con Mauro (amigo de Pablo) y otros chicos. "Un día supimos de la muestra de fotos, fuimos a verla". La muestra con la historia de cada chico es una de las iniciativas que sigue recorriendo el país. Luciana y Mauro tenían una sensación extraña: "La terapia era importante, pero no lográbamos hacer lo que teníamos ganas: construir a partir del dolor. En la terapia no salíamos de la contención". (La palabra contención tiene una frontera difusa entre el cuidado, y la sujeción). Los chicos terminaron la terapia en el tiempo previsto, pero a partir de allí decidieron hacer lo que tenían ganas. "Fuimos al grupo Memoria y Justicia (también conocido como grupo Paso, uno de los que integra la Articulación de grupos de familiares y sobrevivientes de Cromañón), conocimos a Florchu y pensamos qué hacer con respecto a los sobrevivientes que no participaban en las marchas, o no iban al Santuario" dice Luciana, 26 años, que es profesora de Historia, le falta una tesis sobre investigación histórica para la maestría, y trabaja como asistente técnica en el ministerio de Desarrollo Social. Empezó a nacer la idea de la murga, con apoyo de murgueros como Papo, de Pasión Quemera.


Los que no participan


Juan trabaja en una fábrica de ropa. Estuvo el 30 de diciembre en el boliche de Once, lo metieron en una ambulancia de la cual se bajó para permitir que llevaran a chicos más afectados que él. "Fuimos seis, salimos todos, pero perdí a dos amigas que no habían ido conmigo. Nunca más me pude despegar de Cromañón. Al día siguiente volví, y volví todos los días durante semanas enteras. Quería estar ahí. No podía entenderlo". Poco a poco Juan salió de esa hipnosis concurriendo a las marchas. Mantuvo muy buena comunicación con los padres de sus amigas muertas, que tienen actitudes opuestas: "La mamá de Flor participa en todo lo de Cromañón, las marchas, la muestra, todo. En cambio la madre de María no participa en nada. Prefirió estar en contacto con los amigos de la hija, y se metió en un hospital como voluntaria. Fue un cambio tremendo en su vida. También le pagaron una indemnización, y ella la donó a un comedor comunitario". Bárabara no es sobreviviente pero se sumó a la murga. Mucha gente se siente ajena a Cromañón porque no le tocó de cerca. A Bárbara le pasa al revés: "Yo no perdí a ningún amigo, no me pasó nada de modo directo, pero sé que pude haber estado". Esa noche no pudo ir a ver a Callejeros. Estaba en su casa. La llamó una amiga avisándole que se había incendiado Cromañón. "Prendí el televisor y decían que el problema era en El Reventón. Le dije a mi amiga: no fue Cromañón, es una bailanta". Bárbara padece esas palabras hasta hoy: "Yo después caí en que si era una bailanta no me importaba tanto como si era en Cromañón" reconoce, como si no pudiera entender ni justificar su propia reacción en aquel momento. Para colmo, era Cromañón. "Fue un cambio en mi vida. Todo se dio vuelta. Veía eso por televisión y no lo podía creer. Después fui a las marchas que había en Tapiales, pero apenas supe de la murga decidí venir". Bárbara acaba de quedar desocupada como cajera en negro de un bar del que fue despedida como represalia por haber pedido un (1) día de vacaciones.


La vida "busca", y el monotributo


Diego tiene 30 años y tampoco es sobreviviente. "Ni siquiera me gustaban Callejeros ni Ojos Locos" (los conjuntos que se presentaron aquel 30). ¿Música preferida? Interrumpe Mauge: "No digas nada. Sos fan del Mauge Rocanrol". Diego informa que le gustan Los Pericos. Mauge le propina una carcajada rollinga. Junto al bombo de la murga, que tiene un platillo arriba cual sombrero metálico, Diego cuenta que dos de sus amigos, Cristian y Luis, habían ido a Cromañón, la novia de uno de ellos lo llamó, la televisión le transmitía una especie de taxi de la muerte que subía la cantidad de víctimas cada cinco minutos. En diez minutos llegó a Once. "Y a los 20 metros me lo encontré a Cristian, la cara toda negra del humo del cianuro, desorientado, y me avisó que Luis estaba bien". Diego siempre fue murguero, como Papo. ¿Un murguero puede participar de dos murgas? Mauge lo traduce así, azuzando a su amigo: "Vienen con nosotros pero después nos ponen las guampas con otra murga".


