jueves, mayo 31, 2007




“…Murga, cuando mi voz calle con la muerte, con el corazón te seguiré cantando…”


Reportaje epistolar a Osvaldo “Pugliese” Battipaglia de Los Dandys de Boedo.
Por Pupita La Mocuda.


- “Murga, cuando mi voz calle con la muerte…” Estas palabras las usaste para despedir a Calusti hace unos días…
- Sí, efectivamente. Es una frase de Rabindranath Tagore y dice así: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando…” Yo la adapté a la murga, al sentir murguero.
- ¿Cómo nace el mítico Centro Murga Los Dandys de Boedo, Osvaldo?
-Te paso a contar. Salimos por primera vez en los corsos en el año 1956, pero antes durante el año salíamos en el barrio, por los bares, pizzerías y casas del barrio para juntar algo de plata porque al principio no teníamos ropa ni bombos. Al lado de mi casa había una fábrica de palmeritas y coquitos. El dueño se llamaba Don Nicolás. El nos dio las latas de galletitas que usábamos como percusión hasta que pudimos comprar un bombo y algo de ropa.
-Había que usar lo que se tenía a mano…
- Y sí... Fijate que cuando salíamos con las latas también tocábamos con tapas de cacerolas y con las chapitas de Coca Cola hacíamos una especie de sonajero o maraca. No sé cómo llamarlo. Con un clavo agujereábamos las tapitas, le pasábamos un alambre de cajón de frutas por el agujero. Después se ataba el alambre en las puntas para que no se suelten, se agitaba y esto sonaba. Las galeras, en esos tiempos, se las comprábamos a los lacayos de velatorios cuando estaban algo viejas, para arreglarlas y decorarlas.
-Este último es un dato que realmente me impresiona por su alto valor testimonial - hasta antropológico te diría – de tiempos que han pasado y de los que se necesita registro.
-Aclaro que creo que el material de las galeras no hace a la esencia muguera en sí misma si no en realidad al lenguaje murguero en cuanto a su conexión con los orígenes. O sea una burla de los esclavos hacia sus amos. Lo que llevado al tiempo actual – se me antoja, una burla de las clases bajas a las clases dominantes – un acto de rebeldía en una noche en que el orden es un perfecto desorden. Y me parece que explicado así tiene otro sentido y no es sólo una galera decorada, que me temo que es lo que ve la gente común hoy en día en los corsos.
-Concuerdo con vos en esto. Es probable que la gente, el público, que hoy va a los corsos o a ver las murgas no tenga claro del todo qué es lo que está viendo. El quiebre ha sido profundo. No sé si estás de acuerdo…
-Toda esta confusión es el resultado del cambio generacional sin la debida continuidad y todos sabemos el por qué. Pero el error es nuestro, del movimiento murguero, por no tratar de difundir lo que yo llamo el lenguaje murguero. Yo creo que los murgueros somos los responsables de difundir el género, su historia, el significado de su vestimenta y sobre todos sus valores culturales. Por ejemplo, se había puesto de moda en la década del cincuenta o sesenta “pedirle prestada” la antena de la radio a los autos estacionados. Se le ponía cinta en la punta y se usaba como sustituto del bastón. Travesuras de pibes de barrio con pantalones sin bolsillos… Esto duró hasta que la yuta casó la onda y te esperaban en los corsos y atroden con antena prestada y todo. Otro más: En el barrio de Boedo se usaba corcho quemado. Se lo quemaba en el fuego hasta ponerlo negro y con eso se pintaban la cara.
-¿Te acordás cómo se eligieron los colores?
-Los colores se eligieron porque en esos tiempos estaban de moda los vaqueros Lee importados de Estados Unidos que se compraban en la Galería Internacional del Once que eran muy caros para nosotros. Pero en Boedo y Cochabamba – en la barranquita – había una fábrica de vaqueros de imitación, los Far West. En el barrio, el que podía tenía uno. En esos tiempos eran todos azules. La idea era que el que no podía comprar la tela para que su mamá le haga la levita y el pantalón, se pusiera los vaqueros hasta que pudiera comprarlos. Entonces, el color celeste era el color que tomaban los vaqueros con los lavados. El color negro lo elegimos porque es el color que más se usa. Cualquiera tenía algo negro y que usaban hasta que pudieran comprar la tela.
-¿Los bombistas vestían igual?
-Los bombistas llevaban los mismos colores. La diferencia estaba dada en que algunos llevaban chaleco o capas y no faltaba el que salía con pantalón y camisa solo. En la cabeza – no todos – pero sí algunos llevaban birretes.
-¿En esa época ya se usaban lo que ahora se llaman apliques en los trajes? Quiero decir ¿Las lentejuelas formaban figuras o simplemente se pegaban sin formar un dibujo determinado?
-Sí, se usaban los apliques pero eran de otros motivos. Los más usados en esos tiempos eran los dragones y las calaveras con dos tibias cruzadas; de equipos de fútbol, los cuales en su mayoría eran de felpa o algo parecido. También flores… Lo que no había era tanta gente que los crearan como ahora. Eran comprados. Las zapatillas que se usaban eran blancas y en las fotografías se alcanzan a ver los pompones que llevaban los murgueros.
-¿Siempre se decoraron las galeras con marabú, piedras, espejitos y esas cosas?
- La mayoría de los que usaban galeras la llevaban decoradas, como bien decís vos, con marabú, piedras y espejitos. Y casi todos las forraban por afuera. En la copa con algodón. Tampoco faltaban los que le ponían alambres cruzados y elevados formando un arco en la parte de arriba y que envolvían con marabú.
-¿Quiénes se dedicaban a hacer la ropa y los otros elementos?
-La ropa la hacían las madres. Las banderas y los estandartes, nosotros. Las fantasías eran banderas, estandarte, dados…

