miércoles, agosto 09, 2023


"Fuimos un grupo de mujeres pioneras del carnaval. Todas peleamos por la igualdad, por nuestros derechos, para poder disfrutar de esta pasión que es la murga."

 Entrevista a Meka (Isabel Sara Silva) 

de Saavedra 

 Por Pupita La Mocuda 






- ¿Meka, vos sos originariamente de Saavedra? 
 - Bueno, mi mamá me tuvo en el Hospital Pirovano pero yo soy de Boulogne. Nos criamos allá, Marcelo, mi hermano, y yo, en la Avenida Rolón. 
 - ¿Cómo llegaste a Saavedra, entonces? 
 - Mi papá - cuando yo tenía siete años y mi hermano once - era custodio del Presidente de la Nación de ese momento en la Quinta Presidencial de Olivos. Las personas que estaban ahí se habían encariñado muchísimo con mi viejo porque decían que era muy responsable. Y un día le preguntaron lo que él deseaba,  porque lo querían ayudar. Ojo, no le regalaron nada pero lo ayudaron. Mi papá les explicó que a él le gustaría venir para el lado de Capital porque al ser policía y trabajar en el Departamento Central que quedaba ahí en el centro, para él era un terrible viaje. Además, Boulogne no estaba tan poblado y a él le preocupaba un poco dejarnos a mi mamá, mi hermano y a mí. Entonces lo que quería era venir para Capital porque acá estaba la hermana de mi mamá, mi tía, viviendo en la calle García del Río, en lo que ahora es un garage. Quería que estuviéramos más cerca de la familia, para no estar tan solos allá y a él le ahorraba el viaje. ¡Increíble los viajes que se mandaba en tren! Y bueno, a través de pagar un alquiler pudo conseguir la casa en el Barrio Mitre. Entonces, vinimos a vivir acá. Desde ese momento, desde mis siete años, que yo estoy viviendo en el Barrio Mitre. Esa fue la manera de llegar acá. 
 - ¿De donde proviene tu apodo, Meka? 
 - Mi sobrenombre surge porque mi hermano, cuando yo nací era chiquito y venían todas mis tías, mis familiares y decían: parece una muñeca. Y él no sabía decir muñeca y empezó a decir: parece una meca. Entonces después, cuando quería preguntarle a mamá o a papá por la hermanita decía: ¿y la meca? Y bueno, me quedó el apodo Meka. 
 - ¿Cómo entra la murga en tu vida? ¿Cómo fue que te hiciste murguera? 
 - Yo me inicié en Los Curdelas de Saavedra en el año 1969 o 1970. Esos eran los primeros Curdelas, los verdaderos Curdelas de Saavedra, de rojo y azul, que ensayaban en la puerta del Club Platense en la calle Zufriategui. A ese lugar le llamaban la calle muerta. Yo tenía trece años. Fue un capricho. En mi familia no había murgueros. En esa época había otros códigos. Papá, encima policía, no quería que yo saliera en la murga. Mamá traicionaba a papá llevando a la nena a ver los ensayos. Hasta ese momento yo todavía no era integrante pero me empezó a gustar muchísimo. 
 - Te picó el bichito... 
 - ¡Sí! Es más, vino a vivir a mi casa una amiga mía, Nancy, que era soltera. Mi mamá la recibió como una hija más. Entonces llegó el momento en que mi mamá y mi papá se separaron (mi papá se fue a vivir a San Miguel) y mi mamá nos llevaba a las dos a ver los ensayos. Aparte a mi mamá le gustaba muchísimo la murga. Le fascinaban los carnavales. A mi hermano también le encantaban los carnavales. 
- ¿El salía también en alguna murga? 
 - No, no, él nunca salió en las murgas pero me ayudaba. Cuando yo era chica y vivíamos juntos acá en casa, lo que me podía hacer, me lo hacía él. Era una persona que se dedicaba a crear cosas para que yo luciera en la murga. Me adornaba la galera, le ponía piedras, alguna pluma de Malibú... Me acuerdo que usábamos batutas. Algunos las tenían hechas con antenas de auto y venían bien para defenderse. ¡Pero las mías, no! Mi hermano me las hacía con una varillita. ¡Yo no me iba a meter en un berrinche, en ninguna pelea! Yo lo que buscaba era escaparme de todo eso. 
 - ¿Y entonces qué pasó? ¿Cómo empezaste? 
 - A Nancy y a mí nos gustó muchísimo y yo dale que dale: ¡Mamá, quiero salir, quiero salir! Mamá: No, que si papá se entera, se va a armar una gresca. ¡Y qué sé yo! Yo lloraba y pataleaba porque quería salir, quería salir. Bueno, entonces mi mamá pidió la tela, pidió todo y en la máquina de coser me hizo el traje con el chabot. Usábamos pollera con una chaqueta. 
 - ¿Usabas apliques en el traje? 
