lunes, febrero 19, 2024

 

"La murga nace  de adentro de uno y uno la hace porque quiere luchar por la esencia murguera que había antes. A mí me gustaría que esa esencia la tomen muchos de los murgueros de ahora."


ENTREVISTA A JORGE HORACIO "ROLY" AMICO


Por Pupita La Mocuda



Roly, vós  tenés una dilatada trayectoria murguera ¿de dónde sos, dónde te criaste? 


Mi historia empezó el 10 de noviembre de 1958 exactamente en el Hospital Pirovano en la Avenida Monroe de Capital Federal. Y después fui criado en el barrio de Villa Urquiza, en la calle Lavoisier entre Pirán y Núñez.


Un barrio con mucha historia  de murga y carnaval…


¡Sí!  Yo siempre digo que Villa Urquiza es una república. Yo soy fanático de Villa Urquiza. Hasta tal punto que hoy en día tengo un grupo de amigos con quienes nos hemos criado ahí en el barrio, en la zona de lo que es La Siberia - que comprende las calles Republiquetas (actualmente Crisólogo Larralde), Triunvirato, Constituyentes y Congreso. Aunque se podría estirar un poquito más hasta Monroe. 


¡Villa Urquiza en esencia! 


Exactamente. Muy emblemático de nuestra juventud era también el parque del museo, que está sobre General Paz. Y el otro parque donde está el barrio que muchos conocen como el Barrio Perón, del que actualmente salen Los Fantoches de Villa Urquiza. Ahí me crié; ahí fui creciendo con mis amigos. Yo viví en el último de los conventillos o casa de inquilinato que quedó en el barrio. ¡Cuando nos querían bajar el precio nos decían: este es del conventillo! Y otros decían: no, este vive en la casa de los inquilinos… La gente de esa época usaba esos términos. Hoy por ahí también te dicen negro cabeza, negro murguero o algo por el estilo.  Por ese entonces decían: este es un negrito que está en la murga. Era muy despectiva la gente. A pesar de que a muchos les  gustaba la murga, por ejemplo, en la década del setenta, que es de la que yo te puedo hablar. Le gustaba la murga pero no se atrevía a salir. O en la década del noventa, que vuelve el apogeo de la murga y ahí sí se anima a salir y sale hasta el día de hoy.


¿Y vos, cómo te hiciste murguero?


Bueno, en ese conventillo donde vivíamos, vivían también otros familiares míos:   una tía, el hermano de mi viejo…  Les gustaba la murga.  A todos les gustaba la murga. Tenía un primo que un año salió en Los Mimados de La  Paternal, año 70 o 71. Yo salgo un día solo en Los Mimados de La Paternal. Esa fue mi primera murga. Un poco más adelante, durante la década del setenta, prácticamente Villa Urquiza se queda sin murgas, como también le pasó a  Saavedra.  Saavedra tenía sus Curdelas, murga emblemática. En cambio Villa Urquiza tenía Los Fantoches, Los Microbios, Los Chichipíos. Y una murga que yo después llegué a reflotar que se llamaba Los Revoltosos de Villa Urquiza.  En el año 71 o 72 después de haberme quedado con esa cosa de haber salido en la murga solamente un día, salimos en Los Bohemios de Liniers.  Tampoco era muchos los días en que podíamos ir porque teníamos que agarrarla muy bien a la vieja para que nos deje salir.


¡Claro! ¡Eran muy chicos! 


¡La vieja nos tenía atados con eso! O te portás bien o no salís en la murga. Nosotros a veces nos portábamos bien y a veces hacíamos algún lío. Y era ahí donde te cortaban y, bueno, no podíamos salir. Recuerdo que Carita con el sobrino, Sergio, y Banana,  un  murguero referente y muy conocido hoy en día,  nos llevan a Los Bohemios de Liniers, una murga que había sacado Lorenzo. ¡Un murgón! ¡Una murga de la puta madre! Venía a ser como la continuidad de Los Curdelas de Saavedra, algo así. 


¿Por qué la considerás de ese modo?


Porque ahí salían todos los mejores: el Bocha Conde, el Turco Taco, el Negro Quelo, los Teite. Terribles directores. Y terribles bombistas, empezando por Lorenzo. Esa murga llegó a salir dos años solos, por un accidente trágico que tuvo. Fue prohibida en aquella época, imposibilitada,  y no pudo salir más. Tampoco hubo nadie que la reflote, que la saque,  como a otras que volvieron a sacarlas después de un tiempo.  


¿Y cómo siguió lo tuyo? 


Bueno, en el año 74 nos vamos con la familia Cardaci,  emblemáticos murgueros también de Villa Urquiza y  otros, como por ejemplo Banana,  a salir en Los Caprichosos de Villa Martelli, donde había mucha gente de Saavedra ya que ahí se habían quedado sin murgas. Para entonces algunos murgueros se  habían desparramado para Los Bohemios, para Los Mimados y  otros para Los Viciosos o Los Caprichosos de Villa Martelli.  Más adelante,  en el 75, salimos en Los Viciosos de Villa Martelli. En el 76, ya con los milicos pisándonos los talones, junto con Carita y  Américo, viejo murguero también,  salgo en Los Ambiciosos de Villa Martelli.  Acá voy a contar  una curiosidad: ese año es el último  que salen Los Ambiciosos, que sacaba el Negro Valdez. Mucho más tarde - porque después nos hicimos grandes amigos - me vengo a enterar que justo ese año la había sacado  Lito Sosa, viejo murguero reconocido de Saavedra. Lito también había salido en Los Bohemios de Liniers. Tengo el gusto de conocerlo  - porque es un caballero - un tipo muy respetado dentro y fuera del ambiente. 

 

Vos decís que tenían los milicos pisándoles los talones… 


Ibamos a ensayar en las calles Venezuela y Colombia en Villa Martelli. Yo seguía viviendo todavía en Villa Urquiza y cuando nos veníamos, teníamos que cruzar todo ese bosque que había ahí - un vivero enorme, que ahora es el Parque Sarmiento. Y ya en esa época, a fines del 75, veíamos que la calle estaba muy controlada por la policía, por el ejército, por todas las fuerzas de seguridad. Es lógico porque el gobierno nacional de la época, de María Estela Martínez de Perón, había pedido ayuda a las fuerzas de seguridad por lo que le decían el terrorismo que existía, etcétera. Es que ya el golpe lo teníamos ahí y faltaba nada más elegir la fecha. Por eso cuando  fueron  los carnavales del año 76 - yo salí en Los Ambiciosos de Villa Martelli - y nos veníamos con los muchachos para Villa Urquiza para ir a bailar al Club Pinocho,  ya veíamos  que estábamos muy controladas las murgas. Y nos hacían marcar el paso. 


Ya casi dictadura…

 

Claro, el 24 de marzo de 1976 es el golpe y empieza la debacle en la Argentina… Los desaparecidos…  Todavía en ese momento no se notaba. Y  en el 78 nos distrajeron mucho con el Mundial, Argentina campeón del mundo. Y después, bueno, todos sabemos lo que pasó. Todos sabemos la historia. A mí me toca hacer el servicio militar y  yo veía el trato adentro. Para colmo nosotros habíamos entrado con la primera clase que entró a los dieciocho años. Te podés imaginar, Pupita, que ¡nos daban sin asco! Desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos. Fue un año muy duro que pasé en mi vida. Después se vino el conflicto con Chile. Yo entré en marzo de 1977 al servicio militar  y salí a principios de 1979, para que vos te des una idea. ¡Y me tocó tierra, eh! Que tierra se hacía un año solo.