-¿Y los bombos? ¿Dónde se conseguían los bombos?
No me acuerdo donde compraban los bombos. Pienso que en una casa de música. Y los platillos eran comunes, de baterías, de los chicos y finitos y había que golpear con cuidado porque se rompían fácil. Este era el motivo por el que no todos los bombos llevaban los platillos.
-¿Con cuántos bombos salían?
-La cantidad de bombos variaba según las murgas, como ahora. Nosotros llegamos a tener siete u ocho más o menos.
-¿Eran de cuero, no es cierto?
-Al principio eran de cuero, sí. Y cuando no los usábamos se aflojaba el parche y se le ponía leche con ajo. Cuando había que usarlos se apretaban y algunos le daban calor para estirar el cuero.
-Entonces se usaba ajo y leche para proteger el parche. No es cuento…
-Lo del ajo y la leche sé que algunos lo niegan pero es verdad. La explicación es que según el cuidado que tenía cada uno con los parches lo usaba o no y otros no lo conocían.
-Contanos un poco acerca de la diferencia entre ritmo y corte en cuanto a lo instrumental. ¿Todos los años sacaban uno o tenían alguno que los distinguía de otros barrios?
-Para mí el ritmo es una cosa y los cortes son otra. El ritmo era siempre el mismo, pero esto no quiere decir que año a año se le agregara algún corte nuevo. Cada barrio tenía un estilo y sobre ese estilo las murgas creaban el suyo propio, que no tenía que ser igual al de otras murgas porque esto creaba disputas y peleas.
-¿Es verdad que si se encontraban con otra murga trataban de "taparle" los bombos para hacerles perder el paso a los bailarines o esto también es un mito?
-Todavía hoy en día cuando una murga está desfilando, la que está esperando su turno no puede tocar los bombos suyos. Es verdad que se mezclan los sonidos y no sólo eso. Es una falta de respeto hacia la otra murga y puede generar disputas. Esto no es un mito y hoy en día pasa lo mismo.
-¿Te acordás cuál fue el primer corso de Los Dandys?
-Nuestro primer corso fue el de Danel y Pavón; después Garro y Asamblea.
-¿Qué recuerdos te trae pensar en esos tiempos?
-Mi familia fue la que fundó la murga y salía de mi casa en el Ford 31 de mi viejo, que hacía fletes. Yo tenía seis o siete años pero hacía de todo. Lo que más me gustaba en ese tiempo era llevar la bandera y por supuesto también fui mascota. También salí como director de redoblante de Los Cometas de Boedo y después bombo con algunos de mis hermanos.
-¿Viajaban todos en el Ford 31? ¿Las mascotas también?
-Sí. Las mascotas iban con las madres o también solas. ¡El viaje era un descontrol! Mi viejo cuando se le movía mucho el camión, frenaba fuerte y nos caíamos todos. O si no se bajaba y empezaba a las puteadas con todos. Nos juntábamos en San Juan y Boedo, justo en la Pizzería Sol Di Nápoli.
-¿Hacían la famosa pasada por el barrio?
-Antes de subir al camión se cantaba y se bailaba para la gente del barrio, por supuesto.
-¿Qué cantidad de corsos sabían recorrer?
-Los corsos que se podían hacer por noche eran cuatro o cinco, según los que se podía conseguir con los corseros.
-Y había premios…
-Sí, claro. En los corsos se daban copas a la mejor murga, a la segunda, a la tercera, etcétera. Esto era lo que generaba más problemas y peleas. Igual que el robo de canciones y ritmos.
-¿Ustedes o las murgas en general llevaban a las actuaciones las copas y trofeos que ganaban en otros corsos o en otros carnavales?
-Los trofeos nosotros lo llevábamos ese carnaval y después nunca más. Pero había murgas que los llevaban. Recuerdo que hacían como un estandarte pero arriba tenía madera. Allí fijaban las copas y algunos otros las fijaban al estandarte directamente.
-Contanos algo más de los integrantes de tu familia y de su relación con la murga.
-Mi hermano Juan Carlos era el Alma Mater de la murga y cantaba. Era uno de los mejores cantores de murgas que escuché… Crítica… Homenaje… Glosa… Ricardo tocaba el bombo. También hermano mío. Después salió en Los Cometas como director. Daniel salía disfrazado. María de murguera, igual que Lili o Susana. Julián en brazos de alguien. Era bebé. Mi tío Enrique, murguero. Mi otro hermano, Jorge, también.
-¿Por qué decís que Juan Carlos era el Alma Mater de la murga?
-Mi hermano, que todavía vive, era la persona que tiraba siempre para adelante. El más importante, el más inteligente y digo era porque no quiere saber mas nada de murga…
-¿El era el Director General de Los Dandys? ¿Qué edad tenía en ese entonces?
-Sí, Juan Carlos era el director general y tendría unos diecinueve años.
-Lo que se dice una familia con vida y alma de murga. ¿Tuvieron algún reconocimiento desde lo institucional?
-Bueno, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires nos dio una medalla y un diploma como reconocimiento a la murga en la persona de mi hermano Juan Carlos por fomentar la cultura popular.
-¿Eran todos de la casa de la calle Cochabamba?
-De la murga, en la casa de Cochabamba vivíamos solamente nosotros más el Queno, Miguel y Alicia que también salían en Los Dandys.
-¿Y de qué edades hablamos?
Sacando a la Lili, Jorge y Julián,eran todos más grandes. Ya eran muchachos de dieciocho o más. Fallecieron dos qué yo sepa: el Coco y Surita, que se mató joven.
-¿Qué otros murgueros te vienen a la memoria, Osvaldo?
-Longaniza, que era el novio de mi hermana Mary y hoy es el esposo, cantaba y componía. Es el autor de “La Cotorra”. También estaba Pichi, un amigo que era murguero. Madera fue el primer director de bombo de los Dandys. ¡Un fenómeno! Coco, también murguero. Y el lechero del barrio, Abrojo, todo un personaje medio chapita que caminaba por toda la cuadra cuando ensayábamos y no quería que nadie lo moleste y de pronto venía apurado y te decía: “¡Anotá! ¡Anotá!” y te cantaba la canción que había creado.
-¿Cómo viven la tradición murguera los Battipaglia?
-Bueno, la familla Battipaglia tiene por costumbre pasar las Fiestas de Fin de Año en la casa de mi hermano Carlos, El Colorado, en el barrio de Barracas. Somos como cincuenta personas entre hermanos, sobrinos, hijos e invitados. Después de las doce brindamos y se arma la Battipagliada, como dice la gente. En la sala de ocho por ocho que da a la calle suenan los bombos y se baila murga. Los que saben y los que no, también. Todos bailan. Al terminar la matanza general nos ponemos a cantar, como si fuera una payada. Mi hijo Gonzalo toca el bombo y el coro lo hacen todos: “… Pero que chupe, chupe, chupe…”. Cada uno canta una estrofa de algo que se acuerda o lo inventa en el momento. Casi siempre picaresco. Del estilo: “…Un pajarito volando se metió dentro un convento / que contenta está la monja con el pajarito adentro…” Al estar las ventanas abiertas, en la vereda su juntan los vecinos para ver y escuchar. Después salimos a la calle y entre todos armamos un carnaval anticipado. Este ritual de familia Battipaglia se celebró hasta 1998, año en que murió mi viejo. En una de esas fiestas estuvo Teté. Lo trajo mi sobrino Roberto (el Colo, como lo conocen dentro del movimiento murguero). Es uno de los fundadores de Los Desconocidos, que venía de ser Director de Bombo de los Herederos de Palermo con el Turco y los Fantoches de San Cristóbal, murga que filmó una película que creo que se llama DNI (Documento Nacional de Identidad). En la película figura el nombre de otra murga pero sí salieron en ella el Colo y Tavi.
-Sí, en la ficha de la película la nombran como Centro Murga Los Privilegiados del Plata…
-Aparecían en medio de una batalla, en un bote en el medio del río. Ahí además salía Tavi, el de Los Cometas, que también está en la película. Esa murga salía de Urquiza y Constitución.
-Pavada de linaje murguero, el tuyo, permitime que te diga. ¿Qué recordás de las canciones?
-Bueno, la música de las canciones eran más de estilo murga como “…Pero que chupe, chupe, chupe…Pero que chupe, chupe, pá…”, el homenaje a Gardel y la tradicional crítica de los sucesos del año, La Cafetera de Nicola Paone y también algún otro éxito.
-Hoy en día, muchos dicen que lo más importante de la crítica que se canta en la murga es el papel de queja o denuncia social y lo política. Yo tengo entendido que esto no era del todo así en esos años. Estaba mezclado. ¿A vos que te parece de acuerdo a lo que viviste?
-Sobre la crítica - ¡Qué se yo! - es difícil tomar una posición porque si uno habla de lo social tendría que decir que antes también había cosas, pero en menos cantidad. La gente lo que quería era divertirse. Entonces e cantaban canciones picarescas, como esta que cantaba una mascota ("El Abuelo" que está en la foto): “…María feliz se sentó / arriba de la sepultura / porque dice que Negrete / murió con la chaucha dura…” Mi hermano Carlos cantaba la crítica y la mascota, una estrofa sola. Esto cantado por una mascota con cara de pícaro y no muy buena pronunciación era para la gente motivo de risa. Yo pienso que la denuncia social en la crítica en los tiempos que corren tiene que ver más con algo nuevo incorporado por las murgas de un estilo diferente, más a la uruguaya y si uno mira las murgas que son llamadas a participar en actos o Fiestas Patrias por los políticos, esto está claro para mí.
- ¿Cómo eran los ensayos?
-Ensayábamos en la vereda de un terreno baldío de Loria y Cochabamba dos meses antes de los carnavales a la nochecita y los fines de semana más temprano. La gente no chillaba. Eramos todos pibes del barrio.
-Contanos un poco acerca del desfile, el baile…
-La manera de bailar, tradicional. El desfile con paso borracho y mucho movimiento de hombros. Matanza eran los tres saltos y después cada uno lo que quería dentro del estilo tradicional de bailar. Sin ballet ni coreografía. También sacábamos a las "vedettes", es decir, los travestis que si te fijás bien en la foto del grupo se los puede ver atrás.
-¿Cómo se ubicaban para el desfile? ¿Los bombistas iban últimos?
-La ubicación de los bombistas cambiaba según las murgas. En algunas iban últimos los murgueros y adelante de ellos, los bombos. Y en otras iban últimos. Casi siempre en murgas chicas pasaba esto.
- ¿Cuál era la manera de desfilar o de bailar específica de las mujeres?
-Bueno, las mujeres desfilaban igual que los murgueros pero la forma de bailar era diferente. No saltaban. Más bien bailaban suave. No movían los hombros y el por qué de esto es obvio. En nuestra murga no tocaban el bombo ni cantaban en esos tiempos como lo hacen ahora.
-La visibilidad de lo femenino en el género murguero es algo muy contemporáneo. ¿Qué cambios ves en relación a la participación de las mujeres en la murga?
-Las mujeres, antiguamente – si bien eran menos las mujeres dentro de las murgas – tenían un estilo propio en su forma de bailar y demás, acorde a su manera de actuar dentro de la sociedad. Se me antoja como más femenino. Con el surgimiento murguero luego de la dictadura iniciada por Videla, la mujer copió la forma de hacer murga del hombre en todo sentido: canto, baile, etcétera, acorde a su nuevo modo de actuar dentro de la sociedad.
-¿Cómo ves esta cuestión a futuro?
-En mi opinión, si el hombre evoca en su baile algo del pasado – como se acepta hoy en día – pues entonces tendríamos que seguir la misma lógica con las mujeres y tratar de justificar su lugar en el movimiento murguero evocando algo de la historia para definir un estilo propio de ese sexo. El nuevo modo de actuar de la mujer esta todavía en movimiento, lento pero en movimiento. Esto alienta a que tal vez este cambio se pueda producir. Quizás surja en el futuro una mujer innovadora que sea capaz de crear un estilo propio logrando poder expresar a una parte de la sociedad que hoy estaría ausente.
-¿Cómo es esto de que las murgas tenían uno que le decían el presidente? ¿Era así?
-No me acuerdo bien si fue en el año 1957 o 1958 que pusieron un edicto policial que obligaba a tener una persona mayor de edad que fuera responsable del comportamiento de la murga y sacar permiso para los disfraces y murgueros con caretas o con la cara pintada. El trámite se hacía en la comisaría y nadie quería hacerlo, por supuesto. Con nosotros salía un muchacho que era el acomodador del cine de San Juan y 24 de Noviembre (El Gran San Juan) que aún funciona. Este muchacho que llamábamos “Gran San Juan” y que no tenía muchas luces era muy parecido físicamente a Aramburu. Lo nombramos “Presidente de la Murga”. Era todo un espectáculo verlo vestido de murguero, con una banda que le cruzaba el pecho y decía “Presidente”. Cuando desfilábamos algunos agarraban la ironía y se reían como locos. En ese tiempo las murgas usaban esas bandas para identificar al presidente y los directores.
-Esto último que me contás es impresionante. ¡Dice tanto pero tanto de la época, de las diferencias históricas… sobre todo con la última dictadura.
-Es cierto, eran otros tiempos. En la de Videla ni loco creo que lo hubiéramos hecho. El peligro era mucho más grande.
-¿Había una manera especial de aprender murga o eso no se planteaba en esos términos?
-Los más chicos aprendían en los ensayos. Cantaban los que ya sabían. Por ejemplo, mi hermano Carlos siempre cantó tangos. Era el que nos guiaba. También se enseñaba a bailar en los ensayos. En realidad todos salíamos para divertirnos y cuando digo divertirnos digo nosotros con la gente del público, no en contra o allá lejos como artistas.
-¿Cómo recordás los corsos de aquella época?
-Mucha gente concurría a los corsos porque eran muy familiares y no había la violencia que hay hoy. Con dos o tres vigilantes bastaban y casi siempre estaban comiendo chorizos o chupando de arriba. El único corso que tenía problemas de violencia era el de Avenida de Mayo y más los últimos años.
-¿Te acordás cómo se festejaba el Carnaval? ¿Jugaban al agua?
-Se jugaba al agua por la tarde hasta la hora de salir en la murga y no sólo en mi casa. ¡En todas! Todavía me acuerdo de Carlos Castro, un vecino que vivía en frente de mi casa y que era el padre de Caíto, el de Los Cometas. Estaban todo el día esperando que mi vieja estuviera distraída. Se cruzaba con un balde de agua y la mojaba y mi vieja, igual. Un día mi mamá no lo pudo mojar y lo agarró al otro día cuando salía para el laburo y lo mojó. Tal vez, esto hoy pueda sonar atrevido, pero no. Era un juego familiar del que participaba todo el barrio. A veces también salíamos con el camión cargado de bombitas de agua a mojar gente por las calles…
-No creo que pueda pensarse que fuera atrevido. ¡Cómo se debían divertir! Era evidentemente una tradición muy arraigada y de gran participación de todos los vecinos, mujeres y varones, grandes y chicos. ¿Cómo veía la gente a los murgueros? ¿Cómo los consideraba?
Yo creo que igual que ahora… A Algunos no les gustaban y a otros sí pero a mí me parece que lo que cambió fue el porcentaje. Antes los que no nos quería eran muchos menos y la prueba está en que antes los comerciantes ponían plata para costear el corso y ahora no lo quieren en su cuadra. Y también cambió la gente, el comportamiento de la sociedad. Antes era todo más sano y más respetuoso.
- ¿Cómo era la relación de las murgas entre sí? ¿Había problemas?
-Por supuesto que había problemas entre murgas y casi siempre por el robo de canciones, alguna copa ganada en algún corso o por picas viejas. Pero también había murgas amigas. Hoy en día te afanan una canción, un corte y no pasa nada. Algo muy loco… ¿No? ¿Se puede llamar murga a una que no puede hacer una canción o crear un ritmo?
-¿Se solía cambiar de murga seguido?
-No era normal cambiar de murga. Se defendía al barrio. Y la gente en su mayoría era del barrio. Pero, como siempre, no faltaba alguien que lo hacía… Pero eran muy pocos.
-Osvaldo, ¿Qué era la murga para vos y esos murgueros en aquel entonces? ¿Qué significado tenía para ustedes salir o sacar la murga, vivir la murga?
-Para mí, la murga era sobre todo diversión, alegría, amistad. Para los ojos de un niño de seis años, como yo tenía cuando debutó mi murga, todo eso era un mundo mágico. Con el paso de los años me fui llenando de contenido y comprendiendo el verdadero significado de todo el simbolismo murguero. Entonces me sentía orgulloso de ser murguero y quería decirlo al mundo. Recuerdo que a la edad de catorce o quince años vendía diarios en el Correo Central, en la entrada que está por Corrientes y como no podía llegar a las cuatro de la mañana – que era el horario que tenía que llegar – me fui vestido de murguero, con los ojos pintados y en camisa. Al lado de la entrada había unos ventanales grandes y profundos y, como me dolían las patas, me senté… ¡Pero con el cansancio que tenía, me quedé dormido! El dueño estaba a la vuelta en Leandro Alem y al ver que no volvía a buscar más diarios me vino a ver. Yo dormía acostado en la ventana y los diarios, que se me habían caído – estaban desparramados por toda la cuadra por el viento. Creo que llegaban hasta el Luna Park. Ya serían como las siete de la mañana y este buen hombre me despertó, me cobró todos los diarios y me rajó. Pero eso no me dolió tanto como cuando mi vieja se enteró.
-¿Qué diferencias fundamentales ves entre el pasado murguero y este presente? ¿Vive todavía la mística murguera de la primera parte del siglo veinte o ya ha muerto?
-En la última dictadura el carnaval y las murgas fueron prohibidos y esto cambió el desarrollo natural de las murgas. Cuando retornó, el movimiento sufrió un cambio. Se desarrolló una forma de hacer murga diferente. Se amplió el género con otras cosas nuevas. ¿Para bien o para mal? No lo sé… El tiempo dirá la verdad. Pero que cambió, cambió.
-¿De acuerdo a lo que viviste y vivís hoy en día con respecto a la murga, cómo la ves mirando hacia adelante?
-Es muy difícil opinar de ciertos temas cuando el cambio está sucediendo, como yo creo que pasa en estos momentos. El tiempo dirá como será esta criatura nacida en un parto diferente a las etapas anteriores.