 - Los apliques me los hice yo. ¡Pero eran cualquier cosa! Supuestamente en mi espalda tenía un águila. No sabía hacer adornos. Mi mamá tampoco ni nadie de mi familia. Fue costura directa sobre el traje, poner lentejuelas, pegarlas. Lo importante era que brillara, las poníamos en los bordes, en los puños. ¡Eramos inexpertas pero pudimos cumplir con todos los requisitos para empezar en la murga! Yo tenía fotos de ese momento, de esa murga pero, lamentablemente, con las inundaciones que hemos pasado perdí todo. 
 - Entonces, ese fue un paso de gran importancia en tu vida, ¿no es cierto? 
 - Si, por supuesto. Ya desde ese año salí. Me sentía en la gloria. Ese fue mi bautismo. Un poco de trastorno porque yo no sabía bailar. Hasta que le agarré el paso y no me paró nadie. Mi mamá me acompañaba hasta que salíamos. Como ella no venía conmigo me recomendaba a un señor del barrio, Don Eduardo, que iba llevando a su hijo, el Chiquitín. 
 - ¿Cómo vivían esas jornadas de carnaval? 
 - ¡En camiones hacíamos nuestro recorrido! No eran micros. Empezabamos a eso de las cinco o cinco y media de la tarde, con un calor que rajaba la tierra, imaginate, maquillados y vestidos. Nos corría la transpiración, era impresionante. Y arrancábamos a todos los clubes como el Mariano Moreno, Pinocho... Esos clubes queridos, venerados, que se lloran tanto, que se extrañan tanto, que al ser un lugar cerrado retumbaba todo. ¡Era tan lindo todo eso! Hasta que llegábamos al lugar de cierre. Por ejemplo, acá en el medio del Barrio Mitre se hacía un corso. Entrábamos al Barrio Mitre y te puedo garantizar que era una emoción. Porque éramos una cantidad de gente impresionante. Por el lado de la calle Posta estaba saliendo la murga y todavía no habían entrado por Melián. Ese era el punto definitivo de la murga. La gente del barrio nos esperaba con tanta calidez, ¡un amor! No veíamos la hora de llegar. Hacíamos Provincia también. Munro, el corso de Boulogne.... Esa era la meta final porque era donde se entregaban los trofeos y muchas veces se terminaban peleando las murgas, por diferencias, igual que los equipos de fútbol. 
 - ¿Qué personas queridas te vienen a la memoria? 
 - Y bueno, ahí en esa murga estaba toda la gente conocida, gente del Barrio Mitre: El Bocha Conde, el Negro Teite, el Negro Quelo, la Gorda Ana, Marta Acosta, Marta Conde, Mili - que venía de Munro -, la Leo, que era hermana del Negro Teite, Paula, Mary Aballay, la mamá de mi amiga, Marisa. 
 - Había varias mujeres en esa primera experiencia murguera tuya... 
 - ¡Claro! Y nunca me voy a cansar de decirlo.   Yo que viví eso puedo decir que ese fuimos un grupo de mujeres pioneras del carnaval. ¡Eramos muchas! ¡Algunas ya no están pero  varias todavía sí estamos  para contar nuestra historia y atestiguar el papel de la mujer en la murga.   No fue por obra y gracia de una sola persona. Todas peleamos  por la igualdad, por nuestros derechos, para poder disfrutar de esta pasión que es la murga. ¡Ahí nació la mujer murguera! Todas estábamos ahí. Por lo general, eran más grandes que yo. 
 - ¿Te parece que no están reconocidas en lo que hicieron, en el rol fundante que tuvieron? 
 - La verdad es que no entiendo por qué las dejaron en el olvido. Más que nada me duele por las que ya no están, que, ya te digo, eran muchas y de varias no se recuerda ni el nombre.   Yo era la más chica, recién empezaba. Entré con la marea de ellas. Fui partícipe de esa lucha pero ellas ya estaban. Les doy mucho mérito a ellas porque yo recién me integraba. Pude entrar por esa puerta grandiosa que abrieron todas mis compañeras. Doy gracias a Dios que pude vivirlo. ¡Y voy a morir murguera! A mí el carnaval no me lo apaga nadie. Pero es gracias a ellas, que abrieron el camino, que hoy por hoy las murgas están invadidas por mujeres. Creo que hay más mujeres que varones, les ponen más ganas las mujeres que los hombres. 
- ¿Era muy difícil para la mujer ocupar su lugar en la murga en ese momento? 
 - Mirá, las mujeres murgueras se merecen un aplauso grande todas. En mi caso, yo tuve cuatro hijos y he salido y he ido a ensayar con ellos. Me iba con el cochecito y mis criaturitas, con la mamadera, los pañalitos. He pagado para que me cuiden los dos nenes más chicos para yo poder salir en la murga. Venía cansada y así traía de vuelta a mis hijitos. No dormía. Era un sacrificio pero al otro día salía en la murga igual. Hasta que mis hijitos llegaron a cierta edad y cuando ellos tomaron conciencia de que les gustaba la murga me pidieron de salir y salieron ellos también. 
