domingo, octubre 19, 2008



Historias de Buenos Aires: BORGES Y PUENTE ALSINA


Borges ama los puentes. Le gusta ser argentino. Le gusta quedarse como si partiera; partir como si se quedara. En todos los viajes, él busca a Buenos Aires como el pájaro su nido y como el perro su cucha. En Estados Unidos, en Inglaterra, en España, se reencuentra con su país.
Durante años nos hemos paseado por uno de los lugares más sucios y lóbregos de Buenos Aires: el puente Alsina. Caminábamos por las calles llenas de barro y de piedras. Allí llevábamos a escritores amigos que venían de Europa o de Norteamérica, y hasta a argentinos a los que también queríamos. No había nada en el mundo como ese puente. A veces, por el camino, una vez cruzado el puente, como en una especie de sueño, encontrábamos caballos, vacas perdidas, como en el campo más lejano.
- Aquí tienen el puente Alsina - decía Borges cuando nos acercábamos a los escombros, la basura, la pestilencia del agua.
Entonces Borges se regocijaba, pensando que nuestro huésped también se alegraría.


Imágenes de Borges
Silvina Ocampo
Escrito originalmente en francés para Cahier de L'Herne Borges, 1964.




"... Entre otras muchas cosas [Bioy] nos contó cómo Borges y él recorrían media ciudad hablando de la literatura en todas sus vertientes, un tema en el que abundaban los chismes más suculentos sobre algunos de los personajes que se dedicaban a escribir más o menos profesionalmente en la ciudad de Buenos Aires. Bioy y Borges solían caminar a paso vivo y sin detenerse en nada hasta llegar a un viejo puente en Valentín Alsina. Desde allí, casi de forma automática, sin siquiera prestar atención al lugar donde los habían llevado sus pasos, pegaban la vuelta hasta sus respectivos domicilios. Una periodista francesa se enteró por medio de Silvina Ocampo de aquellas misteriosas caminatas nocturnas y, convencida de que el lugar tendría algo muy especial para acaparar el interés de esos dos talentos literarios, decidió acompañarlos en uno de aquellos paseos. La desilusión de la periodista fue enorme: ni el puente ni su entorno mostraban nada digno de mención. Tampoco Borges ni Bioy se detuvieron a explicarle que el encanto de esos periplos estaba en el camino a recorrer, no en la desangelada meta..."

Fuente: apunte.blog.com




Buenos Aires por los caminos de Borges
Por Martín Zubieta


Borges inventó una ciudad que ya no existe, pero que todavía se puede sospechar. A veces a pie, otras a través de la poesía. Tal vez esa Buenos Aires sólo forme parte de un mundo al que se puede acceder a partir de metáforas o sueños -sus sueños-, afortunadamente irreales. Pero la ciudad está allí.

Yo soy un hombre viejo ya. Insisto en que soy un hombre del siglo XIX… Antes recorría todo Buenos Aires, del centro solía ir hasta Saavedra, a Chacarita, hasta Barracas, hasta Puente Alsina, hasta el lado de Boedo. Todo esto me está vedado ahora, ya que no puedo ni cruzar la calle sin que me ayude alguien"


Jorge Luis Borges, julio de 1977.




Encerrada entre oscuridades, silencios y milongas, Buenos Aires siempre aparece y acaso hasta sea posible pensar qué hubiese sucedido de una y otro si el encuentro entre ambos no se hubiera producido jamás. No serían ni mejores ni peores, simplemente distintos. Las orillas porteñas se hubiesen transformado nada más que en los límites móviles y difusos de una población que se extendía, y el Maldonado sólo en un arroyo oculto bajo el pavimento idéntico de una avenida infinita. Probablemente no exista nada más porteño que un hombre que nace en pleno centro de Buenos Aires, exactamente en Tucumán 840, entre Suipacha y Esmeralda (zona conocida entonces como Parroquia de San Nicolás), en un tiempo ya casi imposible de imaginar, el 24 de agosto de 1899. Esa primera casa, de techos bajos y con un aljibe en el patio, no demasiado alejada de los prostíbulos de la calle Viamonte -que se llamaba Calle del Temple-, funciona como un pretexto al que Borges siempre regresa (por ejemplo en el poema Buenos Aires 1899) para recordar "la vaga astronomía del niño" y también conjeturar esa Buenos Aires incipiente. Las metamórfosis del tiempo crean un nuevo distrito con lo real y lo literario, que únicamente parece existir -verosímil y concreto- en las páginas y en la biografía de Borges, hacedor de esa vieja ciudad que muta de manera inexorable, pero de cuya existencia dan fe las hemerotecas, los antiguos mapas catastrales, las fotografías y la escritura.
La revelación de Palermo