“Esta fotografía inédita de Los Dandys de Boedo”, cuenta Osvaldo, “data de los primeros años de la década de 1960, probablemente de 1962. En ella estamos mis hermanos y yo. Aquí somos seis, aunque faltan tres más. Ricardo es el que se encuentra justo delante del bombo. El que está disfrazado de indio es Daniel. El que está bien adelante de todos en la foto es Jorge y la nena que está justo al lado de él mirando a la cámara es Susana, a quien llamamos Lili. El famoso “Colorado” es el que está mirando para atrás como dirigiendo la orquesta. Y yo estoy justo debajo del estandarte con el silbato en la boca.”
“Esta es otra foto de los comienzos”, describe Osvaldo. “De izquierda a derecha: Daniel, ‘Madera’, el primer bombista de Los Dandys. (Estos eran los bombos de los que hablamos. Si mirás bien podés ver los platillos finos y el bombo de cuero.) Le sigue el ‘Tano’, el ‘Zurdo’, Coco, el lechero, el ‘Negro’ Figueroa y Pichi. Mi cuñado ‘Longaniza’ es el que está agachado y las tres mascotas son: el ‘Pibe’, el ‘Abuelo’, que es el que tiene la copa, y el ‘Negro Luna’. No sé la fecha, pero sí que es de los primeros años”.

viernes, abril 27, 2007



Se Va La Murga ... (Retirada)
Glosa de Despedida: Daniel "Pantera" Reyes


" ... Cruzando las calles de todos los barrios

Alegres y contentos los murgueros van;

Llevan muy adentro de sus corazones

La fama y la gloria que un día ganaron.

Por eso nosotros alegres estamos

Cantando y bailando para hacerlos reir.

Qué vivan las murgas de todos los barrios

Que felices cantan en el carnaval.

Hay murgas ...

Hay murgas que murgas son

Y murgas que murgas se hacen;

Hay murgas que murgas hacen

A las que murgas no son;

Hay murgas por el dinero y

Hay murgas de corazón

Y uno siendo un gran murguero

Pasa la vida mejor.

Soy el murguero más alocado

Que en mi barrio haya existido;

Soy un murguero conmovido

Por un loco sentimiento

Y al ritmo de estos bombos

Siento que mi cuerpo se estremece

Y es por eso que esta murga

Un aplauso se merece ..."
Imagen: Pintura de Cristina Arraga

viernes, abril 20, 2007


CENTRO MURGA LOS PEGOTES DE FLORIDA

" ... Originalmente se denominaban "Los Siete Gansos". Estos siete señores, alrededor de la fecha de Carnaval, solían recorrer las casas de los vecinos del barrios y cantarles canciones. Los agradecidos vecinos a cambio de estas humoradas les invitaban con comida y bebida. En una de las visitas parece que el dueño de casa no pudo contener una exclamacion: Estos...¡Son unos pegotes!.

Aunque haya procurado no ser oído, el señor tuvo la mala - o buena - suerte de que Alberto Chino Dominguez, lo escuchara. Al año siguiente, 1924, salieron a la calle bajo el nombre de Los Pegotes. Fue así que con el entusiasmo que ponía en aquel entonces su director y fundador, Alberto Dominguez (El Chino) que a esta murga se la vio hasta los años 46 o 47 aproximadamente. En 1951, un grupo de muchachos de no más de 16 años, y quienes ya habían formado su murguita en el barrio con el nombre de "Los Ruiseñores de Florida", fueron a pedirle al Chino Dominguez, que ellos querían ser los sucesores de aquellos murgueros a los que admiraban en los carnavales. A partir de 1951 y continuando hasta el año 1960, "Los pegotes de Florida", hicieron gala de sus virtudes con la continuidad en la Comision Directiva del "Chino" Alberto Dominguez y la direccion general del "Lolo" Roberto Giusto, el bombista "Garlopa" Jorge Solmi, con canciones de "René" Modernel entro otros. Una de las características de esta murga, eran la cantidad de instrumentos visuales que contenían, a diferencia de otras murgas de la época, tales como veintena de muñecos gigantes, abanicos gigantes, todo perfectamente decorado. Tal es así que fueron galardonados, por su trabajo, con innumerable cantidad de trofeos, que hoy día se conservan, llevando a esta numerosa murga de mas de 120 integrantes a muchos barrios de Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Luego del año 1960 y siguiendo la trayectoría de este reconocido Centro Murga, "Los pegotes de Florida", siguieron saliendo a la calle hasta entrando los años 80, de la mano de la dirección general de el "Loco" Alberto Ruggilo, junto a "el gordo" Leo, los cantores; "el Manco" Luis René, "el Negro Yuyu", los bombistas; "Paloma", "Changio", "Tute" y los bailarines "Carlitos", "Lobito", "Cámara Lenta" entre otros. Ya con quince años se lo ve a "Cachito" bailando en el fondo. También "Tarzán" abriendo el desfile haciendo de lanzallamas y "Delfor" y sus vedettes transformistas en un bloque del desfile.

Llegando a la actualidad, el Cento Murga "Los Pegotes de Florida", reaparece en el año 1998 por iniciativa de algunos jovenes del barrio y bajo el padrinazgo de dos viejos Pegotes: Roberto "Lolo" Giusto y Sergio A. Di Giocco. Vuelve a salir esta Murga en los carnavales de 1999, demostrando el trabajo realizado durante el año. Con chicos muy jóvenes y viejos murgueros, se logró que el Centro Murga "Los pegotes de Florida" siga teniendo su estructura de murga tradicional porteña, con el fenómeno de integración de varias generaciones.La primera salida de Los pegotes de Florida, con su nueva generación de chicos en su mayoría del barrio o con lazos próximos fue en un marco familiar y acompañada de los viejos que alguna vez con mucho orgullo e ironía salían a los corsos y festejos de carnaval ..."


Fuente del texto y las imágenes: Página Web de Los Pegotes de Florida
Ver también reportaje a Alicia de Los Pegotes de Florida por Pupita La Mocuda en este mismo blog: http://sostenganquenacemos.blogspot.com/2007/11/blog-post.html

domingo, abril 08, 2007

¿Qué uno entre todos
si no todos?
¡Qué todos
si no uno y uno y uno
en cada uno y todos
en cada uno
y en todos?
¿Quién ayer o mañana
si no siempre?
¿Qué nosotros
si no todos nosotros
y ahora?
¿Qué nombre
si no anónimo
para reconocernos?
El sol desgarra la niebla
que se empeña en cubrirlo
como la memoria
disipa el olvido.
Toda ausencia
-30.000 ausencias-
es mentira:
Cada mirada la desmiente,
Cada lágrima la refleja,
Cada calle es a sus pasos
Lo que la realidad es al milagro:
Esta verdad
Nunca vista
Y siempre presente.

