lunes, agosto 27, 2007

Centro Murga Buenos Aires en Parque Chacabuco
Por Pupita La Mocuda


“…Con los ojos cerrados me ves mejor…”
Serú Girán

Cursamos las antípodas de febrero. Sin embargo se respira estío bajo el vuelo rasante de la autopista que parte al medio el Parque Chacabuco para perderse en el horizonte urbano. Justo debajo, cercano a un diminuto rosedal, vestigio de una ciudad que ya no es, se alza el Centro Cultural Adán Buenosayres.[1] La órbita no puede sino ser exacta. Es justamente aquí donde se presenta Centro Murga Buenos Aires, espectáculo ideado, escrito y dirigido por Enrique Molina que, adentrándose en vericuetos profundísimos de nuestro ser - con - otros cultural e histórico, recorre gran parte de la genealogía murguera porteña – diezmada, como la ciudad, como la argentinidad toda, pero resistente en su herencia herética – y la transpone al teatro. En él participan tres agrupaciones de murga porteñas de características estilísticas distintivas: el Centro Murga Los Cometas de Boedo, el Centro Murga Los Reyes del Movimiento de Saavedra y el Centro Murga Los Viciosos de Almagro.[2]
Aun así, la obra no comienza cuando sube el telón sino mucho antes del crepúsculo, en los corrillos, en las ruedas y en las confluencias de fervorosos intercambios que la preceden y han de continuarla cuando finalicen los aplausos y calle el último de los bombos sobre el escenario. Porque es su carácter de multitud, de muchos, lo que la define. Alguna vez Rodolfo Kusch hubo de referirse a la imperiosa necesidad de enraizamiento que permitiera reasumir todo lo afectivo y lo comunitario subyacente en nosotros como parte de la América oscura pero que rechazamos con nuestra “pulcritud”, que no es más que el rechazo hacia lo propio. Reparar el tejido social íntimamente desgarrado requiere regenerar lo colectivo desde lo íntimo y lo particular. Es esta, precisamente, la energía que puede respirarse en la delicada filigrana de Centro Murga Buenos Aires que – haciendo de la periferia el centro – intenta romper ese “espanto original de no saber quienes somos”
[3] y abre camino hacia la identidad, que es siempre una búsqueda y un reencuentro con cosas entrañables que nos son desconocidas.
Ya a principios de la década del sesenta habrá de ser Arturo Jauretche quien se queje de la incapacidad de incorporar a los hábitos del pensamiento argentino la habilidad de ver el mundo desde nosotros, por nosotros y para nosotros y propondrá llevar al plano de la inteligencia política el modo común de ver las cosas por los hombres del pueblo. Centro Murga Buenos Aires va delineando una mito-poética de lo barrial buceando en aquello que denominamos cultura del pueblo, en tanto complejo entramado de símbolos identitarios que el pueblo preserva y crea y que es la cultura de los de abajo forjada en conjunto. La tríada murguera que lo conforma, “nombrando los sitios donde se desparrama la ternura”,
[4] encuentra en el devenir incesante un pasado común y lo honra, lo abraza, lo resitúa, le propone presente y porvenir. Lo común, lo de todos es también el más profundo de los sueños. Hacía allí vamos. Cerrando los ojos sabemos que estamos volviendo a casa.

[1] Las transformaciones en la conformación arquitectónica de Buenos Aires son parte de una configuración más amplia que conjuga con el advenimiento de la última de las dictaduras militares en todos sus niveles terror, desaparición y muerte seguida de la desidia y el repliegue solipsista que caracterizan la década del noventa. En 1978 comienza la construcción de la autopista 25 de Mayo que modifica sustancialmente el paisaje del lugar. Se divide el parque, destruyéndose uno de los espacios verdes más hermosos con los que contaba la ciudad. Desaparece el Rosedal, admirado por el famoso paisajista Forester; se talan más de 400 árboles, se levantan fuentes y estatuas. El Parque Chacabuco ha sufrido un proceso incontenible de concesiones de las tierras del dominio público y una ocupación despiadada por abajo, con la llegada del subte; por arriba la autopista; por dentro, los supermercados, escuelas públicas, polideportivos, centros culturales, entre otros. Así, en principio los vecinos abandonan su habitualidad de frecuentar el espacio público generándose procesos de deterioro urbano, difíciles de revertir. No obstante, durante muchos años, los vecinos con clara conciencia de participación y de realismo, y sobre todo con mucha imaginación, han trabajado con los sectores institucionales para fortalecer el rol de identidad barrial con los nuevos marcos urbanos existentes, en la convicción de mejorar la calidad de vida de todos los habitantes, transformando el barrio en un buen lugar para vivir. Fuente: La Gran Ciudad (www)
[2] Una cuarta agrupación, el Centro Murga Los Fantoches de Villa Urquiza, también forma parte de esta constelación murguera, aunque de manera más lateral a la trama. El espectáculo continuó en el Teatro Empire de esta ciudad durante el mes de agosto.
[3] Rulli, Jorge E.: “Hacer de la periferia el centro”.
[4] Borges, José Luis: “Cercanías” en Fervor de Buenos Aires.