 - ¿Para el varón era distinto? 
 - Para la mujer es un sacrificio más grande. Para el hombre es otra cosa. Nosotras salimos en la murga, nos divertimos y cuando venimos no tenemos derecho a descansar. Te tenés que levantar a cocinar, a atender a los chicos, a hacer miles de cosas. Pero la mujer lo lleva más en la sangre. Yo hoy tengo toda la familia en la murga. Son todos murgueros, hijos, nietos, bisnietos... Pero todo porque yo empecé. Yo fui la primera de la familia. En ese momento, los varones - machistas ¿no? - no querían a las mujeres en la murga. Pero, bueno, fuimos un grupo de mujeres, chicas, grandes, lo que fuera, que nos rebelamos, subimos a los camiones y les demostramos que nosotras también podíamos salir en una murga, como hoy por hoy lo hacen las mujeres con la cancha. Antes no eran admitidas ahí tampoco, había muchos prejuicios. Hasta que lo lograron, se integraron. Viven la pasión junto con los hombres. 
 - ¿Ves diferencias con la murga actual? 
 - ¡Esas eran odiseas! En ese momento había certámenes de murga; no como ahora que hay jurado y el que se va abajo, se va abajo y el que sube, sube. Las murgas se llevaban copas. Estaba la copa para la primera murga, la mejor murga del carnaval. Y después se elegían dos más que se llevaban un trofeo más pequeño. Las murgas de Capital iban a Provincia y las de Provincia venían a Capital. Y había rivalidades entre las murgas. ¡Eran peleas fabulosas, terribles! Las mujeres y los chicos nos escondíamos por cualquier lado; nos metíamos debajo de los camiones porque era infernal como se mataban a golpes. La organización también era distinta a la de ahora. Las murgas tenían tesorero, presidente, vice presidente. Estaba muy preparado. No era un director y punto. Se usaban los volantes que se entregaban a la gente en los corsos y le quedaba la propina al murguero que los repartía. Muchas cosas eran completamente diferentes a lo que es hoy. 
 - Los Curdelas fueron tu primer amor murguero...
 -  Así es. Los Curdelas fue mi primer murga y fue la que me marcó. Nunca más pude dejar... Estandarte que pasaba delante de mí, estandarte que yo me iba atrás. Porque fue como que le hice una promesa. Empecé a bailar y le hice una promesa de no dejarla nunca más. Yo venía de un momento duro, de la separación de mi papá y mi mamá. (Después volvieron.) Pero era como que necesité eso. Fue un impulso. Salir en la murga me ayudó totalmente. 
 - Era una cuestión de vecindad, de amigos y conocidos del barrio... 
 - La gente que había ahí era toda gente del barrio, pero toda gente grande. Gracias a la murga terminé conociendo a murgueros como Fito Bompart, a Lito Sosa, a Memo, al Negro Bazán, que ya no están pero fueron personas que la pelearon por el carnaval. Daba gusto verlos, cada uno en su postura, en su lugar. ¡Ponían ese amor por la murga! Con mucha humildad, porque era humildad... Yo cuando salí en los primeros Elegantes nunca me voy a olvidar que Julio, que fue uno de los directores, sabía que la gente estaba con sus problemas - porque los problemas por plata existieron siempre - y me acuerdo que se fue a una fábrica de zapatillas. No sé si las pagó o se las donaron. Pero él vino y repartió las zapatillas para todos. Me quedó esa imagen tan grabada... Ahí en Los Elegantes fui directora general de las mujeres. El director general de los varones de ese entonces fue Américo Bustos. 
 - Contame cómo siguió tu historia murguera... 
 - Después de Los Curdelas de Saavedra, salí en Los Elegantes de Saavedra de aquellos tiempos. Un verdadero murgón. Al frente de esos Elegantes me acuerdo que estaban Lito Sosa, Julio Domínguez. Era una troupe grande. Ahí también la organización estaba en manos de un grupo de personas, no de una sola. Por ejemplo, se encargaban de que todos pudieran tener sus zapatillas y sus guantes. Salí en varias otras murgas: Los Estrellados de Saavedra, Los Dandys de Saavedra, Los Rejuntados de Saavedra, Los Calamares de Saavedra, Los Reyes del Movimiento de Saavedra. También en Los Pecosos de Chacarita, Los Ambiciosos de Villa Martelli, Los Preferidos de Villa Urquiza, Enviciados por Saavedra y Los Goyeneches. En todas las murgas fui directora murguera, salvo en Los Elegantes, como te decía, que fui directora general de las mujeres.  