Alberto Szpunberg
Texto inédito perteneciente a El Libro de Judith
Fuente: desdeelaula.blogspot.com
Entrevista a Alberto Szpunberg en:
http://desdeelaula.blogspot.com/2006/12/entrevista-alberto-szpunberg.html

viernes, marzo 23, 2007

A 31 años del golpe de estado
Los nuevos desaparecidos de este 24 de marzo y nuestros nunca más
El testigo Julio López, dos veces desaparecido, se ha vuelto este 24 de marzo también, dos veces testigo. No sólo acusó en el juicio a los torturadores y asesinos, mirando cara a cara a Etchecolatz. Ahora desde su cuerpo ausente acusa a la impunidad que continúa, desnudando los límites de nuestro precario 'nunca más'.
Julio López, en nuestras actuales resistencias, señala los límites de las políticas y de los discursos de derechos humanos, sentando en el banquillo de los acusados, a un sistema político que no fue capaz, a 24 años de la retirada de la dictadura, de desmantelar el aparato represivo, asegurar el castigo a los responsables del ultimo genocidio, modificar profundamente el sistema carcelario y las dependencias policiales y militares, que siguen siendo nidos de represores, torturadores y fascistas.
Marchará con nuestros pasos Julio López este 24 de marzo, para decir que mientras se juzgan los crímenes del Plan Cóndor, como si fueran hechos del pasado, seis campesinos paraguayos esperan en las cárceles argentinas que se ejecute su extradición a Paraguay, para ser sometidos a torturas y juicios aberrantes en los tribunales colorados. Marchará para llamar la atención sobre los proyectos de leyes antiterroristas que se están discutiendo en los despachos del Congreso de la Nación. Para denunciar la realización de ejercicios conjuntos de las Fuerzas Armadas argentinas, con las fuerzas militares norteamericanas.
Julio López marchará el próximo 24 de marzo, no solamente como un gesto de buena memoria. Andará en las calles pidiendo que no lo olvidemos. Andará exigiendo que no perdonemos a los represores y asesinos, a los genocidas, a los verdugos a sueldo del capital. Andará recomendando que no nos reconciliemos con quienes hoy nos desaparecen en su cuerpo, que es una manera de desaparecernos en nuestro colectivo nunca más. Andará Julio López pidiendo que se aclare de una vez por todas qué sucedió durante la desaparición de Luis Gerez y quiénes fueron los responsables de ese siniestro episodio que conmovió la conciencia democrática de los argentinos y argentinas en los finales del año 2006, precisamente en el día de los inocentes.
Vendrá Julio marchando con sus compañeros y compañeras ex detenidos desaparecidos. Vendrá Julio a reclamar que lo aparezcamos con vida.
Este 24 de marzo, volverá a debatirse en las calles, los sentidos de la memoria colectiva, y los posibles sentidos de nuestras marchas. Es de enorme una torpeza, en este contexto, interpretar el señalamiento de los límites de las políticas oficiales, como un gesto de intolerancia o de sectarismo político. Por el contrario. Las últimas acciones realizadas por la corporación policial militar, que van desde estos secuestros hasta las amenazas a los testigos, y los actos de reivindicación de los torturadores y genocidas, constituyen un llamado de alerta. Desmantelar los nichos de impunidad, es una exigencia para que se pueda creer en la posibilidad de ir abriendo cauce a una nueva democracia.
Debilitan esa posibilidad, no solamente las vacilaciones y tibieza de las políticas oficiales para avanzar en la expulsión de todos los miembros de las fuerzas militares y policiales implicados en crímenes (durante o después de la dictadura), y su enjuiciamiento en tribunales civiles. También resultan funcionales a la impunidad, las políticas de criminalización de la pobreza, de judicialización de la protesta, de estigmatización de quienes resisten las políticas de exclusión. Pretender callar el grito de los excluidos con políticas asistenciales que van diseñando un doble estándar de ciudadanía (tanto a través de la distribución arbitraria de los planes, como en las políticas educativas, sanitarias, habitacionales, etc.), es una manera de fracturar la concepción de derechos humanos. Si el golpe de estado tuvo como objetivo central rediseñar la dominación capitalista y su gobernabilidad, a través de las políticas neoliberales; la evidente crisis de las mismas en todo el continente intenta ser controlada en esta etapa con políticas públicas que consagran un tipo de derechos para los incluidos (entre los cuales el principal es el derecho a la propiedad), y otro tipo de derechos para los excluidos (a quienes ni siquiera se les asegura el derecho a la vida).
Hace 31 años, el golpe de Estado avanzó en la remodelación del país, con la misma saña con que la generación del 80 diseñó hace más de un siglo su 'modernización'. Sucesivos genocidios fueron 'haciendo' nuestra historia, o mejor dicho, fueron deshaciendo nuestra historia como colectivos, como pueblo; fragmentando nuestras identidades, nuestras culturas, para levantar este capitalismo 'realmente existente'.
Si un geólogo pudiera identificar las diferentes capas que sostienen las andanzas del capitalismo en nuestro continente, iría develando una tras otra, la masacre de los pueblos originarios iniciada por la conquista europea, y continuada por los 'fundadores de la república' (los 'héroes' de la 'campaña al desierto'); y esta capa ya se iría mezclando con los asesinos de los obreros asesinados en la Patagonia y en la Semana Trágica, con los obreros rurales del Grito de Alcorta, con los muertos en todas las dictaduras, con los fusilados en José León Suárez, y los 30.000... que ahora se nos mezclan con los muertos de la pobreza: los chicos del gatillo fácil, las mujeres y niñas desaparecidas por el negocio de la trata, los pibes y pibas de Cromañon... y los otros muertos, de hambre, de enfermedades curables, y tantos y tantas vidas desaparecidas en democracia....
Pero no es geología ni historia lo que hacemos cada 24 de marzo. Es, en el sentido más estricto de la palabra: resistencia. Es instalar en el imaginario colectivo una vez más, las demandas de Memoria, Verdad y Justicia. Es marchar, caminar, llenar las plazas, no de cara al pasado solamente. Es llegar hasta el presente para ampliar los límites de una justicia que calla y otorga frente a los poderosos, y que es ciega frente a los nadie.
El olvido, el perdón y la reconciliación es la política que se promueve desde distintas fracciones del poder, para diluir responsabilidades, promover olvidos, moderar las resistencias, abonando el camino de la impunidad. Es por Julio López, que no olvidó, que no perdonó y que no se reconcilió, como otros tantos, que hoy Echecolatz está preso. Es por Julio López -que quiere decir, es por nosotros y por nosotras-, que este 24 de marzo renovamos el compromiso de socializar la batalla por los derechos humanos, para que sean para todos y para todas. Y será por todos nosotros y nosotras, que seguiremos escrachando a los genocidas, y que marcharemos con vos, Julio... como nuestra manera todavía débil de aparecerte.

Claudia Korol

Recordar los genocidios
Osvaldo Bayer

Años después de la masacre, en Berlín, un estudiante armenio mató al principal político turco que ordenó los cobardes crímenes. Juzgado por tribunales alemanes, el autor de la venganza fue sobreseído de toda culpa por haber ejercido el derecho de matar al tirano. En la reciente guerra con Irak, el actual gobierno turco puso el precio de 30.000 millones de dólares a Estados Unidos para que utilizara bases otomanas. El presidente Bush se enojó y amenazó a los turcos con "reconocer el genocidio de los armenios" si no bajaban el precio.
Lo que siempre hay que recordarle a la humanidad -año por año- en sus fechas respectivas son los genocidios cometidos por el ser humano: el de los europeos con respecto a la población africana en la forma de la esclavitud; el de España, Portugal, Inglaterra, Estados Unidos de América y la Argentina con respecto a las poblaciones originarias; el llevado a cabo por Turquía contra la población armenia en la segunda década del siglo pasado y la reciente de Ost-Timor, para apenas nombrar unas pocas de toda la historia trágica del ser humano. Sin contar las guerras de exterminio libradas por los países poderosos contra los pequeños o las mayorías sobre las minorías..Justamente hoy se cumple un nuevo aniversario del genocidio del pueblo armenio en manos de las fuerzas armadas y cuerpos especiales del gobierno turco. Comenzó el 24 de abril de 1915, en plena Primera Guerra Mundial. Turquía era aliada de Alemania, por eso periodistas y veedores del ejército alemán pudieron fotografiar innumerables crímenes realizados desde ese año hasta 1923. A los hombres se los ahorcaba, a las mujeres y los niños se los obligaba a caminar durante días y noches sin parar ni darles alimentos. Son horrorosas las fotos de mujeres muertas de hambre rodeadas de pequeños niños cuyos cuerpecitos eran sólo piel y hueso. Pese a esas escenas ningún miembro del pueblo turco ayudó a las víctimas o se opuso a la matanza. Horca, hambre y sed en los caminos de Armenia fueron las armas de los turcos, como la de los nazis fueron las cámaras de gas. El material gráfico es espeluznante. El genocidio cometido por los turcos quedó en la historia y fue tomado por las instituciones internacionales como el Parlamento Europeo que condicionó el ingreso de Turquía a la Unión Europea al reconocimiento de su responsabilidad en el atroz crimen contra el pueblo armenio. El 9 de junio del 2000, 1226 intelectuales y estudiosos del Holocausto judío repudiaron el genocidio turco y exhortaron a todas las democracias a reconocerlo oficialmente.
Años después de la masacre, en Berlín, un estudiante armenio mató al principal político turco que ordenó los cobardes crímenes. Juzgado por tribunales alemanes, el autor de la venganza fue sobreseído de toda culpa por haber ejercido el derecho de matar al tirano. Fue un veredicto judicial que tuvo trascendencia mundial.
En centenares de tumbas masivas en territorio turco y armenio quedaron los huesitos de miles de niños y los restos de sus madres muertas de hambre y de sed. Las fotografías de los hombres ahorcados en las ramas de los árboles parecen racimos tétricos de cuerpos masacrados por la impunidad de los asesinos turcos, casi todos de uniforme de ese pueblo. En la reciente guerra con Irak se produjo un hecho vergonzoso: el actual gobierno turco puso el precio de 30.000 millones de dólares a Estados Unidos para que esta fuerza aérea utilizara bases otomanas para bombardear Irak. El presidente Bush se enojó y amenazó a los turcos con "reconocer el genocidio de los armenios" si no bajaban el precio.
Negocios con los muertos, negocios con la memoria de los que murieron por obra del crimen y la crueldad. Por todo esto, el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica ha declarado hoy, el 24 de abril como "Día contra la Discriminación y la Impunidad". Una advertencia contra los criminales que ordenan o ejecutan represiones, aquí y en cualquier tierra del mundo.


Publicado originariamente en Página 12, el 24 de abril de 2003.
Fuente: http://www.lafogata.org/bayer/bayer_genocid.htm

domingo, marzo 11, 2007




**8 de marzo**
En la lucha por derechos, visibilidad, genealogía y sostén femeninos.




RAQUEL FORNER
MUJER PINTORA DE MUJERES
Por Pupita La Mocuda




Ciudad de París. Año 1929. Raquel Forner posa durante un homenaje a Paul Cézanne en la que, única mujer del grupo, se la ve acompañada por Alfredo Bigatti, Juan del Prete, Alberto Morera, Athanase Apartise, Horacio Butler y José Massó. [1] En esta prodigiosa condensación fotográfica quedan a la vista las coordenadas de toda una época, de un rico y singular momento de la historia social y artística de la relación entre metrópolis centrales y periféricas. Unos pocos años más tarde Raquel Forner pinta “Interludio”.