Imagen tomada de www.centromurgabuenosaires.blogspot.com

Reportaje Epistolar a Osvaldo y Héctor Cicero del Centro Murga Los Viciosos de Almagro
Por Pupita La Mocuda

- ¿Qué significa para ustedes participar de este tremendo espectáculo que es Centro Murga Buenos Aires? ¿Qué sensaciones les produce?
O: Una oportunidad para tratar de llegar a gente que no conoce está expresión artística con toda su magia. Primordialmente PLACER.
H: Es de sumo agrado haber sido convocado con la gente de mi murga para este nuevo proyecto y lo que siento es alegría y júbilo al ver las salas llenas de gente que se arrima a ver a la murga porteña en otro ámbito.
- ¿Por qué decidieron participar en la obra? ¿Qué los motivó a hacerlo?
O: Por un proyecto muy interesante desde su principio acercado por Enrique Molina, el que, aunque no fuera lo planificado inicialmente, con el correr del tiempo pudo hacerse. A su vez, me motivaron las dos agrupaciones con las que compartimos el escenario.
H: Nos gustó el proyecto aunque no terminó siendo lo planeado y nos gustó poder trabajar con las murgas a las que había convocado Molina ya que las conocía de antes por haber hecho cosas en conjunto (nunca las tres juntas) pero sí haber trabajado con ellas en otras oportunidades. También conozco hace tiempo a Quique Molina y he realizado en forma independiente con él otras cosas; entonces me intereso participar de este nuevo proyecto.
- Yo pienso que este espectáculo es un verdadero antes y después no sólo por la estética murguera de tres barrios distintos que se muestran sino por la manera cooperativa entre agrupaciones en que está hecha. ¿Coinciden con esta visión?
H: No me parece así en este aspecto. Ya habíamos trabajado con otras murgas en forma independiente haciendo teatro o diferentes espectáculos fuera de la época de carnaval. Aunque sí creo que hay un después al ver que gente del teatro como lo es Claudio Gallardou
[1] se inserte y trabaje a la par de los murgueros sin importarle el dinero que pueda ganar por el espectáculo. Esto es una nueva experiencia para él y también para todos nosotros que nos sirve para crecer como murga.
O: Yo coincido parcialmente. Sí es algo distinto el hecho de que interactúen sobre un mismo escenario tres tradiciones tan distintas pero respetables en su esencia que es la misma, la murga. Con referencia al cooperativismo entre agrupaciones viene surgiendo desde hace un tiempo. Los diferentes festivales que se organizan lo demuestran.
- ¿Qué otros miembros de la familia de ustedes participan? ¿Qué hacen en la obra?
O: Matías, mi hijo. Tiene dieciséis años y es uno de los bailarines.
H: Sí, Matías, que es mi ahijado.
- ¿Cómo se eligieron los temas que interpretan Los Viciosos en el espectáculo? ¿Los propusieron ustedes o se eligieron de manera colectiva?
O: La intención de Enrique era mostrar un repertorio bien tradicional de los Viciosos, un repertorio de antaño como lo son los tangos y milongas y estuvimos de acuerdo con sus elecciones a pesar que a veces es difícil conformar a todos.
H: Desde un primer momento Quique nos dijo que quería mostrar la murga como era antes y que quería realizar los temas que nosotros hacíamos hace diez años atrás más o menos. Nosotros le dimos una carpeta con variados temas y le dejamos a él cómo director de la obra que los elija.
- ¿Qué desafíos se les plantearon cuando decidieron participar? ¿Hubo algo que suscitó alguna dificultad especial?
H: El desafío principal fue dejar bien parados a los Viciosos de Almagro como murga. Esto independientemente de que se haya formado un pequeño elenco ya que para carnavales somos ciento veinte personas que representan a la murga. Las dificultades que se nos plantearon fueron todos los meses de ensayo y parates en el medio que tuvimos por problemas de lugares o de tiempo para juntar a todos. Algunos se bajaron del proyecto por cansancio o por no cerrarles lo que estábamos haciendo. Es muy difícil para la gente recibir órdenes o sugerencias de alguien que no pertenece a su murga y que entienda que lo que le están diciendo es para mejorar su pasada durante el espectáculo.
O: El principal desafío fue el de seleccionar a los integrantes de este espectáculo sin herir los sentimientos de los que no forman parte. La dificultad más grande fue el poder juntar al elenco completo en un tiempo de ensayo muy largo y luego el problema natural que poseen todas las agrupaciones de carnaval, que son los lugares de ensayo.
- Todos los que participaron en la obra parecían moverse como peces en el agua. Como nacidos para el escenario. En el caso particular de ustedes: ¿Qué cosas que aprendieron en la murga los ayudaron a componer sus personajes?
O: El ensayo es lo que te da la seguridad sobre un escenario, y nosotros lo hemos tenido durante largo tiempo para esta obra. En mi caso ser una de las voces. Siempre independientemente del ámbito en el que estemos voy a dar todo de mí para el disfrute del espectador.
H: Después de tantos meses de ensayos si no se movían como peces en el agua era porque nacieron para pescados. (¡Jajaja!) Igual solamente estando adentro se sabe qué es lo que realmente salió mal y quizás pase desapercibido para el ojo del público. Yo traté, desde un primer momento, de hacer lo mismo que hago durante los carnavales y es lo que nos pidieron desde la dirección de la obra: que volquemos en el escenario lo que sabemos hacer y ponerle la mayor de las garras para que salga bien.
- El pequeño y excepcional bombista que hace el solo de bombo impresiona. ¿Quién es y cómo se decidió su participación?
O: Si mal no recuerdo Héctor convoco a Alan para que Quique lo viera y no se equivocó. Tiene un don especial, como pocos lo tienen, y una seguridad muy grande, que se nota viéndolo en el escenario.
H: Alan es un capo. Es el hijo de una de las integrantes de la murga y ya en carnavales salió tocando a la par de todos los bombistas en los corsos. Después de los carnavales – cuando volvimos con los ensayos del teatro – Molina apareció con la idea del taller y nosotros decidimos sumar a Alan al mismo. En esa parte de la obra, la del taller de murga en donde se hace una breve pasada de todo lo que tiene que haber en la actuación de una murga faltaba la mascota. Le sugerimos a Quique que lo viera y se lo llevamos a uno de los ensayos. Quedó asombrado y se decidió su inclusión. Tiene un oído que hasta el director de bombos de la murga lo envidia. Pidió entrar solo a tocar porque no quería tener que seguir a nadie en su pasada. Les dijo a los otros bombistas que solo le avisen cuando tenía que terminar. La madre y el tío también están dentro de la obra como bailarines. Lo que más valoro yo de Alan es que se aguanta más de una hora y media de espectáculo para poder aparecer tocando tres minutos. ¡Si a veces es cansador para nosotros imagínate lo que será para él!
- ¿Qué cosas les parece que permite contar Centro Murga Buenos Aires y qué cosas permite mostrar?
O: Cuenta como es una actuación de murga en todo su contenido detallando cosas que muchas veces pasan desapercibidas en un corso. Muestra tres estilos bien distintos de una forma prolija donde uno puede disfrutar tranquilo y cómodo en una butaca sin nieve de por medio, la tradición murguera de barrios arraigados e históricos en este género.
H: Muchos piensan que todas las murgas hacen lo mismo. Este espectáculo permite mostrar tres estilos diferentes de hacer murga: tres ritmos, tres bailes, tres estilos de canciones y tres barrios de peso en lo que a murgas se refiere. Y lo principal para mí es que muestra que las murgas porteñas si se lo proponen pueden hacer un espectáculo de gran nivel y para que cualquiera pueda verlo e entenderlo. (No solamente el murguero lo puede disfrutar.) Cuenta como era la murga porteña hace diez años atrás; explica, en el taller que forma parte de una actuación de murga porteña, y reflota cosas perdidas como las parodias e imitaciones – los homenajes o las críticas picarescas que tanto han dado que hablar en el foro.
[2]
