Meka con su amiga Alicia y su hija, Marcela, 
en el Centro Murga Los Elegantes de Saavedra


- ¡Pavada de trayectoria, Meka! ¿Qué significa ser directora murguera ? 
 - La denominación directora murguera ya casi no se usa. Cuando yo empecé a salir en la murga, el tema venía así: Estaban las mascotas, los murgueros y los directores murgueros. Después estaban los directores generales de mujeres y de varones. Ser director o directora general era un orgullo, era como cuando te eligían abanderada en el colegio. Y también estaban los directores generales de toda la murga, que eran los que nos dirigían a nosotros también para que, a su vez, pudiéramos dirigir al grupo que nos correspondía. 
 - ¿Cuáles serían las diferencias entre todos esos roles? 
 - El murguero o murguera es el que recién se inicia. Yo tuve mi época de murguera, cuando todavía no entendía cuales eran los picos de lujo de una murga. Actualmente, directora murguera o director murguero es cualquiera. Pero esto antes significaba que una persona ya tiene años de murga y conoce a la perfección lo que son los golpes de un bombo y tienen muy claro como bailar a los distintos ritmos: rumba, tres saltos, patada al cielo, murga. Vos te fijás que cuando una murga va saliendo y en el fondo están los directores, que son los que pegan esos saltos, esas patadas al cielo, como se les llama, impresionantes. 
 - No era algo así no más ser director murguero, ¿no? 
 - ¡Para nada! Cuando yo empecé a salir en la murga había que ganarse el título. Hoy, cualquiera entra a bailar y aunque no sepa bailar es un director murguero. Eso es lo que estoy notando entre los cambios de la época que pude haber vivido yo a lo que se vive hoy en día. Se usa mucha coreografía. Parece un grupo de zumba; van haciendo todos lo mismo. Yo tuve que hacer coreografía en Los Goyeneches; la hice y me salió bien pero creo que rompe un poquito los códigos. Yo creo que el murguero en sí expresa lo que siente el cuerpo cuando escucha un bombo; expresa lo que siente cuando está incluido en una murga, cuando está viviendo esa alegría, esa algarabía. Vos no le podés poner al murguero una coreografía porque el verdadero murguero se va a zafar y va a salir haciendo lo que le nace, lo que sabe, lo que siente, lo que quiere, lo que le hace explotar el corazón.
 - Si bien, hay una fuerte línea de similitudes y continuidades, ¿notás otras diferencias entre las murgas que conociste en las épocas de tus comienzos y las actuales? 
 - Hace unos años escuchaba cuando Pantera y otras personas convocaban a los murgueros para ir a pedir por el lunes y martes de carnaval. Porque la dictadura nos había sacado el carnaval. ¡Y no iba casi nadie a colaborar con ese pedido! Antes no era así. Por ejemplo, con los Dandys. Teníamos que ir a ver si nos dejaban entrar en tal lugar porque sucedía que no nos dejaban salir en ningún lado, no nos querían en ninguna parte. ¡Y ahí íbamos todos! Hasta en eso cambiaron los códigos
 - ¿Y en cuanto a lo artístico? 
 - Mirá, Pupita, antes el director llevaba el pito y cuando pegaba el pitazo saltaban todos, se formaban todos. ¡Ahora están todos a los gritos y tardan más en formarse que en hacer la actuación! Con respecto a la vestimenta, te digo que yo soy la enemiga de la mujer con levita larga. Le quita gracia al cuerpo de la mujer. Le quita femineidad. Para mí la levita larga es del varón. Para las mujeres, pollera o short con levita tipo cabaret, corta, como la de Los Goyeneches. Así quedan vistosas las chicas, las deja lucirse. O de lo contrario, chaqueta corta como las de Los Reyes. Hay muchos modelitos lindos. Porque es la típica ropa de la mujer. Ojo que yo tuve que salir con levita larga pero no me gusta. En las canciones, antes todos hacíamos el coro, todos. Ahora no. Tienen que subir cincuenta al escenario para que hagan el coro porque los integrantes desde abajo no cantan. Y antes nos daban las canciones escritas en papelitos para que las aprendiéramos. ¡Por eso es que hay tanta gente arriba de los escenarios! Se precisa del coro para que también respire un poco el cantor. En definitiva, no son los mismos carnavales. En definitiva, no es la misma destreza de baile. En definitiva, no es la misma forma de vestirse. Hay muchas cosas que cambiaron pero ¡que viva el carnaval y todas las murgas de donde sea. Y a toda esa gente que tiene ganas de rendirle culto al Dios Momo ¡un aplauso!  


