domingo, mayo 16, 2010

La niña guerrera y otras historias reales
Por Laura Ramos

Fragmentos

"...Leía al Marqués de Sade, a Jack Kerouac, a Henry Miller, y cuando Sur cerró utilizó el dinero de la indemnización para fundar, con su novio de entonces, El Libertino, una revista que propagaba el libertinaje sexual. El Libertino reivindicaba a Eros como fuerza universal y al paganismo como elevación de los cuerpos; convocaba a experimentar una vida de mayor intensidad. En su revista publicó decenas de cuentos eróticos que escribía por las noches, después de tener sexo con su novio y otras parejas, con grupos o con chicas solas. Le gustaba que hubiera chicas en los grupos, le divertía y excitaba, pero no se le ocurría que podía tener una relación amorosa con alguna de ellas..." Marta Dillon. Fragmento del capítulo "La niña guerrera".

"...En el patio de la escuela, ya a los quince y dieciséis, sus amigas se reunían para contar sus encuentros sexuales con chicos.-Está buenísimo –decían.-Sí, está buenísimo –asentía Lisa, pero en realidad apenas sentía una débil excitación que se desvanecía cuando los chicos empezaban a quitarle la ropa, momento en el que pensaba “qué plomo, ahora viene la parte que es un bajón”. Accedía porque creía que así era como tenían que ser las cosas y no hacerlo significaría estar fuera de lugar, ya que todas sus amigas eran muy avanzadas en el sexo y ella no podía comportarse como una pacata en la cama. Hacía lo que creía que correspondía hacer, pero no disfrutaba en absoluto..." Lisa Kerner. Fragmento de "La niña grillo".

"...En una Marcha del Orgullo alguien le presentó a un dragking muy lindo con grandes ojos azules que la besó con hombría. ¿Será un chico?, se preguntaba; cuando lo tocó se dio cuenta de que tenía los senos fajados. También descubrió que se ponía un par de medias en la entrepierna para simular un sexo masculino, porque había nacido mujer y deseaba operarse. El día de la marcha la invitó a su lugar de trabajo, una esquina de Lavalle y Esmeralda donde vendía fotos pornográficas. Esa tarde volvió a su casa y pensó, enamorada: “Conocí al hombre o a la mujer de mi vida”. Al día siguiente volvió a verlo y él estaba con otro drag vendiendo fotos y revistas porno..." Dalia Rosetti. Fragmento del capítulo "La niña virgen".

"...La noche en que Inés la invitó a cenar, para tomar coraje se tomó dos vodkas en un bar de las cercanías. Una vez en su casa aceptó un vaso de whisky y luego otro. Durante la cena se tomó una botella de vino, y cuando llegaron a la cama estaba tan borracha que se quedó dormida hasta la mañana. Tuvieron que pasar varias semanas para que pudiera contar a sus amigos que sentía un placer sexual mucho más completo con las mujeres que con los hombres..." Beatriz Gimeno. Fragmento del capítulo "La niña terrible".

"...Usó los pechos fajados a escondidas durante cuatro años, pero cuando se perforó los pezones tuvo que sacarse la faja para permitir la cicatrización. No lo esperaba, pero los piercings la ayudaron a sentir más suyos los pechos y no volvió a fajarse, aunque en lo íntimo se sentía bastante masculina. Al poco tiempo una amiga le enseñó a usar juguetes sexuales..." La Komando, del capítulo "La niña tatuada".

"... Durante uno de sus viajes a Estados Unidos compró cinco pósteres de Madonna en los que aparecía casi desnuda. Era la época de Sex, libro que también atesoró. Todos estos fetiches fueron a parar a un diminuto ático que su padre le había mandado construir sobre el techo del baño. Sólo una tapa ocultaba su guarida, pero nadie más que ella arrastraba un banco y se trepaba hasta el techo para llegar al pequeño paraíso lleno de almohadones y fotos de chicas desnudas..." Montserrat Heroles. Capítulo "La niña licenciosa".