Qué terrible lo que contás… 


Vi todos los desastres habidos y por haber. Con nosotros no pudieron hacer lo que hicieron con los pibes de Malvinas porque vino el Cardenal  Samoré, enviado del Papa y paró la bronca. Porque ya nos estaban matando en la frontera con Chile. Te estoy hablando de fines del año 78. 


¿Pero cuanto tiempo estuviste en los cuarteles?


Es que yo fui convocado otra vez después que pasó el Mundial. Es decir, a mí me largaron de baja en mayo del 78 y en agosto me volvieron a meter adentro. Y ahí sí que he visto cosas terribles. ¡Terribles! A los pibitos que traían del Impenetrable, de Tucumán, de Corrientes, pobrecitos, que no sabían ni para qué venían, los mandaban a la frontera, a San Martín de los Andes, todos esos lugares. Más de una vez presencié que traían chicos adentro de una bolsa; los traían muertos. Decían que se suicidaban. Cuando vino el Cardenal Samoré y se ordenó que volvieran las tropas, cuando los fuimos a bajar, pobrecitos, todos llenos de piojos, chinches. Una atrocidad terrible.  Bueno, yo me voy  de baja en el 79, los últimos días de enero con los carnavales ya encima, salgo en Los Viciosos de Villa Martelli. 


¡Igual, al carnaval no le aflojabas, eh! 


Nooo. Es mi pasión, nunca  abandoné la murga ni la abandonaré. Es como dice Guigue Mancini: Vos me curás las heridas y yo te llevo presente, porque sos y serás siempre el metejón de mi vida.  Yo para esa época iba con Banana para todos lados. Con él salimos en el 79, 80 y 81 en Los Viciosos de Villa Martelli. Banana se fue a Los Fantoches; estuvo también con Los Mimados de  La Paternal, murgas de la zona.  Y yo me quedo en Los Viciosos, donde cumplo una larga trayectoria. Ahí terminaron mis días de soltero. Formé mi familia. Todos murgueros, por supuesto. A mi señora la conocí en la murga, nos pusimos de novios y nos casamos.  A mis dos  hijos  los hice  murgueros. Para mi  hijo fallecido, Federico (Rocky)  ser bombista era su pasión. Te podés imaginar que para mí era un orgullo.  A mi hija, Yanina,  más allá de que salió muy poco, ella  siempre estaba ahí,  me daba una mano.  Lo que a ellos no les gustó nunca era organizar. Ellos eran como otra persona más. 



Año 1980, Roly junto a otros integrantes de Los Caprichosos  de Villa Martelli en el Club La Escuelita


Veían tu  amor a la murga y te siguieron… 

Creo que sí. Yo, por ejemplo, saqué Los Ambiciosos de Villa Martelli, saqué Los Viciosos, saqué una murga que se llamaba Los Criticones, saqué Los Revoltosos de Villa Urquiza, después otra vez volvía sacar Los Ambiciosos. Y mis hijos nunca se sintieron "los hijos de".  Nunca. Rocky se colgaba su bombo.  Se ponían la ropa. Y a bailar y a divertirse. Eso a mí me llenaba más de orgullo porque los sentía como uno más en la murga.  A ellos les enseñé que nadie es imprescindible.  Uno puede ser el referente pero no el dueño. La murga no es de nadie. Siempre dije que los únicos imprescindibles son los bombistas. 


Son el corazón de la murga… 


¡Claro!  ¿Por que vos sin bombistas que hacés? Tenés que poner un tocadiscos para bailar. ¡O un pendrive, como se usa ahora!  Yo siempre los consideré a los bombistas. Y siempre me gustó, y hasta el día de hoy, soy un renegado de que las murgas no tengan tanto en el ritmo ese bombo y el platillo y están con la trompeta. Ojo, no estoy en contra de las trompetas. Pueden ser una innovación para la murga y también que levanten un poco más a la gente. Pero hoy veo que las murgas hacen un corso de una cuadra y no paran las trompetas. Es una cosa increíble. Lamentablemente, y que no se ofenda nadie, hay, además, muchos bailarines de murga carilindos que antes no los había. 


¿Pero cómo era? 


Antes si vos no ibas al ensayo y todas las noches bailabas en la rueda, olvidate de que ibas a ir al lado del bombo. Hasta olvidate de que ibas a lucir la pilcha de director. Porque antes se distinguía entre los directores y los murguistas. Los directores de un color y los murguistas de otro. Es decir, se usaban al revés los colores, invertidos. Si la levita del director era blanca con mangas azules, por dar un ejemplo, la del murguista era azul con mangas blancas. Y, a veces, como en esa época se usaba mucho la fantasía, le encajaban al murguista un dado, un globo, una lira. Hoy no, eso ya se perdió. ¡Hoy son todos directores! Pero, bueno, yo entiendo que los tiempos cambian. Las murgas de antes no eran tan grandes. Por ahí, la más grandota tenía ciento veinte personas. Entre ellos  podía haber cincuenta  murguistas y setenta directores. ¡Pero directores, directores! De verdad. Porque antes con el bombo y con  el platillo tenías que bailar. No era moco de pavo. Y si vos querías reemplazar a un director como los que te nombre - el Bocha Conde, el Turco Taco, el Negro Quelo, a los Teite,  o a cualquier otro, ¡te tenías que hamacar! No era que podías ir al lado del bombo haciendo caritas. ¡No, no! Hamacate porque el que estaba de turno con el bombo por ahí te daba un correctivo, viste,  y tenías que seguir. No te podías quejar. 


¿Las fantasías las hacían ustedes mismos? 


A las fantasías había muchos murgueros que las sabían hacer. Por ejemplo, en aquella época existían las latitas de un litro de un aceite para auto que se llamaba Supermóvil. Eran unas latitas verdes. Y había gente que diseñaba cocodrilos, muñecos, con esas latas. Y esas eran fantasías. Las liras o los corazones se hacían con las famosas tapitas de Crush, de Canada Dry, bebidas que eran de la época. Había mucha creatividad, mucha más que ahora. En los únicos lugares en que se conseguían apliques (en esa época estaban muy de moda las águilas, los dragones) era La Valenciana y Las Estrellas, esas dos tiendas. Y llegaba un momento en que no tenía stock y te tenías que crear uno vos. Y te lo hacías. Hoy a lo mejor ningún pibe sabe coser una lentejuela. Por ejemplo, para hacer un estandarte, Fito era un maestro; el Loco Mingo también era un maestro. Había gente que se daba mucha maña para hacer esas cosas. Y las hacían. No había nadie especial. Recuerdo que a principios de los ochenta apareció una señora que tenía un tallercito muy chiquito en Liniers, cerca del Cementerio Israelita. Ella  trabajaba para todos los teatros. Y esa señora empezó con  las caricaturas de Patoruzú, Isidoro, Larguirucho, todos los personajes de Hijitus. Y bueno, a medida que se iba descubriendo el lugar, todos los murgueros se volcaban  a comprarle apliques a la señora. Ahora es distinto. Yo por ejemplo la última señora que conocí que era un espectáculo cosiendo me hizo un adorno de mostacillas (que tengo intacto) de Francescolli, que jugaba en River y por ser hincha me lo hice hacer. Fue la última persona que vi que trabajara tan bien y que hiciera apliques que te pudieran durar añares. 