Diego reconoce que toda su vida fue lo que suele llamarse un "busca", un buscador de oportunidades callejeras para poder vivir. "Con diez pesos compraba lápices en Liniers, los venía a vender a la esquina y hacía 30, y así". Fue motoquero y hoy posee una empresa de mensajería. Bárbara, la despedida del bar, lo mira de reojo. ¿Qué hubiera hecho él como pequeño empresario frente a un caso como el de Bárbara? consulta lavaca. Diego: "Este país no te dejan crecer, te traban, tenés que tener mucha plata. Yo pago monotributo y hasta eso es caro. Y no puedo tener motoqueros en blanco porque no dan los costos. Si un chico se toma vacaciones, no se las puedo pagar, no me da la cuenta". Bárbara muestra un puño, Diego se cubre la cabeza, todos se ríen, nadie sabe si esto debe ser interpretado como una lucha de clases dentro de la murga.


El abismo de mirar el techo


Siguen las presentaciones. Florencia tiene 18 años, fue a Cromañón con su novio Julián, que quedó afectado por el veneno y murió dos días después. Ella pasó 13 días internada y muchos meses con los pulmones en riesgo, nebulizaciones cotidianas, la voz ajada por el humo negro. Participó siempre en las marchas, integró la Asamblea 30 de Diciembre de El Palomar que funcionó durante el primer año posterior a la masacre, y con tanta juventud a cuestas, es seguramente de las más activas y a la vez discretas integrantes de eso que se ha dado en llamar Movimiento Cromañón. "Aprendí que la murga te permite sacar el dolor por otro lado" cuenta, sin olvidar que también ha seguido terapia a lo largo de este tiempo. Hace dos meses renunció a un comercio de aire acondicionado. Está a punto de retomar sus estudios parra el profesorado de Historia. Luz tampoco estuvo en Cromañón, pero era amiga de Pablo Fucci y de Luciana. Es diseñadora gráfica y en la murga no solo encontró un modo de canalizar sus sentimientos frente a lo ocurrido, sino que también encontró novio. Ahora Mauge toma la palabra (es de las que más formalmente responde al nombre de la murga). Cumplió 19 capricornianos años y en marzo recursará el 5º año que nunca llegó a terminar. "Yo vine al principio pero no me parecía que podía ponerme un traje de colores y bailar haciéndome la feliz cuando la procesión va por dentro". Maugue fue y volvió, encontró alegría, amistad y le adosó a la murga ese ciclón de aire fresco que parece acompañarla siempre. "Ahora tengo las re ganas de seguir" dice sacudiendo el flequillo negro. Aclara que no terminó la secundaria por los problemas de la cabeza. ¿Qué problemas? Escucha la pregunta, y se pone seria. "Un montón de cosas. Delante de la gente soy yo misma, pero cierro la puerta de mi pieza, miro el techo y me quiero matar... no puedo escuchar a Callejeros sin llorar. Mejor dicho: hoy escuché el primer CD completo". Dice que después del secundario quiere seguir estudiando: "Voy a seguir Derecho. Capaz que hay una pared en el medio, pero yo sigo derecho" dice antes de huir nuevamente a tocar el bombo. Florencia cree que la murga cumple la función de permitirle a todos "estar juntos para salir adelante, y llevar nuestro reclamo de memoria y justicia". Luciana la diferencia de las otras murgas en un detalle: "Todas son barriales, esta no". Tal vez estemos ante el nacimiento de las murgas temáticas.


¿A quién le da la razón el tiempo?