"...Su tía la tomó del pelo con una mano, se sacó el zapato con la otra y le empezó a dar una paliza mientras dos de los perros ladraban excitados. Voy a aguantar, pensó Albertina. De improviso su tío, que se había mantenido alejado, sujetó a los perros de sus collares como para impedir que avanzaran, pero ellos continuaron ladrando mientras él seguía la escena sin soltarlos. Al cabo de un rato la paliza cesó y Albertina corrió a su cuarto decidida a escaparse. Su prima tenía la luz apagada, pero ella sabía que estaba despierta. Juntó su ropa y la apiló bajo la cama..."
Albertina Carri. Fragmento del capítulo "La niña gaucha".

"En la década del 70, cuando muchas trabajadoras turcas emigraban a la Alemania del boom económico que reclamaba mano de obra, Kenizé Asena se afincó con sus tres hijos en la zona del Rin, cerca de Manheim. Un tiempo después de conseguir trabajo se enamoró de un berlinés de ojos azules, diez años más joven, que se fue de la ciudad al enterarse de que ella había quedado embarazada. Preocupada por conservar su puesto, trabajó sin tomarse permiso durante todo el período de embarazo y decidida a abandonar al bebé en el hospital, pero hacia el final del séptimo mes el parto se adelantó. Antes de dejarla en la incubadora del hospital, quiso inscribirla con su nombre: Kathrin Kenizé. La niña permaneció en la sala de prematuros durante cuatro meses; entonces la enviaron a un hogar de huérfanos..." Kathrin. Capítulo "La niña cazadora".

"...Sus padres consideraron que en Rabat no tenía por qué cambiar la costumbre de ir caminando al colegio, como lo hacía en Roma. El Saint-Exupéry, como el resto de los colegios franceses en el extranjero, exigía doble jornada, lo que la obligaba a ir a su casa para almorzar y volver. Los cuatro kilómetros que caminaba por día entre las callejuelas de Rabat la atormentaban: “Todos los varones, hasta los niños estúpidos y los viejos asquerosos, me escupen, se sacan su inmundicia del pantalón y se hacen asquerosidades. Odio sus ruidos inmundos. Y es asqueroso que me chisten y me mojen como a un perro”, escribió en su diario..." Giovanna. Capítulo "La niña dómine".

"...Un domingo, mientras discutían por el lavado de la vajilla, la comandante le arrojó un plato que le golpeó la espalda. Ntombifuthi se asustó, pero la reconciliación le borró el dejo amargo. El noviazgo terminó un año más tarde, una noche de pelea feroz al cabo de la cual, herida y magullada, Ntombifuthi llamó a su madre por teléfono para pedirle ayuda. En su pueblo, cuando ella era chica, los novios abusaban de sus hermanas y sus hermanos hacían lo mismo con sus novias. Ntombifuthi temía esas situaciones de violencia: ¿cómo lidiar ahora con esto? ¿Cómo le diría a su madre que era víctima de la violencia de una mujer? Su madre pensaba que su room-mate era sólo una amiga. Nunca supo cómo se las ingenió para viajar desde KwaMashu hasta Johannesburgo, pero allí estaba su mamá all día siguiente, con un bolso marinero en el que llevó una muda de ropa y unas gasas y remedios para contusiones que le aplicó al verla con el cuerpo lastimado..." Ntombifuthi. Fragmento de "La niña azotada".

"...Así como otros chicos llevaban de sus casas El principito o Juan Salvador Gaviota, Irupé un día llevó para leer una hermosa edición de la versión ilustrada por Guido Crépax de La historia de O. y abrió la página veinte, en la que se ve a O. con una argolla en el cuello, desnuda, las dos manos atadas en la espalda y los ojos vendados mientras es azotada con una fusta. Fue censurada por la maestra, además de ocasionar una reunión de Irupé con el psicólogo de la escuela “para pensar sobre el problema” y una llamada telefónica de la directora a su casa. Al año siguiente, cuando llevó una navaja, volvieron a llamar a sus padres y al psicólogo, pero no la sancionaron..."
Irupé. Fragmento de "La niña pornógrafa".

