Desde YouTube y gracias a la cybercadena originada en Buenos Aires pero retomada por BandaMiranda en algún lugar de Italia pasando por DALEMURGA gracias a anais i. aquí llega propiamente desde los arrabales del mundo: MURGA PORTEÑA.
Como alguna vez dijo Jorge Rulli "Hagamos de la Periferia el Centro". Y que viva LA ALEGRIA DEL PUEBLO!!!!
domingo, octubre 29, 2006
Murga Porteña

Por Alfredo Armando Aguirre
martes, octubre 24, 2006

Sostiene Alicia Martín que la tradición no es un patrimonio cultural fijo e independiente de sus protagonistas y sus circunstancias. Son los hombres quienes la hacen.[1] Eso que nos interpela desde lo ya acaecido se encuentra siempre anclado a un tiempo y un lugar determinado.
El 9 de febrero del año 1869 Buenos Aires organiza su primer corso, en las calles Hipólito Irigoyen entre Bernardo de Irigoyen y Luis Sáenz Peña, para la exclusiva presentación de mascaras y comparsas. Sin embargo, hasta fines del siglo XIX la palabra murga no es citada en las descripciones de los festejos carnavalescos de Buenos Aires; no figura este término en la incipiente historia oficial de la celebración ni tampoco hay documentación periodística donde se refleje su presencia antes de la oleada inmigratoria que se produce en esa época. Eventualmente, cabalgando entre un siglo y otro, y a partir del cruce con expresiones tales como el circo y el tango, va a desprenderse de su origen inmigrante recibiendo la influencia de las agrupaciones carnavalescas ya existentes y el de la negritud apropiándose de ellas [2] en un intricado proceso de fagocitación, hibridación y resignificación.
Es quizás el momento exacto y único para su conformación como género distintivo de la cultura popular porteña. El carnaval es la escena donde se actúa el drama de la constitución de la moderna nación argentina concebida por los vencedores de Caseros: europeos pobres recién llegados, negros diezmados, gauchos perseguidos en camino a compadritos urbanos y señoritos jailaifes. [3]
La Ciudad
Pero bien vale preguntarse cómo es política, social, económica y culturalmente esa sociedad en la que tan hondo cala la murga … Podría decirse que la cultura de masas que emerge en es preciso momento histórico intenta quebrar la homogeneidad del sistema diseñado y legitimado por las clases altas. Comienza a establecerse el trípode de la cultura popular – cine, tango, sainete – que, desde los escenarios del espectáculo artístico, identificará a vastos sectores de una nación que no puede ocultar sus tensiones ideológicas. [4]
Las ciudades son los lugares disruptores de la dominación en sociedades como las latinoamericanas, profunda y dominantemente agrarias. Como dice Beatriz Sarlo, ya en el siglo XX los años veinte y treinta realizan el deseo y el temor de la ciudad en la sociedad argentina, y es precisamente esta noción de ciudad la que se convierte en organizadora del pensamiento sobre la cultura. [5] La ciudad es, en definitiva, un espacio posible para múltiples apropiaciones y significados. Buenos Aires se transforma en “el gran escenario latinoamericano de una cultura de mezcla” [6], un escenario para todos los encuentros, cruces y préstamos culturales posibles, construcción y reconstrucción constante de la heterogeneidad y desacralización del espacio público en las batallas por la ocupación simbólica entre grupos sociales. Cosmopolita a la vez que periférica, la modernidad impacta fuertemente en el Buenos Aires de las tres primeras décadas del siglo XX.
Lo Político, Lo Social y Lo Económico
En toda Latinoamérica, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, es cada vez menos tolerada la tutela de las élites - oligarquías urbanas, aristocracias terratenientes, sectores militares a los que estas habían reconocido hegemonía política - y corresponde a esa época la conformación de un movimiento obrero urbano; de los primeros movimientos políticos que recusan la dirección de los grupos tradicionales como el caso del radicalismo. [7] El movimiento de reforma universitaria, que en la primera posguerra se difunde por la región a partir de Argentina constituyéndose en una escuela política en la que se forman muchos futuros líderes revolucionarios o reformistas latinoamericanos, es quizás el más característico de la corriente antioligárquica confesando la doble inspiración de la revolución rusa y la mexicana. El eclecticismo ideológico y la ambigüedad política de este movimiento refleja muy bien el clima – a la vez esperanzado y desorientado – de la década que se extiende desde el fin de la primera guerra mundial al inicio de la devastadora depresión económica de 1929 que responde a cambios en el orden mundial derivados sobre todo de la crisis de Europa como centro de poder y modelo de civilización. La crisis de 1930 impondrá un brusco anticlímax a medio siglo de expansión económica relacionada con los auges productivos de la ganadería, la agricultura y la minería.
En la Argentina – como en otros países latinoamericanos – la reactivación llega, a partir de la segunda mitad de la década, de la mano de la industrialización que comienza en el sector de bienes de consumo. En casi ninguna parte este avance alcanza a sustituir del todo las importaciones aun en ese rubro, sin embargo.
Al período de hegemonía burguesa, [8] que se extiende por cincuenta años (entre 1880 y 1930) le sucede una crisis orgánica que se despliega a través de prácticas dictatoriales y de democracia fraudulenta. Esta se extenderá hasta el advenimiento de peronismo en 1943 como intento frustrado de solución a la crisis de hegemonía. [9] En una primera etapa, al negar el pluralismo, se procesan las diferencias a través de la uniformación y, cuando esta no es posible, de la exclusión. Si bien la sociedad argentina de este período tiene fuertes componentes democráticos el Estado carece de ellos. No obstante, surgen dentro de este último – y no tanto dentro de la clase dominante – funcionarios, políticos e intelectuales que propugnan reformas en pro de la inclusión política y social de las clases subalternas.
La ley Sáenz Peña de sufragio universal masculino, secreto y obligatorio abre en 1912 una posibilidad de cambio que transforma el carácter de la hegemonía burguesa en pluralista aunque mantiene sustanciales restricciones en cuanto a la participación de las mujeres, de los extranjeros así como de los argentinos residentes en los territorios nacionales y por no concluir definitivamente con el voto censatario en el plano municipal, decisivo para una efectiva descentralización del poder.