- La comunicación con el público – murguero o no murguero – es realmente destacable. La gente no sólo canta, corea, aplaude sino que contesta, hace comentarios, acotaciones, incluso contradice al conductor interpretado por Molina. Es decir, se mete en la trama como pocas veces he visto. ¿Cómo se vive esto en las actuaciones? ¿Qué sensaciones les produce?
O: Lo más gratificante que recibe un artista sobre un escenario es el aplauso y el reconocimiento. Qué canten una canción tuya según el ámbito y el momento te pone la piel de gallina. Lo más grato es satisfacer a gente que no es del palo, eso es impagable.
H: El agite del público en esta primera etapa que pasó en el Centro Cultural de Parque Chacabuco nos sirvió para darle los retoques finales a la obra. El que fue las tres veces vio tres cosas distintas porque fue cambiando a medida que lo íbamos haciendo. Todavía hay cosas que no salieron a la cancha y que están ensayadas. Era sabido que el público al ser murguero iba a cantar desde las butacas y aplaudir a cada uno que entraba. Eso a uno desde adentro le hace tomar valor para salir al escenario y dejar lo mejor que tiene. También influye Gallardou porque siempre le gustó interactuar con el espectador. Hay veces que hasta nosotros desde el costado del escenario nos reímos de las cosas que pasan adentro.
- ¿Qué es lo que más les gusta de llevar adelante esta obra? ¿Qué contribución les parece que hace a la recuperación del género murguero porteño?
O: Lo que más me gusta es poder compartir un escenario nuevamente con amigos como LOS COMETAS y con murgueros históricos y reconocidos como tienen LOS REYES. Poder estar en invierno en un teatro haciendo murga para todo tipo de gente debería servir para redimensionar está expresión cultural y popular.
H: El primer proyecto por el que nos juntamos era llegar a la Avenida Corrientes. Hace falta plata y no la poseemos. Molina les presentó pero de palabra a muchos productores la idea que tenía del espectáculo pero nadie quiso asumir el riesgo, Ahora con un DVD armado y con la nueva apuesta que haremos en el Teatro Empire en agosto veremos el rumbo que tomaremos. Con respecto a la recuperación del género me parece que sirve para hacerlo conocer desde otro aspecto como es un teatro; demostrarle a los que piensan que la murga es cualquier cosa, todo lo contrario. Y que cuando se realice un acto patrio en Plaza de Mayo presenten a una murga argentina actuando y no a otros. (Esto lo digo con el mayor de los respetos sin nada que recriminarle a los que actuaron ese día.)
- En cuanto al estilo Vicioso en sí… ¿Qué dirían ustedes que es lo más característico?
H: El Bombo con Platillo como único instrumento de percusión.
- Esta vez en el teatro y cada vez que los veo a mí me parece estar haciendo un viaje por el tiempo pero a la vez me siento inmersa en una atemporalidad que no me llego a explicar del todo. Me despierta mucha sensación de “estar en casa”, de “aquí es de donde soy” difícil de expresar. ¿A qué creen que se debe esto? ¿Qué elementos históricos y culturales resisten en y recuperan en Los Viciosos? ¿El ritmo del bombo? ¿Qué sólo tenga bombo con platillo? ¿El estilo de las canciones: valses, tangos?
O: Lo más característico es su ritmo de bombo y platillo y su estilo en el baile. No soy de prestar mucha atención a esos detalles; las tradiciones se siguen, no se cuestionan. Sí pueden mejorarse pero no cambiarlas porque perderían su magia, encanto y esencia. Cada año se suman nuevos integrantes a esta historia de más de cincuenta años que tiene los Viciosos, y les gusta tal como es (tan equivocados no debemos estar). Con respecto a las canciones, abarcamos todas las melodías pero el hacer tangos, milongas y valses, es parte de la historia de está murga.
H: Yo, como uno de los miembros de la Comisión Directiva de la murga y cara visible en el ambiente, trato de seguir haciendo lo que aprendí cuando empecé con ella. A pesar de lo que vos decís hay cosas que cambiaron. No mucho pero cambiaron. El ritmo de los bombos es una eterna discusión interna cuando vienen los murgueros a decirnos que es re-lento y no se puede bailar. Ahí es cuando les explicamos que antes era más lento, que se bailaba mucho mejor que el estilo de baile que hacen ahora y las cosas que se perdieron durante el tiempo por no poder hacer escuela de la misma. Yo les digo que copien a los más grandes como hacen los pasos, que rescaten lo que más les gusta de cada uno de los que ven bailando y que lo practiquen y hagan a su manera. Quisieron que agreguemos redoblantes o trompetas al desfile para hacerlo más movido