Fuente: Linkillo
Andreas Huyssen: "La memoria no debe ser victimología"


¿Cuáles son los riesgos del uso abusivo de las llamadas "políticas de la memoria"? Este es uno de los temas sobre los que reflexiona el prestigioso crítico alemán, a poco de presentar su nuevo libro en la Argentina.

Por: SANTIAGO BARDOTTI para Revista Ñ

Huyssen presentará su nuevo ensayo "Modernismo después de la posmodernidad" el lunes a las 19, en el Malba.

En el libro de los visitantes ilustres y asiduos a nuestro país debe incluirse al crítico cultural y literario Andreas Huyssen. Siendo muy joven publicó un libro que hizo época (Después de la gran división) que se hizo esencial para todos aquellos deseosos de no empantanarse en el famoso debate modernidad/posmodernidad. En una antología de gran circulación realizada por el recordado Nicolas Casullo aparecía uno de los capítulos, "Guía del posmodernismo", donde se desplegaba toda su vocación de dedicado cartógrafo. En los años noventa se interesó por la política de la memoria en la Argentina pos dictadura; es que siendo alemán, cuenta a Ñ vía correo electrónico, no podía desatender la problemática de cómo lidiar con el pasado.

Por haber realizado toda su carrera en los Estados Unidos se pudo situar como un privilegiado observador externo; tanto respecto de las políticas de la memoria en su país de origen como respecto a la vida cultural norteamericana. Allí están algunas de las claves de su importante obra ensayística. El próximo lunes a las 19 horas, presentará en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), su nuevo libro Modernismo después de la posmodernidad; los lazos con la Argentina siguen presentes; por un lado, la problemática de la memoria sigue siendo central, por otro, después de la presentación charlará con el artista plástico Guillermo Kuitka, sobre cuya obra versa uno de los artículos.

Veinticinco años después de la publicación de "Después de la gran división", ¿qué quedó del debate modernidad-posmodernidad? ¿Qué dicotomías que parecían ser acerca de causas últimas se mostraron circunstanciales?

La oposición radical entre la modernidad y la posmodernidad, con su desprecio de la modernidad junto con el modernismo, sostenida en aquel momento, especialmente en los EE.UU., resultó en una muy frecuente y acrítica aceptación de lo posmoderno. Lo posmoderno fue también equivocadamente identificado con el posestructuralismo que llegó a ser muy influyente en los EE.UU. desde los años setenta. Esta equivalencia estaba histórica y políticamente desencaminada como en primer lugar argumenté en mi libro Después de la gran división. El debate de Habermas/Lyotard al comienzo de los años ochenta, central para esta discusión, fue en especial un impedimento intelectual. La teoría crítica alemana y el posestructuralismo francés están, intelectual e incluso políticamente, mucho más cerca de cada uno de lo que la oposición radical entre modernidad y posmodernidad, tal como fue construida en EE.UU., parece sugerir. Había en efecto algo provinciano o geográficamente limitante acerca de este debate norteamericano, pero tuvo muchos efectos generativos y estimulantes en relación con desarrollos culturales en EE.UU. Las preguntas que hizo surgir acerca de la relación entre la cultura de masas y el arte elevado, el rol de los medios de comunicación, las políticas de la subjetividad, género y sexualidad resonaban en todas partes y están todavía presentes entre nosotros. En muchos sentidos, el libro es parte de su época. Aún así todavía creo que había encontrado algo cuando argumentaba que el posestructuralismo (perdonando este término tan general y homogeneizador) tenía más que ver con una arqueología del modernismo y la modernidad que con una alegada ruptura posmoderna con el pasado. Y todavía creo también que no estaba equivocado cuando argumentaba que el posmodernismo podía entenderse como una adaptación y transformación propiamente norteamericana de un avant-garde de principios del siglo XX, hecho necesario por la rancia ideología del alto modernismo como parte de una Guerra Fría cultural. Hoy en día esta problemática nos conduce más allá de ambos lados del Atlántico Norte hacia otras geografías del modernismo y el avant-garde en Latinoamérica, India, China, África y el Caribe, ninguno de los cuales era central o incluso conocido durante los debates del posmodernismo en los años ochenta.