Los años veinte encuentran a la Argentina bajo el abrumador predominio político del radicalismo. Sin embargo, esta primacía electoral no se traduce en una efectiva hegemonía política ni tampoco contribuye a solidificar el sistema de partidos políticos y parlamento como vehículo de mediación entre la sociedad civil y la sociedad política.
La crisis que se desata en 1930 se produce sobre la base del agotamiento del modelo agroexportador definido hacia 1880 aunque varios de sus componentes comienzan a definirse algunos años antes.
Las afinidades surgidas en la oposición al yrigoyenismo crean un bloque que desborda ampliamente la procedencia conservadora. Lo que en esa época se denomina la Concordancia – cuyos candidatos tienen la victoria asegurada gracias, en un principio, a la abstención radical y, luego, al fraude – es un crisol en el cual se combinan conservadores, radicales antipersonalistas, socialistas independientes y expertos sin partido.
El latifundio agroexportador define rasgos muy particulares de la estructura social argentina y determina un marcado desequilibrio demográfico ya que una sola región – la pampeana – y algunas ciudades como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza Tucumán y La Plata concentran la mayor parte de la población. En la Argentina se produce un proceso de urbanización muy acelerado y temprano que se explica por la demanda creciente de fuerza de trabajo en la actividad industrial, el comercio, las finanzas, los puertos, frigoríficos y ferrocarriles.
Hacia la Constitución de lo Barrial
Las grandes ciudades reciben tanto migrantes internos de las provincias débilmente incorporadas al modelo económico vigente así como también una gran masa de inmigrantes extranjeros. De estos últimos la gran mayoría de los que arriba al Río de la Plata proviene de España y de Italia y, en menor medida, de Francia, Alemania y Gran Bretaña. [10] Como reflexiona Diego Armus, resulta imposible no registrar la significación del fenómeno inmigratorio en los orígenes mismos de la sociedad argentina contemporánea.[11] Así, ante la masividad del arribo de extranjeros surgen, en las ciudades, problemáticas relacionadas con la vivienda y la sanidad así como también se modifica la estructura social y ocupacional con la expansión de las capas intermedias de la sociedad (mayoritariamente en el sector terciario). No pueden dejar de mencionarse las alteraciones en el plano político tales como la creación de asociaciones mutuales y de oficios que reúnen gente con diferentes ocupaciones y llevan a cabo una intensa acción social y cultural. También aparecen las asociaciones patronales, las católicas y las cosmopolitas, algunas de estas últimas promovidas por socialistas. En este campo conviene recordar también la acción de grupos anarquistas cuya actividad es celosamente registrada por las autoridades. Con el transcurrir del tiempo y al calor del aumento de la tensión social, la élite argentina va modificando su percepción sobre los efectos de la inmigración y el Estado echa mano tanto a actitudes integradoras (el servicio militar obligatorio, la educación patriótica impartida en la escuela pública obligatoria) como represivas (Ley de Residencia de 1902, Ley de Defensa Social de 1910).
En la década de 1880 Buenos Aires define su posición en el país al ser federaliza reforzándose su carácter de centro al consolidarse como cabecera de líneas férreas y puerto principal de la Argentina. La urbe conserva hasta bien entrado el siglo XIX un perfil de edificación chato, sólo interrumpido por las torres y cúpulas de las iglesias y del Cabildo. No sólo es la capital política, sino también financiera y económica a la vez que, durante años, es el único gran foco cultural. [12] Se inicia así una suerte de fiebre de modernización o aggiornamiento que incluye la jerarquización de los espacios urbanos con sentido paisajístico, estético e higiénico.
A su vez, tal pujanza se manifiesta en la construcción de suntuosos palacios para residencia de la alta burguesía, clubes, teatros, grandes terminales ferroviarias. Complementariamente, la vivienda de habitaciones enfiladas al costado de patios sucesivos (la “casa chorizo”) persiste como modelo adoptado por los estratos medios en su camino hacia la casa propia y configura el aspecto de los nuevos barrios. De cara a esta situación, las casas de renta (los “conventillos”) nacen de las necesidades de alojamiento de los inmigrantes. Son contadas las que cuentan con baños, agua caliente o gas. La norma aquí es el hacinamiento. Hasta la epidemia de fiebre amarilla en 1871 – un antes y un después notorios en la historia de Buenos Aires – el sur es asiento de la oligarquía que luego emigra hacia el norte. Tras el éxodo es ocupado por los trabajadores de los mataderos, los saladeros, los frigoríficos, las prostitutas y los perseguidos y, a partir de 1880, masivamente por los inmigrantes. [13].
Entre 1913 y 1930, cientos de edificios de varios pisos se ven elevarse sobre el horizonte de la ciudad y esto cambia definitivamente su tradicional chatura. Ya circulan también, en cantidad creciente, el transporte de taxímetro, el subterráneo y desde 1928 el primer servicio de recorrido fijo y permanente para transportar varios pasajeros a la vez, denominado colectivo. Paulatinamente, el crecimiento económico permite el acceso a sectores cada vez más amplios a la educación y acrecienta su horizonte cultural.
La década de 1930 es un punto de inflexión en las agrupaciones carnavalescas y en los festejos del carnaval en Buenos Aires. Con el poblamiento de zonas que habían sido ciudades vecinas - Caballito, Villa Soldati, Floresta, Colegiales, Chacarita, Núñez, Saavedra; Villa Urquiza – se termina de modelar el surgimiento de un nuevo espacio urbano: el barrio, que luego constituirá un núcleo cultural, social y deportivo. Las agrupaciones carnavalescas, entonces, también pasan gradualmente a organizarse en función de los nuevos lazos sociales allí generados. La posta de esta tradición es definitivamente – o casi - tomada por las murgas, en cuyos nombres se puede ya advertir la tendencia que se hará dominante - la mención del lugar de origen – y que, aún con todos los avatares y sinsabores históricos a la que fue sometida perdura hasta nuestros días.
[1] Martín, Alicia, 1997
[2] Romero, Coco, 2006
[3] Idem (1)
[4] Para un análisis más detallado consultar “Una Tarde Moderna en el MALBA” por Pupita La Mocuda en este mismo blog.
[5] Sarlo, Beatriz, 1996.
[6] Sarlo, Beatriz, 2003.