y pudimos por ahora controlarlos. Dejamos que las mujeres se pongan pantalones y salgan a la cancha a bailar a la par de los murgueros. Algunas siguen fieles a sus enseñanzas y salen con pollera y no saltan. (Es cómico estar en esas situaciones.) Y con respecto a las canciones no son solamente valses y tangos los que hacemos. Siempre nos gusta sacar alguno de la galera y ponerlo en el carnaval arriba del escenario. Los viejos murgueros son los que nos piden que las sigamos haciendo y a muchos que las escuchan se les escapa algún que otro lagrimón. Hay temas nuevos de grupos bailanteros, de Calamaro, Los Nocheros o el de Pimpinela que salió en el CD de murgas porteñas. Son cuatro o cinco canciones nuevas que se hacen por año para la época de carnaval y algunas que muchas veces ni siquiera estrenamos por falta de tiempo.
- ¿De cuándo data la relación de ustedes con la murga?
H: Arranqué a los diecisiete años llevando banderas.
O: Hace veinte años que estoy con la murga.
- Después de veinte años: ¿Qué es lo que más cómodo que te sentís haciendo Osvaldo?
O: Lo que más me gusta hacer es cantar, es mi cable a tierra, lo disfruto plenamente.
- ¿Y vos, Héctor?
H: Hacer como hacer me gustaría salir a bailar a la par de los murgueros y relajarme y divertirme pero no siempre lo puedo hacer porque estoy en la parte organizativa de la murga y por eso tengo que estar atento a que no falte nada para la actuación: micros, gente, instrumentos, etc., etc., etc. Me gusta estar arriba del escenario glosando, presentando o cantando para los Viciosos.
- ¿Cómo nace ese don tan particular para el canto que comparten también como hermanos?
O: Nace después de dos años de estar en Los Viciosos gracias a NITO CHADRES, director de bombos en ese momento que me escuchó cantando los coros; me sacó de la ronda; me dio la letra de Bamboleiro y me dijo: “A ver pibe cantate esto”. Desde ese día cumplo gratamente la función de cantante. Y con Héctor nos complementamos muy bien, uno es el sostén del otro. Cuando estamos ambos simplemente con mirarnos sabemos que necesita el otro. Es cuestión de química, que la hay.
H: El don del canto vino de nacimiento. Lo más particular que tenemos y a lo que hace mención la gente es la potencia de la voz. La afinación llegó sola. Osvaldo arrancó de chico cantando como solista en las fiestas patrias de la escuela primaria. (Era el oreja de la profesora de música. ¡Jajaja!) Con Osvaldo nos complementamos bien en las canciones. Solamente e con mirarnos sabemos cuando uno está esforzándose o necesita un respiro para poder seguir y a veces haciendo los desgloses de las estrofas no nos matamos tanto a nivel vocal. La posta en las canciones de entrada y retirada en la murga la tomo él. Yo me quedé con críticas y glosas, cosa que no sé si las haré bien pero las hago. Y cuando alguno se escapa de vacaciones o no puede estar como hice yo este año y el anterior, el otro toma la posta del escenario. Y ahora (con la ayuda del que nosotros llamamos el Trillizo de Almagro – Daniel Laham – un gran cantante de murga muy conocido en el ambiente, que forma parte del escenario Vicioso) ya somos tres que nos rotamos en lo que se refiere canciones y afines.
- Alguien que vio el espectáculo conmigo en un momento me dice: ¡Pero si cantan igual! ¿Ustedes sienten que esto es así? ¿Cómo es compartir esta pasión murguera con el hermano mellizo?
O: Los que nos escuchan o nos conocen, notarán que somos distintos. No mejor uno que el otro sino que cada uno en lo suyo rinde al máximo. Yo con entradas y retiradas y él con críticas y glosas. La murga es el espacio después de formar cada uno su familia donde podemos compartir como hermanos los tiempos que la vida te va sacando. Y eso lo valoro mucho.
H: No sé si cantaremos iguales. Según… Hay veces que sí y otras que no. Osvaldo tiene una forma más melódica que la que yo pueda hacer con algún tema. Y para mí es un honor compartir los escenarios con mi hermano. Para ir terminando el otro día me puse a analizar las partes cantadas que tenemos en el espectáculo y siendo Osvaldo la voz principal de la murga termino cantando más tiempo yo que él... ¡Imaginate lo bien que nos llevamos!
[1] Se refiere a Claudio Gallardou que participa en el espectáculo representando a un Momo pícaro e itinerante.
[2] Se refiere al grupo de encuentro y debate murguero Dalemurga del que tanto Osvaldo como Héctor son asiduos participantes. En: http://ar.groups.yahoo.com/group/dalemurga/
Todas las imágenes de este reportaje fueron tomadas de http://www.centromurgabuenosaires.blogspot.com y de www.fotolog.com/almagro_viciosos