¿En qué medida los ensayos de su último libro continúan, profundizan o contradicen los argumentos de aquel libro?

Conceptualmente, el debate sobre el posmodernismo en los EE.UU. privilegiaba el espacio sobre el tiempo. Esto tenía sentido dada la importancia de la arquitectura para las definiciones tempranas de lo posmoderno pero estuvo equivocado al identificar simplemente al modernismo con la categoría del tiempo y al posmodernismo con la categoría del espacio como tan frecuentemente ocurrió. Argumenté en cambio que el posmodernismo mismo vivía de las memorias del temprano avant-garde europeo que había sido largamente ignorado en los EE.UU. hasta los años sesenta. Por eso, mi trabajo posterior sobre las políticas de la memoria, que ya estaba presente en varios de los ensayos de Después de la gran división floreció a partir de mi compromiso con el debate acerca del posmodernismo más que contradiciéndolo. Esto es verdad tanto para mi libro En busca del futuro perdido como para el presente Modernismo después de la posmodernidad. El foco, por supuesto, ya no fue el mismo. De todas maneras, hoy en día el debate acerca de posmodernismo es él mismo historia.

¿Cuáles son los lazos entre este culto de la memoria actual y la modernidad?

La modernidad de los siglos XIX y XX en Occidente estuvo energizada por la imaginación de otros futuros. Evidentemente aquellas exuberantes promesas utópicas fueron rotas. En un registro amplio, leo el boom contemporáneo de la memoria, que trata sobre mucho más que sólo el trauma histórico, como una reacción a esta pérdida de futuros utópicos.

¿Por qué se interesó por el caso argentino?

Fue mi trabajo sobre la memoria del Holocausto en Alemania y posteriormente en un contexto internacional lo que primero me trajo a la Argentina en los años noventa. Sin mi implicación en el tema de la política de la memoria en la Argentina pos dictadura no hubiera podido formular mis argumentos sobre la transnacionalización del discurso del trauma y los desplazamientos de la memoria del Holocausto en otras situaciones históricas no relacionadas.

¿Cuál es la peor dificultad derivada de un uso abusivo de políticas llamadas de la memoria?

Hay varios peligros: el primero es que la memoria simplemente reemplace u olvide la justicia. Sin embargo, en algunas situaciones políticas determinadas, la justicia puede ser difícil de conseguir para una total satisfacción de las partes perjudicadas. En ese caso el discurso de la memoria puede todavía funcionar como un sustituto con importantes efectos sociales. Se ha dicho que los monumentos y las disculpas son rituales abortivos. Pero peor que tener una memoria ritual es no tener memoria. Otro peligro es que una política de la memoria degenere en "victimología" y una competencia por la memoria entre distintos grupos. Un tercer peligro es que el reclamo acerca de que las políticas de la memoria puedan ser abusivas solamente sirva para la causa del olvido. En ese caso el reclamo sobre los abusos de la memoria es, él mismo, un abuso.

¿Y cuáles son las dificultades del uso extendido del Holocausto como tropo universal del trauma histórico?