[7] Halperín Donghi, Tulio, 1996
[8] Los términos “hegemonía”, “dominación”, “sociedad civil”, “sociedad política”, “clase dominante”, “clases subalternas” son utilizados aquí en el sentido gramsciano.
[9] La descomunal renta diferencial de la que se apropian los terratenientes permite una redistribución de ingresos que hace partícipes y beneficiarias a clases políticamente subalternas (obreros industriales, clase media urbana, chacareros pampeanos) y promueve la organización dentro del propio país y en gran escala un conjunto de actividades tales como construcción, consumo o espectáculos públicos.
[10] El estado fomenta e impulsa la inmigración masiva europea. Hacia 1914 la Argentina tiene cerca de ocho millones de habitantes, de los cuales treinta por ciento son extranjeros. Uno de cada tres extranjeros vive en Buenos Aires y ocho de cada diez viven en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. La presencia de los italianos es abrumadora y representa el setenta por ciento del total de inmigrantes.
[11] Armus, 1983.
[12] Braun y Cacciatore, 1996.
[13].Vázquez-Rial, Horacio, 1996.
lunes, octubre 16, 2006
(El Libro del Fantasma)


Un rato antes de admitir la falsedad de un milagro, los Hombres Sabios se complacen en señalar el carácter metafórico del prodigio.
Ahora bien, un milagro es la negación de una metáfora. Cuando decimos que un hombre vuela milagrosamente estamos anulando toda referencia a la poesía, a la libertad o a la independencia de costumbres.
La explicación metafórica es una cobardía propia de quienes no se atreven ni a la fe ni a la incredulidad. Los hechos milagrosos que a continuación narraremos deben ser reputados verdaderos o falsos, pero no símbolos de otros hechos. Podrá objetarse que no existe en el universo objeto alguno que no sea un símbolo, ni dictamen que no gambetee la refutación presumiendo de metafórico. En tal caso podremos decir que la objeción misma es simbólica.
Los vecinos de Flores suelen hablar del Barrio Maldito. Al parecer, es un distrito de mala suerte donde siempre ocurre lo desatinado y horrible. Personajes monstruosos garantizan la perfección de las desgracias: hay allí brujas, demonios, ogros, dragones, basiliscos y quimeras.
Se asegura que nadie sale vivo.
Espíritus barrocos han ido añadiendo detalles. Una pared de niebla que rodean la barriada. Un guardián implacable. Una calle donde no se puede cantar. Se discute asimismo el emplazamiento real y los límites exactos del Barrio Maldito. Al oeste de la vía todos juran que queda al oeste. Los del Sur lo suponen en el norte. Algunos los identifican con Parque Chas. Los pedantes garantizan que el Barrio Maldito está dentro de nosotros mismos, junto con el demonio, un niño, la persona amada, etcétera.
Por estas calles funestas anda la murga del tiempo, también llamada comparsa del devenir, un grupo de bailarines zaparrastrosos que se mueven sin la menor gracia. La murga baila todo el año, sus apariciones son sorpresivas y sus cantos imposibles de ser recordados, ni aún por los mismos cantores, que se ven obligados a inventar letras nuevas perpetuamente.
Pero lo principal cualidad de ésta comparsa se escribe así: si alguien baila con ellos ya no puede dejar de bailar, ni abandonar la murga. De este modo, el número de sus integrantes aumenta cada día. Las madres aconsejan a los niños cuyas viviendas órgano bombo y los individuos con historias espantosas de niños aplicados y condenados a la repetición Perpetua de un paso muy dividido.
Cada vez que una persona deja de aparecer por los boliches de Flores, es elegante suponer que ha sido hechizada por la Murga.
Siendo que quien ve a la Murga no puede evitar el baile y siendo que quien baila no puede dejar de hacerlo, está claro que la Murga no ha sido vista sino por su propios integrantes. Esto tiñe de sospecha todos los testimonios, incluso éste. Sin embargo, la imposibilidad de cualquier desmentida permite afirmaciones audaces: las mujeres van desnudas, las carrozas vuelan, los disfraces son imposibles de quitar, los pomos lanzan Agua de Olvido.
El polígrafo de Flores Manuel Mandeb juró haber bailado durante horas con las chicas de la comparsa. Al parecer, un paso equivocado le permitió escapar. Hombre propenso, en el baile como en la vida, a salir por el lado opuesto, quedó solo levantando una pierna hacia el oriente cuando todo marchaban hacia occidente. El percance le dejó tiempo para pensar y así fue cómo salió rajando.
El mismo Mandeb hizo correr un rumor complicadísimo acerca de la marcha del tiempo en el interior de la Murga. Parece que hay un núcleo alrededor del cual giran los bailarines y donde suele caminar el Director. Según Mandeb, allí el tiempo marcha al revés, en dirección al pasado. Los cigarrillos crecen en los ceniceros. Las leyendas se transmiten de generación en generación, pero son los hijos los que las cuentan a los padres. Uno tiene el pelo cada vez más corto. Las historias de amor empiezan por el hastío. Los libertinos salen borrachos de su casa y regresan sobrios la noche anterior. Mandeb habla también de tiempos que marchan hacia el costado, con causas sin efecto, o con efectos pertenecientes a otra serie. También menciona una esquina en donde el tiempo pasa rápido y los soles del día son como guiños de luciérnagas. Si tuviéramos la cobardía de buscar metáforas, muy pronto diríamos que la Murga es la vida, que todos bailamos en ella, que no hay modo de escapar a la sucesión, que el canto nunca se repite. Los agregados de Mandeb podrían interpretarse como contrapuntos de recuerdos en la melodía principal, y la huida del polígrafo como la eterna ilusión del hombre concreto de ser el artífice de su propio destino.
Por suerte nos asiste el coraje de descreer de estas leyendas y no nos cansaremos de pregonar la inexistencia de murgas y comparsas, con toda la fuerza de nuestra voz, agitando nuestras matracas, soplando nuestras cornetas y bailando, bailando, bailando.

puso en sus ojeras
humo de la hoguera
de su corazón...
Aquella marquesa
de la risa loca
se pintó la boca
por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
la serpentina
nerviosa y fina;
como un pintoresco broche
sobre la noche
del Carnaval.