Una manzana entera pero en mitá del campo

Expuesta a las auroras y lluvias suestadas.

La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Fundación Mítica de Buenos Aires




Cuando la familia Borges regresa de Europa en 1921, se instala en una casa ubicada en Serrano 2147, zona de Palermo que se conocía por el nombre de Villa Alvear y a la que se podría circunscribir entra las actuales Scalabrini Ortíz, Córdoba, Juan B. Justo y Nicaragua. Borges, detrás de la balaustrada que lo separaba de la calle, verdadero territorio del barrio "reo", comienza a descubrir los confines de las afueras y a esbozar todo un catálogo de "mitología barrial" de guapos, orilleros, esquinas y rincones, indispensables para dar con los pasos de un suburbio que se perdía y de una ciudad que estiraba sus dominios por sobre la llanura. Al mismo tiempo, los intereses de Borges son cada vez más cosmopolitas y sus placeres literarios y filosóficos, fomentados por la bien poblada biblioteca paterna, incluyen las más insólitas latitudes del Universo. Pero la influencia de Macedonio Fernández o Evaristo Carriego, amigos de la casa y habituales participantes de las tertulias familiares, estimulaban su redescubrimiento. David Viñas, novelista, ensayista e historiador de la literatura argentina, dice:
"El retorno lo relaciona directamente con el suburbio y la vuelta al pago es la búsqueda de la identidad. Borges tiene una actitud opuesta a la de Leopoldo Lugones, que habla desde la torre de marfil. Es un panóptico. Borges ve a la ciudad desde el sótano, desde abajo y propone una versión no historicista, no lineal, fragmentaria, incluso arbitraria. A partir de Carriego se produce el descubrimiento del barrio, de la ciudad parcelada, antagónica a la ciudad total que propone Lugones con toda esa grandiosidad retórica. Tan recortada es la mirada que no habla del país; ciudad, Buenos Aires, Fervor de Buenos Aires; manzana, Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga".A fin de cuentas, Palermo, a quien el payador Luis García, amigo del "borgeano" Nicanor Paredes, llamaba "el barrio del cuchillo". Hoy la calle Serrano, entre Santa Fe y Honduras, responde al nombre de "Jorge Luis Borges", pese a la opinión del propio homenajeado, empeñado simplemente en morir:
"Yo preferiría que una vez muerto nadie se acordara de mí, sería horrible pensar que algún día habrá una calle que se llame Jorge Luis Borges, yo no quiero una calle, yo quiero dejar de haber sido Borges, quiero que Borges sea olvidado…".