              Meka en el Centro Murga Los Calamares de Saavedra 




 - Meka, hace poquito se publicó en la Revista Gestar Carnaval una antología de letras de murga escritas por mujeres. Fue un hallazgo, una sorpresa total el hecho de que hubiera una escrita por vos, sobre todo porque es de muy a principios de la década del ochenta. ¿Cómo se dio esa cuestión, la de escribir para la murga? 
 - En Los Rejuntados y en Los Calamares escribí canciones. Los Rejuntados fue una murga que arrancó casi sin querer entre Pantera y Rico, el papá de mis dos hijos más chicos, Alexis y Joni. Ahí yo escribí canciones que perduraron y que se cantaron también en Los Calamares, una murga simbólica de Saavedra, de colores marrón y blanco, donde agregué más canciones, como, por ejemplo, La Marcha de Los Calamares: 
 Luciendo el marrón y blanco 
Y danzando por las calles 
Nos llaman Los Calamares 
Y hoy llegamos hasta aquí
 Al principio yo ayudaba a escribir las canciones, entradas, retiradas, alguna glosa para la salida de la murga. Después ya hice canciones yo sola para Rico, que cantaba con Fito Bompart. Fito era una eminencia sobre el escenario, ¡un vozarrón! También escribí homenajes, por ejemplo a Ñamuña, a Luis Sandrini. Al mismo Fito, después de que falleció, le escribí un homenaje, pedido por su hija Ivonneé ¡Así nació la autora de canciones de murga! 
 - ¿Escribís otras cosas, además de canciones y glosas murgueras? 
 - No escribí ningún otro tipo de canciones todavía pero lo que sí escribo es poesía. Yo he escrito muchas poesías para mis nietas, cuando fallecieron, el 1 de enero del año 2001. También narraciones. Se las escribía para ellas, para conversar con ellas. Las tengo guardadas. 
 - Habrán sido años memorables... 
 ¡Ni hablar! Lo de Los Rejuntados fue una locura. Estábamos por salir en Los Cariocas de San Martín porque no teníamos murga acá en Saavedra. Entonces, empezamos a ensayar en el Club All Boys. Puchero, el señor que sacaba la murga traía los instrumentos, todo. Nos hicimos la ropa unos cuantos y de repente por una pelea entre este señor y un ayudante de él, quedó todo parado. ¡A una semana de empezar el carnaval! Decidimos seguir con los ensayos en el All Boys a condición de ver cómo salíamos. Entonces se decretó que se podía salir con la ropa que tuviéramos o disfrazados de lo que quisiéramos porque ya no había tiempo para vestuario. Algunos tenían la ropa de Los Cariocas, otros de Los Elegantes, todos de diferentes murgas. Hubo personas que se disfrazaron de fantasmas, de cualquier cosa. Era un clericó de colores, de ropa. Una tarde estábamos en la casa de Pantera con Rico y faltaba el nombre de la murga. La mamá de Pantera dice: "Eso es un entrevero. Son unos rejuntados" ¡Y le dejamos Los Rejuntados! Al final fue muchísima la gente que se juntó. No alcanzaban los micros, había coches particulares, una barbaridad. 
 - ¿Dejaste de salir algún carnaval en todos estas décadas de murga? 
 - La verdad es que nunca dejé de salir por voluntad propia. Mis hijos más chicos, Jonathan y Alexis (que ahora saca Los Goyeneches) nacieron los dos en diciembre. En enero empezaban los ensayos y yo todavía estaba toda cosida pero iba igual, con ellos en el cochecito. Les compraba en la farmacia unos taponcitos especiales para los oídos y los llevaba conmigo. En esa época eran en el Club Loma. Incluso estando recién operada cuando me enfermé, una noche fuimos a un ensayo de Los Preferidos, donde iba a salir mi familia, y me largué a bailar aunque no me podía ni mover de los dolores que tenía. Todavía no sé cómo fue que lo hice. En un momento de doy vuelta y veo que estaban todos llorando. Ese carnaval fui todas las noches en el micro, no me perdí ni una. Igualmente, en cuanto a los chicos, a mí nunca me gustó eso de "tienen que ir porque yo voy". Yo creo que los chicos tienen derecho a decidir si les gusta la murga o no. Así como tampoco se les debería imponer un equipo de fútbol desde chiquitos. El ser humano tiene derecho a decidir sus cosas y aunque no elija lo mismo que nosotros, es su decisión. Yo nunca obligué a mis hijos a salir en la murga. Mi hijo Gabriel, salió como acompañante, ahora vive en el Chaco con su familia pero mi hija mayor, Marcela, siempre salió con nosotros.