martes, agosto 14, 2007




Chiapas y sus mujeres indígenas. De su diversidad y resistencia *

Por Márgara Millán
Fragmento



El zapatismo del 1° de enero de 1994 punta del iceberg
Al acercarnos a las mujeres indígenas en Chiapas, zapatistas o no, empieza a predominar la idea de que existe una historia que va a contrapelo, que se abre paso en los cambios cotidianos de la vida de todos los días, que no se constituye en grandes acontecimientos ni noticia de primera plana. La historia como viejo topo, roedor y constructor al mismo tiempo. Cuando el mundo conoce de la insurgencia zapatista y Marcos se vuelve famoso, es de esta otra historia ya desbordada en fenómeno público, acontecimiento nacional y hasta internacional, de la que está conociendo. Se trata de una urdimbre silenciosa que por largo tiempo ha estado en movimiento. ¿Los implicados? Familias y comunidades enteras. Tanto las que se convierten en zapatistas como las que no lo hacen guardan el secreto, es el secreto de su propia historia, aquella que decidieron tomar en sus manos, construir todos los días, destruir también todos los días, su propia historia. (...) Las mujeres estaban ahí desde siempre, algunas ya organizadas en proyectos productivos, en cooperativas textiles, en la panadería, en una tienda de la comunidad otras se enrolaban para ser promotoras de salud, o decir la palabra de dios. Esas mujeres fueron creando espacios. Las comunidades las impulsaban pero también las criticaban. No era claro. Está bien que la mujer participe, pero causa desconfianza que lo haga. De todas formas, algunas siguen participando.
De repente se expande la noticia. Hay un grupo armado. Un grupo que se prepara para cambiar las reglas del juego del cinismo y del abandono, de la prepotencia y la ilegalidad. Algunas mujeres se enteran, siempre porque algún familiar les dice, en muchos casos el padre. De repente, se empieza a construir una opción de vida para las jóvenes indígenas. Es una opción comunitaria y, sólo por eso, una opción personal. Es comunitaria porque las familias y las comunidades la avalan está bien el zapatismo porque es luchar por que la comunidad exista en el futuro. Muchos testimonios afirman que las opciones para las niñas-adolescentes de doce a quince años en los empobrecidos parajes de Los Altos o de la selva es irse a trabajar a las ciudades cercanas, emplearse como trabajadoras domésticas. Trabajar de zapatista es trabajar por el futuro de toda la comunidad los otros trabajos son soluciones inmediatas a una situación de precariedad, medio de subsistencia personal y algún apoyo para la familia. Ocurre un desplazamiento en el horizonte de las comunidades, que va de las estrategias de sobrevivencia inmediata a las estrategias para "crear futuro" para todos. Para algunas comunidades indígenas, el zapatismo, así como los trabajos colectivos y el vestido tradicional, empezó a significar hacer comunidad, a formar parte de la reciprocidad. Fue asumido como tarea comunitaria, y las hijas e hijos se fueron yendo al ejército zapatista. El resto empezó a trabajar para ellos. Se inicia así el amplio tejido que hoy conocemos como zapatismo y que, lejos de ser un proceso aislado de opción por la vía armada, sólo podemos comprender cabalmente si consideramos su carácter comunitario y familiar. 1983 es la fecha con que los insurgentes marcan el comienzo de sus trabajos. Ana María, mayora insurgente encargada de la toma de San Cristóbal, ha dicho que en aquel entonces sólo había como dos mujeres en el pequeño grupo de nueve o diez insurgentes. Hoy la tercera parte de la fuerza insurgente son mujeres. Muchas tienen altos cargos y están al mando de importantes destacamentos militares.
Pero el entorno combativo y de organización femenil en Chiapas ocurría no sólo por parte de las indígenas que se volvían insurgentes y las indígenas que se organizaban en proyectos comunitarios, sino también en la sociedad civil y mestiza que se organizaba para apoyar a las mujeres indígenas y, sobre todo, para ayudarlas a encontrar sus propias inquietudes y demandas. Las figuras y grupos no gubernamentales (...) como la abogada Martha Figueroa, la periodista Concepción Villafuerte, Yolanda, la asesora de la cooperativa J’pas Joloviletik, el Grupo de Mujeres de San Cristóbal, son muestra de ese entorno. Después del 1° de enero de 1994, muchas otras mujeres del país y fuera de él se organizan de distintas maneras para apoyar al zapatismo y a las mujeres indígenas en particular. Conpaz, en San Cristóbal, coordina las acciones de organismos no gubernamentales por la paz. Se inicia otra tarea de capacitación urgente a la población, ahora en situación de guerra declarada la de los derechos humanos. La sensibilidad de la autora es tan amplia como para mostrarnos también los desencuentros entre las mujeres mestizas y las/los indígenas. En ningún caso se idealiza el mundo indígena sino que se le expone con todas sus contradicciones. Ello no desvaloriza la lucha que hoy llevan adelante.