Decime quién sos vos,
decime dónde vas,
alegre mascarita
que me gritas al pasar:
"-¿Qué hacés? ¿Me conocés?
Adiós... Adiós... Adiós...
¡Yo soy la misteriosa
mujercita que buscás!
"-¡Sacate el antifaz!
¡Te quiero conocer!
Tus ojos, por el corso,
va buscando mi ansiedad.
¡Tu risa me hace mal!
Mostrate como sos.
¡Detrás de tus desvíos
todo el año es Carnaval!
Con sonora burla
truena la corneta
de una pizpireta
dama de organdí.
Y entre grito y risa,
linda maragata,
jura que la mata
la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles
pasan los fieles
del dios jocundo
y le va prendiendo al mundo
sus cascabeles el Carnaval.
El corso triste de la calle Caracas
(Crónicas del Angel Gris)
Según una difundida leyenda, el Carnaval fue alguna vez una fiesta popular, con personas disfrazadas, música, baile, bromas y murgas. En verdad, cuesta creer semejante cosa. Como quiera que sea, la legendaria gesta ha muerto ya. Sin embargo, como silenciosas habitaciones vacías, han quedado ciertas fechas del almanaque a las que la terquedad general insiste en adjudicar la condición de carnavalesca. Esos días son utilizados no ya para festejar sino mas bien para reflexionar y añorar la ausencia de la fiesta. Se trata, según se ve, de un curioso destino: pasar del entusiasmo a la nostalgia, de la pasión a la meditación, de la alegría a la tristeza. Muchos espíritus taciturnos se solazan con este estado de cosas y afirman que la farra y el desenfreno de otras épocas fueron apenas un paso previo e inevitable, cuyo noble fin se cumple ahora, en el ejercicio del recuerdo.
Cuentan que Del Prado, entusiasmado por sus éxitos, resolvió seguir con sus disfraces durante todo el año. Dicen que su destreza crecía junto con su crueldad.
martes, octubre 10, 2006

Los Chiflados de Boedo (Foto tomada de www.fotolog.com/chifladosdeboedo)
Tribuna y Empedrado
Por Pupita La Mocuda
La murga y el fútbol - instancias festivas del pueblo, acontecimientos de suspensión de la temporalidad ordinaria - son expresiones privilegiadas de la cultura popular argentina y, como tales, comparten cierta parafernalia - en tanto conjunto de ritos o elementos que rodean determinados actos o ritos - y cierta estética desde sus orígenes, entre la postrimerías del siglo diecinueve y los albores del siglo veinte. Entrelazadas por múltiples conexiones y diálogos y tensiones constantes, muchos son sus vasos comunicantes, que también supieron extenderse a otras manifestaciones - otras fiestas en términos amplios - de la vida política y social de nuestro país.
Hay quienes abrevan en la teoría de que algunas coplas murgueras fundacionales fueron retomadas y resignificadas como cánticos desde las tribunas. Una cierta similitud estructural - letra recreada sobre melodía ya conocida - es audible en las canciones entonadas por las agrupaciones murgueras y los cantos de las tribunas. Esta semejanza no se ha perdido ni con el paso del tiempo ni con los quiebres e intentos de aniquilamiento a los que fueron sometidos todas las especificaciones y enunciaciones de nuestra cultura.

El canto de las tribunas
EL CANTO DE LAS TRIBUNAS
Los cantos y estribillos que surgen de las tribunas argentinas constituyen parte indivisible de la puesta en escena que el fútbol necesita para ser la fiesta que debe ser. No se concibe el fútbol en nuestro país sin gritos ni hinchadas. Es como si algo le faltara a la ceremonia máxima de los domingos. Cuándo empezó este fenómeno que casi no registra similitudes en otras partes del mundo, es algo que no se conoce. Pero más allá de que falte ese eslabón perdido a partir del cual se puede contar la historia, esta nota intenta reconstruir, a golpes de memoria y archivo, cómo fueron evolucionando las voces del tablón y reseñar los cantitos más conocidos. Desde las copias murgueras de principio de siglo hasta los que se corean hoy en día, inspirados en los hits de las FM y la televisión. Sin censura. Con afecto, como un sincero homenaje a los auténticos poetas de la popular...Primero fue una voz. Después diez, cien, mil, miles de voces. La letra que se inserta en la música, la picardía, el ingenio o la bronca que calzan en una melodía pegadiza y ya está el estribillo que toda una tribuna canta para alentar a los suyos, también para denostarlos o para agredir, burlar, herir u ofender a los que hacen lo mismo desde los escalones de enfrente. El mecanismo se activa cada vez que una pelota se pone a girar. Es una parte indivisible de la puesta en escena que el fútbol necesita para ser la fiesta que debe ser. No se concibe el fútbol sin gritos ni cantos, por lo menos en la Argentina. ¿Desde cuándo?. ¿Desde dónde?. ¿Por qué? En ningún sitio de la historia se puede localizar un dato cierto, un indicio concreto, una pista irreprochable que permita asegurar que el día tal del año tal la hinchada del cuadro equis ensayó el primer estribillo que se tenga memoria. Ese punto de partida, ese puntapié inicial se debe haber dado, qué duda cabe, en una fecha imprecisa y en un lugar indeterminado. Pero ningún cronista de por entonces tuvo el oído atento o el lápiz despierto como para tomar nota de tamaña novedad. Por eso, a este recuento le falta lo fundamental: el eslabón perdido, la piedra de toque a partir de los cuales los recuerdo sean posibles. Sin embargo, se nutre de otras cosas, a modo de compensación: los apuntes anónimos de quienes han fatigado o fatigan las canchas del país, viendo fútbol, viviendo fútbol, mamando fútbol, disfrutando fútbol con los ojos abiertos y los oídos prestos a esa música maravillosa que a veces sonroja de vergüenza y que otras, las más, convoca a la sonrisa cuando la grosería abre las piernas y la deja pasar para que1a creatividad la clave de volea en un ángulo del arco de la emoción. Y la gente. Esa gente que no sólo es el decorado humano de un negocio formidable, sino su dueña, su única razón de ser. Y a la que le pedimos prestada su voz para reproducirla en un par de líneas. Sin censura. Con afecto.