El hacedor


Distanciado de las vehemencias de la juventud, Borges también se aleja físicamente del barrio para vivir, entre otros sitios, por más de cuatro décadas en Maipú 994. Sus tareas lo llevarían de la pequeña biblioteca Miguel Cané, en Almagro -Carlos Calvo 4319-, a la vieja Biblioteca Nacional, México 546, de la que la Revolución Libertadora lo hizo director (Borges era un antiperonista militante). La ciudad no se desvaneció. Cuenta Carlos Alberto Zito en su libro El Buenos Aires de Borges, que las caminatas lo conducían hasta los confines del Maldonado, por el Bajo Belgrano, por la Chacarita, San Cristóbal o Villa Crespo. También por San Telmo o Montserrat. Zito, además, menciona una anécdota referida por Adolfo Bioy Casares: Borges, sensible con el paisaje de Puente Alsina, invitaba allí a sus amigos extranjeros. A aquel que disfrutaba de la desolada geografía, Borges lo tenía "en la más alta estima, como si se hubiera graduado en una materia en la que nosotros lo examinábamos".
Biografía y literatura convergen muchas veces en el espacio cartográfico e ideal de la ciudad. En Fervor de Buenos Aires, su primer libro, desde el prólogo tardíamente escrito, el propio Borges advierte que "en aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora las mañanas, el centro y la serenidad". Uno de sus cuentos paradigmáticos, Hombre de la esquina rosada, sitúa la tragedia entre Francisco Real -el "Corralero"-, la Lujanera y Rosendo Juárez -el "Pegador- ("era de los que pisaban fuerte en Santa Rita"), en el salón de Julia, "un galpón de chapas de zinc, entre el camino de Gauna y el Maldonado"; Juan Dalhmann, en El sur, ("nadie ignora que el sur empieza del otro lado de Rivadavia"), que era secretario de una biblioteca municipal de la calle Córdoba allá por 1939, toma un café en un bar de la calle Brasil y se sube a un tren en Constitución rumbo a la llanura, con destino al duelo que lo mataría; El Aleph, misterioso, está en el sótano de una casa de la calle Garay ("…vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph desde todos los puntos…vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo"); en El Zahir un Borges/personaje, en primera persona confiesa estar enamorado de Teodelina Villar, mujer "que cometió el solecismo de morir en pleno barrio sur", a pesar de vivir en la calle Araoz, y en la esquina de Chile y Tacuarí, mientras tres sujetos juegan al truco en un almacén, toma una caña: con el vuelto recibe el Zahir, la extraña moneda; así, mientras en Balvanera alguien deja caer "el nombre de un tal Jacinto Chiclana", un vendedor de biblias tocas la puerta casi secreta de un departamento de la calle Belgrano nada más que para ofrecer El libro de arena. Filosofía, literatura y arrabal son casi lo mismo.
Explica el investigador y novelista (El frutero de los ojos radiantes, La cátedra) Nicolás Casullo:
"Borges construye el mito de la ciudad moderna, la arma, la inventa como pura narración. Sería absurdo discutir si el Buenos Aires de la inmigración, de los arrabales, del criollo que desaparece, del compadrito o del tango en los suburbios fue o no así. Es lo que constituye Borges y allí aparece la literatura, construyéndonos y formándonos un pasado. Buenos Aires, a partir de Borges, tiene ese momento fundacional, donde ya ha quedado atrás todo el acontecer de la constitución nacional, la guerra intestina, el siglo XIX, y surge claramente esta ciudad, que luego se va a transformar en nuestra Buenos Aires. Borges nos plantea la escena mítica de cómo nace y se genera el dolor y la pasión por Buenos Aires".




PUENTE ALSINA (1926)
Letra de Benjamín Tagle Lara
Música de Benjamín Tagle Lara
José Gobello: Conversando tangos. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 1976.