Vos decís que había que ganarse el lugar, el puesto, como se dice habitualmente… 


¡Sí, tal cual! Hay un tema que una vez cantó Carlitos Paltrinieri, que a mí me quedó grabado. La letra  decía que antes no se buscaba camorra, tiraban todos para adelante. Era un homenaje a todos los muchachos que salían en una época  en Los Chiflados de Almagro. Esa fue una murga que se destacó mucho por el escenario que tenía: buenos bombistas, buenos cantores, un poeta extraordinario como Guigue. Era muy completa. Y la canción dice así: 


A veces repaso carnavales viejos

Cuando estaba el Guigue en aquellos Chiflados

Con un ritmo nuevo siempre había un consejo

Porque estaba Tete tocando a su lado

En esas cantadas en cualquier esquina

Para los vecinos que eran como hermanos

Y el papel picado y las  serpentinas 

Que nos arrojaban luego en el empedrado

Con Eduardo Triano, más bien dicho, El Mono

Cantando en el pullman la entrada triunfal

Esas serenatas que eran justo el tono

Para esa garganta mágica y genial

Con La Cafetera, Yatasto y Pavone

El público estaba contento y feliz

Porque había un baluarte para esas canciones

De un talento enorme, como era Nariz

Todos esos recuerdos de esos tiempos de oro

Los llevo metidos en el de la zurda

Porque Los Chiflados tenían un coro

Como no tenía ninguna otra murga

Nada de problemas, nada de camorras

Tiraban parejo; ninguno era capo

Si hasta había un gordito pasando la gorra

Nos parece verlo, al querido Sapo.

Y los directores Vespucio y Varaggio

El Turquito Julio, Polaco y Ariel

Eran la locura allá en Cachimayo

Con un loco propio, el Turco Miguel

Y Pirulo, el Grande,  diciendo las glosas

Para que la murga pudiera entonar

Todos estos recuerdos no hacen otra cosa

Que partirme el cuore y hacerme llorar. 







Hace poco me contaste para la Revista Gestar Carnaval un momento muy lindo y emotivo que viviste en la calle Corrientes a mediados de la década del ochenta. ¿En  esa transición alfonsinista qué pasó con las murgas? ¿Cómo te sentiste? 


Nosotros, a pesar de que los milicos  habían derogado los feriados, seguíamos saliendo lunes y martes de carnaval. Más allá de que estuviera prohibido, podíamos hacer los corsos, la gente se volcaba a las calles. Cuando vuelve la democracia en el año 83, cuando las murgas tienen otra expectativa, se fue todo para atrás. Ahí se apagó. No había lunes ni martes. Muchos clubes dejaron de hacer bailes. Para mediados de los ochenta, se complicó mucho sacar murga, había inflación, los micros te cobraban muy caro; en pocos lugares se hacían corsos, se metía la Iglesia porque no le gustaban los travestis o los ruidos. Fue terrible, un cachetazo muy amargo.  Igualmente después,  cuando salió la Ordenanza a mediados de los noventa a las murgas les habían dado un lugar en el presupuesto cultural. Pero Fasulo  lo dijo muy clarito: ahora somos murgas con patrones. Los jurados que pusieron en ese momento, por ejemplo. Gente que no entendía del tema. Y las murgas se tuvieron que adaptar a otro sistema. Por eso muchos murgueros viejos dejaron de salir, no quisieron saber más nada y se le dio paso a la juventud. 


¿Cómo internalizaste  todo lo de la murga? ¿Hay alguien a quien consideres tu maestro? 


Yo tuve un maestro arriba del escenario que se llamaba Fito Bompart, un hombre que venía de Los Curdelas de Saavedra. Pasó por muchas murgas. Con él salimos en Los Ambiciosos en 1976. Más tarde nos encontramos en Los Viciosos. Y luego en Los Revoltosos.  Era un señor con todas las letras,  arriba y abajo del escenario.  También tuve el placer de estar con él en Los Reyes del Movimiento de Saavedra. 



Año 1983, Roly junto a Rodolfo "Fito" Bompart en Los Caprichosos de Villa Martelli, corso oficial de Vicente López. 



Aparte de Fito,  ¿hay  algunas otras personas que admires por lo que te transmitieron?


¡Tuve un montón de maestros para sacar murga!  A Miguel Amedeo, al  Oreja, que sacaba Los Funebreros de San Martín, a Barullo, La Gata Caprile que sacaba Los Rompe y Raja, Tito el Japonés que sacaba Los Caprichosos de Villa Martelli. De toda esa gente yo fui aprendiendo un poquito. Me gustaba aprender. Y por eso pude sacar murga. Vaya mi admiración hacia ellos porque cada uno a su modo luchó para que nosotros tengamos la fiesta popular murguera que fue tan apabullada.




Año 1987, escenario de Los Caprichosos de Villa Martelli en el Club Mariano Moreno de Saavedra


Año 1979, Roly y el Mono  en  Los Caprichosos de Villa Martelli, entrada del Club Islandia. 



Roly, vos fuiste director general en varias ocasiones. ¿Qué podés contar de  esas experiencias?


¡Sí, yo saqué murga ! Pero no era lo mismo que antes. Yo nunca me pude casi adaptar a los tiempos de ahora. Por eso preferí hacer un paso al costado y cuando tengo ganas de salir voy a algún lado y sé que soy bien recibido. Nunca discutí ni nada. Cuando algo no me gusta, levanto carpa y me voy. Es lógico que los tiempos cambiaron. Con el golpe del 76, las murgas si no fueron prohibidas, estaban muy controladas. Había que llevar los permisos a las comisarías con los nombre de los participantes, los números de documento. Era muy distinto. Primero, porque era distinta la política que se vivía en el país; era muy distinta la realidad social del país. Y hasta te puedo decir que era distinta la clase de murguero que había en ese momento. Yo creo que - y no pienso que estoy equivocado porque con muchos murgueros viejos hablé  y  todos coincidimos en lo mismo - antiguamente a la murga se la quería mucho. Mucho se la quería. A punto tal que nosotros vivíamos un carnaval a partir de los primeros días de enero. 

¿Cuándo se empezaba a ensayar? 


Porque las murgas empezaban a ensayar después de Reyes, el primer lunes. O muchas veces después de Año Nuevo. Y participaba mucha gente en los ensayos. Pero no solamente gente que iba a salir en la murga. Mucho público participaba. Y recuerdo yo que en Villa Martelli los vecinos participaban mucho en la murga de su barrio a pesar de que muchos estaban ahí  solamente porque les gustaba. Se agolpaban a ver los ensayos. Y después en los carnavales todos los vecinos del barrio iban a ver a todas las murgas de la zona, no solo a Los Viciosos; también a Los Ambiciosos, Los Caprichosos; estaban Los Estropeados de Padilla...   Pero no era fácil salir en la murga. Y tampoco era fácil sacar la murga. Porque no había subvención ni nada. Nosotros, por ejemplo, con Miguel y algunos más,  salíamos a cartonear. Juntábamos cartones, botellas… Se hacía de todo. Y en cuanto al tema del director general, te voy a explicar cómo era. 