VOX POPULI, VOX DEI
Los primeros rastros de una poesía del tablón se yuxtaponen con otra expresión de la cultura popular: las murgas. Hay quienes dicen que de las coplas murgueras de principios de siglo brotaron algunos cantos fundacionales. Como éste que ha trascendido los tiempos, que todos alguna vez hemos coreado de pibes y que casi ha llegado indemne al final de la centuria con su letra impregnada de ingenuidad y admiración. “Tenemos un arquero, que es una maravilla; ataja los penales sentado en una silla". Ese arquero era Américo Tesorieri, aquel mítico guardavallas de Boca que jugó en las décadas del 10 y del 20 y que fue, tal vez, el primer jugador del fútbol argentino que tuvo cantito propio. Otro, mucho menos conocido, que gozó de semejante privilegio, fue un arquero de Argentinos Juniors, Fasciola, al que de tan gordo que era los hinchas distinguieron con un "Fasciola, Fasciola, la vaca voladora". No hay en los últimos años de amateurismo y en la primera década del profesionalismo testimonios de estribillos populares. Desde las tribunas a lo sumo se coreaban los nombres de los equipos como si se los separara en sílabas ("Bo-ca, Bo-ca ó River, Ri-ver); muy excepcionalmente, los de algún jugador destacado. Hoy resulta impensable que superfiguras tales como Bernabé Ferreyra, el paraguayo Delfín Benítez Cáceres, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Arsenio Erico, Antonio Sastre, Jaime Sarlanga, Francisco Varallo o Roberto Cherro no tuvieran su cantito identificatorio. Sin embargo, fue así. Las multitudes vibraron al influjo de su calidad excelsa. Pero fueron incapaces de rendirle homenaje a semejantes monstruos, con alguna cuarteta que los perpetuara en la memoria colectiva más de lo que ya están. No obstante, la tendencia se revirtió a principios de la década del 40. Los hinchas de Independiente le dedicaron un "La gente se mata, por ver a De la Mata" a aquel Capote rosarino verdadero prodigio de habilidad. Los de Boca, para no ser menos, entonaban, ya en La Bombonera, un "Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con B: ¡Boyé!", cada vez que el Atómico inflaba las redes adversarias con esos taponazos que fueron la marca registrada de su paso por el fútbol. Allá por 1946, la hinchada de San Lorenzo se desgañitaba cantando "Dale Mamucho, dale Martino, que los rivales se quedan con el vino" cada vez que el celebrado “insai" izquierdo bordaba jugadas maravillosas en compañía de Armando Farro y René Pontoni. Y en 1947, la gente de River ululaba un "Socorro, Socorro, ya viene la saeta con su propulsión a chorro" siempre que Alfredo Di Stéfano dejaba rivales parados con su velocidad supersónica, definía con la contundencia de una explosión y se iba gritando con el brazo en alto por la pista de atletismo del Monumental, toda una postal del gol de aquellos tiempos.Era la década del 40, la década cimera del tango, la de Pichuco, el troesma Pugliese, Alfredo De Angelis, Juan D Arienzo. La de las voces impares del Tano Marino, Fiorentino. Carlos Dante, Julio Martel, sin contar la imbatible del Zorzal. Sin embargo, el tango, expresión popular por antonomasia de los argentinos, jamás pudo cederle su música a las letras que surgían del tablón. Se necesitaban ritmos más pegadizos, mas fáciles de ser cantados, más alegres, menos propensos a la melancolía. Por eso, sólo por eso, esa lágrima colgada de la garganta de la gran ciudad no pudo trepar a lo más alto de la tribuna para abrazarse con su pueblo.LOS QUERIDOS 50Y un ramillete de cantos que nacen de la inagotable inspiración tribunera “La gente ya no come, por ver a Walter Gómez" fue un himno de la hinchada de River surgido en reconocimiento de la excepcional calidad del centro delantero uruguayo. "La gente ya no fuma, por ver a Ángel Labruna" fue una variante emanada del mismo riñón para condecorar al máximo goleador riverplatense de todos los tiempos, a su jugador símbolo. "Ay, ay, ay; qué bonito debe ser; hacer goles de voleo como Florio sabe hacer" era el alarido que pegaba la hinchada de Lanús cuando su goleador cruzaba las fronteras de lo plástico y casi se instalaba en lo irreal. Hasta que llega 1954, el año en que Boca se consagra campeón luego de diez años de amarga espera. El año en que la hinchada boquense desborda los estadios, bate todos los registros anteriores de venta de entradas e inunda de fervor la ciudad y el país. Está de moda una marcha: Sinceramente, de Santos Lipesker. Y "el jugador número 12" absorbe su música, le cambia la letra y le da vida a un éxito de todos los tiempos y que sigue sonando con la misma fuerza de aquella primera vez, aunque hayan pasado ya 40 años "Sí, sí, señores, yo soy de Boca; sí, sí, señores, de corazón; porque este año desde La Boca, desde La Boca, salió el nuevo campeón". Por entonces sonaban otras marchas en el país. Pero muy pronto, la fuerza de la fuerza las hizo callar en todos lados, menos en uno. La revolución de 1955 había condenado a la marcha peronista a silencio forzoso. Sin embargo, el pueblo parado en las tribunas desafió la prohibición, acalló la letra pero no su espíritu, y valiéndose de la música atronó el espacio con un “Y dale Boca, dale Bo, y dale Boca, dale Bo, y dale Boca, dale Bo, y dale Boca, dale Bo...” que servía como exacto reemplazo del "Perón, Perón, qué grande sos; mi general, cuánto valés..." que sólo se podía entonar de la boca para adentro. A fines de la década del 50, otro estribillo famoso ve la luz. La celebridad le vendrá un poco más tarde. Pero sus raíces hay que encontrarlas en 1959. San Lorenzo gana el título de ese año. Y la hinchada sanlorencista lo festeja diciendo "y ya lo vé, y ya lo vé; es el equipo de José" porque José Barreiro era el técnico de esos campeones. Siete años más tarde, los hinchas de Racing se apoderaron de la letra y la música y la popularizaron como grito de guerra cada vez que atacaba en manada aquel Racing de Juan José Pizutti campeón de todo, hasta de América y del mundo.