Los casos de historias traumáticas no son nunca iguales; así y todo las comparaciones son necesarias siempre y cuando no se afirme la identidad. Son necesarias las comparaciones para fortalecer los derechos humanos alrededor del mundo. Es sólo desde 1989 que el Holocausto ha funcionado productivamente como prisma para sensibilizar a la opinión pública respecto al terror de Estado en América Latina, la depuración étnica en los Balcanes o el genocidio en Ruanda. La comparación con el Holocausto le dio dramatismo a casos específicos; pero usualmente la comparación sólo consistió en el uso de una cierta retórica, tropos estándares, imágenes y referencias a precedentes legales. Por supuesto el uso extendido del Holocausto como un tropo universal está basado en la Convención sobre el Genocidio y la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Problemático es que en la jerarquía del sufrimiento, el Holocausto ahora ocupa la posición más elevada, en especial cuando se alega su unicidad y su imposibilidad de comparación, de manera frecuente para apoyar intereses políticos específicos. Tales alegatos de unicidad han llevado a una política de resentimiento por parte de otros grupos, en especial en los debates pos coloniales. Es interesante notar que una competición por la memoria de tal clase no existió en el período inmediato después de la Segunda Guerra Mundial; el verdadero período de descolonización (por ejemplo en la obra de W.E. Dubois, Hannah Arendt, Aimé Césaire) cuando la destrucción de la comunidad judía europea fue relacionada con las prácticas coloniales e imperiales en África o en el Caribe. Puede ser útil recuperar esta historia para superar la insidiosa jerarquización del sufrimiento.

A pesar de ese exceso de teorización y debate sobre la memoria que Ud. señala, ¿qué líneas generales de argumentación le parecen las más interesantes? ¿qué preguntas no han sido formuladas y cuáles quedan por responder?

Lo que más me interesa en este punto es establecer relaciones más cercanas entre el discurso de la memoria y los debates acerca de los derechos humanos; dos campos de investigación que han permanecido demasiado separados uno del otro a pesar de que la ligazón es obvia en el mundo real de juicios y comisiones por la verdad. Conectando las políticas de la memoria con las políticas de los derechos humanos, ambos con sus puntos fuertes y débiles, podríamos ir más allá del callejón sin salida de los estudios sobre la memoria que en soledad no producen en definitiva demasiada ganancia cognitiva.

La gran división a la que aludía el título de su libro era aquella del arte elevado y la cultura popular. ¿Es posible una crítica estética de la cultura popular que respete su especificidad?

Por supuesto. Hay categorías de juicio que pueden ser aplicadas tanto a la cultura popular como al arte elevado –criterios estéticos y formales, criterios morales y políticos–. Existen series de TV ambiciosas y de gran calidad (por ejemplo The Wire y algunas otras del canal HBO en EE.UU.) y existe muchísimo arte elevado de mala factura. ¿Necesito nombrar a alguien? Todo el mundo tendrá su favorito. Por supuesto la gente estará en desacuerdo en sus juicios.

La crítica puntual de una obra no puede dejar de inscribirse en estrategias argumentativas más amplias, entonces, ¿por qué Kuitca?

Kuitca me interesa primero por la sutil y expresiva fortaleza de su trabajo en sus trayectorias desde los ochenta. Conceptualmente me interesa como un artista que permanece comprometido con un medio presumiblemente obsoleto, el de la pintura. Veo su obra como un ejemplo de lo que yo llamo modernismo después de la posmodernidad; o pintar después del conceptualismo, minimalismo, instalación y arte de la performance. Y es específicamente su manera de tratar el espacio en la pintura lo que yo encuentro único y fascinante.

¿Disfruta de estos viajes a conferencias y presentaciones? ¿Le ayudan a reflexionar?

Completamente. Sin estos encuentros con colegas, amigos, artistas e intelectuales en el extranjero, no podría pensar sobre problemas usualmente descriptos con palabras como globalidad o transnacionalismo. No tenemos de lejos suficiente intercambio internacional y cooperación en los mundos académicos e intelectuales. La actual crisis económica hace por supuesto las cosas peores.

¿Puede investigar o problematizar el tema de la memoria sin involucrarse personalmente o sin asumir una posición política?

Mi trabajo sobre la memoria ha estado siempre profundamente comprometido, tanto afectiva como políticamente con el problema de cómo lidiar con el pasado. Para un alemán de la primera generación de la posguerra con experiencias formativas en los sesenta era casi inevitable. Pero entonces, viviendo en EE.UU., me convertí en algo así como un observador externo de los asuntos alemanes, una posición que me ayuda a ver el caso alemán en constelaciones mundiales más amplias.

¿Cómo es hablar sobre la obra de un artista en presencia de ese artista?

Podré decir más sobre ello después de mi charla en el Malba con Guillermo.