Bueno, dale no más. 


Como te dije, en la murga antes existían los directores y existían los murguistas.Y la ropa de director te la tenías que ganar. ¿De qué modo? Todo enero había ensayos hasta febrero en que caían los carnavales y a veces marzo. Vos tenías que ir al ensayo. No era obligación pero  se hacía la ronda y vos tenías que bailar. Ahí se elegían los directores que iban a ir al lado de los bombos. Y, por supuesto, aquel que sacaba la murga era el director general. Los murguistas ocupaban el lugar atrás de los bombos. Y si no, te hacían llevar alguna fantasía, dado, lira, una bandera, un globo. No era como ahora, que si vos no sos director porque no sabés bailar o que se yo, te vas  a otra. ¡Antes, no! Porque si no eras director en una murga, no eras director en ninguna. Todas hacían lo mismo. Hacían la ronda todas las noches y vos tenías que demostrar que eras director. Entonces, es ahí donde se diferencia lo que era ser director antes y lo que es ahora. No era que porque eras amigo mío, ya eras director. Y no salías tampoco si no tenías los guantes, si no tenías el moño en las zapatillas, tu galera o birrete, que era lo que usaban los murguistas.  Actualmente, el que saca la murga es más referente que director general porque tiene un montón de gente que está alrededor, que lo acompaña. 


La murga del lado de Capital, Saavedra, por ejemplo, ¿en qué era igual o diferente con la de zona norte?


Pantera una vez dijo que a Saavedra y a Villa Martelli no los une sólamente la línea 67 de colectivo. Las une la pasión murguera, dijo. Y tiene razón en ese sentido. En Saavedra hubo muy buenos directores. Y en Villa Martelli, también. En la provincia, es donde las murgas empezaron con el tema de las trompetas. No sólo las de Villa Martelli. Ya venía de la parte del Tigre, con las comparsas, que primero llevaban bombo sin platillo y redoblante. Y después agregan las trompetas. Unos de los pioneros que yo me acuerde fueron Los Caprichosos de Villa Martelli, que en el año 76 o 77 las implementaron. Los Viciosos siguieron con bombo y platillo, que es el estilo tradicional. Igual que Los Ambiciosos. Lo que sí, se cambió un poco el ritmo. En provincia había muy buenos bombistas también y le dieron un mejor toque al bombo con platillo, que es lo que venía de Capital. Hoy por hoy, yo creo - y lo digo a título personal -  que lo único que queda de la esencia murguera son  murgas como Los  Reyes del Movimiento, Los Elegantes de Saavedra, Los Viciosos de Almagro o Bombo Platillo y Elegancia, que no tienen trompetas.


Había una gran afinidad, un parentesco muy cercano… 


La esencia de las murgas de Capital y Provincia eran iguales. ¿Por qué? Porque la mayoría de las murgas  de zonas que lindaban con la Capital Federal, que eran Florida, Villa Martelli, Vicente Löpez, Ciudadela  todas las que costeaban la General Paz, todas tenían los ritmos de las murgas porteñas, nada más que en Provincia siempre aparecieron directores mucho mejores que en Capital. 



Año 2019, Roly con traje de Los Mimados junto a Banana y el Turco Schumacher, corso de Paternal.


¿Y los corsos, cómo eran? 


Los corsos que hacíamos  antes tenían siete cuadras, por ejemplo los de Munro, Villa Adelina o Villa Martelli. Menos el de Boulogne, que tenía ¡casi quince cuadras! Era impresionante, grandísimo.  El de Escobar también era grande, como el de Grand Bourg. Iba mucha gente. 


Corsos y también actuaciones en clubes, ¿no?


Las murgas, antiguamente, salían a las cinco de la tarde, cinco y media a más tardar, porque a las seis menos cuarto más o menos se entraba al primer club. Se acostumbraba a tener dos o tres clubes de entrada y después se hacían dos o tres corsos. Los contratos eran por las cuatro noches de carnaval y después un fin de semana más. Y se hacían los mismos lugares. Es decir, ibas ahí todos los días de ese carnaval. Esto obligaba a las murgas a tener todos los días una canción distinta de entrada, retirada y crítica. ¡No podías ir con todo igual! Hoy es más fácil para las murgas porque van a distintos corsos. Entonces, hacés una canción y la usas para todo el carnaval. Antes las murgas se destacaban porque había mucha más creatividad que ahora. 


¿En cuanto a las letras también? 


Y sí,  en aquellos tiempos estaba Mingo Romano, el Loco Mingo, Calustik, Guigue. Había varios escritores de críticas y de homenajes, etcétera. Se criticaba a los artistas, a los políticos. Siempre humorísticamente. 


¿Había mucha rivalidad entre murgas? 


Sí pero por ejemplo porque había algunos que se robaban la crítica o alguna canción y la llevaban a otra murga. Y ahí se creaba un problema. Pero después no había mucha rivalidad. 


¿Qué clubes recordás? 


Bueno, estaba el Club Islandia, el California, el Río de la Plata, el Penacho, el Pinocho, el Estrella Federal de Florida, el Estrella de Maldonado en Palermo, el Juventud de Saavedra, el All Boys de Saavedra, el Mariano Moreno también en Saavedra. Había varios clubes que hacían carnavales. Para mí el club más importante de toda la vida - para mí, otros pueden pensar distinto -  era el Islandia. Yo creo que para un murguero no era carnaval si no iba al Islandia… Se olfateaba la esencia murguera ahí. Era impresionante. Estaba en la calle Núñez entre Andoaegui y Bucarelli. Y las murgas entraban por el lado de  Andonaegui, actuaban dentro del club y cuando salían, lo hacían para el lado de  Bucarelli. Esos cincuenta metros que separaban la esquina con el club era un corso aparte. Era impresionante como la gente se volcaba a la murga. Yo, por ejemplo, que me crié en Villa Urquiza, notaba que había gente que se iba de vacaciones y venía para los carnavales. Y se encontraba  el barrio,  amigos, todos,  en el Club Islandia. O en el California. Pero el que siempre más se destacó con las murgas, a pesar de que quedaban a una cuadra y media de distancia, fue el Islandia. Siempre se destacó. 


¿Cómo ves las cosas hoy en día? 


Y vos viste como está ahora. Los tipos no te dicen: se desvía el tránsito esta noche. ¡No! Te dicen: cortan la calle los días de carnaval; cortan esto, cortan lo otro. ¡Nadie corta nada! Hay un desvío por seis horas que no le hace mal a nadie. Siempre trataron de inculcarle a la gente lo peor sobre la murga. ¡Así estamos! Está muy difícil. 


¿Y a nivel artístico? 