ENTRE LA TV Y LA NUEVA OLALlega 1960. Y con los 60, el auge de la televisión que se instala definitivamente en los hogares argentinos y el fenómeno de la nueva ola, esa música liviana, digestiva, casi intrascendente, pero pegadiza. Los dos acontecimientos repercutirán notablemente en el folclore tribunero. La tele será un vehículo de formidable difusión de aquellas melodías pasatistas, que muy pronto estarán en boca de casi todos. Y aprovechando esa popularidad, no habrá estribillo que no tenga su música para ser cantado. Chico Novarro voceaba que "el camaleón, mamá el camaleón; cambia de colores según la ocasión" y la popular la devolvía gritando "tu corazón, nena, tu corazón; tiene los colores de Boca campeón". Si Palito desafinaba su "caminado por las calles, voy cantando; voy cantando mi canción", las hinchadas reprocesaban la letra y decían "despacito, despacito, despacito; les rompimos el culito" cada vez que el triunfo de uno sobre otro parecía inexorable. Pero no fueron las canciones de moda, la única fuente de inspiración de los poetas y musicalizadores del tablón. Los jingles publicitarios, también puestos en boga por la televisión, sirvieron para darle vida a un montón de cantitos que se mantienen lozanos y frescos, no obstante todo el tiempo transcurrido. Por ejemplo, de un jingle del whisky Robert Browns nacido a fines de la década y que decía "para cambiar, hay que tomar; un Robert Browns, un Robert Browns", nació el “oi, oi, oi, oi, qué papelón; están bailando para la televisión". De aquel jingle de la tela Acrocel de Sudamtex que rezaba "vaya, vaya, con Acrocel; a todas partes vaya con Acrocel; a toda hora, con Acrocel; fibra poliéster de Sudamtex" surgió "vaya, vaya con el campeón; a todas partes vaya con el campeón; si sos de Boca (o de River o de Racing), hacé el favor; andá a la puta que te parió". Existía por entonces mucha agresividad suelta en las calles. Inestabilidad política, alternancia entre gobiernos civiles débiles y dictaduras militares fuertes, canales de participación cerrados, desconcierto creciente, el peronismo proscripto. El clima era cada vez menos respirable. Había necesidad de abrir una válvula que descomprimiera tanta tensión. Y la cancha, una garantía de anonimato e imbunidad, se convierte en el receptáculo ideal para liberar tanta bronca acumulada. Los estribillos ya no sirven sólo para alentar a los propios. También los hay para humillar o insultar a los extraños, simplemente por eso, porque son los extraños. La violencia que flota en el ambiente se traslada a las cancha y en las canchas, a las tribunas. Por eso se escucha en boca de cualquiera “vea, vea, vea; que manga de boludos; ahora las banderas se las meten en el culo". Sin embargo, no todos los estribillos obligan a taparse los oídos en defensa del diccionario de la Real Academia. Allá por 1968, la hinchada de Estudiantes popularizó un cantito que hasta se escuchó en Manchester: "Si ve una bruja montada en una escoba; ese es Verón, Verón, Verón que está de moda". Y en 1969, la de Boca distinguió la jerarquía y la limpieza de procedimientos de Julio Guillermo Meléndez Calderón con un: “Y ya lo vé, y ya lo vé; es el peruano y su ballet". UNA DÉCADA A PURO RITMOLa década del 70 fue prolífica en canciones que dieron paso a posteriores estribillos y en estribillos que hasta hoy mantienen incuestionable vigencia. La gran mayoría de los hits musicales de aquellos tiempos sirvieron como soporte de las letras dictadas por el ingenio popular. Por ejemplo, Vos sos un caradura (Palito Ortega, 1970) generó un cantito racista y excluyente: “ya todos saben que en la Boca están de luto; son todos negros, son todos putos"; El amor como el viento, un día se va (Tony Ronald, 1971) derivó en un "me parece que Racing no sale campeón; sale el rojo, sí señor"; Estoy hecho un demonio (Francis Smith, 1971) fue la matriz para un "movete River, movete; movete dejá de joder; está hinchada está loca, hoy no podernos perder"; La reina de la canción (La Joven Guardia, 1971) motivó aquel "muchas veces fui preso y muchas veces lloré por vos; yo a Boca lo quiero, lo llevo adentro del corazón"; Hay que alegrar al corazón (Juan y Juan, 1970) fue el leit-motiv de “Borombombón, borombombón; es el equipo del Narigón"; Vuelvo a vivir, vuelvo a cantar (Sabú, 1971) resultó la base de “olé, olé, olé, olé, olé, olé; es Marangoni y su ballet"; Mi amigo el Puma (Sandro, 1974) desencadenó aquel célebre "este es mi amigo River, dueño del corazón; tiene a la gorda puta y a Alonso el comilón"; No juegues más (Leonardo Favio, 1971) aportó para decir “no juegues más, River, no juegues más; que los bosteros ya no pueden más". Los ejemplos suministrados valdrían para afirmar que los cantitos tribuneros, en todo caso, han servido para darle trascendencia a temas de cantantes y autores que ya eran famosos y que siguieron siéndolo luego. Pero esa conclusión es inexacta. Las hinchadas no sólo se nutrieron de los mozos. También echaron mano a los que no lo eran o lo fueron por corto lapso. ¿Alguien se acuerda de José Luis Fernández Melo y del conjunto Cenizas?. Uno fue el autor y el otro el intérprete de Salta pequeña langosta, una intrascendencia de 1972 que desembocó en esta letrilla que todavía hoy se canta: "Salta, salta, salta, pequeño canguro; que hoy a las gallinas les rompémo el culo". ¿Alguien lleva puesta en los oídos la página intitulada Que la dejen ir al baile sola, que en el mismo año intentaba vocalizar un tal Rubén Mattos?. Ese tema dio lugar a otro estribillo que goza de permanente actualidad: “Si lo tiran al Ciclón al bombo; vá a haber quilombo, vá a haber quilombo". ¿Quién recuerda hoy a Marcelo Dupré, un melindroso cantautor melódico que en 1975 pergeñó su No, no te vayas mi amor sin imaginar que su obra acabaría cantándose en las graderías como "No, no te vayas campeón... quiero verte otra vez". Lo dicho pues: que una tribuna salte y ruja al compás de un estribillo con letra propia y música tomada en préstamo no es para el autor del tema original garantía de calidad sino de perdurabilidad en el tiempo. Cuando una canción gana las gargantas del tablón y se queda allí eternamente, saca patente de popularidad, no más que eso. Y si se mantiene para siempre dentro de la reserva musical que cada hinchada tiene según las circunstancias, deberá agradecérselo a lo pegadizo de su melodía y lo fácil que resulta cantarla, antes que a sus merecimientos artísticos. Hay piezas imborrables dentro de la música popular que nunca treparán a tales alturas. En cambio, hay composiciones mediocres que están ahí porque bueno, porque pegan y nada más.