Suele sostenerse desde las ciencias sociales que la sociedad humana se ha constituido sobre la base del intercambio de signos, mercancías y mujeres. Esta es una de las maneras de referirse a la destrucción de las relaciones entre estas últimas y que muy a menudo va acompañada de su imposibilidad de ser dueñas de sus propias producciones y de la dificultad para producir signos originales. Uno de los modos posibles de indagar en las relaciones personas del género femenino se articula en torno a la idea de crecimiento conjunto y la necesidad de construcción de una genealogía de mujeres en tanto legitimación por su referencia a su origen femenino de acuerdo a la necesidad de sobreponerse a su ser en el mundo sin adscripción simbólica. La búsqueda de referencias simbólicas ofrecidas por otras mujeres es muy antigua y está relacionada con la búsqueda de un lugar – tiempo donde situarse y con el intento de procurarse un cuerpo racional, una topología donde orientarse mentalmente.

“Interludio” pintada en 1934 puede agruparse con otras obras de Forner tales como “Juventud”, “Mujer de Lot” o “Redes” en derredor de la idea de alegoría. En esta obra, signada por la impronta del monumentalismo picassiano tres mujeres de figura sólida y maciza aparecen agrupadas en primer plano en una actitud de sereno y agradable coloquio. Los colores que Forner elige para pintar estas tres mujeres que a plena luz del día y vestidas solamente con ligeras túnicas que dejan ver sus brazos, senos y piernas cantan al son de un pequeño instrumento musical, una mandolina tocada por una de ellas son cálidos y alegres: naranjas, amarillos, verdes, enmarcados por el azul del mar en el horizonte, estatuas y algunas construcciones con columnas, pórticos y galerías de estilo griego. Es sólo más adelante que Forner recurrirá al otro extremo de su paleta para componer obras desde una gama de colores más bajos y menos vibrantes para atravesar la miseria humana y el conflicto de la guerra. Unícamente recuperará esta gama plena de vida cuando tanto ella como el planeta que retrata con tanta sintonía terminen de atravesarlos.

El mundo de “Interludio” es un lugar tibio, benigno, donde encontrar la abundancia y la paz: Hay frutos, plantas, espigas, pescado. En este lugar de remanso pueden florecer las artes: la música, la arquitectura. Pero, sobre todo, es un lugar de mujeres; un lugar de affidamento y confianza femeninos: Una de las figuras está sentada, apoyada en una pequeña columna la segunda, la tercera reclinada en el suelo. Un lugar donde es posible el desarrollo de un pensamiento propio a la manera woolfiana, una representación simbólica de la realidad que responda al modo de ser, de pensar y de sentir las mujeres y donde se escuche y se aprecie su voz, sus deseos y sus anhelos, expresados desde su propio lenguaje. Desde esta concepción, la interlocución entre mujeres es necesaria si quiere articularse la vida propia en un proyecto de libertad y darse con ello razón del propio ser mujer dado que una mujer sólo puede adquirir la inviolabilidad con una existencia proyectada a partir de sí misma y garantizada por una sociedad femenina.

Raquel Forner abreva en lo onírico, lo mítico – metafísico ya fundiéndolo ya alternándolo con lo fantástico y lo fantasmagórico fusionados con la búsqueda de lo invariante y trascendente en lo humano. Como dice Aldo Pellegrini: “Quiso hablar de la humanidad recuperada” y fue portadora de “un neohumanismo de fuerte acento literario”.

[1] Una ampliación de esta fotografía se conserva en el atelier de Alfredo Bigatti en la pequeña pero luminosa casa de estilo racionalista del barrio porteño de San Telmo que él y Raquel Forner, ya casados, mandaron construir con el dinero de distintos premios y que compartieron hasta la muerte del escultor en 1964. Cada rincón de la vivienda fue pensado para ser utilizado destacándose los grandes ventanales, la terraza sembrada de pasto y los amplios talleres individuales de cada uno de los esposos intercomunicados por un balcón interno.

Biografía de Raquel Forner:
http://www.epdlp.com/pintor.php?id=2846

martes, febrero 27, 2007



La estatura de la amistad. Acerca de las memorias de Bioy sobre Borges.



Durante 40 años, Bioy Casares registró minuciosamente su relación con Borges. Los diarios de Bioy sobre Borges fueron editados por su albacea literario, Daniel Martino, y reflejan una amistad a tiempo completo, con una frecuentación que solo se interrumpía en los viajes, y que conocía los más diversos ámbitos ya que cenaban juntos, escribían y trabajaban juntos en la editorial Emecé y la revista Sur.Los textos revelan lo que acaso fue la amistad vital y creativa más productiva de la literatura universal. También los muestra a ambos con una complicidad que tiene visos de estudiantina aún en la vejez de ambos: esos dos muchachos se divertían cayendo en picada sobre sus afectos más cercanos, desollando a los escritores que los rodeaban, cultivando el arte de la injuria en clave de insulto encubierto o de comicidad.La minuciosidad de Bioy para registrar los días de su amigo parece hablar, por momentos de una vida vicaria. Llama la atención, incluso, la indiscreción de Bioy para volcar al papel actos y opiniones de Borges a sabiendas de que ese trabajo sería publicado. Originalísimo como objeto cultural el Borges de Bioy se planta como una poderosa novela cultural que atraviesa cuatro tensas décadas argentinas. Mientras transcurren las charlas entre ambos sobre filosofía, en tanto disecan un poema con precisión, comentan la vida política apostillan sobre sus conocidos trajinan personajes como las hermanas Victoria y Silvina Ocampo, José Bianco, Estela Canto, Oliverio Girondo, Witold Gombrowicz, Rabindranath Tagore. Como si estuvieran flotando diariamente entre ellos, también pasan Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Dante, William Faulkner o Samuel Beckett.Con la escritura concisa y fragmentaria de los diarios, con opiniones y actitudes que generarán polémica, atravesado por el humor y aún la procacidad, con registros de lenguaje que se detienen en diversos niveles de la cultura argentina, Borges de Bioy Casares aparece como una portentosa infidencia.

1950 Miércoles, 28 de junio.

Borges llegó ayer de Tucumán. Contó que, recorriendo la ciudad con unos profesores, llegaron a un triste barrio de ranchos de paja (…). Uno de los profesores dijo: "Este barrio es muy peligroso. Hay muchos malevos", y aclaró que no había verdadero peligro de ser atacado por ladrones o asesinos, sino por homosexuales. "Todos los malevos son homosexuales". Ante la sorpresa de Borges, el doctor explicó: "La bicicleta excita al malevo. El movimiento, usted comprende. Además, el malevaje es muy inclinado al ciclismo. Si uno va en bicicleta y ve a otro de a pie, se ofrece a llevarlo. Los dos se excitan, dejan la bicicleta… Una vez, con el doctor X, vimos a dos malevos en una acequia. El doctor dijo: 'No hay por qué escandalizarse. Total a todos nos gusta'".

1954 Domingo, 20 de junio.

Borges me habla de un malevo Ibarra, a quien le gustaba disfrazarse: "¿Cómo no les va a gustar el carnaval? La idea que tendrán del cielo será el corso de Lomas". Yo había oído Ibarra y creía que a Néstor le gustaba disfrazarse. Borges: "Seguramente. Se ha de pasar todo el año esperando el carnaval". Martes, 7 de diciembre. Me cuenta la lectura de Manucho de unos apuntes para una novela en preparación: "No parte de una situación o de unos personajes. Parte de una situación que no es nada. Por ejemplo, una vieja que vive sola en una quinta. Después agrega episodios que le divierten, homosexualidad, porque es moderna (?), algunos muchachos que él conoce, la historia de ese príncipe portugués que fue al baile y que nadie se le acercaba porque no sabían cómo tratarlo, si de 'alteza', 'monseñor' o 'señor' y que al final se quebró ese hielo y conoció le tout Buenos Aires. Yo creo que escribe novelas porque es chismoso. Después el lector se pregunta lo que quiso decir el autor, y es precisamente lo que el autor nunca supo". Comenta también: "La gente dice que la Historia de la filosofía (o el Diccionario) de Ferrater Mora es bueno porque figuran en él las filosofías de España y de la América Latina. Es una idea muy casera. Buscan a Francisco Romero y lo encuentran. Es como si se alegraran de encontrar en una enciclopedia de medicina a la Madre María… La gente que elogia ciertas historias de la literatura en diez Es como una fotografía a la que le pegaran un pedazo para añadir personas que no salieron, o un cuadro alegórico al que se le agregara, para exponerlo en Buenos Aires, las figuras de San Martín y de Belgrano. Ha de haber una edición bantú, con un tomo sobre la literatura bantú, firmado por una autoridad caníbal, desnuda y retinta".

1956. Lunes, 8 de octubre.

Borges: "Estuve pensando que tal vez haya una ventaja en esto de Frondizi, y de Barletta y Martínez Estrada. Si fuera por nosotros, sólo se seguiría hablando de los robos del peronismo. Estos traen nuevas cosas y es como si la vida siguiera, como si ocurrieran nuevos episodios en la realidad, que dejan más lejos en el pasado a la época del peronismo. Además, hay que ver cuántas cosas pasaban entonces: muerte de Evita, incendio del Jockey Club y de los Comités, incendios de las iglesias. Ahora tiene que seguir pasando algo, para que no parezca que la vida se ha detenido". Hablamos de la Semana de la calle Callao, que ahora se cumple. Borges: "Qué idiotez esto de la Semana de la calle Callao. Qué difícil entusiasmarse. Todo empezó con los Amigos de la calle Florida. ¿Cómo no se dieron cuenta de que después iba a haber amigos de todas las calles?".

1957 Viernes, 14 de junio.

Borges me refiere: "Durante la comida, continuamente Manuel Mujica Láinez venía de su asiento a nuestra parte de la mesa. El propósito de estos viajes, que Mujica no ocultó, era tocar la nuca de un muchacho que lo emocionaba. 'Se parece a Belgrano', exclamó Mujica Láinez. '¿Usted, Manucho, admira a Belgrano?', preguntó Wally Zenner. '¿Cómo no voy a admirarlo? -replicó-: con esos muslos y con esas caderas'". Borges comentó: "Va Manucho al Museo de Luján y todas las antiguallas reviven. Manucho no mira los cuadros fríamente; es un contemporáneo de lo que está mirando".