La murga nace  de adentro de uno y uno la hace, o la saca, porque quiere luchar por la esencia murguera que había antes. Es lógico que nunca lo vamos a lograr porque los tiempos no vuelven para atrás. Pero ese es el desafío que toma uno cuando saca una murga. A mí me gustaría, por ejemplo, que esa esencia por la cual uno lucha la tomen muchos murgueros. Pero lamentablemente no hay casi directores que bailen un corso entero con bombo y platillo solamente. Se volvió medio cumbiero el tema. Es mi manera de ver. No quiero herir la sensibilidad de nadie. Es como que me quedé en el tiempo, qué se yo. Ojo que yo saqué murga con trompetas porque lo ameritaba el momento pero Centro Murga es bombo con platillo. No es redoblante, tampoco. Ni repique, nada. 


¿Te sentís cercano a alguna en especial? 


Hoy en día me siento identificado con Los Reyes del Movimiento aunque he salido en otras murgas como Los Mimados, tradicionales. Es lo que siente mi corazón. 



Año 2018, Roly con traje de Los Reyes del Movimiento de Saavedra junto a su nietita Uma.


¿Y a vos que te gusta hacer en la murga? ¿Te especializás en algo? 


Mirá, Pupita, en la murga a mí me gusta hacer de todo porque yo siempre dije que al que le gusta realmente la murga, no tiene que tomar a nadie como imprescindible, salvo, como ya dije, a los bombistas. Yo toco el bombo.  Sé recitar, sé cantar (bah, creo que se cantar ja ja) y hasta sé llevar el estandarte. Porque nadie es imprescindible. La murga  - lo dijo una vez Fasulo - la murga no se quiere, la murga se añora y se vive. Es así. Y dijo una gran verdad. 


¡Cuantos recuerdos, Roly! 


La verdad es que te quiero agradecer el haberte acordado de mí para hacerme este reportaje porque nosotros, los que tenemos este oficio de la murga (por lo menos lo que yo vi con varios murgueros viejos) conocemos un montón de gente de nuestro pasar por distintas murgas pero al final de nuestros días más de un amigo se fue solo o sin nadie que lo recuerde o por lo menos que lo visite en ese momento tan crucial como es el del final de la vida de uno. 


¡Muchas gracias a vos, Roly! De mi parte, un honor y un placer enormes. 



Año 2018, juntada de viejos murgueros en Saavedra. Roly junto a Rogelio Paltrineri, el recordado Luongo y  el bombista Lito Sosa.  





 

miércoles, agosto 09, 2023


"Fuimos un grupo de mujeres pioneras del carnaval. Todas peleamos por la igualdad, por nuestros derechos, para poder disfrutar de esta pasión que es la murga."

 Entrevista a Meka (Isabel Sara Silva) 