EL JINGLE POLÍTICOLa propaganda política también aportó lo suyo en eso de pasarle música a las hinchadas. Un jingle que atosigó las pantallas televisivas durante el siniestro reinado de José López Rega decía con entonación de una voz infantil: “Contagiate mi alegría, y reíte como yo; que hoy es tiempo de esperanza, de buscar en la unidad la paz que nos dará el amor". La gente lo transformó en una letra mucho menos pretenciosa: “Vamos, vamos, Argentina; vamos, vamos, a ganar; que esta barra, quilombera, no te deja, no te deja de alentar"; el mismo que todos cantamos en las históricas jornadas del Mundial 78 y que fue el único que se creó exclusivamente para un Seleccionado nacional. Otro jingle que terminó en las tribunas fue uno que durante el Proceso se puso en marcha para prevenirlos accidentes de tránsito durante el verano. Ese simpático aviso institucional que arrancaba diciendo “ Bobby, mi buen amigo..." fue reelaborado y terminó coreado como "Boca, mi buen amigo esta campaña volveremo a estar contigo, te alentaremos de corazón porque esta hinchada se merece ser campeón, no me importa el periodismo, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más". La Guerra de las Malvinas desató sobre todos los argentinos, una parafernalia propagandística con los resultados conocidos. De todas las marchas y canciones que taladraron nuestros oídos durante esos inenarrables 74 días, la hinchada de San Lorenzo, por entonces remando en la B para volver a la A, tomó dos y las convirtió en futboleras. La marcha de las Malvinas se transformó en "Ponga huevos San Lorenzo, ponga huevo y corazón; que esta hinchada, se merece, se merece ser campeón". Y la canción Argentinos a vencer quedó, convertida en "Vamos, San Lorenzo, vamos a ganar, con la hinchada y los jugadores volveremos a la A". Adviértase este dato: a partir de los 80, las hinchadas empiezan a ser protagonistas de sus propios estribillos. Los equipos son urgidos a ganar y a ser campeones "porque la hinchada se lo merece" y porque la hinchada se ha asumido como parte integrante del espectáculo y del negocio del fútbol. Han ocupado su lugar. Y se lo hacen saber a todo el mundo.
DROGA Y VIOLENCIA También en los 80, los estribillos de las hinchadas blanquearán dramáticamente el tema del consumo de drogas por parte de sus integrantes. Ya no se canta para alentar al equipo propio. Tampoco para hostigar al contrario. Si para hostigar a los contrarios. Para anunciarles corridas, incendio, muerte. Con la música de Mi amigo Charlie Brown, un tema brasileño de Martinho Da Vila, las tribunas se olvidan del partido y corean. "Oh, no tenés aguante, oh, oh, oh; oh, no tenés aguante, che gallina, vigilante", lo que del otro lado, seguramente será contestado con la música de La niña y letra intimidatoria "yo te quiero millonario, yo te quiero de verdad; quiero la Libertadores y a un bostero matar". Aquel recordado jingle de los 70 del vino Rojo Trapal (Sale el sol, el sol sale para todos) hoy sirve para anticipar hogueras "Sale el sol, que vamo a quemar Rosario; que vamo´ a quemar Rosario, que vamo a quemar Rosa...". El de Resero que, a mediados de 1989 gozó de una espectacular presentación televisiva, tuvo una derivación racista que hubiera avergonzado a sus autores y que nada bien habla de las creencias de cierto sector de nuestra sociedad, no precisamente el más alto "Hay que matar a los bosteros, son todos negros, son todos putos, todos villeros, hay que tirarlos al Riachuelo". Y la canción de bienvenida al papa Juan Pablo II en 1987 fue desvirtuada hasta convertirla en un "Lo sabía, lo sabía; los de Racing son todos policías". La primera hinchada que admitió públicamente ya voz en cuello que la droga formaba parte de su cotidianeidad fue la de River, cuando en 1986, en pleno apogeo del Bambino Veira, celebraba las victorias diciendo con la música de Te quiero tanto, de Sergio Denis "Vamos River, vamos nosotros te queremos, te alentamos vamo a salir campeón con el Bambino y vamo a festejar con mucha droga y mucho vino". Hoy día, con la música de Me siento bien, de Fontova, otra hinchada dice "Yo soy de Boca, vago y atorrante, me gustan los Rollin y los estimulantes". A pesar de todo, ¿se sienten bien?
LOS ÉXITOS DE LA TVComo en otras épocas, ya no existen aquellos éxitos musicales que todos tarareaban en todos lados. Entre las muchas cosas que han cambiado, está la música que, a manos del avance de la onda tecno, ha resignado melodía. Por eso, para las hinchadas actuales, otra vez la televisión se ha convertido en la gran proveedora de material cantable. Las cortinas de muchos programas de neto corte populista son entonadas por miles y miles de voces. "Señores, la cancha se llenó, llegó la hinchada, esa hinchada que grita y alienta sin parar vamos Racing, vamos a ganar" (Clemente);"Vamos, vamos, los xeneizes vamos, xeneizes, vamo a ganar, somos la mitad mas uno, somos el pueblo y es Carnaval, Boca, te llevo en el alma y cada día te quiero más" (Si lo sabe cante); "Qué alegría, que alegría, olé, olé, Olá, vamos River todavía que estás para ganar, Como esta hinchada loca que lindo seguro que no hay , te sigue a todas partes, te alienta hasta el final, vamo a ganar la Copa y a ser campeón mundial, y vamo a dar la vuelta en el Monumental" (Johnny Tolengo); "Vení, vení, cantá conmigo que un amigo vas a encontrar que de la mano de Pastoriza toda la vuelta vamos a dar" (Venga a bailar); "Y dale, y dale, y dale River dale con huevos, con goles, vamos a ser campeones (La chispa de mi gente).La poesía del hincha no es privativa de ningún equipo ni de ningún estilo de juego. No se le canta sólo a los que atacan como tampoco a los que defienden o a los que contraatacan. Ni siquiera a los grandes equipos. Se le canta al fútbol como expresión de arte, como creador de alegrías, tristezas, broncas, injusticias, pasiones, como una forma de ser, la única, la de todos, “la nuestra".