Lunes, 2 de septiembre.

Me refiere que Miguel, su sobrino, compró en estos días una biografía de Gardel, de quien es muy devoto. "Ay -exclamó Miguel-, qué golpe. Se llamaba Gardez y había nacido en Provenza". Borges: "Le contesté que hubiera sido peor que fuera bávaro, o belga, o suizo; que uno pudiera preguntarle: ¿De qué cantón es usted?". Bioy: "Sin duda il roulait les erres (en alusión a cómo pronuncian la erre en el sur de Francia)". Borges: "Nunca lo vi. Una vez fui con Mastronardi a un cinematógrafo, a ver La batida, con George Bancroft; anunciaron que Gardel iba a cantar al final: nos fuimos sin oírlo, porque no queríamos que el efecto del film se nos arruinara". Yo dije, y mi padre confirmó, que durante mucho tiempo Gardel cantó vestido de gaucho. Era la época de Gardel-Razzano. Mi padre: "De aspecto, Razzano, a pesar de las dos zetas, era un poco mejor". Borges: "La cara de Gardel era la típica cara del otario. Malevo, sí, pero malevo soso. Quien tenía ese mismo tipo de cara, estúpida y abundante era Florencio Sánchez. Una vez, por cuestiones políticas, detuvieron a un grupo de personas, entre las que estaba Florencio Sánchez. El vigilante lo miró y le dijo: 'Vos no. Tenés demasiada cara de otario'". Bioy: "A mí, Gardel nunca me gustó mucho como cantor de tangos. Lo vi y no me dejó ningún buen recuerdo; más me gustaron Azucena Maizani, Sofía Bozán, Rosita Quiroga. De los cantores de antes me gustaba Alberto Vila: cantaba admirablemente Agua florida. Hablamos de la posibilidad de hacer una biografía de Gardel, en la que se dijeran cosas inconvenientes, como sin darse cuenta (que era provenzal, un troubadour, que se llamaba Gardez, que era el zorzal francouruguayo, etcétera)". (…)Sábado, 21 de septiembre. Sobre la conferencia que Jaime Dávalos dio hoy en la Biblioteca: "Usa con absoluta naturalidad expresiones como zamba adentro, tal como nosotros decimos tierra o mar adentro. La palabra baba le gusta mucho. Al final debí ofrecerle un babá con ron, hablarle de Alí Babá. (...) Por razones obvias, habló mucho del animal poeta. Dijo, sin la menor intención satírica, que el poeta hace pública su vida privada. Enseguida se refirió al gran poeta de nuestros ríos. Yo pensé: ¿Quién será? ¿Será Barbieri? No: era el sapo no sé cuántos (por 'El sapo cancionero'). Dávalos imitó el canto del sapo y después recitó un poema disparatado que le había dedicado. Contó anécdotas. Parece que tenía una estancia y que salía a trabajar al bosque, con los hacheros. (…) Todo eso estaba bien. Lástima que además recitara sus poemas". Dijo Borges que los poemas de Dávalos quieren ser musas de su tierra y que de pronto, como los de tantos otros, toman un tono lorquiano y español. Borges: "No ha de tener ninguna sensibilidad para las palabras". Bioy: "Y muy pocas lecturas. Leyó a Lorca y nada más. De inmediato agarró para ese lado. No puede prescindir de Lorca". Borges: "A Silva Valdés le pasa lo mismo. Qué raro, esa gente que para cantar a su provincia redacta un catálogo de animales y de plantas. En Zorrilla, como el verso fluye, esa terminología no es tan gravosa. En estos poemas en verso libre el mazacote se advierte". Bioy: "Quizá sea la versificación, en Zorrilla, lo que hace fluir todo ese material: en el verso libre, en cambio, no fluye; esos árboles, esos yuyos y esos animales en la realidad están más desparramados que en la página escrita. Dijo que el folklore es mucho más consciente de sí mismo que antes". Borges: "Se educan por la radio". Bioy: "Y el folklore de cada lugar ha de enriquecerse con el de otros lugares".

Miércoles, 25 de septiembre.

Borges me dice que el actor [Francisco] Petrone le ha propuesto que hagamos un libreto para filmar el Martín Fierro. Borges: "Tenemos que escribir hacia el tema, no desde. Hay que empezar con algo que muestre que no seguimos el libro, para que el espectador no haga comparaciones. No podemos mantener los versos, porque si no el film parecerá una ópera. Tal vez al final pueden ponerse algunos versos". Bioy: "Casi fuera del film. Casi a Hernández, en su hotel. Que el film se acepte como la vida de Martín Fierro, que luego versificó Hernández. Nadie cree que esa vida, de ser real, pudo transcurrir en verso". Borges: "Es mejor esto que si nos proponen Don Segundo. En Don Segundo todo se reduce a movimientos de hacienda, de acá para allá. Y después está esa relación desagradable entre don Segundo y el relator… Si aceptamos la proposición vamos a tener que trabajar en serio". Bioy: "Desde luego. No como para los cuentos de Bustos Domecq, últimamente, que trabajábamos muertos de sueño, una noche por mes". Borges: "Podríamos ir a tu estancia. Podrían tal vez filmarse allá algunas tomas. Es mejor describir el campo por fotografías que por frases. Se muestra un ombú y no debe uno escribir la palabra". Bioy: "No debemos parecernos a Jaime Dávalos".

Jueves, 26 de septiembre.

Hablamos del film sobre Martín Fierro. Borges: "Podríamos empezar un poco antes que el poema". Bioy: "Las escenas de felicidad, con la china, y cada cual levantándose de mañana a buscar su caballo, en un film nacional, pueden ser muy tontas". Borges: "Los versos son lindos, pero la escena… es casi la granja modelo. Una solución, serían los dibujos animados". Mi padre: "Es claro: 'Venía la carne con cuero, / la sabrosa carbonada y se la ve avanzar por sus propios medios'". Borges: "Se ve a Fierro como un gallo montado en un chancho. Otro problema son los indios". Bioy: "Aunque el país está lleno de gente aindiada, en nuestro film se les verá el tizne". Borges: "Petrone dijo: 'Hay que mostrarlos como sombras'". Bioy: "La vida en la frontera, será, entonces, una vida ociosa". Borges: "O si no podemos sugerir que todo lo importante ocurre en los márgenes de la pantalla. 'Voy a pelear con los indios'. 'Vengo de pelear con los indios'". Silvina: "Para indio tienen a Susana Bombal. Martínez Estrada sirve para Martín Fierro". Borges: "Para Cruz no sabríamos por quién decidirnos. ¿[Los editores Gonzalo] Losada o [de Sudamericana, Antoni] López Llausás?". Bioy: "Podrían aprovecharse los pieles rojas de una película norteamericana". Borges: "Es claro. Hacer una suerte de centón. Tal vez convendrían más los esquimales, porque la gente no los reconocería como pieles rojas. Para el Viejo Vizcacha -el personaje filosófico que interesa a Petrone, ¡qué idea de la filosofía!- habrá algún putito de la Sade. Y con Sábato, ¿qué hacemos? Me han dicho que está pobrísimo. Traté de compadecerlo pero no puedo: es difícil compadecerse de Sábato". Silvina: "¿Y qué tal es, como persona, Petrone? ¿Es antipático?". Borges: "Antipático, no, pero la conversación con él está llena de desencuentros. En realidad, va a ser muy difícil de hacer el film. Pensá: cuando se vea el ejército, la bandera argentina, y la gente tratando de huir para que no la enganchen. Va a parecer un ataque contra el ejército, en favor del Descamisado…".Bioy: "La posibilidad está en el libro". Borges: "Habría que mostrarlo a Fierro como a un hombre a quien el azar de las circunstancias va convirtiendo en criminal y después se le descorre el velo, comprende lo atroz de su destino y habla. Un personaje de Bernard Shaw es nuestra única posibilidad. Los consejos que da, entonces, deben ser verdaderos, no como los que da el libro, tan de ocasión. De todos modos, no veo cómo vamos a evitar que se vea ese destino como el de un peronista perseguido por la sociedad y el ejército: se verá al ejército en un mal papel y se pensará que es un ataque al ejército de hoy". Bioy: "Habría que mostrarlo en un mundo tan duro que no se tome como metáfora de otro". Borges: "Sería un mundo muy duro". Bioy: "Mostrar un destino individual. Como en las novelas de Faulkner". Borges: "Sí, hechos que ocurrieron una sola vez; esa sola vez".

Fuente: http://sololiteratura.com/arlt/arlteldiario.htm



Borges y Bioy: recuerdo de un aprendizaje
Por Antonio Muñoz Molina
Para LA NACION-Nueva York, 2007

Las novelas celebradas en la cultura de la resistencia, influidas por las teorías francesas, eran ilegibles, hasta que el boom latinoamericano lo sacudió todo y, más tarde, a pesar de las diferencias ideológicas, el tono de Borges cautivó a una generación de intelectuales

En la mañana invernal de Madrid salgo feliz de una librería llevando bajo el brazo el volumen recién aparecido en España de los diarios de Bioy Casares sobre Borges. Salgo con impaciencia, con gula lectora, y de camino hacia casa ya empiezo a leer este libro ingente que parece un libro de arena, la novela río de una amistad de más de medio siglo, de una conversación tan larga que atraviesa las vidas enteras de quienes la mantuvieron. La impaciencia, la felicidad, son idénticas a las que recuerdo de hace treinta años, cuando en otra ciudad y casi en otra existencia -en Granada, siendo un estudiante distraído y un aficionado pasional a la literatura- iba por la calle con mis libros recién adquiridos de Bioy o de Borges, los delgados tomos de Alianza en los que fui descubriendo sucesivamente El Aleph, Ficciones, El sueño de los héroes, La invención de Morel, los cuentos amorosos del uno y los poemas del otro, los ensayos y las antologías que eran puertas de acceso hacia otros escritores y otros libros: Chesterton, Kipling, Gibbon, Stevenson, los novelistas policiales del Séptimo Círculo, los narradores más o menos apócrifos de la Antología de la literatura fantástica.


Uno no sólo leía aquellos libros: vivía dentro de ellos, los llevaba consigo como tesoros inaplazables, deslizándolos al salir de casa en el bolsillo del abrigo, para regresar a su lectura en la primera ocasión, en el asiento de un autobús o en una banca de la Facultad. Las influencias literarias se transmiten por caminos sinuosos: leyendo ahora las conversaciones entre esos dos amigos -cada noche, o casi, a la hora de la cena, en un apartamento de Buenos Aires- yo me doy cuenta de que sus dos voces se prolongaban, a través de la lejanía inmensa del espacio y del tiempo, hasta mi capital de provincia española para envolverme en sus redes de erudición, de ironía y de chisme, pues los libros que a mí tanto empezaron a importarme entonces habían nacido en gran medida de ellas.