de Saavedra 

 Por Pupita La Mocuda 






- ¿Meka, vos sos originariamente de Saavedra? 
 - Bueno, mi mamá me tuvo en el Hospital Pirovano pero yo soy de Boulogne. Nos criamos allá, Marcelo, mi hermano, y yo, en la Avenida Rolón. 
 - ¿Cómo llegaste a Saavedra, entonces? 
 - Mi papá - cuando yo tenía siete años y mi hermano once - era custodio del Presidente de la Nación de ese momento en la Quinta Presidencial de Olivos. Las personas que estaban ahí se habían encariñado muchísimo con mi viejo porque decían que era muy responsable. Y un día le preguntaron lo que él deseaba,  porque lo querían ayudar. Ojo, no le regalaron nada pero lo ayudaron. Mi papá les explicó que a él le gustaría venir para el lado de Capital porque al ser policía y trabajar en el Departamento Central que quedaba ahí en el centro, para él era un terrible viaje. Además, Boulogne no estaba tan poblado y a él le preocupaba un poco dejarnos a mi mamá, mi hermano y a mí. Entonces lo que quería era venir para Capital porque acá estaba la hermana de mi mamá, mi tía, viviendo en la calle García del Río, en lo que ahora es un garage. Quería que estuviéramos más cerca de la familia, para no estar tan solos allá y a él le ahorraba el viaje. ¡Increíble los viajes que se mandaba en tren! Y bueno, a través de pagar un alquiler pudo conseguir la casa en el Barrio Mitre. Entonces, vinimos a vivir acá. Desde ese momento, desde mis siete años, que yo estoy viviendo en el Barrio Mitre. Esa fue la manera de llegar acá. 
 - ¿De donde proviene tu apodo, Meka? 
 - Mi sobrenombre surge porque mi hermano, cuando yo nací era chiquito y venían todas mis tías, mis familiares y decían: parece una muñeca. Y él no sabía decir muñeca y empezó a decir: parece una meca. Entonces después, cuando quería preguntarle a mamá o a papá por la hermanita decía: ¿y la meca? Y bueno, me quedó el apodo Meka. 
 - ¿Cómo entra la murga en tu vida? ¿Cómo fue que te hiciste murguera? 
 - Yo me inicié en Los Curdelas de Saavedra en el año 1969 o 1970. Esos eran los primeros Curdelas, los verdaderos Curdelas de Saavedra, de rojo y azul, que ensayaban en la puerta del Club Platense en la calle Zufriategui. A ese lugar le llamaban la calle muerta. Yo tenía trece años. Fue un capricho. En mi familia no había murgueros. En esa época había otros códigos. Papá, encima policía, no quería que yo saliera en la murga. Mamá traicionaba a papá llevando a la nena a ver los ensayos. Hasta ese momento yo todavía no era integrante pero me empezó a gustar muchísimo. 
 - Te picó el bichito... 
 - ¡Sí! Es más, vino a vivir a mi casa una amiga mía, Nancy, que era soltera. Mi mamá la recibió como una hija más. Entonces llegó el momento en que mi mamá y mi papá se separaron (mi papá se fue a vivir a San Miguel) y mi mamá nos llevaba a las dos a ver los ensayos. Aparte a mi mamá le gustaba muchísimo la murga. Le fascinaban los carnavales. A mi hermano también le encantaban los carnavales. 
- ¿El salía también en alguna murga? 
 - No, no, él nunca salió en las murgas pero me ayudaba. Cuando yo era chica y vivíamos juntos acá en casa, lo que me podía hacer, me lo hacía él. Era una persona que se dedicaba a crear cosas para que yo luciera en la murga. Me adornaba la galera, le ponía piedras, alguna pluma de Malibú... Me acuerdo que usábamos batutas. Algunos las tenían hechas con antenas de auto y venían bien para defenderse. ¡Pero las mías, no! Mi hermano me las hacía con una varillita. ¡Yo no me iba a meter en un berrinche, en ninguna pelea! Yo lo que buscaba era escaparme de todo eso. 
 - ¿Y entonces qué pasó? ¿Cómo empezaste? 
 - A Nancy y a mí nos gustó muchísimo y yo dale que dale: ¡Mamá, quiero salir, quiero salir! Mamá: No, que si papá se entera, se va a armar una gresca. ¡Y qué sé yo! Yo lloraba y pataleaba porque quería salir, quería salir. Bueno, entonces mi mamá pidió la tela, pidió todo y en la máquina de coser me hizo el traje con el chabot. Usábamos pollera con una chaqueta. 
 - ¿Usabas apliques en el traje? 
 - Los apliques me los hice yo. ¡Pero eran cualquier cosa! Supuestamente en mi espalda tenía un águila. No sabía hacer adornos. Mi mamá tampoco ni nadie de mi familia. Fue costura directa sobre el traje, poner lentejuelas, pegarlas. Lo importante era que brillara, las poníamos en los bordes, en los puños. ¡Eramos inexpertas pero pudimos cumplir con todos los requisitos para empezar en la murga! Yo tenía fotos de ese momento, de esa murga pero, lamentablemente, con las inundaciones que hemos pasado perdí todo. 
 - Entonces, ese fue un paso de gran importancia en tu vida, ¿no es cierto? 
 - Si, por supuesto. Ya desde ese año salí. Me sentía en la gloria. Ese fue mi bautismo. Un poco de trastorno porque yo no sabía bailar. Hasta que le agarré el paso y no me paró nadie. Mi mamá me acompañaba hasta que salíamos. Como ella no venía conmigo me recomendaba a un señor del barrio, Don Eduardo, que iba llevando a su hijo, el Chiquitín. 
 - ¿Cómo vivían esas jornadas de carnaval? 
 - ¡En camiones hacíamos nuestro recorrido! No eran micros. Empezabamos a eso de las cinco o cinco y media de la tarde, con un calor que rajaba la tierra, imaginate, maquillados y vestidos. Nos corría la transpiración, era impresionante. Y arrancábamos a todos los clubes como el Mariano Moreno, Pinocho... Esos clubes queridos, venerados, que se lloran tanto, que se extrañan tanto, que al ser un lugar cerrado retumbaba todo. ¡Era tan lindo todo eso! Hasta que llegábamos al lugar de cierre. Por ejemplo, acá en el medio del Barrio Mitre se hacía un corso. Entrábamos al Barrio Mitre y te puedo garantizar que era una emoción. Porque éramos una cantidad de gente impresionante. Por el lado de la calle Posta estaba saliendo la murga y todavía no habían entrado por Melián. Ese era el punto definitivo de la murga. La gente del barrio nos esperaba con tanta calidez, ¡un amor! No veíamos la hora de llegar. Hacíamos Provincia también. Munro, el corso de Boulogne.... Esa era la meta final porque era donde se entregaban los trofeos y muchas veces se terminaban peleando las murgas, por diferencias, igual que los equipos de fútbol. 
 - ¿Qué personas queridas te vienen a la memoria? 
 - Y bueno, ahí en esa murga estaba toda la gente conocida, gente del Barrio Mitre: El Bocha Conde, el Negro Teite, el Negro Quelo, la Gorda Ana, Marta Acosta, Marta Conde, Mili - que venía de Munro -, la Leo, que era hermana del Negro Teite, Paula, Mary Aballay, la mamá de mi amiga, Marisa. 
 - Había varias mujeres en esa primera experiencia murguera tuya... 
 - ¡Claro! Y nunca me voy a cansar de decirlo.   Yo que viví eso puedo decir que ese fuimos un grupo de mujeres pioneras del carnaval. ¡Eramos muchas! ¡Algunas ya no están pero  varias todavía sí estamos  para contar nuestra historia y atestiguar el papel de la mujer en la murga.   No fue por obra y gracia de una sola persona. Todas peleamos  por la igualdad, por nuestros derechos, para poder disfrutar de esta pasión que es la murga. ¡Ahí nació la mujer murguera! Todas estábamos ahí. Por lo general, eran más grandes que yo. 
 - ¿Te parece que no están reconocidas en lo que hicieron, en el rol fundante que tuvieron? 
 - La verdad es que no entiendo por qué las dejaron en el olvido. Más que nada me duele por las que ya no están, que, ya te digo, eran muchas y de varias no se recuerda ni el nombre.   Yo era la más chica, recién empezaba. Entré con la marea de ellas. Fui partícipe de esa lucha pero ellas ya estaban. Les doy mucho mérito a ellas porque yo recién me integraba. Pude entrar por esa puerta grandiosa que abrieron todas mis compañeras. Doy gracias a Dios que pude vivirlo. ¡Y voy a morir murguera! A mí el carnaval no me lo apaga nadie. Pero es gracias a ellas, que abrieron el camino, que hoy por hoy las murgas están invadidas por mujeres. Creo que hay más mujeres que varones, les ponen más ganas las mujeres que los hombres. 
- ¿Era muy difícil para la mujer ocupar su lugar en la murga en ese momento? 
 - Mirá, las mujeres murgueras se merecen un aplauso grande todas. En mi caso, yo tuve cuatro hijos y he salido y he ido a ensayar con ellos. Me iba con el cochecito y mis criaturitas, con la mamadera, los pañalitos. He pagado para que me cuiden los dos nenes más chicos para yo poder salir en la murga. Venía cansada y así traía de vuelta a mis hijitos. No dormía. Era un sacrificio pero al otro día salía en la murga igual. Hasta que mis hijitos llegaron a cierta edad y cuando ellos tomaron conciencia de que les gustaba la murga me pidieron de salir y salieron ellos también. 
 - ¿Para el varón era distinto? 
 - Para la mujer es un sacrificio más grande. Para el hombre es otra cosa. Nosotras salimos en la murga, nos divertimos y cuando venimos no tenemos derecho a descansar. Te tenés que levantar a cocinar, a atender a los chicos, a hacer miles de cosas. Pero la mujer lo lleva más en la sangre. Yo hoy tengo toda la familia en la murga. Son todos murgueros, hijos, nietos, bisnietos... Pero todo porque yo empecé. Yo fui la primera de la familia. En ese momento, los varones - machistas ¿no? - no querían a las mujeres en la murga. Pero, bueno, fuimos un grupo de mujeres, chicas, grandes, lo que fuera, que nos rebelamos, subimos a los camiones y les demostramos que nosotras también podíamos salir en una murga, como hoy por hoy lo hacen las mujeres con la cancha. Antes no eran admitidas ahí tampoco, había muchos prejuicios. Hasta que lo lograron, se integraron. Viven la pasión junto con los hombres. 
 - ¿Ves diferencias con la murga actual? 
 - ¡Esas eran odiseas! En ese momento había certámenes de murga; no como ahora que hay jurado y el que se va abajo, se va abajo y el que sube, sube. Las murgas se llevaban copas. Estaba la copa para la primera murga, la mejor murga del carnaval. Y después se elegían dos más que se llevaban un trofeo más pequeño. Las murgas de Capital iban a Provincia y las de Provincia venían a Capital. Y había rivalidades entre las murgas. ¡Eran peleas fabulosas, terribles! Las mujeres y los chicos nos escondíamos por cualquier lado; nos metíamos debajo de los camiones porque era infernal como se mataban a golpes. La organización también era distinta a la de ahora. Las murgas tenían tesorero, presidente, vice presidente. Estaba muy preparado. No era un director y punto. Se usaban los volantes que se entregaban a la gente en los corsos y le quedaba la propina al murguero que los repartía. Muchas cosas eran completamente diferentes a lo que es hoy. 
 - Los Curdelas fueron tu primer amor murguero...
 -  Así es. Los Curdelas fue mi primer murga y fue la que me marcó. Nunca más pude dejar... Estandarte que pasaba delante de mí, estandarte que yo me iba atrás. Porque fue como que le hice una promesa. Empecé a bailar y le hice una promesa de no dejarla nunca más. Yo venía de un momento duro, de la separación de mi papá y mi mamá. (Después volvieron.) Pero era como que necesité eso. Fue un impulso. Salir en la murga me ayudó totalmente. 
 - Era una cuestión de vecindad, de amigos y conocidos del barrio... 
 - La gente que había ahí era toda gente del barrio, pero toda gente grande. Gracias a la murga terminé conociendo a murgueros como Fito Bompart, a Lito Sosa, a Memo, al Negro Bazán, que ya no están pero fueron personas que la pelearon por el carnaval. Daba gusto verlos, cada uno en su postura, en su lugar. ¡Ponían ese amor por la murga! Con mucha humildad, porque era humildad... Yo cuando salí en los primeros Elegantes nunca me voy a olvidar que Julio, que fue uno de los directores, sabía que la gente estaba con sus problemas - porque los problemas por plata existieron siempre - y me acuerdo que se fue a una fábrica de zapatillas. No sé si las pagó o se las donaron. Pero él vino y repartió las zapatillas para todos. Me quedó esa imagen tan grabada... Ahí en Los Elegantes fui directora general de las mujeres. El director general de los varones de ese entonces fue Américo Bustos. 
 - Contame cómo siguió tu historia murguera... 
 - Después de Los Curdelas de Saavedra, salí en Los Elegantes de Saavedra de aquellos tiempos. Un verdadero murgón. Al frente de esos Elegantes me acuerdo que estaban Lito Sosa, Julio Domínguez. Era una troupe grande. Ahí también la organización estaba en manos de un grupo de personas, no de una sola. Por ejemplo, se encargaban de que todos pudieran tener sus zapatillas y sus guantes. Salí en varias otras murgas: Los Estrellados de Saavedra, Los Dandys de Saavedra, Los Rejuntados de Saavedra, Los Calamares de Saavedra, Los Reyes del Movimiento de Saavedra. También en Los Pecosos de Chacarita, Los Ambiciosos de Villa Martelli, Los Preferidos de Villa Urquiza, Enviciados por Saavedra y Los Goyeneches. En todas las murgas fui directora murguera, salvo en Los Elegantes, como te decía, que fui directora general de las mujeres.  