Las mujeres indígenas. Sus propias diversidades, sus formas de resistencia
Delinear las diferencias entre una mujer tojolabal, como la comandanta Trini, con una indígena tzotzil, como Maruch, fotógrafa chamula, o la comandanta Ramona, y las mujeres tzeltales, como las de Prado Pacayal o la joven comandanta Leticia, para después ir también desestructurando estas identidades étnicas en las experiencias de cada cañada, de la fundación de los poblados en la selva y también en los poblados zapatistas, como Guadalupe Tepeyac, es uno de los mejores aciertos del libro Mujeres de maíz. Es en este retrato de las diferencias y los contrastes donde la autora nos deja ver lo complicado del proceso de cambio de relaciones de género y de visión del mundo que, pese a todo, se ha desatado en esa región del país.
Sabemos de la explotación de las/los indígenas por el sistema capitalista, de su exterminio físico y cultural, de la prepotencia e ilegalidad que forman su contexto cotidiano, compartido en diferente grado por las mayorías del país; el aislamiento, la ineficacia de la educación y de las políticas sociales de desarrollo. También es conocido el hecho de que son las mujeres las más explotadas dentro de esta escala de miserias, depositarias de la explotación de clase, etnia y género; las más desnutridas, las más monolingües, las más analfabetas, como resultado de varios poderes el poder del capitalismo, del estado mexicano y de la estructura de género.
El poder del racismo de la sociedad mexicana que las ha fijado como buenas nanas y sirvientas, incapaces de elaboraciones teóricas y de pensamientos políticos, guardianas de la sabiduría indígena, esa que se parece mucho al pasado que, aunque rico y profundo, pertenece al museo.
El poder del capitalismo que todo lo avasalla, "libera" y homogeniza para venderse en el mercado, destruyendo toda lógica opuesta por "precapitalista", por ejemplo aquella que dice "queremos seguir siendo indígenas pero dominar nuestros recursos", para decir "lo que quiero es mano de obra barata y sin ningún recurso".
El poder del estado mexicano que no las toma en cuenta, ni en la representación ni en la legislación, un estado que está fincando cada vez más en el ejército y su capacidad intimidatoria, cuando no francamente represora, su principal "centro de servicio a la comunidad".
Y también el poder comunitario y sus leyes, las que les impiden escoger marido y heredar la tierra, las deja en el hogar, sin opción de aprender otros conocimientos, con responsabilidades en el trabajo pero sin participación en las decisiones, estructura del poder machista que se afirma en algunos lugares más que en otros. Este poder no sólo radica en los varones, sino también en las mujeres en contra de otras mujeres, el poder de la presión social y comunitaria, donde la indígena que se vuelve promotora, o se organiza en cooperativa, es mal vista y mal hablada.
Todos estos poderes son confluyentes en su acción, estructuran no sólo la posición de las mujeres y de los hombres en las comunidades sino también su historia y sus expectativas de futuro. (...) En una situación tan aparentemente omnipotente y monolítica, existen muchas mujeres y algunos hombres que resisten con niveles y prácticas muy diversas, trabajando, como el viejo topo, en sentido contrario a la sujeción femenina.
Se organiza un retrato con bajorrelieves, donde aparecen tanto las indígenas no zapatistas comprometidas en la organización productiva de sus cooperativas como las mujeres zapatistas de las comunidades que integran las llamadas "bases de apoyo", las hermanas, madres, tías, amigas o conocidas de alguna o algún insurgente que cumplen tareas de apoyo específicas, las jóvenes insurgentes que se han ido a las montañas y que por años no han regresado a su comunidad ni visto a sus familias, las mujeres con cargo, las capitanas y las mayoras que tienen mando y han realizado acciones militares, las comandantas, indígenas miembros del CCRI. El retrato de todas estas mujeres nos da cuenta de la multiplicidad de lugares y de tareas que conforman la beligerancia femenil. Se ha ido componiendo un amplio repertorio de mujeres con autoridad, moral, política, militar, donde unas figuras apoyan a otras y abren caminos nuevos para todas. Cuando las indígenas, en uno de los encuentros posteriores al alzamiento que se realizó en San Cristóbal, afirman: "¡Qué bueno que salió Ramona! Ella creo que nos quiere, por eso salió a caminar, ella como que nos está jalando. Nos muestra el camino de lo que podemos hacer. Ella es una persona grande, mayor" (p. 199), está presente el impacto que causa el movimiento sobre sí mismo y que hace que más mujeres se decidan a participar y a hablar.
Esto es muy importante, porque contribuye a la restauración y creación de una genealogía del poder femenil. Figuras con autoridad, figuras ejemplares, que inspiran respeto y reconocimiento y que empiezan a reproducirse hasta diseminar la idea-sensación de que a todas nos toca una parte de la lucha por la dignidad, genealogía arrebatada a las mujeres y más aún a las indígenas. Las imágenes de mujeres sabias, depositarias de un poder (la ilol o curandera, la partera, las ancianas de las comunidades), se amplían con estas otras, la insurgenta, la comandanta, las que se organizan y participan en los talleres y las reuniones. Mujeres indígenas que aprenden dos y más lenguas, que hablan castellano, que hablan en público. El imaginario estalla. Y ahora ellas nos interpelan en nuestro sentido de mundo, en nuestra responsabilidad común, en nuestro ser mujeres y tener palabra.