¿Cómo ven la relación entre Cromañón y la sociedad, más de dos años después? Luciana: "Algunos prejuicios se fueron cayendo. Se empieza a entender que eran chicos con sueños y proyectos". Sin autoengaño, sostiene: "Pero como toda lucha se va debilitando y olvidando, y el común de la gente se acuerda cuando llega el aniversario y hay recordatorios por todos lados, programas especiales y esas cosas. Lo que surge ahí es lástima, pero no te van a una marcha ni se comprometen. Esa es mi sensación". Florencia cree que el tiempo les va dando la razón a los que decidieron no encerrar su dolor a solas, entre cuatro paredes. "Yo creo que cada vez más va a ir siendo una batalla ganada". Hubo una discusión con una señora que Bárbara padeció del siguiente modo: "Me dijo, ¿qué más quieren si ya lo sacaron a Ibarra? ¿Y por qué no sacan el santuario del Once, que es una mugre?" Flor replica: "Como si el Once fuera una mugre por culpa nuestra". Al menos nadie podrá negar franqueza a la señora que interpeló a Bárbara. La consulta entonces es: ¿qué más quieren? Luciana: "Justicia, ¿es tan difícil de entender? Memoria y condena social". Florencia: "Yo por el lado de la justicia creo que llevamos las de perder. Nunca me interesé por la causa. Lo que me pasó a mi, para la causa es una estadística. Este poder judicial difícilmente castigue a los que tiene que castigar, pero nosotros nunca vamos a bajar los brazos". ¿Y entonces? "Lo importante es estar acá, es reunirnos, es seguir adelante, es estar juntos". Luciana recuerda un dato: "Siempre uno tiene desconfianza. Pero cuando era el juicio político a Ibarra también había esa desconfianza, y al final lo destituyeron por la presión. Así que esto es como un trabajo de hormiguita. No tenemos la llegada que tienen las empresas periodísticas, pero hay que llevar la lucha a los barrios, y rehacer nuestra vida".


Confesiones de verano


¿Qué ocurre con esos duelos de chicas que perdieron a sus novios en Cromañón? ¿Cómo sigue la vida? Luciana no esquiva el tema. Siendo una de las voceras naturales de la murga, y una de las más encendidas y combativas integrantes del universo Cromañón, logra también hablar con sinceridad de esos laberintos del sentimiento. "Yo al principio tenía una negación total. Pablo había hecho un dibujo del sol y la luna, con nuestras iniciales. Yo lo hice escanear, y me lo tatué (ahí está, del lado izquierdo, entre el hombro y el corazón). No estoy arrepentida del tatuaje. Los padres de Pablo me decían que yo tenía que seguir con mi vida como mujer, y yo les pedí que nunca más me hablaran de eso. Con el tiempo empecé a cambiar. Yo siempre me pintaba mucho los ojos, pero después de Cromañón pensaba que era una falta de respeto a Pablo. De a poco, empecé a pintarme, o a usar una ropa distinta, que se me viera la panza. Eso implicaba que me miraran y que yo permitiera eso. Y también permitirme mirar a alguien". Pablo y Luciana, conviene saberlo, estaban de novios desde que él tenía 15 años y ella 14: nueve años y medio. "Empecé a ubicar a Pablo como lo que fue: mi gran compañero. Pero entendí que físicamente no iba a poder estar conmigo. Y que uno necesita sentirse abrazado, que lo acaricien, compartir charlas, y eso ya no podría ser más. No quita que sea mi compañero desde el alma. Lo que hice fue ir al cementerio, y contarle todo ese proceso mío como mujer, para sentir que él está conmigo en ese proceso. Yo como mujer quiero volver a enamorarme, porque fue lo más hermoso que viví con él en esos nueve años y medio. No es que quiera lo mismo, siempre será distinto, pero hablo de volver a enamorarme, tener un compañero. Y que los padres de Pablo lo conozcan". La memoria no tiene por qué ser un muro opuesto a la vida.


El uniforme y el dibujo


Un día después, revolviendo un cortado en un bar porteño, Delia Fucci confiesa que a veces no hace más cosas con la murga "para que no digan: esta mujer está loca". Es la madre de Pablo Fucci y se mezcla en bailes y saltos, revoleando patadas al cielo como propone la propia murga, con los sobrevivientes que además fueron los amigos de su hijo. "Yo encontré la juventud. Cuando estoy ahí tengo 24 o 25 años". Aires de la época. Delia no terminó el secundario, se casó y se convirtió para siempre en un ama de casa. Jorge, su marido (hoy tiene 62 años), perdió el trabajo en 2002 y quedó desempleado. Era fundidor de alhajas. Tuvieron dos hijos. María Julia, 27, trabaja como vendedora en una marroquinería y sigue viviendo con sus padres. El menor, Pablo, tenía 24 años. Al terminar el secundario entró como empleado a Easy, una cadena de ferreterías desmesuradas. Pablo se ponía el uniforme de la empresa, le daba parte del sueldo a sus padres y el resto lo dejaba sobre la mesa de luz. "Me decía: Mamá, agarrá lo que necesites", cuenta Delia, y revela que su marido Jorge ya tenía lastimado el espíritu a fuerza de desocupación, como le ocurre a tantos hombres en esa situación: "Es el tipo muy formado para ser el sostén de la casa". Jorge le insinuaba a Pablo que tenía que hacer algo para crecer dentro de Easy (que significa "fácil"). Pablo contestaba: "Para eso hay que ser chupamedias. Yo no lo voy a hacer". El significado de lo fácil se hizo turbio. Pablo se fue enojando con la situación. Delia: "Para él ese trabajo era como un sistema que no le dejaba la cabeza libre para otra cosa. Entraba a las dos de la tarde, volvía a casa a las doce de la noche. Un día renunció y se metió en una granja de venta de pollos con un amigo, y en una escuela de arte de La Boca. Fue impresionante. Ahí se convirtió en otro Pablo. Estaba feliz, contento, pintaba, hacía esculturas". Delia abre la cartera que se insinúa llena de papeles, volantes, cuadernos y fotos, y me muestra un pequeño dibujo: el perfil de un murguero, con galera y levita y sonrisa, dibujado por Pablo en 2004. "El padre no lo entendió. ¿La va de bohemio ahora? Ese es el gran dolor de Jorge, no haberlo entendido, y creer que Pablo se fue enojado con él por eso". El nombre de Pablo es hoy el de uno de los salones del Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), donde el muchacho alcanzó a estudiar tres cuatrimestres.