Meka con su amiga Alicia y su hija, Marcela, 
en el Centro Murga Los Elegantes de Saavedra


- ¡Pavada de trayectoria, Meka! ¿Qué significa ser directora murguera ? 
 - La denominación directora murguera ya casi no se usa. Cuando yo empecé a salir en la murga, el tema venía así: Estaban las mascotas, los murgueros y los directores murgueros. Después estaban los directores generales de mujeres y de varones. Ser director o directora general era un orgullo, era como cuando te eligían abanderada en el colegio. Y también estaban los directores generales de toda la murga, que eran los que nos dirigían a nosotros también para que, a su vez, pudiéramos dirigir al grupo que nos correspondía. 
 - ¿Cuáles serían las diferencias entre todos esos roles? 
 - El murguero o murguera es el que recién se inicia. Yo tuve mi época de murguera, cuando todavía no entendía cuales eran los picos de lujo de una murga. Actualmente, directora murguera o director murguero es cualquiera. Pero esto antes significaba que una persona ya tiene años de murga y conoce a la perfección lo que son los golpes de un bombo y tienen muy claro como bailar a los distintos ritmos: rumba, tres saltos, patada al cielo, murga. Vos te fijás que cuando una murga va saliendo y en el fondo están los directores, que son los que pegan esos saltos, esas patadas al cielo, como se les llama, impresionantes. 
 - No era algo así no más ser director murguero, ¿no? 
 - ¡Para nada! Cuando yo empecé a salir en la murga había que ganarse el título. Hoy, cualquiera entra a bailar y aunque no sepa bailar es un director murguero. Eso es lo que estoy notando entre los cambios de la época que pude haber vivido yo a lo que se vive hoy en día. Se usa mucha coreografía. Parece un grupo de zumba; van haciendo todos lo mismo. Yo tuve que hacer coreografía en Los Goyeneches; la hice y me salió bien pero creo que rompe un poquito los códigos. Yo creo que el murguero en sí expresa lo que siente el cuerpo cuando escucha un bombo; expresa lo que siente cuando está incluido en una murga, cuando está viviendo esa alegría, esa algarabía. Vos no le podés poner al murguero una coreografía porque el verdadero murguero se va a zafar y va a salir haciendo lo que le nace, lo que sabe, lo que siente, lo que quiere, lo que le hace explotar el corazón.
 - Si bien, hay una fuerte línea de similitudes y continuidades, ¿notás otras diferencias entre las murgas que conociste en las épocas de tus comienzos y las actuales? 
 - Hace unos años escuchaba cuando Pantera y otras personas convocaban a los murgueros para ir a pedir por el lunes y martes de carnaval. Porque la dictadura nos había sacado el carnaval. ¡Y no iba casi nadie a colaborar con ese pedido! Antes no era así. Por ejemplo, con los Dandys. Teníamos que ir a ver si nos dejaban entrar en tal lugar porque sucedía que no nos dejaban salir en ningún lado, no nos querían en ninguna parte. ¡Y ahí íbamos todos! Hasta en eso cambiaron los códigos
 - ¿Y en cuanto a lo artístico? 
 - Mirá, Pupita, antes el director llevaba el pito y cuando pegaba el pitazo saltaban todos, se formaban todos. ¡Ahora están todos a los gritos y tardan más en formarse que en hacer la actuación! Con respecto a la vestimenta, te digo que yo soy la enemiga de la mujer con levita larga. Le quita gracia al cuerpo de la mujer. Le quita femineidad. Para mí la levita larga es del varón. Para las mujeres, pollera o short con levita tipo cabaret, corta, como la de Los Goyeneches. Así quedan vistosas las chicas, las deja lucirse. O de lo contrario, chaqueta corta como las de Los Reyes. Hay muchos modelitos lindos. Porque es la típica ropa de la mujer. Ojo que yo tuve que salir con levita larga pero no me gusta. En las canciones, antes todos hacíamos el coro, todos. Ahora no. Tienen que subir cincuenta al escenario para que hagan el coro porque los integrantes desde abajo no cantan. Y antes nos daban las canciones escritas en papelitos para que las aprendiéramos. ¡Por eso es que hay tanta gente arriba de los escenarios! Se precisa del coro para que también respire un poco el cantor. En definitiva, no son los mismos carnavales. En definitiva, no es la misma destreza de baile. En definitiva, no es la misma forma de vestirse. Hay muchas cosas que cambiaron pero ¡que viva el carnaval y todas las murgas de donde sea. Y a toda esa gente que tiene ganas de rendirle culto al Dios Momo ¡un aplauso!  