Casi todo lo valioso en la vida es consecuencia de un azar improbable. Ni Borges ni Bioy eran los autores que más fácilmente podían atraer a un joven aprendiz de escritor en la España de entonces, la de las vísperas sombrías de la muerte de Franco y los tiempos ilusionados y convulsos que vinieron tras ella, cuando la libertad parecía unas veces al alcance de la mano y otras imposible, cuando en el curso de una sola semana podíamos pasar del entusiamo al abatimiento, del vértigo de no vivir ya bajo la sombra de un tirano moribundo al miedo que nos provocaban los uniformes intactos y los ceños de amenaza de sus herederos. La losa del pasado gravitaba sobre el presente como la gran lápida de granito que había cubierto el sarcófago del dictador en su necrópolis horrenda del Valle de los Caídos: sobre el porvenir del día siguiente nadie sabía nada. En la Universidad, en los meses que siguieron a la muerte de Franco, estalló una especie de retardado Mayo del 68, y entre nubes de humo de tabaco negro y de oratoria marxista los estudiantes en huelga discutíamos con encono sectario las ventajas comparativas del comunismo soviético o de la revolución cultural china, sin más disidencia que la de algunos libertarios empeñados en maldecir el autoritarismo de los comunistas y en revivir las glorias extintas del anarquismo español. Furgonetas de la policía rodeaban los edificios universitarios y cada mañana aparecían letreros pintados con spray en las fachadas de la ciudad, consignas de sublevación y siglas de organizaciones políticas que volvían a hacerse visibles tras casi cuarenta años de clandestinidad. A uno podían llamarlo revisionista si lo sorprendían leyendo a Proust: de Bioy casi nadie sabía nada, pero en ciertos ambientes leer a Borges casi equivalía a declararse confidente de la policía secreta, o partidario de las dictaduras militares que en aquellos años iban sometiendo uno por uno a tantos países de Latinoamérica.


Pero no sólo eran políticas las razones que lo podían alejar a uno del magisterio de Borges. El experimentalismo palabrero de escuela francesa o un realismo social ranciamente autóctono eran los dos modelos estéticos más comunes con los que se encontraba a mediados de los años setenta el joven aprendiz con vocación de rebeldía. Ambas opciones, miradas de cerca, eran desalentadoras, sobre todo cuando uno se apartaba de las explicaciones teóricas para enfrentarse a los productos literarios emanados de ellas. La verbosa ilegibilidad o la ortodoxia política inspiraban alternativamente las novelas más celebradas en la cultura de la resistencia. La literatura había de servir para subvertir el lenguaje o para derribar al régimen franquista y a la burguesía, si bien cabía al parecer la posibilidad ya heroica de proceder a ambas subversiones simultáneamente, empeño éste en el que venía logrando un notable éxito Juan Goytisolo.


En aquel medio ambiente tan enrarecido la irrupción de la narrativa latinoamericana fue un gran vendaval que lo sacudió todo, tan radicalmente como la llegada de Rubén Darío había sacudido hasta los cimientos el lúgubre edificio retórico del español al comienzo de siglo. Los herederos del experimentalismo francés habían concluido más bien resignadamente que, no quedando nada por contar, y habiéndose agotado los viejos modelos narrativos, la única salida era suprimir los signos de puntuación, las peripecias y hasta los personajes mismos, y dedicarse al informe monólogo interior o a las descripciones detalladas de persianas o de cajoneras o ángulos de mesas. Los aspirantes a comisarios políticos habían legislado que sólo el realismo documental y la celebración de las luchas obreras justificaban el oficio del escritor, y que cualquier complacencia formal era decadente, y cualquier vuelo de la imaginación, escapista.


Pero novelas como Cien años de soledad o La Casa verde o Rayuela o El siglo de las luces mostraban de pronto que la literatura podía ser formalmente audaz y a la vez gozosamente inteligible, y que el retrato esplendoroso del mundo real y el gusto por las historias no excluían la intención política. El efecto sobre la literatura española fue inmediato, aunque no siempre se haya reconocido en toda su amplitud: en cada una de las mejores novelas de aquellos años - Si te dicen que caí , de Juan Marsé; Cinco horas con Mario , de Miguel Delibes; La verdad sobre el caso Savolta , de Eduardo Mendoza, entre otras- la influencia liberadora de la narrativa lationoamericana es tan visible como la distancia que las separa de la inmediata tradición española, contaminada de un penoso provincianismo franquista.


García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Carpentier, Fuentes ofrecían a la desmedrada clase literaria española no sólo modelos fastuosos de novelas, sino también de comportamiento público: viajaban por el mundo, tenían éxito internacional y fotogenia, ostentaban posiciones diplomáticas, participaban en congresos, se veían envueltos en diatribas transatlánticas. Uno los admiraba con devoción, aprendía de ellos, los envidiaba. Pero también notaba la distancia hacia la figura demasiado pública, hacia un modelo proconsular del escritor que parece hablar siempre a una multitud a través de un megáfono.


De esa distancia quizás me volví más consciente cuando descubrí a Borges y a Bioy, y un poco después a Juan Carlos Onetti. El tono de voz que uno percibía, casi escuchaba en El Aleph o en Cavar un foso o en Otras inquisiciones excluía de inmediato la leñosa retórica española y la retórica tantas veces demasiado torrencial de los latinoamericanos. Frente a las ambiciones desaforadas de totalidad que llegaban a abrumarlo a uno en Terra Nostra , en La consagración de la primavera o en El otoño del patriarca , Borges y Bioy ofrecían la posibilidad admirable del relato muy corto, del tono civilizado y conjetural, como de sugerencia y no de imposición. El experimentalismo vanguardista y el realismo documental habían desdeñado en la misma medida la contención y las virtudes sutiles de la forma: vindicando el cuento policial o fantástico, Borges y Bioy le enseñaban a uno las astucias en apariencia menores de la construcción y el suspenso, de la simetría, del juego. Y también nos enseñaban a liberar la imaginación literaria de coacciones ideológicas y supersticiones de autenticidad, a recobrar el puro deleite inmemorial de escuchar historias y contarlas. En una gran parte de la literatura latinoamericana había perdurado desde los tiempos del indigenismo la propensión a lo vernáculo: una historia de Borges podía suceder lo mismo en Buenos Aires que en Noruega, en la Córdoba de Averroes que en el Laberinto de Creta. Y la isla de La invención de Morel no era menos fantasmal que los suburbios de El sueño de los héroes . No era preciso erigir novelones que fuesen como catedrales, como murales ciclópeos o pirámides: en las pocas páginas de un cuento cabía el universo entero, igual que en la esfera irisada del Aleph.


Otra lección crucial he recordado ahora, deambulando por las mil seiscientas páginas sabrosas de estos diarios de Bioy: en otros autores podía aprenderse la ambición de contarlo todo, el vigor de los grandes frescos narrativos, la clarividencia política, el cosmopolitismo viajero. Pero la lección de la ironía sólo estaba en Borges y en Bioy. Ahora descubro que muchas de las bromas que he encontrado en los libros estuvieron primero en las conversaciones de los dos amigos: el placer de la parodia, la atención casi enternecida al disparate verbal, el recelo del énfasis, la burla de toda pompa, el escrutinio minucioso de la tontería solemne. Me aprendí de memoria de leerlos tantas veces el arranque prodigioso de "El Aleph" y el de El sueño de los héroes , pero también puedo recitar al cabo de tantos años las mejores estrofas de Carlos Argentino Daneri -"sepan, a manderecha del poste rutinario "- y recuerdo palabra por palabra el resumen de una deprimente película social que va a ver un personaje en un cuento de Bioy, y que trata "de gente pobre, de ropa vieja, de máquinas de coser y de un montepío".


En aquellos años de aprendizaje y sobresalto Borges y Bioy me enseñaron no sólo a escribir y a leer, sino también a mirar el mundo. El estilo es el hombre, y es también la mirada. El modelo de Borges y Bioy contenía un valioso antídoto. Educado en la ironía de esa literatura, en el desdén hacia lo consabido y lo aceptable de aquellos dos autores, ¿cómo iba uno a creerse las proclamas virulentas de los iluminados políticos, la vanagloria disfrazada de compromiso de tantos literatos, la incontinencia verbal que pasaba por riqueza inventiva en tantas novelas? En los años setenta, por la influencia doble del experimentalismo literario y del psicoanálisis, se impuso la moda de decirlo y de mostrarlo todo y de cualquier manera. Borges y Bioy, en sus grados diversos de transparencia, enseñaban que podía revelarse lo más íntimo a través del pudor: no conozco poemas de amor mucho más pasionales que los de Borges, ni he leído una escena erótica más poderosa que la que casi no se cuenta entre el viejo y la muchacha en Diario de la guerra del cerdo . Incluso la discordia lo educaba a uno: en una época tan opresivamente ideológica, en una cultura tan canónicamente marxista como la que uno respiraba si pertenecía a la resistencia antifranquista, hacía falta un esfuerzo de civilización, de aprendizaje de la tolerancia, para admirar a un autor que aseguraba que la democracia era "una superstición estadística", o que declarándose anglófilo incurría en la no muy británica predilección por los regímenes militares. Que ese autor, al mismo tiempo, hubiera escrito páginas tan gallardas contra las dictaduras, o se hubiera declarado a favor de la República española y de los aliados, le enseñaba a uno que las posiciones políticas podían ser más complejas y mucho más ambiguas de lo que su rudimentaria intoxicación ideológica le impedía ver con claridad.


Lo que se calla y sólo se sugiere, lo que casi no se dice, dilata todavía más la hondura de este volumen memorable. En él está la persistencia de las cosas, de los hábitos, de las conversaciones que se repiten a lo largo de muchos años y también la conciencia súbita de su fugacidad, el drama secreto de la última vez que se hace algo, de la cita postergada que ya no se cumple, de la llamada de teléfono en la que sin saberlo nos hemos despedido de alguien que va a morir. Edgardo Cozarinzky ha resaltado que el mundo literario y social de estos diarios se ha extinguido: más lejano todavía le parece a quien apenas reconoce unos pocos nombres, aún más irrisorio en la minucia de las intrigas y las murmuraciones literarias, en las vanidades espectrales, en los prestigios olvidados. Ni el escritor más grande está por encima de la mezquindad, y la inteligencia y la cultura no salvan a nadie de los prejuicios más soeces: Borges podía descender en pocos minutos de la generosa pasión literaria a las maniobras ínfimas de un premio o de un nombramiento, y conmoverse con un blues y al mismo tiempo despreciar groseramente a los negros.


