miércoles, agosto 25, 2010





El viaje a la semilla: Viciosos de antaño.



Por Pupita La Mocuda

Aún siguen poblando mis oídos los sonidos de un registro artístico e histórico - cultural de magnitud poco común: Viciosos de Antaño, un maravilloso disco compacto que generosa y gentilmente me ha sido enviado; que recopila glosas, recitados y canciones murgueras - entradas, críticas, retiradas con música de candombes y tangos - y que data de por lo menos cuatro décadas atrás. Al golpe del bombo con platillo, el del inolvidable Nito, ese que persiste hasta hoy, el del pulso atávico exacto hasta lo infinitesimal que empuja la sangre en el cuerpo.

Parece mentira pero allí están las míticas y sempiternas voces de Pirulo, Eduardo Thiano, Mingo, Armando, Ariel, pronunciando Buenos Aires en cada sílaba y en cada silencio; expresando una poética visceralmente porteña, profunda como una puñalada, que, aún sin desearlo, quizás sin siquiera imaginarlo, entran en diálogo fecundo con nuestra murguera contemporaneidad tensando hasta lo indecible el contenido, el concepto mismo, de tradición (esa herencia no acumulable radicalmente ambigua en su valor).

Así como las personas somos tanto nuestro ser presente a la vez que todos aquellos que fuimos y que seremos, del mismo modo, la murga (porteña) es todas aquellas murgas que fue y que será en cada momento de su historia, que todavía no ha terminado porque "el pasado es sólo prólogo". Por eso, Viciosos de antaño nos interperla incluso desde las imágenes en papel que lo recubren: verdaderos fotogramas de una película que hemos visto en nuestras ensoñaciones más felices de un pasado que acuna, que arrulla y que, pese a todos los intentos por sofocarlo, persiste, cualquiera sea la manera en que decidamos recrearlo para seguir construyendo identidad, aquello que siempre está en el futuro pero que desesperadamente buscamos atrás porque ahí sostenemos empecinadamente que ha nacido.

Viciosos de antaño nos requiere sobre las rupturas, pero más aún, sobre las continuidades de la murga porteña como género artístico, exhortándonos a proseguir indagando en su conjunción de lenguajes, sus retóricas, sus temáticas y sus enunciaciones, su simbología y sus anclajes. Más aún, Viciosos de antaño nos reclama perseverar en la reconstitución de la historia no oficial, subalterna, silenciada; en las acciones, pensamientos, sentires y representaciones de los sujetos involucrados en su práctica, murgueros y murgueras, verdaderos artistas del pueblo, autores, instrumentistas, bailadores e intérpretes casi anónimos, injustamente olvidados, ninguneados, nunca pero nunca en la mira concreta de las llamadas políticas culturales, esos que tozudamente la arrastraron casi sin fuerzas pero de pie hasta el presente para devolverle un futuro. Y las de quienes hoy en día recogen esos susurros del tiempo y los hacen carne.

Y nos interroga, finalmente, Viciosos de antaño, sobre las maneras, a veces insospechadas, de recuperar, de recobrar, de visibilizar la cultura, la historia y el arte populares, siempre frágiles, siempre evanescentes, siempre en riesgo de perderse. Pero no del todo, afortunadamente, como demuestra arrancando estallidos al silencio, este valiosísimo y sorprendente emprendimiento de raíz almagrense de reconstrucción de la memoria colectiva. Gracias, Viciosos. ¡Felicidades y felicitaciones!





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