              Meka en el Centro Murga Los Calamares de Saavedra 




 - Meka, hace poquito se publicó en la Revista Gestar Carnaval una antología de letras de murga escritas por mujeres. Fue un hallazgo, una sorpresa total el hecho de que hubiera una escrita por vos, sobre todo porque es de muy a principios de la década del ochenta. ¿Cómo se dio esa cuestión, la de escribir para la murga? 
 - En Los Rejuntados y en Los Calamares escribí canciones. Los Rejuntados fue una murga que arrancó casi sin querer entre Pantera y Rico, el papá de mis dos hijos más chicos, Alexis y Joni. Ahí yo escribí canciones que perduraron y que se cantaron también en Los Calamares, una murga simbólica de Saavedra, de colores marrón y blanco, donde agregué más canciones, como, por ejemplo, La Marcha de Los Calamares: 
 Luciendo el marrón y blanco 
Y danzando por las calles 
Nos llaman Los Calamares 
Y hoy llegamos hasta aquí
 Al principio yo ayudaba a escribir las canciones, entradas, retiradas, alguna glosa para la salida de la murga. Después ya hice canciones yo sola para Rico, que cantaba con Fito Bompart. Fito era una eminencia sobre el escenario, ¡un vozarrón! También escribí homenajes, por ejemplo a Ñamuña, a Luis Sandrini. Al mismo Fito, después de que falleció, le escribí un homenaje, pedido por su hija Ivonneé ¡Así nació la autora de canciones de murga! 
 - ¿Escribís otras cosas, además de canciones y glosas murgueras? 
 - No escribí ningún otro tipo de canciones todavía pero lo que sí escribo es poesía. Yo he escrito muchas poesías para mis nietas, cuando fallecieron, el 1 de enero del año 2001. También narraciones. Se las escribía para ellas, para conversar con ellas. Las tengo guardadas. 
 - Habrán sido años memorables... 
 ¡Ni hablar! Lo de Los Rejuntados fue una locura. Estábamos por salir en Los Cariocas de San Martín porque no teníamos murga acá en Saavedra. Entonces, empezamos a ensayar en el Club All Boys. Puchero, el señor que sacaba la murga traía los instrumentos, todo. Nos hicimos la ropa unos cuantos y de repente por una pelea entre este señor y un ayudante de él, quedó todo parado. ¡A una semana de empezar el carnaval! Decidimos seguir con los ensayos en el All Boys a condición de ver cómo salíamos. Entonces se decretó que se podía salir con la ropa que tuviéramos o disfrazados de lo que quisiéramos porque ya no había tiempo para vestuario. Algunos tenían la ropa de Los Cariocas, otros de Los Elegantes, todos de diferentes murgas. Hubo personas que se disfrazaron de fantasmas, de cualquier cosa. Era un clericó de colores, de ropa. Una tarde estábamos en la casa de Pantera con Rico y faltaba el nombre de la murga. La mamá de Pantera dice: "Eso es un entrevero. Son unos rejuntados" ¡Y le dejamos Los Rejuntados! Al final fue muchísima la gente que se juntó. No alcanzaban los micros, había coches particulares, una barbaridad. 
 - ¿Dejaste de salir algún carnaval en todos estas décadas de murga? 
 - La verdad es que nunca dejé de salir por voluntad propia. Mis hijos más chicos, Jonathan y Alexis (que ahora saca Los Goyeneches) nacieron los dos en diciembre. En enero empezaban los ensayos y yo todavía estaba toda cosida pero iba igual, con ellos en el cochecito. Les compraba en la farmacia unos taponcitos especiales para los oídos y los llevaba conmigo. En esa época eran en el Club Loma. Incluso estando recién operada cuando me enfermé, una noche fuimos a un ensayo de Los Preferidos, donde iba a salir mi familia, y me largué a bailar aunque no me podía ni mover de los dolores que tenía. Todavía no sé cómo fue que lo hice. En un momento de doy vuelta y veo que estaban todos llorando. Ese carnaval fui todas las noches en el micro, no me perdí ni una. Igualmente, en cuanto a los chicos, a mí nunca me gustó eso de "tienen que ir porque yo voy". Yo creo que los chicos tienen derecho a decidir si les gusta la murga o no. Así como tampoco se les debería imponer un equipo de fútbol desde chiquitos. El ser humano tiene derecho a decidir sus cosas y aunque no elija lo mismo que nosotros, es su decisión. Yo nunca obligué a mis hijos a salir en la murga. Mi hijo Gabriel, salió como acompañante, ahora vive en el Chaco con su familia pero mi hija mayor, Marcela, siempre salió con nosotros.


Meka en el Centro Murga Los Goyeneches del Barrio Mitre 



 - ¿Qué significa para vos ser murguera? ¿Qué te dio la murga a nivel personal? 
 - Mi vida nunca fue fácil pero la murga me dio la alegría, las ganas de reirme, de disfrutar. Esas siempre fueron mis vacaciones. Salir en la murga era algo que me levantaba el corazón, me renovaba. A mí la murga me salvó. Le debo muchísimo. Una vez al año, esas ocho noches de carnaval yo volvía a reiniciar mi vida. La murga me dio fuerzas para salir adelante. Era terminar un año y ya estar pendiente de que viniera el otro. ¡No veía la hora! Me sacaba todo lo que tenía adentro. Era una terapia para mi cuerpo, mi corazón. Creo que la murga me salvó. Cuando estuve enferma, empecé a bailar llena de cicatrices, de perforaciones en mi vientre, de dolores espantosos, pero yo escuchaba el bombo y bailaba. ¿Qué otra forma de demostrarle al carnaval que amo, que la murga? Me la jugué. Aunque me quedaran pocos meses de vida, los iba a quemar bailando. Y la murga me ayudó, me dejó, me sacó y volví a ser la misma Meka murguera de siempre. O sea, para mí la murga significa todo. Es como un guitarrero que ama a su guitarra. Es porque le pone todo. Está el alma incluida ahí. La murga desde el primer momento en que la conocí, se quedó en mí. Para mí la murga es todo y el carnaval es mi vida. Porque la verdad es que te ponés el traje de murga y te convertís en algo muy especial. No lo sabés especificar, no sabés qué es, pero hay algo en vos. Ser murguera para mí es tener la obligación de alegrar a un montón de gente sin fines de lucro. El murguero le alegra la noche a los espectadores, a todo el público y quizás sin darte cuenta te estás alegrando tu propia vida. 



Detalle zapatillas de lentejuelas cosidas a mano,  
confeccionadas por Meka. 








Detalle Traje de Meka (espaldar) 



 - ¿Cuáles son tus proyectos para el futuro? 
 - Estos carnavales que viene tengo pensado salir en alguna murga de Saavedra. ¡Pero que salgo, salgo! Para mi futuro me encantaría terminar mi etapa como murguera, bailando. Hasta donde pueda llegar. En cualquier murga, la que sea. Al verdadero murguero no lo hace el nombre de la murga. Mi sueño dorado es que me despidan con el traje de la murga. No importa cual. Y también que mi familia continúe mi legado, que no dejen nunca nunca de salir en carnaval. Para mí la murga es el elixir. Me gustaría legarle mi sucesión, mi continuidad. Aunque me duela en el alma no poder estar con ellos. O sea todo lo que salió de mi vientre, que siga bailando y disfrutando del carnaval, cada uno de mis descendientes con su experiencia. Mi nieto, por ejemplo, es director bombista. Y ahora el próximo que está llegando, mi bisnieto, ¡seguramente también será murguero!








                         

Meka y sus hijitos de cuatro patas: Jazam, Jayro, Popy y Jana