Más sutilmente se hacen visibles las diferencias de clase, las miserias íntimas que alientan bajo el caudal de la amistad, agudizadas por la irritación ante esos hábitos cotidianos que pueden volver odiosa por unos instantes a la persona más querida. Bioy anota que Borges come el queso gruyère con las manos y que luego no se las limpia; que se orina, ya casi ciego, en el piso del baño; que se quita la dentadura y la aclara bajo el agua del grifo, y luego no se lava las manos; que se queda dormido con la boca abierta, dejando la dentadura postiza sobre la mesa.


La novela desordenada de la vida acaba desmintiendo siempre los principios estéticos: la historia de los dos amigos, que a lo largo de medio siglo han inventado una poética del ascetismo literario, de la controlada fantasía, de la economía estricta del cuento policial y del poema rimado y medido, se convierte en un libro sin principio ni fin de mil seiscientas páginas, lleno de repeticiones, de meandros, de cabos sueltos, de personajes que se pierden y vuelven o desaparecen sin explicación y para siempre. Esa es una lección que el joven discípulo de Bioy y de Borges iba a tardar muchos más años en aprender, aunque el mismo Bioy se la había anticipado: "Por las digresiones entra la vida en la literatura". La obra maestra de los dos escritores que se aplicaron tan severamente a dictaminar las normas puras del relato de ficción, de la trama, de la sorpresa ha resultado ser este volumen más largo y más detallado en su retrato de la realidad que las novelas del siglo XIX que a los dos les despertaban tanta desgana. En último término, las maquinaciones literarias sobre argumentos y desenlaces no sirven de gran cosa, porque el tiempo, como dice Chaplin, es el mejor autor y siempre encuentra el final adecuado, el único posible. El 12 de mayo de 1986 Bioy habló por teléfono con Borges por última vez, y tardó en darse cuenta de que aquella conversación corta y trivial era una despedida para siempre. Pero trece años antes ya había tenido una intuición de la lejanía definitiva que iba a separarlos, de la inminencia de uno de esos abismos en el tiempo que a veces se abren de pronto delante de nosotros: "Me despido de Borges, que se va hoy, con Mariana Grondona, a España", anota en su diario el 22 de abril de 1973. "Melancolía de esta despedida en el límite entre dos épocas: la futura, desde luego desconocida, pero también adversa. Podríamos decir: Desde aquí entramos en la desgracia". Intuiciones así sólo se las aceptamos a los personajes de las novelas. Treinta años después de mis primeras lecturas fervorosas, aún sigo aprendiendo de Bioy y de Borges.
Para leer más:
Borges, de Adolfo Bioy Casares: dos amigos implacables

domingo, febrero 04, 2007

BOMBO PLATILLO Y LEVITA
Por Mariano Víctor Jara *

El 17 de octubre de 1945, salió el Nariz con su bombo subido al techo del tranvía desde Malabia y Cerviño rumbo a la Plaza de Mayo, a pedir que liberaran al General y al verlo en la plaza, muchos otros fueron a buscar sus bombos, iniciando así la tradición del “bombo peronista”.
Un año antes de ese viaje a la historia el Nariz buceaba en la biblioteca popular de la Boca, no encontraba explicación por qué los anarquistas detestaban el carnaval como una “fiesta burguesa”. Se puso a investigar después de su jornada laboral en la fábrica de plásticos.
El negro Mansilla se burlaba de él:
-Che, Nariz, dejate de joder. Qué se te dio por estudiar… No vas a rendir en el laburo….
Pero no había caso. Algún espíritu maligno lo impulsaba a seguir. Empezó por el significado de los trajes.
- Che, Negro, sabés que acá en la zona del Río de la Plata , la murga porteña que después viene de Rosario, viene más que nada de Uruguay, surge del candombe uruguayo, de los esclavos que eran llevados a Uruguay y ellos a las noches que podían escaparse de sus amos lo hacían con los trajes de los amos puestos al revés, por eso la levita, que es de raso y brilla.
El negro: - Mirá, Nariz, a nosotros no nos garpan y vos con la murga me tenés sabes como… Pero sos mi gomía. Dale… Seguí contando.
-Che, amargo, hay que sumar al pueblo que está triste… Bueh, te sigo contando chambón. ¡Ellos salían a manifestarse con tambores porque no podían comunicarse como nosotros, gil! ¡Ja ja ja! Y ahí fue surgiendo la música y el baile…
-¡Dale, Nariz! Vamos al bar del Gaita que me estoy muriendo hambre.
Nariz: - ¡Eyyy! ¡Qué hacés, Gaita! Vos sabías que ustedes trajeron el bombo con platillos de su patria…
Gaita: - ¡Pues, sí! ¡Pero si tu no me pagas esta semana te voy a dar el platillo en la cabeza hueca!
Ja ja ja ja ja ja! (Risas generalizadas.)
La murga surge de la inmigración del siglo XIX. Uruguay y Argentina coinciden en su política de mano de obra extranjera. En Cadiz eran divertimento de las clases populares. Las letras eran críticas a la burguesía.
“…Cadiz se ha vuelto loco
con los tranvías.
Vaya negocio bonito
Que ha hecho la compañía…”

La historia del país fue resistiendo a bombo y platillo, bombardeos en el 55 por la “Libertadora”. Resistencia peronista. El gordo Cook. La vuelta del General en el 73-74. Los jóvenes revolucionarios haciendo tronar el escarmiento de bombos en la Plaza y el Nariz envuelto con la magia de todo ese ruido atonal que Cortázar aborrecía. Prefería escuchar a Bartok en Francia, hasta que en el 74 el general lo hizo callar.
-A ver si el del bombo se calla.
Como a aquellos jóvenes imberbes se tuvo que ir de la plaza llena. Tiempos oscuros llegaron. Botas prusianas que prohibieron el carnaval. La dictadura militar dejó sin efecto el feriado nacional del Pueblo hasta la actualidad. En la apertura democrática de 1983 hasta el momento nuevas murgas surgieron menos politizadas pero con la estética urgente de los cambios. Lucha de género por la primacía de los hombres en las murgas. Valorización del papel de la mujer. No sólo cosen los trajes sino también son directoras de murgas y primeras voces.
El Nariz murió no hace mucho. Hará unos meses. Estará bailando con los jóvenes peronistas de los 70 o escribiendo en la revista Crisis con Rodolfo Walsh y Paco Urondo sobre su tema preferido: la alegría del Pueblo a pesar de todo.



Gracias por los aportes:
#anais i., integrante de la murga Los Atrevidos por Costumbre de Palermo
#Pupita La Mocuda del Foro Murguero Dalemurga

Imagen tomada del sitio web de Los Pegotes de Florida

lunes, enero 22, 2007

Carnaval *
Por Ariel Prat

Batía el glosista:
“¡Carnaval! Fantochadas y canciones hasta arder la madrugada/ murga mía que me tientas con tu ritmo marginal/ sos el teatro de los pobres/y el deseo de esas pibas que no dejan desfilar…”
De aquellos “cuatro días locos” mentados hasta hoy, en que absurdamente nuestra fiesta pagana sigue sin recuperar su rojo por un rancio decreto militar, no por ello ha perdido su sentido y disfrute, la tradición del “desorden autorizado”- como escribiera Sarmiento, quien como Rosas, disfrutaron sufriendo el rito en todos sus excesos con posteriores consecuencias en reglamentaciones y prohibiciones- se renueva año tras año en nuestro país y en cada región se copan las calles con la ilusión popular, pudiendo decir que en varias regiones más allá del fuerte resurgir murguero en Buenos Aires; el ritmo, el baile y el color se trasladan fuera del límite del calendario y son cientos de miles de jóvenes en su mayoría, que hacen de la expresión carnavalera un instrumento de identidad cultural y social, participando activamente en manifestaciones reivindicativas, actos escolares y barriales con todos los condimentos para verificar el enunciado satírico de que visto lo visto en este país “todo el año es carnaval”.
De pibe esperábamos con ilusión al carnaval, el juego del agua con los vecinos, el corso y las murgas a las que imitábamos en la esquina vestidos de arpillera, saltando en círculos alrededor de una farola bajo el embrujo de las cacerolas devenidas en bombos (aquellos que aportarían al folclore político su empuje y ubicuidad y no al revés). Bombos con chapa y silbato que saludan con secreta conspiración los toques de aquella negritud ocultada pero imitada más tarde por los señoritos blancos desde los primeros corsos en una Argentina que crecía a los tumbos y obstinadamente desde el Río de la Plata; el sincretismo posterior generaría que en cada lugar de cada provincia adoptaría el carnaval sus alternativas y creo que hoy, sin pudores, podemos, debemos mirar y escuchar con más atención a nuestros requiebres corporales y sonidos, sin copiar ni envidiar a ningún buen vecino.
Suelo decir en el caso del murguero argentino, que es el eslabón perdido entre el compadrito y el negro, que en los carnavales basta con ver desfilar a cada agrupación su destreza, una especie de sentimiento común de rabia y orgullo que se baila.
Como parte de este movimiento, creo que más allá de exigir razonablemente que vuelva el feriado de la sinrazón tan querido; por pertenecernos, por la alegría merecida de un pueblo y por la fiesta en sí; es la creatividad y la sensualidad popular la que está en juego y que crece por suerte más allá del mundo que nos quieren convencer para adoptar y reverenciar: ¡Minga!, por eso me despido en la mía, cantando: “…vayan y vengan costumbres/ traigan rave o telgopop / no podrán con nuestra esquina/ ninguna enfermera jaula/ ni un carnaval de Nú York…”
¡Adianchi Momo!

Visitá al autor en: www.arielprat.com.ar
Ariel Prat es músico y cantor, además murguero, radicado en España. Su ultimo disco se llama “Los Transplantados de Madrid”-la murga camina-
Regresa en febrero para actuar en el Festival Internacional de Tango el 28 de febrero en el Teatro de la Ribera y entre otras actuaciones un ciclo en el Torquato Tasso. Además de presentarse habitualmente en Europa, suele ofrecer charlas y “stages” sobre la murga Argentina con demostraciones de baile incluidas)

*Versión completa de la nota publicada en forma parcial en el Diario Clarín del día domingo 22 de enero de 2007.