Lectura de alguien que nunca leyó un libro


Delia guarda el dibujo. "Pablo (le decían Foli) nunca estuvo en una murga, pero le encantaba. Después de Cromañón yo me quedé mucho tiempo paralizada. Pero estaban conmigo los amigos de Pablo y sobre todo Luciana. Y ella me dijo: no es manera de estar. Hay que salir a luchar por Foli. Vos viste cómo es Luciana, tiene una energía..., así que le hice caso". Se fueron contagiando mutuamente. Recorrieron algunos grupos y se acercaron al que funciona en la calle Paso. "Porque pude pensar, hablar, conocer gente maravillosa, y hacer cosas, trabajar. Eso para mí fue importantísimo".


Delia se siente muy identificada con Luciana. "Tengo una relación extraordinaria con ella. Lloramos, pero después las dos somos de secarnos los mocos y las lágrimas, y seguir adelante. Te soy sincera, hoy vivo el día a día. Es el modo que tenés de hacer las cosas. Día a día". ¿Qué significa eso? "Que no puedo decir algo que vaya mucho más allá del día a día. Estoy con vos acá contándote cosas, lo disfruto, y no sé qué va a pasar dentro de media hora. Pero este momento tiene que ser a fondo. La vida me enseñó que es así". Tal vez eso explique la intensidad con la que Delia pronuncia cada palabra, o da cada paso. ¿Qué es lo que le enseñó la vida? "Por ejemplo, siempre dije: voy a ser abuela, llevar a mis nietos a la calesita, voy a ser una abuela piola, canchera... y todo quedó ahí. Entonces no proyecto más nada. Vivir, disfrutar y meterle pata a lo que estás haciendo en el momento. Pero al vivir ese día a pleno, empezás a proyectar sin pensarlo". Lo de Delia es experiencia pura. "Te confieso algo: nunca en mi vida leí un libro. No puedo concentrarme en la lectura. Si me contás ahora algo, un libro, lo que sea, me lo acuerdo de pé a pá. Pero empiezo a leer, y a los pocos renglones me olvido de todo". ¿Qué lectura hace esta dama que cree que no puede leer un libro, sobre la relación entre la sociedad y lo ocurrido en Cromañón? "Hay gente que dice que estamos solos, pero yo creo que la sociedad nos acompaña muchísimo. Lo noto en el barrio, en lo que te dice la gente, que hay que seguir luchando. Te acompañan así, pero no con el cuerpo, como tendría que ser. Tendría que haber muchísima gente movilizándose. Pero yo misma soy autocrítica, porque yo era igual". Traducción: Delia miraba las desventuras argentinas por televisión, se conmovía, se solidarizaba y no hacía nada. "Yo veía las cosas por TV, se me caían las lágrimas. Veía las cosas de derechos humanos, de crímenes, de injusticia, lo sentía realmente, me dolía. Pero nunca dije: voy a marchar con ellos". Una conjetura: "Capaz que hay muchas personas que están en la casa, lloran con vos, saben todo, saben cómo es el sistema, cómo es la corrupción, se quedan sensibilizadas pero no movilizadas".
¿Y por qué ocurre eso? ¿Por qué usted misma se sensibilizaba y no se movilizaba?
Por miedo. Yo no iba a ninguna marcha por miedo. Ahora iría a cualquiera. Lo que pasa es que ahora entiendo que la gente que va a luchar no es la gente que muestran los medios. Siempre te muestran lo malo, lo agresivo o peligroso. No te muestran al que lucha realmente para que las cosas cambien.
¿Y a qué se le tiene miedo, Delia?
Al disturbio, a tener que salir corriendo, a la policía, a los agresivos, a no saber cómo manejarse en esa situación. Ahora aprendí, vas mirás las caras, buscás a la gente que conocés. Pero antes la sola idea de estar en una marcha me daba pánico.