Los tangueros Tagle Lara fueron dos hermanos: Benjamín, el mayor, y Alfonso, el menor. Benjamín es el autor de Zaraza, de Una tarde, de Trapo Viejo y de Puente Alsina. Este bellísimo tango, Puente Alsina, fue estrenado y grabado por Rosita Quiroga en el año 1927. Como lo que grababa Rosita no podía grabarlo Gardel, y viceversa, nos hemos perdido lo que podemos presumir que habría sido una interpretación para la historia. Pero no se puede tener todo y teniendo la de Rosita ya se tiene bastante.
Cuando estrenó Puente Alsina, Rosita Quiroga no había estado nunca en Puente Alsina. Tagle Lara, aunque era de San Telmo, conocía, en cambio, aquella barriada. Pero, ¿qué puente había cruzado don Benjamín? Porque hubo varios. Homero Manzi también canto al viejo puente, precisamente en la Milonga de Puente Alsina, que lleva música de Sebastián Piana y cuya letra firmó el autor de Sur en colaboración con un tal Julián Barrientos. Ese tal Barrientos era Arturo Jauretche. El belicoso Jauretche había publicado, en 1933, su poema El Paso de los Libres, con prólogo de Jorge Luis Borges. El poema simulaba un relato en verso hecho por el paisano Julián Barrientos. Y ese Julián Barrientos, o Arturo Jauretche, que los dos eran uno -no como los Tagle Lara, que eran realmente dos- fue el que ayudó a Manzi a escribir aquello de
Puente Alsina, puente viejo,
Viendo qu'estás liquidado
Quiero atar a mi encordado
Tu pasado y mi cantar.
Esa milonga es de 1935, y el nuevo puente, el actual, que se llama "José Félix Uriburu", fue inaugurado en 1938. Y bien: el puente de 1935 era el mismo de 1927, cantado por Tagle Lara. El primero de todos lo había construido la iniciativa privada personificada por el comerciante español Enrique Ochoa, exportador de tasajo a Cuba y al Brasil. Ochoa propuso al gobernador Valentín Alsina construir un puente en el Paso de Burgos, y el gobernador aceptó. Eso ocurrió en 1857, pero ese mismo año una creciente se llevó la construcción. Otro tanto ocurrió más tarde con el nuevo puente que el mismo Ochoa hizo construir, sobre planos de Carlos E. Pellegrini. El tercero, de madera, fue levantado en 1859. Ese es el que evoca la milonga de Manzi, Jauretche y Piana:
Se va el barrio que ha crecido
Junto a tus viejos horcones
Con la fe de los varones
Que labró tu tradición.
Duró hasta 1910 y ese año fue reemplazado por otro, de hierro, que persistió, a su vez, hasta 1938, como
la marca que en la frente
Al progreso lo ha dejado
El suburbio rebelado
Que a su paso sucumbió.
Este tango fabuloso de Benjamín Tagle Lara es una elegía doliente al barrio que se va. Pienso en Rodrigo Caro:
Sólo quedan memorias funerales
Dónde erraron ya sombras de alto ejemplo;
Este llano fue plaza, allí fue templo:
De todo apenas quedan las señales.
Pero no es el tiempo cruel con su buril que carcome y hay que morir, como diría Ivo Pelay, el que ha hecho el estrago. Lo ha hecho el progreso, con su famosa piqueta y también, es claro, con los impuestos municipales, siempre un poco más altos:
Borró el asfaltado, de una manotada
La vieja barriada que me vio nacer.
Los poetas, y más si son suburbanos, se quejan siempre del progreso, aunque, si echan buena y hacen dinero, no desperdician ninguno de sus beneficios. A esos beneficios del progreso hay que agregar, sin duda, la inspiración de tangos como Puente Alsina.
1. Benjamín Tagle Lara nació el 22 de junio de 1892 y murió el 9 denoviembre de 1933.
2. Arturo M. Jauretche. El Paso de los Libres. Relato gaucho de la última revolución radical (Diciembre de 1933) dicho en verso por el paisano JULIAN BARRIENTOS, que anduvo en ella. Buenos Aires, Editorial "La Boina Blanca", s .f. En el prólogo -fechado en Salto Oriental, el 22 de noviembre de 1934- de este libro, decía Borges: "La tradición, que para muchos es una traba, ha sido un instrumento venturoso para Jauretche. Le ha permitido realizar obra viva, obra que el tiempo cuidará de no preterir, obra que merecerá -yo lo creo- la amistad de las guitarras y de los hombres".
3. Valentín Alsina, padre de Adolfo Alsina, gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1857 y 1859.
4. El ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, padre de Carlos Pellegrini, que fue presidente de la Nación.
Esta conmovedora elegia fue grabada por Rosita Quiroga al morir el año1926. Lamentablemente, no pertenecio al repertorio de Carlos Gardel.
NOTA DE EDUARDO ROMANO
Fue grabado por Rosita Quiroga, cantante que también lo estrenó, con acompañamiento de guitarras, en el sello Odeón (12/26); mucho más tarde, lo registró Domingo Federico con la voz de Mario Bustos, en Víctor (11/49), y Pedro Láurenz con Alfredo del Río, en sello Pampa (6/53), entre otros.
Poco después de que fuera asfaltada la avenida Sáenz, el gobierno revolucionario de 1930 inició la construcción de un puente moderno sobre el Riachuelo para unir Nueva Pompeya con Valentín Alsina y que lleva actualmente el nombre, por eso mismo, del ex presidente provisional José F. Uriburu, aunque se lo conozca vulgarmente como Puente Alsina, denominación anterior de toda esa popular barriada.
¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
¿Dónde la guarida, refugio de ayer?
Borró el asfaltado, de una manotada,
la vieja barriada que me vio nacer...
En la sospechosa quietud del suburbio,
la noche de un triste drama pasional;
y huérfano entonces yo, el hijo de todos,
rodé por los lodos de aquel arrabal.
Puente Alsina, que ayer fuera mi regazo,
de un zarpazo la avenida te alcanzó.
Viejo puente, solitario y confidente,
sos la marca que, en la frente,
al progreso le ha dejado
el suburbio rebelado
que a su paso sucumbió.
Yo no he conocido caricias de madre.
Tuve un solo padre que fuera el rigor,
y llevo en mis venas, de sangre matrera,
gritando una gleba su crudo rencor.
Porque me lo llevan, mi barrio, mi todo,
yo, el hijo del lodo, lo vengo a llorar...
Mi barrio es mi madre que ya no responde... ¡
Que digan adónde lo han ido a enterrar!