Fuente: Daniel Guiñazú. Revista La Maga, Homenaje al fútbol argentino, 1994
sábado, septiembre 30, 2006
(reportaje - historia de vida murguera)
Hay pocas cosas peores que un lunes. Una de ellas es un lunes lluvioso. Sin embargo, el ambiente del Circulo de Salvavidas era acogedor. Eduardo Pérez jugaba de local. Es habitué del salón de Cabello al 3900. La voz de Nariz, grave y potente, llena todo el aire alrededor.
"En principio yo puedo estar equivocado en algunas expresiones, mi forma de hablar es bastante escasa, pero de cualquier manera el que me quiere entender me entiende ¿no?."
• Historia de un Murguero
¿Cómo llegué yo a la murga? Y, por la murga del barrio, en Juan María Gutiérrez al 3900, ¿viste la verja del zoológico? Bueno, ahí era la murga. Ni me acuerdo el nombre, Los Poligrillos, Los Cara Sucia. Pero lo interesante de todo esto no es mi persona, sino el hecho en sí de cómo fue la década del '30, la época de la murga del "tachin tachin", como le llamo yo, por su compás. Eran 7 los integrantes, director mascota, director más grande, bombo y 6, 7 murguistas que iban atrás. La ropa era de arpillera, el bombo, era todo muy improvisado. En el '43 es cuando me integro en una murga en calidad de murguista, no de director, sino de murguista, en una murga de acá, de la zona de Palermo: Los Averiados de Palermo. Ellos venían arrastrando, si mal no recuerdo del año '18, una historia que contaba la gente mayor en aquel tiempo, que eran de Uriarte y Soler. Esta ya no era la murguita del barrio, sino el Centro Murga Los Averiados de Palermo, en la cual los integrantes oscilaban entre las 40 y 50 personas. La levita era de género y el pantalón de frac. Cada murga tenía sus colores, en este caso eran blanco y negro. Como base, después se combinaban a lunares, a cuadritos, negro combinado con el blanco, blanco combinado con el negro y era una tradición, como los colores de una camiseta de fútbol, no se cambiaban. Igual era todo muy, muy improvisado, no tenia un amasijo de ensayo, puliendo errores, cada uno salía a hacer lo que tenia que hacer cuando lo tenia que hacer, cantar se cantaba en coro, y la música de aquel tiempo era mas bien pasodoble, se estilaba la parodia, se tomaba la música y se hacía la parodia de la letra original. En esta murga yo salí hasta el año '49. En el '48 yo me asciendo a director de murga, porque en el mismo Palermo pero en distinta zona, al costado del zoológico, en Cerviño y Malabia (hoy Rep. Arabe Siria) sacamos la murga del barrio, que se llamo Los Desdichados de Palermo, y yo empecé a ser una especie de caudillo. Toda murga necesita un caudillo, no un guapo para pegar trompadas, sino un tipo que, supuestamente tenga jinetas en el brazo o soles en el hombro para hacerse respetar. En el '49 vuelvo a Los Averiados de Palermo y ahí me respetan la categoría así que no salí como murguista sino como director. En ese tiempo los patrimonios que tenían los directores eran, primero ir adelante del bombo y segundo cuando se hacía el semicírculo o el círculo en la calle, los directores siempre iban al medio mientras que los murguistas iban entre bambalinas, como quien dice, y en la palestra, lógicamente estaban los bombos y los cantores. En el '50 vuelvo a Los Desdichados de Palermo y ahí se produce un episodio fortuito, lo cual me da un cierto cartel, entre comillas. Tengo que cantar en la murga, ¿cuál es el motivo de esto? Que el martes de carnaval el cantor nuestro, Ramón Cevallos, estaba afónico. Y me dijo que yo tenía que cantar porque él estaba afónico. En ese tiempo se cantaba sin micrófono, en la calle y con la voz al aire. Yo tenía la voz un poco potente, sobresalía en el coro y me gustaba cantar, así mismo en el colegio, las canciones patrias, siempre me gustaba cantar. No es que fuera cantor ni que me sintiera cantor. El asunto es que tengo que cantar en la murga la noche de carnaval, día martes. Termino de cantar, una canción improvisada, que no era de esta murga, yo la conocía de una murga del Bajo Belgrano. Y cuando termine de cantar, vino Ramón y me dijo: - "¡Sos un fenómeno!" - "¡Todavía, encima me cargas!". Yo lo quería matar, tenia unos nervios, estaba enloquecido. Para ocultarme del público empecé a gesticular, y no a cantar parado como se estilaba en aquel tiempo. No digo que yo lo implanté, pero soy uno de los pioneros de que el cantor cantara haciendo mímica. Yo viví la murga, no viví de la murga. Cuando fui a vivir de la murga, que fue en el año 1956, me contrató una murga y me pagaban 100 pesos por noche. Ese fue uno de los momentos más amargos de mi vida, porque yo fui a laburar, no fui a salir en una murga, fui a laburar y a mi el laburo nunca me gusto, las obligaciones nunca me gustaron, por eso nunca me gusto el trabajo. ¡Ojo, tuve que laburar toda mi vida, eh!. Me alejo de la murga en el '57, a pesar de que hasta el '60 estuve pegado. En el '61 me caso y ahí se me terminaron los carnavales. Como yo trabajaba en un club, en el club Municipalidad, en la boletería, no podía ver murga pero de cualquier manera dejaba a la una, dos de la mañana y por ahí enganchaba un algo, en el barrio de Palermo, en la Rural había un corso, en la calle Santa Fe, algo veía. Pasaron los años, hasta que en el año 1986 yo me entero que hay una persona, Coco Romero que empieza a “mover” el movimiento, a darle una vuelta de rosca. Ahí empezaron a florecer los centros culturales.
Fuente: www.solomurgas.com