La historia no va nunca en un solo sentido y siempre es un campo de batalla
Las mujeres indígenas hoy en Chiapas están en medio al tiempo que produciendo, son producto al tiempo que protagonistas, de un proceso contradictorio y complejo, en el que sin duda se han fortalecido pero que de ninguna manera es un proceso que tenga un solo sentido. A los "compañeros que ya entienden" hay que agregar a los muchos que todavía no lo hacen o, que aunque entiendan, les gana un momento de desconfianza, de celos, de maledicencia, para cometer actos brutales contra sus propias compañeras. A las mujeres indígenas, zapatistas y no, les toca aquí también un trabajo más imponerse frente a los varones que no aceptan sus procesos emancipatorios. No es terreno ganado, es terreno en lucha incluso entre los zapatistas. La Ley Revolucionaria de Mujeres no es el marco jurídico que representa una nueva realidad, sino un deseo de una socialidad otra, el deseo de la eliminación del maltrato hacia las mujeres y de su justo castigo por parte de las comunidades el deseo del reconocimiento de las mujeres indígenas como sujetos de pleno derecho. Pero también la ley que por momentos y en territorio "liberado" sí funciona para castigar a los padres y a los maridos que siguen actuando conforme a costumbres que las mujeres han decidido transformar y de esa manera ejercer una nueva legalidad.
Se destruye la idea de las indígenas como sólo víctimas de la historia, de la explotación, de la guerra y de la política. Para develarnos otra parte de su historia y de sus vidas, la del acrecentamiento de sus potencias, su "empoderamiento", como lo definen algunas feministas, sobre todo su potencia para reivindicarse como sujeto, y más específicamente como una diversidad de sujetos, capaces de autorrepresentarse. Con esto quiero decir sujetos femeninos diversos con historias concretas, que elaboran sus propios horizontes de transformación, hasta ahora irrepresentables por el discurso político y por el discurso feminista en tanto teorías generales y universales. Estas mujeres indígenas se afirman como sujetos plenos, con derechos políticos, económicos, sociales y de género frente al estado mexicano y su ley, pero también frente a sus comunidades y su ley. Afirman su pertenencia a la vida comunitaria al tiempo que exigen una redefinición de ésta donde su voz sea tomada en cuenta. Son totalmente congruentes con el discurso zapatista, llevándolo en muchos casos más allá de sus propias posibilidades prácticas, porque el "parejo" referido a las mujeres altera y modifica a la familia y la comunidad en un "más". La transformación del sujeto-mujer indígena es algo que ocurre obligadamente en referencia a su pertenencia comunitaria y no como una "realización personal". En muchas ocasiones es la propia comunidad la que elige e impulsa a alguna de sus integrantes a asistir a las reuniones, a caminar los caminos, a salir. La comunidad, después de promover la transformación participativa de sus mujeres, tiene también que transformarse. A veces puede, a veces no. Pero algo cambia.
En Chiapas las mujeres enfrentan tanto la violencia ejercida por el estado como por el esposo, como bien afirma Hernández Castillo,[1] y el zapatismo como movimiento indígena, con todo y su impulso igualitario y justiciero, encuentra en la situación de la mujer un continuo desafío. Queda claro que lo que no demanden y defiendan ellas mismas quedará sin ser demandado ni defendido.