Más:

Puenta Alsina - Historia
El Pueblo Alsina, historia y leyendas
"Puente Alsina" en la voz de Rosita Quiroga


Alma de Bandoneón - La voz preferida de Jorge Luis Borges
Jorge Vidal: el cantante que acompañó a Osvaldo Pugliese en los cuarenta, se convirtió en el favorito del autor de "El Aleph" por su versión de "Puente Alsina".


La voz de Jorge Luis Borges resonó en el living de su departamento de Maipú y Charcas:"¡Madre, madre, pasame otra vez el tango!". Y Doña Leonor Acevedo, que lo complacía, introdujo en la antigua fonola el disco de pasta desde donde llegaron los acordes de su canción predilecta.
Borges solía escucharlo efectuando hondas disquisiciones sobre Gardel (con quien no simpatizaba), el malevaje y también el arrabal que esa obra pintaba como pocas. Se trataba de "Puente Alsina", que pergeñó Benjamín Tagle Lara, compositor y periodista del diario La Capital, de Rosario. La versión grata a los oídos de Borges pertenecía a Osvaldo Pugliese, con la voz de Jorge Vidal, y había sido grabada en 1949.
Tagle Lara había precedido en el tiempo a Borges con una de las coplas de esa obra que decía: "En la sospechosa quietud del suburbio, la noche de un turbio drama pasional".
La trama reivindicadora del antiguo viaducto que unía a Nueva Pompeya y Valentín Alsina cerraba dramáticamente invocando al barrio: "Madre que ya no responde, ¡que digan adónde la han ido a enterrar!" Con los años supimos el modo en que Pugliese escogió el tema para su repertorio. A fines de la década del cuarenta, don Osvaldo actuaba en el Café Argentino de Chacarita. Allí, los cantores "de cantina" solían intentar alguna chance en esa sala, a la espera de una oportunidad de incorporarse a cualquier conjunto típico.
El modo de lucir el caudal de voz consistía en interpretar "a capella" (es decir sin micrófono). Y la de Jorge Vidal era una gola poderosa con tonalidad de barítono tirando a bajo, a la que sumaba una percha atlética trabajada en los gimnasios y en la Escuela Naval.
Una testa morena y engominada le valió a Vidal el apodo de "negro", que aún conserva. Enfundado en un smoking alquilado, había recorrido salones de la periferia y actuado previamente en "La paz", un reducto de Barrancas de Belgrano.
Era la época de los "cantores estrella" y Pugliese tenía por entonces como vocalista a Roberto Chanel, quien se retiró en busca de mejores horizontes. Para reemplazarlo convocó a Vidal, a quien había escuchado en el "Argentino", y éste incorporó al repertorio de Pugliese el tema "Puente Alsina", que otrora interpretó con guitarras y gran éxito.
Osvaldo tenía cierto resquemor de estrenarlo por aquello de las rivalidades de barriada, pero el público ovacionó cada interpretación.
Ocho temas llevó Vidal al disco durante el par de años que pasó con el creador de "La Yumba". Entre ellos estaba "Un baile a beneficio", milonga de Caviello y Fernández inédita hasta hoy: Pugliese había orquestado para grabar "El arroyito", de Samuel Castriota (autor de "Mi noche triste") y no le convencía. Ya dispuesto a perder el turno en el estudio, Vidal le sugirió al director "Un baile a beneficio", uno de los números fuertes del cantante como solista.
Situaciones de orden económico forzaron a Vidal a desvincularse de Pugliese, y resolvió presentarse nuevamente como figura solista, con las guitarras de Jaime Vila. Debutó en "La Armonía", de Corrientes 1443. Innumerables reductos nocturnos se sucedieron a posteriori en la carrera de Vidal, entre ellos el "Babilonia" del desaparecido Parque Japonés, durante la década del cincuenta, y otras boites.
El séptimo arte también convocó al cantante para un papel protagónico, en este caso a raíz de una situación especial. Argentina Sono Film había firmado un precontrato con Aníbal Troilo para que éste se desempeñara como actor, a condición de que bajara de peso. Pero como los tagliatelli de doña Felisa hicieron trizas las honradas intenciones de Pichuco, se viabilizó así el debut cinematográfico de Vidal. Luego llegaron tiempos de teatro de revistas junto a Francisco Canaro, de televisión y de giras por el exterior que lo llevaron al Carnegie Hall de Nueva York y a Europa.
El hoy de nuestro protagonista se nutre de su programa dominical, "La casa del cantor", entre las 11.45 y las 13, por la AMde Radio Nacional. El mismo nombre tiene el inmueble de la avenida Córdoba 3157 que dirige, con el propósito de proteger a los artistas y a sus presentaciones públicas.
Todavía de atuendo veraniego, con pantalón negro y mocasines blancos, y asistido por su esposa y colaboradora Blanca, Jorge Vidal suele presentarse precedido de esta glosa de José Basile, que lo define: "Con vos la vida es más linda, alegre y cordial, porque sos diferente, hermano Jorge Vidal".
Por Felipe Yofre
Fuente: Web de La Nación (1997)



MILONGA DE PUENTE ALSINA (1935)
Letra de Homero Manzi
Música de Sebastián Piana
Puente Alsina, puente viejo,
viendo que estás liquidado
quiero atar a mi encordado
tu pasao y mi cantar,
recordando tus hazañas
cuando golpeaba en tu trocha
el tacón de la morocha
al volver de trabajar.

Ya no serás
el que guapeó en el "ochenta",
ni jamás como en las mentas
la pedana de la cuenta
que la ocasión canceló.
Ya no serás
el que en las brumas del río
vio chispear el brillo frío
de las dagas que en el río
concitaba la traición.

Se va el barrio que ha crecido
junto a tus viejos horcones,
con la fe de los varones
que labró tu tradición.
Se va el soplo del misterio
que en tus tablones se acuna
bajo la luz de la luna
farolito de cartón.
Ya no serás
aquel rincón perdulario
que amarrao a los prontuarios
del Riachuelo legendario
su tradición consagró.
Sólo serás
así pintao y luciente,
más bacán y resistente,
pero serás cualquier puente
sin pasao, ni emoción.