Meka en el Centro Murga Los Goyeneches del Barrio Mitre 



 - ¿Qué significa para vos ser murguera? ¿Qué te dio la murga a nivel personal? 
 - Mi vida nunca fue fácil pero la murga me dio la alegría, las ganas de reirme, de disfrutar. Esas siempre fueron mis vacaciones. Salir en la murga era algo que me levantaba el corazón, me renovaba. A mí la murga me salvó. Le debo muchísimo. Una vez al año, esas ocho noches de carnaval yo volvía a reiniciar mi vida. La murga me dio fuerzas para salir adelante. Era terminar un año y ya estar pendiente de que viniera el otro. ¡No veía la hora! Me sacaba todo lo que tenía adentro. Era una terapia para mi cuerpo, mi corazón. Creo que la murga me salvó. Cuando estuve enferma, empecé a bailar llena de cicatrices, de perforaciones en mi vientre, de dolores espantosos, pero yo escuchaba el bombo y bailaba. ¿Qué otra forma de demostrarle al carnaval que amo, que la murga? Me la jugué. Aunque me quedaran pocos meses de vida, los iba a quemar bailando. Y la murga me ayudó, me dejó, me sacó y volví a ser la misma Meka murguera de siempre. O sea, para mí la murga significa todo. Es como un guitarrero que ama a su guitarra. Es porque le pone todo. Está el alma incluida ahí. La murga desde el primer momento en que la conocí, se quedó en mí. Para mí la murga es todo y el carnaval es mi vida. Porque la verdad es que te ponés el traje de murga y te convertís en algo muy especial. No lo sabés especificar, no sabés qué es, pero hay algo en vos. Ser murguera para mí es tener la obligación de alegrar a un montón de gente sin fines de lucro. El murguero le alegra la noche a los espectadores, a todo el público y quizás sin darte cuenta te estás alegrando tu propia vida. 



Detalle zapatillas de lentejuelas cosidas a mano,  
confeccionadas por Meka. 








Detalle Traje de Meka (espaldar) 



 - ¿Cuáles son tus proyectos para el futuro? 
 - Estos carnavales que viene tengo pensado salir en alguna murga de Saavedra. ¡Pero que salgo, salgo! Para mi futuro me encantaría terminar mi etapa como murguera, bailando. Hasta donde pueda llegar. En cualquier murga, la que sea. Al verdadero murguero no lo hace el nombre de la murga. Mi sueño dorado es que me despidan con el traje de la murga. No importa cual. Y también que mi familia continúe mi legado, que no dejen nunca nunca de salir en carnaval. Para mí la murga es el elixir. Me gustaría legarle mi sucesión, mi continuidad. Aunque me duela en el alma no poder estar con ellos. O sea todo lo que salió de mi vientre, que siga bailando y disfrutando del carnaval, cada uno de mis descendientes con su experiencia. Mi nieto, por ejemplo, es director bombista. Y ahora el próximo que está llegando, mi bisnieto, ¡seguramente también será murguero!








                         

Meka y sus hijitos de cuatro patas: Jazam, Jayro, Popy y Jana