Delia dice que no participa en ningún partido político ("lo único que quisiera es que alguna vez alguien gobierne como corresponde" dice con tono de perplejidad). "Pero yo les diría a los partidos y movimientos que tienen que hacer todo de otro modo. Lo que hacen para movilizar es contraproducente. Paralizan a la gente. Tienen todo el derecho a protestar. Pero le tienen que encontrar otra vuelta si quieren que la gente se sume".


¿Para qué sirve estar en una murga?


Hay gente sensibilizada, reconoce Delia, pero no faltan los que dicen "córtenla con Cromañón", o la típica pregunta: ¿qué más quieren? Delia: "Como no les pasó nada, no entienden. Pero hay dos actitudes. Hay gente que viene y te pregunta: señora, ¿cómo fue lo que pasó? Otros vienen y te acusan: ustedes no cuidaron a sus hijos, ustedes quieren hacer política con sus hijos. Yo a la gente que viene así no le hablo. Y le digo a las otras mamás: no te gastés hablando, si de entrada te están acusando". Se trata del pre-juicio en estado puro. El caso típico es la aberrante mentira sobre que en Cromañón había una guardería en el baño donde padres desaprensivos dejaron a sus bebés. Tal cosa jamás existió, pero muchos lo repiten con una monotonía de Alzheimer. "La diferencia es que el que pregunta quiere saber. Y el que tiene prejuicio y te acusa, no quiere saber nada". ¿Cuál es el objetivo que se puede tener participando en la murga o en los grupos relacionados con Cromañón? "Los chicos encontraron un espacio, yo escribí que la murga cambió mis lágrimas por sonrisas y transformó mi dolor en lucha. Mirá, tengo las cervicales arruinadas, el estómago pegado a la espalda, el corazón destrozado las 24 horas, pero cuando estoy en la murga no soy yo. Me siento joven, vital. A los chicos les pasa algo parecido, están con sus pares, se reúnen. No es sólo pedir justicia, no es sólo que cambie el país. Les está haciendo bien a ellos, y han cambiado mucho". (¿Habrá que cambiar las palabras y pensar que en un caso así más que el "objetivo" importa lo "subjetivo"? ¿Que cualquier cambio bien entendido empieza por uno?) Delia asegura que esa transformación en los chicos se nota en un detalle bastante obvio: "Cuando empezamos, antes de salir a actuar yo veía mucho alcohol. Es lo que pasa con muchos chicos. Para darse fuerza, ánimo. Ahí yo me puse como mamá. A uno que tenía puesta la remera de Los Que Nunca Callarán le dije: vos tenés la edad suficiente para saber cuánto tenés que tomar, pero esta remera la tenés que respetar. Y en eso han cambiado un montón. Antes estaba la cerveza, el fernet. Ahora, el mate". Delia no criminaliza al alcohol, sino el sometimiento: "Hablo de cuando eso se empieza a poner destructivo".


Delia espera que Luciana logre rehacer su vida como mujer. Se emociona porque pese a que su hija Julia no participa en nada relacionado con Cromañón, ha hecho toda una recuperación de la imagen y la vida de Pablo. Delia vive el día a día.
Teniendo en cuenta lo del día a día, ¿qué es lo que va a hacer hoy?
Tengo que ir a buscar unos análisis que nos hicimos con mi marido, bordar una de las levitas, y buscar unos paraguas para la murga. Ya se viene el 3 de febrero y hay que tener todo listo. Y tengo que pasar en limpio una letra para la murga.


Encuentra otro papel manuscrito en su cartera pequeña e infinita como la galera de un mago. Me lo da. Entre las estrofas de su tema "Viejita" hay una que dice:


"Si nunca callan, los murgeros construirán un mundo nuevo, que no pare de bailar, y que convierta en protesta este dolor".

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