Zapatismo como utopía feminista
Durante trece meses existió un territorio en México autodenominado territorio zapatista. Algunos testimonios describen sus normas y maneras a las jóvenes indígenas insurgentes se las veía mejor comidas, es decir, menos desnutridas, que sus hermanas de las comunidades. Aunque llevaban uniforme y se cubrían el rostro, se les podía observar unos pasadores (los prensapelo) acomodando el peinado, la larga trenza brillosa, detenida por algo colorido, y los aretes, accesorios de todos los días, al igual que el arma o la linterna y, por supuesto, el pasamontañas o el paliacate amarrado al rostro. Usaban anticonceptivos y condones, porque no querían embarazarse aunque sí gozar de su sexualidad, aun en guerra. Los matrimonios se anunciaban al mando, como un "pedir permiso" a una familia extensa. Si los interesados estaban de acuerdo, no había impedimento. Los divorcios se daban sin trámite, simplemente se separaban las parejas y se decía que ya no eran. Las tareas se repartían. Los hombres aprendieron a hacer todo lo que hacen las mujeres, y las mujeres hicieron lo que generalmente hacen los hombres. Dicen que a ellos les costó más trabajo, pero había voluntad y lo lograron. Cualquier cosa era pretexto para la fiesta, pero ni en la fiesta había bebida. Las mujeres estaban muy contentas por esa prohibición; los varones, no sabemos. Pero sí sabemos que las alzadas usaban toallas sanitarias y les parecía más cómodo que andar manchando la ropa.
Los cuerpos de esos hombres y mujeres fueron cambiando, sin tantos hijos, sin tanto trago, un poco más de comida y mucho ejercicio, sus figuras esbeltas se hicieron más fuertes. Resplandeció la belleza. Venían de esas comunidades donde permanecían sus padres y madres, pero también venían de otros lados más atrás y más delante. Sufrieron mutaciones irreversibles, transformaciones profundas, "revolución de las costumbres", ampliación de los posibles. Y por momentos se vivió la energía lúdica de la naturaleza, tal vez por estar tan cerca de ella, una especie de armonía que paradójicamente hacía la paz dentro de la guerra. Burbuja expuesta al aire de los tiempos, estalló para quedar en la memoria como utopía.
Pero ahí están las palabras y los deseos. Las mujeres indígenas han hablado ya sobre sus propios cuerpos, han modificado la manera en que las entendíamos y, sobre todo, la manera en que se entienden a sí mismas. Para el futuro de todas ellas el deseo de la comandanta Susana[2] es: "que estén libres, que lo piensen ellas, que sean libres, muy libres. Que puedan hacer lo que pidan, lo que quieran hacer. Que va a ir allá o que quiere estudiar algo y sí puede. Antes no se podía para nada, ni ir a la escuela ni nada. Yo hasta ahorita no sé leer ni escribir, porque mi papá no me dejaba ir a la escuela, pensaba que es malo, no le gustaba. Ya cambió mucho, ahorita ya toda mi familia, todas sus hijas van a la escuela, ya estudian, es muy diferente que antes" (p. 212). (...)
Notas:
[*]
Sobre el libro de Guiomar Rovira, Mujeres de maíz, Era, México, 1996, 236 pp.
[1]
Rosalva Aída Hernández Castillo, "Construyendo la utopía. Esperanzas y desafíos de las chiapanecas ante el siglo XXI", Doble Jornada, 3 de marzo de 1997.
[2]
Susana fue la encargada de discutir y consensar en las comunidades la Ley Revolucionaria de Mujeres, aprobada en marzo de 1993.
Fuente: http://www.ezln.org/revistachiapas/No4/ch4millan.html


Ley revolucionaria de mujeres

En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES:

Primera.- Las mujeres, sin importar su raza, credo o filiación política tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen. Segunda.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.

Tercera.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar. Cuarta.- Las mujeres tienen derecho a participar en asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinta.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación. Sexta.- Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptima.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Octava.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación serán castigados severamente.

Novena.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décima.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y los reglamentos revolucionarios.

Mujeres Zapatistas,Comandante Ramona.

Buen Viaje Comandanta Ramona